El rey está desnudo
En el delicioso cuentecillo de Hans Christian Andersen "El nuevo traje del Emperador", el monarca de un bullicioso país, no se especifica en el relato si pequeñito o no, aunque todo da a entender que si porque en las fábulas los reinos son siempre de juguete, gusta lucir vestidos nuevos constantemente. Es su principal y casi única pasión, lucirlos ante sus súbditos admirados de su prestancia, de su elegancia y suntuosidad. Un monarca pomposo que prefiere lucirse él a que se luzca su reino. Pero estamos en una fábula amable y se diría que los súbditos lo perdonan todo y su actitud no le resta cariño recibido.
Dos truhanes extranjeros llegan a la ciudad-estado, al pequeño país, asegurando a quien quiera oirlos, y ya sabemos que la gente es cotilla, que son tejedores de unas fabulosas telas, con la portentosa cualidad de ser imposibles de advertir por aquellas personas que sean bobas, ineptas o no merezcan el cargo que ostentan. Le llegan al emperador los rumores de la existencia de los dos modistos, de sus capacidades mágicas, y al momento concluyé que es una gran idea encargarles un traje nuevo fabricado con esas telas mágicas. Se dice a sí mismo que si poseee un vestido de tales características podrá saber con facilidad y sin resquicio para la duda quienes de los que le sirven o le rodean en el gobierno merecen conservar sus puestos y quienes deben ser cesados.
Los dos truhanes montan un taller de confección, en el que, lógicamente, nada se hace de provecho, salvo matar el rato disimulando una actividad que no se produce. Vacío de maquinaria, en el que no se aplica ningún procedimiento de confección, ni bueno ni malo, aquellos ministros que lo visitan no se atreven a informar del engaño al monarca, por miedo a quedar en evidencia ellos mismos como ineptos. Los modistos solicitan, y les son suministrados, los más valiosos materiales, a expensas del erario público. Oro, plata y piedras preciosos, que gastan con pasión y sin recato para llevar a término el encargo recibido. Bueno, ya sabemos que no.
Desde hace dos temporadas, el Barcelona viene luciendo la vitola de mejor equipo de la historia. Logró obtener en una sola temporada 6 títulos, todos los que hay en disputa para un club español. Hace solo dos años, aunque parezca que ha transcurrido toda la Historia del Fútbol desde entonces, aunque algunos se empeñen en hacernos creer precisamente esto. Para borrar todo lo anterior se supone, convertirlo en deporte en blanco y negro, al decir de los bufones de la tele, profesionales e improvisados. Solamente el Dream Team, que obtuvo una solitaria Copa de Europa, ante la Sampdoria, vale como referente, y es para minimizarlo ante el equipo primigenio, el que ha inventado el fútbol y puesto el reloj de los anales en marcha.
Inventado el fútbol, inventada la trampa. ¿Y quienes mejor para urdirlas que aquellos que escribieron las leyes en tablas de piedra y las bajaron de sus lugares sagrados? Desde entonces, los que hubimos de asumirlas a la fuerza andamos rabiando con la letra chica del contrato. Esta letra pequeña dice que solo es fútbol lo que hace un equipo en el mundo y en una determinada época. Esta visto que en cuanto se jubile Guardiola, o se vaya a trabajar al Calcio, deberemos abandonar el fútbol y retomar la afición al balonmano. También dice la letra menuda que se pueden merecer las cosas por los méritos mostrados en momentos anteriores, antes incluso de producirse los encuentros, y que merecer equivale a derecho inexcusable a ganar, retorciendo el sentido común si es menester para aplicar las leyes caligrafiadas en la roca. Ya no vale con la brega, si eres inferior en calidad te jodes y bailas tras el balón, que te toca palmar en el encuentro. Y si te pones gallito y eres tozudo, se te expulsa a un jugador por disparar a puerta casi de forma simultánea al pitido del árbitro que invalidaba la jugada, o se muestra tarjeta roja a aquel de tu plantilla a quien señale el acusica Alves. Es lo que tiene la falta de separación de poderes. Las leyes tácitas que dicen que el Barcelona ha de ganar siempre porque lo merece fueron redactadas por los mismos que imparten justicia, a través de los árbitros designados al gusto del Barcelona. En realidad siempre fue así. El Barcelona tiene un amplio historial de recusaciones arbitrales. El Madrid trataba de evitarlas, lo que se consideraba señal de una culpa asumida.
La temporada pasada el Barcelona perdió fuelle, lo cual es razonable tras su esplendorosa temporada anterior. El menor rendimiento colectivo se vio suplido por la que probablemente haya sido la mejor temporada de Messi, que en muchos momentos se echó literalmente el equipo a las espaldas, llegando a minimizar en ocasiones al resto de sus compañeros. Sin ser un delantero rematador, más bien un media punta creador, su facilidad para marcar goles y concederlos es asombrosa. Habrá quien no quiera verlo, pero la merma de calidad colectiva se vio suplida por el incremento de la aportación del jugador argentino, que a menudo se convierte en una isla dentro del Barcelona, unida al resto por el istmo de Alves, el único que realmente entiende su juego, salvo en esos chispazos de Xavi e Iniesta, con pases al hueco en los desmarques y paredes respectivamente.
Así, si costó algún escándalo arbitral la consecución de la Tercera Copa de Europa, ni siquiera el favor arbitral consiguió que el Barcelona alcanzase la final del Bernabéu de hace aproximadamente un año, y ha sido necesario incrementar ese entendimiento entre el estamento arbitral y el club para que alcance la de este año frente al Manchester. Tampoco la Liga ha sido un camino de rosas y hace algunas jornadas que no les vemos jugar con fluidez e imponerse con claridad al rival. Tampoco han faltado los problemas arbitrales en el campeonato español y casi se agradece que empiecen a quedar atrás y que se hayan producido algunos tropiezos inesperados del Madrid, porque sino ahora tendríamos una situación muy pareja en la tabla clasificatoria y la tensión empieza a pasar factura en todos. Aficionados también, que estamos hartos, al menos yo, de los sucesivos reveses, escándalos e incomprensión por parte de los que se supone que tendrían que analizar las cosas con más imparcialidad. Me refiero a la Prensa Deportiva, claro.
Después del partido de ida de la semifinal de la Champions y tras el recado de Guardiola a la UEFA, se designo un árbitro belga, Frank de Bleeckere, de buen recuerdo para Pep, porque fue quien expulsó a Motta en la también semifinal del año pasado, por supuesta agresión a Busquets. Que inocentes éramos entonces. Tanto se habló de aquel árbitraje, tanto se miró con lupa ante las asombrosas quejas de los aficionados blau-granas, que pudo repararse en la escena en que el jugador del Barcelona, mientras se retuerce de dolor en el suelo con la cara tapada con las manos, despliega estas como las hojas de una ventana para poder mirar por la rendija si el árbitro había caído en su engaño. Desde entonces la atención a las posibles exageraciones de los culés ha sido máxima, habiéndose podido observar muchas a lo largo de la temporada e innumerables en los 4 clásicos recién disputados.
En aquel arbitraje del año pasado del árbitro belga, éste también cometió un error al validar un gol de Piqué que debió ser anulado por fuera de juego. Digamos que, a pesar de la voracidad azulgrana por obtener siempre las mejores condiciones de partida, a pesar de que se achacó la aliminación a su mala actuación en la noche de los aspersores, este árbitro no era mal visto del todo por ellos. Mejor en todo caso que un árbitro portugués, como se llegó a insinuar en un principio. Lo ocurrido durante el encuentro lo sabemos todos. El Barcelona dominó de cabo a rabo la primera parte, hizo lucirse a Casillas en varias ocasiones y el Madrid tuvo que suplir su inferioridad en el juego corriendo y trabajando de lo lindo. Habrá a quien le parezca lo contrario, desde luego a buena parte de los que se autoproclaman humildes les resulta más bien grotesco, pero a mi me parece que hay algo muy digno de respecto en un jugador que corre sin desmayo detrás del balón aunque no lo alcance nunca, que prefiere luchar antes que rendirse y que hace oidos sordos a las burlas del contrario, ya vengan del interior del terreno de juego o de las gradas.
El Madrid alcanzó el descanso del partido con la portería imbatida, que es equivalente a decir que alcanzó la orilla de la playa vivo después de un naufragio. En todo caso, el número de ocasiones tampoco fue excesiva. Para otros dejo las estadísticas, pero a mi me pareció que el del Barcelona fue una vez más un dominio rácano en cuanto a sus frutos, entendiendo por tales en este caso las ocasiones de peligro. A la vuelta el equilibrio de fuerzas se modificó hacia una situación más pareja. Así, en un contraataque el Madrid marcó un gol virtual que fue anulado o abortado, la terminología es lo de menos, por Bleeckere. Causa sonrojo escuchar a los ideólogos del barcelonismo y aliados coyunturales argumentar que no fue un gol anulado porque el árbitro pitó antes de que Higuain golpeara el balón. Vergüenza ajena es lo que causa quien niega la falta de Piqué y aduce que la falta señalada a CR7 es correcta. Se trata claramente de una carambola, un lanzamiento de bolos, en la que el empujón del central del Barça a CR7 le lleva a rodar por el suelo y a derribar sin querer a Mascherano quien, aquí viene lo más gracioso, exagera la caída en pleno vuelo. Estas mañas no las traía de Liverpoool, o las dejó en el armario durante su etapa profesional en territorio británico.
A partir de entonces los dos goles que si subieron al marcador, uno para cada equipo, y las numerosas jugadas polémicas en que la extenuación del Barcelona fue socorrida por el descaro del árbitro que abortó cualquier conato de reacción madridista, que señaló múltiples faltas inexistentes y maniató a los blancos para procurar la victoria del Barcelona en la eliminatoria. Lo que vi me llevó a la desesperación, y eso que no pude contemplar todo el encuentro porque los nerviosme obligaron a abandonar el salón para desahogar la frustración paseando arriba y abajo de mi casa como un león enjaulado. Me podrán discutir mi acierto en el juicio, pero no la sinceridad. Para mi el arbitraje fue lamentable y tengo más que sospechas de que fue premeditado, que había intención de favorecer a uno y castigar a otro. Lo que en Román Paladino se denomina un robo con dolo.
Discutiendo sobre el encuentro con barcelonistas, estos me han dicho que el mal arbitraje ha supuesto una frustración para ellos porque ha enmascarado los méritos de su equipo, que era justo acreedor a la victoria. Me pregunto si son méritos de cuna, si es que los resultados han de decidirse por comité de expertos sin jugar los partidos, atendiendo solo a la calidad potencial de los equipos. Parece que para algunos así debe ser. El Madrid suplió su inferioridad táctica corriendo mucho más que el rival y, nuevamente, llegando al tramo final del encuenro con mayor actividad física. Pero el esfuerzo no tiene mérito alguno para la aristocracia del fútbol, para el bando de los humildes. Solo la excelencia de los suyos, en especial para entonar cánticos de autoalabanza. Ya lo explicó Xavi recientemente, él sale tranquilo a todos los campos porque se sabe muy superior a cualquier rival que se le enfrente. A esta sorprendente afirmación, más en un humilde oficial, habría que sumar el argumento de que ya que esa superioridad es palmaria el encuentro no debería ser disputado, que es una ordinariez hacer jugar al fútbol a jugadores tan importantes.
Cuando a un equipo se le quita todo lo que tiene, se le impide usar sus armas, el juego al cotraataque en la parte final del encuentro por expulsión injusta de su jugador más inspirado, o apelar al esfuerzo en la pugna por la señalización de muchas faltas inexistentes para saciar el apetito de buen teatro que tienen los aficionados blau-granas, cuando se le quitan sus muchas o pocas opciones, estamos ante algo más que un robo. Ante la victoria del fútbol dicen ellos, Rosell el primero, que en un desliz ante un micrófono calificó a los suyos como los actores del evento. Porque solo lo que hace el Barcelona es fútbol. Y el silogismo es claro. Si este deporte lo ha inventado el Barcelona y solo es fútbol lo que practican ellos, llegamos a la conclusión de que para estos iluminados solo se ha visto fútbol en el mundo en aquellos partidos en que Guardiola ocupaba uno de los dos banquillos. Es esa humildad glaseada de prepotencia que a ellos les sabe tan rica que la quieren como único postre en todas las discusiones.
El Barcelona viste ropajes supuestamente mágicos y aquel que no admira su tiqui-taca es que tiene envidía o es un inepto del fútbol. Los periodistas todos a una alaban este fútbol, el que dicen que es el único válido, pero que aburre hasta las ovejas abúlicas, para que les den certificado de entendedores. A los aficionados blau-granas no hay que convencerlos de nada, ellos siempre ven al Barcelona vestido de fiesta, comulgan con lo que sea que les ofrezcan los obispos del sentimiento culé, hasta con la teoría de "Mucho morro" para disculpar a Busi. Tampoco es tan reprochable, nosotros también solemos hacerlo. Lo que pasa es que las omilias las llevan leyendo los barcelonistas en sus oficios religiosos desde hace dos años, y haber tenido que escucharles o leerles tanto hablando de la ética en el fútbol para acabar en este espectáculo circense de monos y españolitos, de ayudas arbitrales y genios teatrales, que no puede uno menos que sentirse desilusionado. Otra religión que ha resultado estar basada en postulados falsos, en este caso la superioridad moral del Barça.
Se pasea el Barça luciendo traje por la avenida principal del mundo futbolístico desde hace dos días, como quien dice, y ya piensa que es el único acontecimiento habido en la Historia del Deporte. Camina desnudo pero nadie se atreve a decir nada. Semanas ha costado que se hable del repugnante caso de los insultos de Busquets a Marcelo. Miedo había en la prensa a ese apelativo que consigue cerrar tantas bocas: anti-catalán. Cuando frecuentaba los foros los culés aseguraban que criticar a Guardiola era lo mismo que criticar a Cataluña, y cuando se abría un hilo sobre este señor para mostrar desacuerdo con su conducta o trabajo no era raro que se abriera también otro para tratar sobre la gastronomía y paisajes de Cataluña. Que nadie tuerza el gesto que lo que digo es verdad. Y no faltaban los madridistas que alababan la crema catalana no fuera a ser que sus amigos culés llegaran a la conclusión de que eran unos ineptos en temas de fútbol.
En el cuento de Andersen es un niño quien da la voz de alarma: "El rey va desnudo" y es en ese momento cuando todos se dan cuenta del engaño, que no son los únicos que le ven al monarca las partes pudendas asomando flácidas bajo la tripa. Ese niño en la realidad ha sido Mourinho, que ha gritado con todas sus fuerzas que el no sabe de ropajes mágicos que garanticen la victoria de antemano. Que la elegancia no es el baremo para decidir los méritos, y menos cuando uno se exhibe desnudo tal cual es en lo bueno y en lo malo. Mourinho ha hecho saltar la liebre, que anda bricando ya libre por muchos lugares. Por ejemplo, por EE.UU. en las columnas del Wall Street Journal. No se lo van a perdonar, ni el Barça ni la UEFA. Pero da igual, la deuda de odio es ya lo suficientemente grande como para que pueda ser pagada en una sola vida. Y como si le importara a Mou. Niño terrible. Gracias por haber venido al Madrid. Ya era hora que alguien dijese las cosas como son y no como los súbditos del emperador necesitan que sean para no perder sus puestos en el delirio colectivo en que se ha convertido el Barcelona.
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