La niña y el oso / 7.- Los ranúnculos
- No me puedes negar que sean bonitos. Ahora el espejo parece otra cosa, y cuando la Luna recorre la superficie parece como si navegará en un mar lleno de algas.
- Sí, es muy bonito. Pero decírselo a las ranas ha sido un error. Ahora se pasan el día aquí como si estuvieran en la piscina.
- Tu siempre refunfuñando. Ahora que vengo menos necesitas compañía.
- Ah no, antes que con esas prefiero bailar con el Diablo. Además, me gusta estar solo.
- Phil, no digas bobadas, tu no sabes estar solo. Simplemente te resignas. Y de mala gana.
El oso lo pensó un momento. A veces le sorprendía la lucidez de aquella criatura tan chica. Ya cuando era diminuta, hace tantos años, le dejaban del revés esos ramalazos de inteligencia feroz. Ruth había plantado ranúnculos en la orilla más soleada del espejo, y estos habían arraigado. Empezaban a multiplicarse. Había una pequeña colonia de flores rojas en un extremo y otra de hojas amarillas en el otro. Estaban tumbados en su balcón, en su terraza natural que dominaba la laguna.
- El agua está buenísima. ¿No venís? -Grito una de las ranas mientras se zambullía a cámara lenta- ¡Jerónimo!
- Así todo el día. Y bien sabe que yo no me baño con público.
- ¿Por qué eres tan reacio a la alegría, Phil?
- No se a que te refieres. Me gusta verte reir.
- Si, bueno. Me refiero a serlo tú. Siempre tristón, arrastrando los pies. ¿Quién te va a obligar a disfrutar ahora que no voy a estar detrás tuyo? Necesito a las ranas aquí, al pie del cañón, para que te espabilen.
- Pues como esas se instalen aquí, a Dios pongo por testigo que nunca volveré a preguntarme a que saben las ancas de rana, que dicen que son plato de gourmet.
Ruth sonrió a su pesar. Trataba de llevar la conversación hacia cierto terreno que le preocupaba, pero aquel cascarrabias le hacia gracia con sus manías y sus arrebatos de ermitaño huraño.
- Me voy a hacer un largo -Anunció otra de las ranas-. Que alguien me cronometre, que me noto en forma para batir mi record.
- Estoy contando desde ya -le contestó gritando Ruth.
Phil se dió con toda la palma de la mano en la cara. La cachetada se oyó claramente. Luego permaneció con el rostro tapado en un gesto de desesperación.
- Si es que si encima los animas estamos perdidos.
- A mi me divierten, sosainas. Si hubiera sabido que tenías tantos nuevos amigos a lo mejor hubiera venido antes.
- No son mis amigos. Se me pegan en cuanto pueden si hay posibilidad de molestar o gorronear.
Ruth se puso al fin seria. Aquello no iba por donde quería. Había que abordar el asunto.
- No me lo pones fácil, Phil. Necesito saber que cuando vuelva a la universidad estarás bien. Mi novio está allí y no vendré a menudo. Probablemente no antes del verano. Y será por poco tiempo.
- Te recuerdo que ya me manejaba tan ricamente yo solo antes de que nacieras tú.
- Sí, cierto, a veces me pregunto como pudiste sobrevivir hasta que llegué a tu vida.
- Oh, vaya, con suerte sin duda.
- ¿Sabías que ranúnculo significa "pequeña ranita""?
- Pues no. Y saberlo hace más atractivo el cambio de decoración.
- ¿A que sí? Ya verás cuando la superficie del agua se cubra de ranitas amarillas y rojas.
- Con las verdes que tanto alborotan ya voy servido. Gracias.
- Házmelo fácil, Phil. Allí soy feliz. Quiero estar con él. Le quiero.
- Yo no te retengo.
- Pero si no te esfuerzas en estar bien harás que me sepa amargo. Hazlo por mí.
- ¿Cuanto?¿Cuanto? -Grito la rana expectante.
- 48 segundos justos- Le contestó Ruth alzando la voz. la distancia era la suficiente como para que los gritos fueran la única forma de hacerse entender entre ellos.
- Waala. Plusmarca personal.
- Si es que encima son copionas. Te ha calcado la expresión de sorpresa.
- Pero es un halago, tontorrón.-Le beso la mejilla peluda, súbitamente enternecida por su tozudez. Nunca daba un paso atrás. Solo si ella se lo pedía. Tuvo que apartar la mirada para que el no se percatara de sus lágrimas. Cuanto lo iba a echar de menos. Más que a nadie nunca.
- ¿Quieres que me integre? -Dijo Phil poniéndose de pie súbitamente.
Ella le miro con una expresión pintada en la cara que a medias era de sorpresa y a medias desconfianza.
- ¿Que vas a hacer?
- ¿Quieres que lo haga o no?
- Que ya te he dicho que sí, bobó.
- Verás. Lo vi en un episodio de House.
Primero corrió alejándose del precipicio. Luego acercándose a él. Y al llegar al borde dio un brinco tan fuerte que Ruth no lo hubiera podido creer si no lo estuviera contemplando con sus propios ojos.
- Yujujujui -Gritaba mientras trazaba un arco en el cielo de la tarde y caía con un ruido estruendoso sobre la lámina de agua. Fue algo así como un "splash". Litros y litros de agua ascendieron como un surtidor en el lugar del impacto. Y cuando salió a la superficie gritó:
- ¿Quien me echa una carrera?
- Uff, a nosotros se nos ha hecho tarde. Si eso venimos otro día.
Ruth estaba muerta de risa arriba de la rampa.
- Yo te la hecho.
- Ven, enana, si te atreves.
Ella repitió el salto de Phil. Y una vez en el agua, tras causar menos alboroto al llegar, se abrazaron simulando que peleaban. Luego se persiguieron el uno al otro.
- Pues si que te enseñé bien a nadar.
- Anda ya. Soy autodidacta.
- Será cabrón.
- Shush, en el bosque no se dicen palabras feas, niña. Lo sabes porque es lo primero que te enseñé.
- Gilipollas -Dijo ella como toda contestación.
Y todo el resto de la tarde estuvieron echando carreras, jugando a hacerse aguadillas, buceando para explorar los fondos de la laguna. Ruth oyó a las ranas protestar mientras se marchaban: "Vaya forma de tratar a los invitados. pues no te digo que casi me aplasta ese bruto". "Oye, y la niña al menos parecía cuerda. Ese oso es una pésima influencia para ella". Sí, Phil estaría mejor solo. La verdad es que eran unas pesadas. Además, lo quería así, porque él era solo suyo. Su oso.
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