En busca de Bobby Fischer - Searching for Bobby Fischer - Steven Zaillian - 1993
Ramón y Cajal, uno de nuestros escasos galardonados con el Nóbel en una disciplina científica era un experto en fotografía y en el juego del ajedrez. Y tiene sentido en una mente brillante como la suya, que además unía a la profunda inteligencia un tesón extraordinario a la hora de intentar ver y comprender las cosas. La fotografía es un intento de echar una mirada al mundo viendo lo que muestra hasta el último de sus detalles. A menudo cuando contemplamos la imagen captada con la cámara nos sorprende comprobar como contiene elementos y significados evidentes, llamativos hasta la estridencia incluso, que no fuimos capaces de apreciar en el modelo, en el paisaje fotografiado, que quizás no vimos porque no estaban. La fotografía tiene mayor sensibilidad que el ojo humano porque es una mirada que se prolonga para siempre, que tiene paciencia para dejar que se revelen poco a poco los aspectos ocultos pero más relevantes del mundo. Y si la fotografía es un intento de captar la realidad con los ojos abiertos hasta la extenuación, el ajedrez es la ciencia, o el arte, no tengo muy claro si es una cosa u otra, tal vez las dos, que intenta analizar su lógica interna o, mejor, que trata de sentir su cadencia, su ritmo interno y su armonía, aunque no pueda explicarlos.
En no recuerdo cual relato de G. K. Chesterton un personaje ponía un ejemplo muy ilustrativo para exponer esa idea que afirma que las matemáticas no existen, que son solo una convención de la mente humana para tratar de explicar la realidad y hacerla inteligible, accesible a la mente humana. Esta era la tesis: Las matemáticas y lo que explican existen de igual modo en el entramado de la realidad como subyace un cuadrado, o cualquier otra figura geométrica, en el contenido de un saco de lentejas que se vierte y esparce sobre una mesa. Si se eliminan con cuidado, y con intención por supuesto, las lentejas que sobran, podremos dibujar con las que quedan la figura geométrica que queramos. Las matemáticas están en el entramado de la realidad de igual modo que una línea recta de luz en la infinita miriada de estrellas que vemos en el cielo. Las constelaciones son dibujos que forzamos a que existan en el firmamento. Esta teoría parece venirse abajo cuando durante una partida de ajedrez logramos evolucionar con armonía. A veces avanzas con tiento hacia las piezas del adversarios, hacia el entorno de su rey, el objetivo, y mientras piensas el siguiente movimiento compruebas que el entramado que has creado sobre el tablero supera en eficacia a lo que habías planeado. Avanzas un caballo y cuando crees haberlo dejado al descubierto descubres con asombro que está bien protegido por varias piezas, que a su vez se cubren entre sí. En esos momentos en que las oportunidades que ofrece el juego exceden a tu pericia sabes que has conectado con la lógica interna de ajedrez, casi diríamos de la vida. Porque, como en toda disputa en la que ha de haber necesariamente un ganador y un perdedor, el juego del ajedrez es un simulacro del juego de la vida. Pero no uno cualquiera, sino uno que evalúa tus capacidades, que puede ser indicativo de tu menor o mayor valía que tu rival en cuanto a capacidad de razonamiento, carácter o fuerza mental. Hay mucho en juego en una partida de ajedrez. Quien haya jugado lo sabe. El ajedrez es un juego perfecto. Dios solo asoma su rostro en las mejores partidas y en algunos sonetos compuestos por el genio de los poetas.
En busca de Bobby Fischer - Trailer de la película en Español
El guión de la película adapta al cine el libro "En busca de Bobby Fischer", en el que su autor, Fred Waitzkin, narra las experiencias de su hijo Josh como jugador de ajedrez. Se trata por lo tanto de una historia real, la de un ajedrecista famoso en los EE.UU., uno de esos precoces talentos que sorprenden y emocionan, pero con muchas licencias narrativas, cambios y modificaciones respecto al libro y los hechos reales que describe. La adaptación del libro y la dirección del film fueron propuestos a Steven Zaillian, que aceptó el trabajo. Pero aunque se trató de un encargo, supo hacer suyo el film, adaptarlo a su forma de narrar, a su estilo. Fue también su opera prima como realizador. Un debut más que notable. Preguntado en su día sobre sus preferencias en los cometidos de un film y por qué unas veces se limita a escribir el argumento y otras prefiere también asumir la dirección, confesó que solo dirige aquellos proyectos en que quiere tener un control de la película hasta sus últimas fases para que tener garantías de que las ideas que alimentan el proyecto se verán plasmadas en la pantalla. También que se siente guionista, que su labor como director es circunstancial y que se limita solo a los proyectos que ve más comprometidos en sus resultados. "En busca de Bobby Fischer" contó con el aval del director Sidney Pollack, aunque no aparezca en los títulos de crédito. Eso hizo pensar a muchos que la autoría de Zaillian quedaba en entredicho, que la mano de Pollack estaba detrás de algo más que las conversaciones con distribuidoras y productoras cinematográficas, que su sello era visible en algunos aspectos del film y la razón de sus aciertos.
La película trata asuntos inquietantes. Las relaciones entre padres e hijos, la educación de estos, la naturaleza del éxito, si la victoria requiere un peaje, deteriora al individuo. Josh Waitzkin fue el más joven campeón de ajedrez de los EE.UU. después de Bobby Fischer. El personaje de ficción, el que retrata la película, está bendecido con dos dones: su maestría en este juego y una bondad extrema. A lo largo del metraje se sugiere la duda, aunque no se mencione de forma explícita, de si el camino hacia el éxito en el ajedrez, el convertirse en un campeón reconocido, supondrá una merma en el segundo de sus dones, de si habrá de sacrificar uno para desarrollar las potencialidades que le otorga el otro. ¿Se puede ser bondadoso desde una posición exitosa y victoriosa? La pregunta puede parecer pueril, pero el éxito, las formas de conseguirlo, las razones que imposibilitan a algunos para lograrlo, sus glorias, sombras y servidumbres, es el argumento principal o secundario de buena parte de las películas filmadas por la industria de Hollywood y sucursales indies.
Es la madre del niño, Bonnie Waitzkin (Joan Allen), quien descubre que su hijo tiene un talento innato para el ajedrez. Es el suyo un personaje de capital importancia en la trama, aparentemente situado en un segundo plano, pero en realidad quien mejor entiende al chico, sus necesidades y lo que le conviene, y aunque aparentemente alejada de la toma de decisiones, ejerce a lo largo de la historia su derecho al veto en varias ocasiones, denegando iniciativas propuestas por quienes en teoría ejercen la tutela de Josh en cuanto a su futuro en el mundo del ajedrez y el modo en que hay que educarlo. Es significativa, por lo que nos dice del niño, la forma en que el padre, el autor del libro que es la base del argumento, se entera de las capacidades de su hijo. Ante la incredulidad de lo que le cuenta su esposa, y retada por esta, decide jugar una partida con Josh, al que vence fácilmente. Cuando trata de ser condescendiente con Bonnie esta le explica que el chico se ha dejado ganar, porque no le apetece ganar a su padre. Para Josh hay asuntos de mucha mayor importancia que el hecho de ganar o perder, sea cual sea el premio. Antepone los sentimientos propios, los lazos que le unen a los demás, y hasta los sentimientos ajenos, a su propio afán de victoria. Los ejemplos son múltiples a lo largo de la película. A su mejor amigo, un niño con el que comparte esperas y ratos muertos en los torneos de ajedrez, y que vive bajo la presión de su padre, que constantemente le reprocha sus fallos en el juego, le dirá hacia el final del film para consolarlo, y no sabemos hasta que punto se trata de una mentira piadosa, que juega mejor que él cuando tenía su edad. Este comentario y otro hecho anteriormente nos servirán para comprobar que la bondad de Josh sigue intacta a pesar de lo que ha tenido que experimentar, la angustia y el miedo a la derrota, a defraudar a su padre y a sus mentores, a no estar a la altura del don que posee, a dejar que se marchite sin que fructifique.
Bruce Pandolfini y Josh Waitzkin
Todo don requiere un aprendizaje para poder expresarlo por completo. Fred busca un profesor de ajedrez para su hijo. Un compañero de trabajo en el periódico en el que escribe le ha hablado de Bruce Pandolfini, personaje interpretado por Ben Kingsley, que se toma muchas licencias respecto al modelo real. Ese extraño tupe que luce en la película no sabemos que razón de ser tiene. No es desde luego un intento de imitar el aspecto del Pandolfini de la vida real. Asimismo, si el profesor del film tiene algunos arranques de severidad, el de la vida real era popular entre sus alumnos por su buen carácter. No se trata tampoco de un profesor que goza siendo cruel con sus alumnos. Si a veces lo parece en su proceder con Josh, hay un motivo en sus arranques de furia. Quiere prepararle lo mejor posible para que no tenga que experimentar el fracaso. No se trata de conseguir el éxito sino de estar a la altura de sus capacidades. Josh sabe que es el mejor y lo vive con angustia, sin un ápice de vanidad. Si no lo fuera, como el mismo confiesa en un pasaje de la película, perder de vez en cuando estaría justificado, ganar no sería una obligación. Un don es una responsabilidad, lo hemos oído muchas veces en el cine. A veces una persona no tiene otra cosa que su talento en algo muy determinado y fracasar al tratar de expresarlo le deja sin nada. Esa es la raíz del miedo a ganar y triunfar en muchos casos, un fenómeno muy habitual en el mundo del deporte y del arte.
Existe un segundo mentor, Vinnie (Laurence Fishburn), un jugador callejero, maestro en el arte del ajedrez rápido. Él le enseña a Josh a disfrutar con el juego, el placer que supone practicarlo, sin que ganar o perder sea lo más relevante sino tu actitud en la partida. "Ataca siempre, aunque vayas perdiendo", le dice a Josh como resumen de sus enseñanzas. Avanzar siempre, ser merecedor de la victoria, aunque no se logre. Les vemos jugar algunas veces, pero lo cierto es que no sabemos el desenlace de ninguna de sus partidas. Aspecto que puede deberse a una simple cuestión del montaje o tener otras explicaciones, pero que casa muy bien con lo que representa este personaje. Pandolfini, por el contrario, ha de armar al chico, disciplinarlo, enseñarle el uso de las herramientas que procuran la victoria. Sus enseñanzas no solo se contraponen en cuanto a objetivos y procedimientos a las de Vinnie, sino que además las de éste último entorpecen su labor. Durante una comida con los padres pide a estos que supriman la relación entre Josh y Vinnie, que se le prohíba jugar en Central Park con los ajedrecistas callejeros. El padre accede pero la madre ejerce ese derecho al veto del que antes hemos hablado. Pandolfini protesta: "Eso hará mi labor más difícil". "Pues tendrá que aguantarse", le responde lacónicamente Bonnie. Y aunque al maestro de ajedrez no le falte razón tendremos la seguridad una vez más de que la madre ha acertado en su decisión.
Se trata de una película de actores y el casting no puede considerarse más que un acierto. Libre de la necesidad de contar una historia romántica, que obligaría a buscar belleza también, libre también por la modestia de los objetivos de utilizar estrellas consagradas, esas que "ejercen tirón" en la taquilla, Zaillian pudo centrarse en la elección de actores competentes. Y todos lo son. Excelentes secundarios habituales, salvo quizás Fishburn, actor que con los años es el que ha adquirido mayor caché. El papel del padre de Josh está interpretado por Joe Mantegna de forma espléndida, sabiendo conferir a su personaje esos claroscuros que lo caracterizan, siempre a remolque de los acontecimientos, aprendiendo sobre la marcha como se educa a un niño prodigio, atenazado constantemente por la duda acerca de lo que más le conviene a su hijo. Movido a veces por objetivos poco confesables, el afán de éxito, de realizarse a través de su hijo, Fred muy probablemente sea el personaje mejor dibujado del film, aunque nunca llegue tan lejos como para que no podamos comprender sus actos si somos sinceros con nosotros mismos. Al final sabrá rectificar sus errores, aprender de ellos.
Una de las cualidades de Zaillian, que queda clara en sus guiones, es su capacidad para describirnos el ámbito que tratan de retratar en sus aspectos más llamativos. Una cualidad, por otra parte general, a todo el cine de Hollywood, pero que en este escritor y director cinematográfico adquiere especial relevancia. En su posterior película, "Acción civil", centrada en el mundo de los grandes litigios, uno de los personajes nos indica con voz en off algunas reglas básicas que han de cumplir los abogados en los tribunales si es que quieren un veredicto final favorable. "Nunca preguntes a un testigo si no sabes su respuesta", dice la voz en off para ilustrarnos, y también para ponernos sobre aviso, porque en ese preciso momento el protagonista del film, interpretado por Travolta, comete justamente ese error, poniendo en dificultades toda la defensa que viene realizando en el juicio hasta ese momento. En la película que nos ocupa ahora se nos ilustra profusamente acerca de la naturaleza del ajedrez y sobre el mundo de los torneos. En este apartado son decisivos los momentos en que Josh y Pandolfini comparten escena, las clases de ajedrez. En una de ellas el maestro propone al alumno un final de partida para que lo resuelva. Le exige la victoria sin mover una sola pieza, que averigüe las jugadas y las ejecute mentalmente. Ante el reto Josh queda desconcertado, todavía no ha aprendido a anticiparse al desarrollo de una partida. "Te lo voy a poner más fácil", le dice Pandolfini al verlo superado por el reto, y con un gesto enérgico barre con la mano todas las piezas que hay sobre el tablero, que acaban rodando por el suelo de la habitación y ocasionando un gran estropicio. Esa acción parece lograr al fin que el chico se calme y se concentre, siendo capaz de resolver el problema de ajedrez. En el cine es habitual que este tipo de secuencias tan llamativas marquen un precedente en el relato. Captan nuestra atención en un momento del metraje y el elemento narrativo que describen vuelve a ser utilizado posteriormente en los momentos culminantes. Así ocurre también en este caso como veremos más adelante.
En busca de Bobby Fischer - Banda sonora - End Tittles - James Horner
Una de las críticas que se realizó en su momento a Zaillian es la excesiva preponderancia de la banda en las escenas más dramáticas o emotivas, el excesivo subrayado emocional realizado utilizando como rotulador la música de James Horner. Es cierto que los cortes compuestos por Horner se convierten en algunos momentos casi en un personaje más de la escena, que los estados emocionales que nos sugiere la película nos son arrancados finalmente por la música. Pero se trata de una estrategia habitual tanto en el cine como en las series televisivas. Son numerosos los ejemplos de episodios televisivos que acaban con un epílogo musical que sirve para catalizar nuestros sentimientos y hacer que afloren tras un emotivo desenlace, como si de un video clip se tratase. Si esta táctica es aceptable o no ya es cuestión de gustos. Por lo que a mi respecta la banda sonora no estorba en absoluto y sirve para guiarnos y multiplicar las sensaciones durante el visionado de la película. La música es un poderoso aliado del director, una herramienta que algunos han sabido manejar con maestría. Difícil no emocionarse en la escena final de Gatacca. Y si alguien logra contenerse escuchando el discurso final de Vincent ahí está la música de Michael Nyman para derribar nuestras últimas barreras.
Pandolfini, en su afán por dotar a Josh de todas las armas que están en su mano para garantizarle la victoria, somete al niño a una enorme tensión al tratar de convencerle de que las cualidades morales innatas en él son un lastre en la búsqueda de la perfección en el ajedrez. "Bobby Fischer sentía desprecio por sus contrincantes. Sentía desprecio por todo el mundo", le ilustra. A lo que el niño responde con resolución, aunque con la voz trémula que le caracteriza: "Yo no soy como Bobby Fischer". Y podrá parecer un comentario sin importancia, pero en realidad es toda una declaración de intenciones y casi diriamos la solución a la ecuación que plantea la película. Todo el mundo espera encontrar en Josh el heredero de Fischer, algo así como el Santo Grial perdido con la desaparición del mítico ajedrecista. Si durante los primeros torneos apenas encuentra oposición en sus adversarios, acabará apareciendo un rival a su altura. Jonathan Poe, un niño que desde los cuatro años vive pendiente únicamente del ajedrez. La descripción realizada por Zaillian de este personaje que irrumpe a la mitad de la película quizás sea excesivamente maniquea. El niño nos caerá mal desde el instante en que lo vemos por primera vez. Y si en nosotros causa antipatía en Josh lo que provocará será terror. Tal pavor que se dejará ganar en las rondas preliminares del primer torneo en el que coinciden para evitar enfrentarse con él. Si Josh representa la bondad, con una elección acertada del actor que lo interpreta, de mirada siempre trasparente y llena de candor, Jonathan es la mezquindad despiadada del predador que carece de misericordia con la presa, porque el adevrsario alimenta su ego. Con este planteamiento el torneo que decidirá el campeón nacional, y en el que se habrán de enfrentar necesariamente al ser lo dos mejores jugadores con bastante diferencia con el resto, adquiere tintes casi épicos. A Josh le basta con los torneos ya ganados para alzarse con el título, pero ha de enfrentarse a sus miedos que amenazan con atenazarlo e imposibilitarlo para seguir jugando al ajedrez.
En busca de Bobby Fischer - Escena de la partida Josh Waitzkin vs. Jonathan Poe
Todo el último segmento de la película está dedicado a la partida decisiva. Josh entra en la gran sala donde se desarrolla el torneo y camina solo a través del pasillo, entre el gentío de niños que juegan, hasta la mesa donde le espera Jonathan, que está algo más elevada que el resto. Un subrayado quizá innecesario para indicarnos la soledad que siente en ese momento y la relevancia del choque que va a tener lugar. En la antesala del gran salón están los familiares, que pueden ver el desarrollo de los encuentros a través de monitores. Están todas las personas relevantes para Josh, a pesar de que hasta ahora solamente su padre le había acompañado a los torneos. La madre apenas abre la boca en toda la escena, aunque la mirada de Joan Allen nos trasmite toda la información que necesitamos saber sobre su estado de ánimo, orgullo sobre todo, y su opinión acerca de lo que está ocurriendo. La presencia de Vinnie es casi un estorbo para nosotros, con intervenciones a veces insensatas, que desvirtúan y devalúan hasta cierto punto el personaje que Zaillian ha ido construyendo a base de pequeños retales hasta hacerlo atractivo. Pandolfini será quien nos guíe con sus comentarios. Pensamientos en voz alta que otra cosa, porque no responderá a las preguntas que le plantea un nerviosísimo Fred, que no solo sabe todo lo que está en juego sino que se siente responsable del previsible desenlace. Casi podría establecerse un paralelismo entre la relación Josh-Pandolfini con la existente entre Luke Skywalker y Obi Wan Kenobi en "La Guerra de las Galaxias". Podrá parecer infantil, indigna de un guionista con la fama ahora merecidamente adquirida por Zaillian, pero en aquellos años, los 80 y los 90, la influencia en el cine de esta película y sus secuelas era mayúscula. Durante la partida parece establecerse una conexión mental entre alumno y profesor, con un diálogo resuelto con voces en off de los personajes y un montaje de los planos que nos incitan a pensar, contra toda lógica, que tal cosa es posible.
Josh, en contra de las enseñanzas de Pandolfini decide nada más iniciada la partida sacar la dama de su refugio. Es la primera regla de los ajedrecistas de Cantral Park, una enseñanza de Vinnie. "No lo hagas, Josh. Ni siquiera lo pienses", exclama Pandolfini viéndole a través del monitor. "Saca la dama", exclama Vinnie para que le oiga Pandolfini, ya que Josh no puede hacerlo, y entre ambos maestros hay un cruce de miradas poco amistoso. Cuando el niño desobedezca y sea infiel a la parte disciplinada de su enseñanza, veremos a Vinnie satisfecho y un gesto de titubeo en Josh al captar la satisfacción de su rival, que se cobra una pieza importante, un alfil. La partida se desarrolla a partir de entonces con ventaja del discípulo del reverso tenebroso, con movimientos rápidos de ambos hasta que Jonathan se cobra también la dama negra. El cruce de miradas entre ambos es enigmático. Josh parece buscar en su rival algún gesto de satisfacción, pero la cara inexpresiva de Jonathan se lo impide. Más elocuentes son los gestos de Pandolfini y Fred. El primero agacha la cabeza desolado y el segundo se ve desamparado al volver la mirada hacia el maestro de su hijo buscando alguna frase de esperanza y leer en su lenguaje corporal la derrota inminente. Bonnie preguntará a Vinnie: "¿Va a perder?". "¿A perder?. Le está engañando. Josh le está engañando. Se lo enseñe yo", contesta con fe ciega en quien ha visto al heredero de Bobby Fischer. El mismo tipo de fe inquebrantable que tendrá en El Elegido el personaje Morfeo interpretado por este mismo actor en la película Matrix. Por primera vez vemos a Josh desconcertado. Titubea en exceso antes de realizar el siguiente movimiento. Pero lo logra y parece adquirir cierta confianza. Tras varias jugadas rápidas le oiremos decir con su voz infantil: "Jaque". Ahora es Jonathan quien duda, y tras mover su rey casi con miedo, ve como Josh elimina su reina. "Ya lo tiene", grita Vinnie con furia, y Fred y Pandolfini que se habían desentendido de la partida vuelven a acercarse al monitor. Josh sonríe con cierta picardía, la que le permite la expresión casi angelical del actor, y sabemos que acaba de conjurar sus miedos. A partir de entonces la partida se acelera gracias a un montaje vertiginoso. Se suceden los movimientos y el golpeo de las clavijas de los respectivos relojes, hasta que Josh se detiene para contemplar el tablero. "Eso ha sido un error", comenta Pandolfini en relación a su último movimiento. "¿Qué ha sido un error?", le pregunta Fred sin obtener respuesta. "Concéntrate, Josh, quedan 11 movimientos. La partida es tuya", le dice Pandolfini a su discípulo, y le explica los movimientos que ha de realizar uno por uno. En ese momento la conexión mental entre ambos parece un hecho. "No muevas hasta que lo veas", le ordena Pandolfini. Frase que parece tener el mismo significado que aquella de "Déjate guiar por la fuerza, Luke". "No lo veo", se queja Josh. "No muevas hasta que lo veas", insiste Pandolfini". "No lo veo... Lo siento papá". Y cuando creemos que todo está perdido, la voz del maestro que hace un momento era apenas un susurro sonará enérgica en su mente: "Te lo voy a poner más fácil". Hay un rápido y breve flashback a la escena en la que ya oímos esta frase. Y cuando volvemos al presente narrativo, con el ruido aun en la memoria de las piezas saltando y rodando por el suelo, será para ver un tablero vacío y la sala sin más personas que ambos niños. Toda la realidad se concentra y se resume ahora en el tablero de ajedrez donde un niño trata de atisbar los rasgos de Dios.
Cuando Josh resuelva el problema de ajedrez que se le plantea, que le propone Pandolfini de forma virtual, ofrecerá tablas a Jonathan. Al fin ha exhorcizado sus miedos. Ganar o perder ha dejado de ser lo más importante, lo más significativo. Pero la arrogancia de su rival le impedirá ver lo que está ocurriendo y aceptar un ofrecimiento tan generoso. Tras la victoria, que logrará mediante una ingeniosa y muy vistosa combinación de movimientos, Josh le confesará a su padre: "He intentado dejarle una salida". Y entonces sentiremos casi la misma emoción, y por idénticos motivos, que tras el célebre parlamento de Batty en Blade Runner, cuando su amor a la vida, a la suya propia, se contagia a la de todos los demás seres vivos y decide perdonar la vida a Deckard.
TITULO ORIGINAL: Searching for Bobby Fischer, 1993.
ResponderEliminarIDIOMA: Ingles
DURACIÓN: 107 min.
PAÍS: USA
DIRECTOR: Steven Zaillian
GUIÓN: Steven Zaillian (Novela: Fred Waitzkin)
MÚSICA: James Horner
FOTOGRAFÍA: Conrad L. Hall
REPARTO: Max Pomeranc, Joe Mantegna, Joan Allen, Ben Kingsley, Laurence Fishburne, Michael Nirenberg, David Paymer
PRODUCTORA: Paramount Pictures. Productor: Sydney Pollack
GÉNERO: Drama. Deporte (ajedrez).
SINOPSIS: El pequeño Josh Waitzkin tiene verdadera pasión por el ajedrez y quiere convertirse en un nuevo Bobby Fischer, su
ídolo. Sus padres, por supuesto, le ayudarán en todo lo posible, pues ven el crío un futuro maestro. Basado en hechos
reales, narra los inicios ajedrecísticos en la infancia del Maestro Internacional norteamericano Josh Waitzkin, y está
basada en el libro del mismo nombre escrito por su padre.
Download from:
http://depositfiles.org/files/2v6dca9mo
Subtitulos aquí:
http://www.subdivx.com/X6XMzg4NjgzX-searching-for-bobby-fischer-1993.html
Enjoy..