jueves, 24 de febrero de 2011

Cine y TV (21) / Lost in Traslation - Sofía Coppola

Lost in Traslation - Sofia Coppola (2003)

The Ghost in You - Psychedelic Furs

Algo tan quieto y diminuto y, sin embargo, con tanta capacidad para poder abarcarlo todo y originar movimiento emocional en un instante concreto, como es ver dormir a la persona que amas o que, simplemente, acapara tu atención de algún trecho de tu vida. Es un momento agridulce, que te hace sentir al mismo tiempo aceptado y rechazado, porque asistes a un momento muy íntimo, situado dentro del círculo de lo más próximo, y sin embargo necesariamente has de sentirte excluido, porque se te hurta su presencia consciente. Y porque, aunque tal vez sueñe contigo, una apuesta arriesgada sin duda, aun así, en esos momentos ella se encuentra en un universo en el que estarás siempre vetado, que te será siempre ajeno y que colapsará sobre si mismo, hacia lo profundo, cuando abra sus ojos. Ese paraíso en calma que solo puedes ver desde fuera, en su expresión relajada, en el dorso de sus párpados, en el envés de sus anhelos y deseos. Sin poder tocarla porque podrías despertarla, en silencio, latiendo al ritmo de su respiración tranquila. Tan cerca y tan lejos. En presencia de sus sueños, junto a su piel, pero sin poder habitarlos.

Dos de las secuencias que muestra el Clip de Psychedelic Furs resumen muy bien una de las principales ideas de la película. La primera es la que abre el vídeo musical, la que marca el preludio a la canción “The Ghost in You”. Harris (Bill Murray) le dice a Charlotte (Scarlett Johansson) que es incapaz de dormir. En realidad lo dice mirando al frente, mientras bebe su whisky, como si no le hablase con nadie en concreto. Ella contesta en el mismo tono neutro, “Yo también”. Tras pronunciar estas palabras gira su rostro y lo mira realmente por primera vez a lo largo de la película. Acaba de reconocer a alguien de su especie. Son seres sin sueños, en ambos sentidos de la expresión. Sin capacidad para dormir ni para evocar deseos, puntos en el horizonte a los que les gustaría dirigirse. Sin rumbo en la vida, varados en pleno desplazamiento, perdidos, sufriendo una demora indefinida durante el transbordo entre dos vuelos.

La segunda es más larga y es ofrecida en parte en el clip, aunque de forma desordenada. Tras la primera escapada por las noches de Tokio, en el camino de regreso a su hogar provisional ambos velan el sueño del otro por turnos. Primero es ella la que sonríe cuando en el taxi que les lleva de regreso al hotel se da cuenta de que él ha recostado su cabeza en el respaldo del asiento y ha cerrado los ojos. Tal vez no duerma, pero la tristeza que constantemente le asedia parece haberle dado unos momentos de tregua. Después le veremos a él portando a Charlotte en sus brazos por los pasillos enmoquetados camino de la habitación de la chica. Abre la puerta sin bajarla al piso, entra como si se tratasen de una pareja de recién casados, la introduce en la cama, la arropa, ella entreabre los ojos y le sonríe sin enfocarlos del todo, él hace un gesto como de añoranza de lo que jamás será posible, apaga la luz y luego se marcha. Un perfecto caballero. Quizás porque la tensión sexual ha sido sustituida en esta pareja hecha de retales, un desamparo aquí, un hastío vital allá, por la tensión emotiva, porque el deseo ha sido sustituido por la ternura. Necesidad de compañía en las largas noches de insomnio que se suceden unas a otras.

Si hubiera que hacer un diagnóstico de la patología que sufren ambos personajes es bastante evidente que se situara en el ámbito de los desórdenes del sueño. Insomnio, cansancio vital, desorientación, falta de expectativas, imposibilidad de dormir a pierna suelta, un vacío afectivo que urge rellenar con la presencia del otro, para que nos sirva como muletas con las que poder caminar el trecho que aun nos falta para arribar al territorio inocuo de lo cotidiano. No se trata de amor sino de una necesidad aun más primaria: La búsqueda de consuelo, de calor humano cuando vives con las ventanas abiertas de par en par y el invierno ruge ahí fuera. El desencanto, ya sea al principio o al final de la vida. El desamparo del silencio. Cuando crees que la vida no te escucha y no contesta a tus preguntas. Dormir y olvidar la vigilia durante un rato. Despertar y tener memoria de lo soñado.

Cuando Murray recorre la ciudad por primera vez su rostro muestra desorientación y cansancio. Contempla las luces de la ciudad jugando en los anuncios de las fachadas de los edificios, y en su expresión no sabemos a ciencia cierta si hay asombro o aburrimiento. Tal vez ambas cosas, en una de esas mezclas agridulces que nos ofrece constantemente la película. Jet-Lag. Conocer a alguien que puede cambiar tu vida quizá provoque esa misma sensación, porque sin solución de continuidad has de vivir en un territorio, el de la esperanza, con un horario diametralmente distinto a aquel en el que vivías hasta entonces.

More Than This - Roxy Music

El segundo gran tema de la película es la lucha ante la resignación. En los ojos de ambos personajes parece adivinarse la misma pregunta: ¿Acaso no hay algo más? ¿A esto se reduce todo? La respuesta, común en ambos, la pasividad, la huida de aquellos que les rodean, la aceptación de la derrota, llega por vías absolutamente contrarias en cada caso. En la película abundan las lagunas narrativas, quizás porque parece más el croquis que el mapa acabado de una película. Es un esbozo, donde se nos hurtan muchos datos, y otros tan solo se insinúan. Charlotte parece ser la víctima de un matrimonio fallido, no sabemos si abordado con ilusión. El hombre con el que se ha casado es un completo extraño, con el que apenas se siente acompaña incluso cuando lo tiene en su presencia. A veces da la sensación de ser alguien con el que ni siquiera desee estar, que incite su fantasía, su emotividad. Tal vez se trate de un error de cálculo. Pero cabe la posibilidad de que se dejara llevar por la inercia, por la corriente de la vida. Ella misma reconoce a Harris que no sabe si avanza hacia algún lugar, que es lo que quiere hacer con su vida. En la respuesta de él apenas hay preocupación, sabe que el tiempo acaba imponiendo su lógica y que todos encontramos nuestro camino. Al menos un acomodo. Aun así, la soledad mordisquea los dedos de los pies de Charlotte, que siempre anda descalza por la habitación del hotel, vulnerable ante su desamparo. No sabe si hay algo en la vida aparte de esa permanente desidia, si alguna oportunidad se presentará que le permita escapar de su situación de espera indefinida en pleno trasbordo. Mientras espera contempla la ciudad sentada en el alfeizar interior de la ventana de su habitación, una imagen que se ha convertido en un icono de la película. Siempre es el mismo paisaje, pero parece cambiar a lo largo de la película en razón de que los contemplamos con ella en momentos dispares del día. El planeta rota, pero es el sol el que se mueve ofreciendo luz o sombra en compensación a la imposibilidad de cambiar el punto de vista o la perspectiva.

El caso de Harris es bien diferente. El si ha conocido el amor. Y la causa su tristeza es haber averiguado que la pasión, la complicidad con el otro, tiene un término. Pero puede que su tristeza solo sea un capricho del adolescente que le maneja y que le obliga a jugar constantemente con los que le rodean. ¿Quien puede conocerle mejor que su mujer?¿Por qué la notamos tan despreocupada a pesar de los alardes de Harris por transmitirle a través del teléfono su indiferencia ante todo? Tal vez no sea la primera vez que se pregunta si hay algo más aparte de su matrimonio ya obsoleto, donde se ha visto sustituido como objeto de la atención de su mujer por sus propios hijos. Todo se mueve en el terreno de la indefinición y da la sensación de que esto es así porque el guión aun estaba crudo cuando Sofía Coppola decidió comenzar su traducción a imágenes. Su mujer le aguanta las quejas mudas o medio formuladas porque seguramente sabe que acabaran tarde o temprano, como las veces anteriores.

Después de hablar con la que parece ser su madre en una corta conferencia, Charlotte llora desconsoladamente, compadeciéndose de si misma como lo haría un pajarillo indefenso bajo la lluvia. Harris afronta las cosas desde la ironía, como si la vida fuese un sucedido con su cierta carga irónica, un chiste de humor contenido, más propicio para una mueca de sonrisa que a una carcajada. Charlotte desconoce si hay algo más. Harris sabe que lo hay, pero que a la larga se torna insuficiente y se requieren nuevas relaciones que renueven la ilusión.

Cuando Harris se arranca a cantar el More Than This de Roxy Music en la escena del Karaoke, una vez encuentra un tono medianamente apropiado para cantar, “esto es difícil, dice, y le creemos, fija su atención en Charlotte, a la que mira a partir de entonces mientras desgrana las estrofas de la canción, como si la estuviera interrogando, como si estuviera indagando, buscando en su mirada ese algo más que puede ofrecer la vida. Interrogatorio por canción interpuesta al que ésta responde ella con sonrisas nerviosas, turbadas por la tensión subterránea del momento. Un gesto que constituye una de las señas de identidad de la actriz.

Clocks - Coldplay

¿Los relojes de dos personas avanzan más rápidos cuando miden el mismo tiempo?¿Existe sincronía entre el tiempo de vivir juntos y el de vivir separados? Cuando Charlotte trata de evocar el momento en que se conocieron, que ella data en la barra del bar, cuando ambos confiesan sufrir insomnio, Harris la corrige y le indica que fue en un ascensor. El la miraba durante el trayecto, porque difícil es que no te atrape su imagen, sobre todo en un espacio muy reducido. “¿Te puse mala cara?”, indaga ella. Sabe que no está en su mejor momento. “Me sonreíste”. “¿Eso hice?”. “Y fue una sonrisa grande”. Al oírle se le prende una en la cara. “No tanto. Tampoco. Un poquito más. Así”. Cuando sus relojes se sincronizan ella recupera su sonrisa y el vuelve a jugar con la vida. O, si se quiere, alguien repara en sus respectivas necesidades de huir de la tristeza y del aburrimiento vital.

Cuando no están juntos el tiempo se detiene. Fragua como el cemento, más bien. El lo malgasta en su habitación del hotel, zapeando en la televisión, siendo aterrorizado por masajistas que no ha solicitado, teniendo una aventura con alguien que ha conocido en el bar del hotel. Ella lo invierte contemplando la imagen de Tokio desde las alturas.

En la escena final, de significado tan incierto como buena parte de la película, Harris indica al chófer que lo conduce al aeropuerto que se detenga. Acaba de verla entre el gentío de una calle transversal a aquella por la que circulan. Antes han tenido una despedida fría, formal, como cabe esperar entre dos personas que al cabo del tiempo de estar juntos caen en la cuenta de que en realidad no se conocen, que sus respectivas vidas no les conciernen, que no hay posibilidad alguna de que se imbriquen. Aunque la frialdad obedece más a un intento de no sentirse totalmente por la tristeza. Harris baja del coche y corre tras ella. Cuando la alcanza y ella se gira descubrimos lágrimas en sus ojos. Se besan y el le susurra algo al oído. No sabemos qué. Nos gustaría pensar que han decidido sincronizar sus relojes. Tal vez sea eso porque algo de aceptación y consuelo adivinamos en los ojos de ella. Un final de significado esquivo, ambiguo, que suaviza el desamparo que nos provoca verlos separarse. Luego la música vuelve a apoderarse de la película, que en muchos momentos parece un video-clip.

Brass in Pocket - The Pretenders
http://www.youtube.com/watch?v=bCfQYV1LzQo (Karaoke de Scarlett Johansson)

La primera imagen de la película es un primer plano de Charlotte, acostada en la cama de su habitación, de espaldas a la cámara, centrado en esa parte de la anatomía donde la espalda pierde su casto nombre. Si eso es posible, ya que Scarlett es la quinta esencia de la ninfa cinematográfica. Lleva unas bragas rosas, que a duras penas son erotizantes, y si lo son es por quien las porta. A trasvés de la tela se entrevé la sombra de la raja que separa ambas cachas. Grandes y carnosas. Quizás en exceso para ser las auténticas de la actriz, cuyo rostro no vemos en ningún momento del plano, que se corta para que aparezcan los títulos de crédito. ¿Quien era esa mujer de nalgas rosadas? Damos por supuesto que Scarlett-Charlotte, creando otra de las imágenes icónicas en las que tan prolífica es la película.

Al margen de la ya mencionada escena de la contemplación de la ciudad de Tokio, sentada con los brazos abrazando sus rodillas, y que vemos en diversas variantes, otra imagen icónica creada gracias a la fotogenia y capacidad de transmitir de la actriz es esa en que Charlotte le canta a Murray la canción “Brass in Pocket” de The Pretenders, cuya letra ofrece pocas dudas en cuanto a su imbricación en la trama narrada. Charlotte invita a Murray a que la use, como persona si se quiere, como compañera de viaje, como entretenimiento en la sala de espera durante ese interminable trasbordo que ha resultado ser la vida de ambos. Y la falta de pericia para mover los hombros de forma sensual, aunque lo intente, su torpeza trufada de dulzura y puerilidad, se convierte en pura nitroglicerina que amenaza con hacer volar la pantalla cada vez que cimbrea su cuerpo buscando lograr un gesto sensual. Quien no ha sentido envidia de Murray viéndole superado por la situación, la de una mujer-ninfa ataviada con una peluca rosa que incita a ser usada hasta la última parte de su anatomía, de su alma.

Parte de la magia de la película reside en la elección de sus protagonistas. Bill Murray, quizá en el mejor papel de su vida, junto al reportero engreído de “Atrapado en el tiempo”, otorga a su personaje la dosis exacta de distanciamiento de su entorno, la vulnerabilidad que precisa. Atrapado también en un instante que se prolonga sin motivo pero que, al final, cuando se intuye un desenlace, todos querríamos que se prolongase de verdad indefinidamente para dar una oportunidad a un amor que solo sería posible si el tiempo se detuviera, blande como único escudo su sentido del humor cargado de absurdo, capacidad de reírse de uno mismo e ironía, también marca de fábrica del actor.

Si la diferencia de edad es patente, el aura de Scarlett Johansonn y su impacto en nosotros la acentúan. Ella quiere amparo, el rejuvenecer su visión de la vida. Durante su estancia en la sala de espera entre dos vuelos vitales sintieron por un momento que lo tuvieron.

La película logra crear una atmósfera, un estado de ánimo visual. Tiene un planteamiento si se quiere poco novedoso, pero de poderoso atractivo, el amor frágil e imposible entre dispares con trayectorias vitales no confluentes. Y si falla lo hace porque, como ya se ha dicho antes, no deja de ser un esbozo. Ojala Sofía Coppola hubiera filmado una película y no un corto. Sin duda hubiera sido una obra maestra.

1 comentario:

  1. Esta película me gustó mucho, y es la única de Sofía Coppola que he podido soportar sin parar el dvd y marcharme con mi vida a otra parte. Sé que ha hecho cosas muy buenas y sé que Las Vírgenes Suicidas es casi una obra de arte, pero a mi sólo me convence aquí.

    ¿Sabes por qué? Quizá ni siquiera ahora, que ha pasado tanto tiempo desde la última vez que vi la peli, pueda explicarlo con claridad. Pero se debe al cariño instantáneo que te obliga a sentir por Bill Murray (que a mi nunca me ha convencido demasiado). Scarlett me encanta, y me suele gustar esté bien, mal o regular. No soy objetiva al respecto.

    En esta película me sorprendieron ambos muchísimo. Recuerdo sentir mucha pena y a la vez mucha preocupación: tenía claro que uno de los dos iba a morirse frente al otro, lejos de todos y sólo cerca de extraños que, al final, quizá era quien mejor conocía al otro.

    Me gusta el párrafo que le dedicas a "la lucha ante la resignación". Es algo que odio, y me gusta la actitud de ambos ante las cosas que se supone te da la vida y tienes que tragar.

    La película me da mucha pena, no sólo el final sino todas y cada una de las escenas que tienen juntos. Recuerdo verla y preocuparme de qué iba a pasarles y cómo. Me parecen, a mi también, muy buenos personajes y una gran elección. Aparentemente son gente que no 'pega' y transmiten un 'algo' que si no te hace sentirte identificado (a mi sí, dependía de mi estado emocional en aquel entonces. como bien resumes en "No se trata de amor sino de una necesidad aun más primaria"), al menos te mete en la película.

    Otra que me encantó de él fue 'Broken Flowers'. Me parece una película buenísima, y también muy dura. De esas que golpean una y otra vez, incluso después de terminada.

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