Robin y Marian - Richard Lester - 1976
Puede que los estragos del paso del tiempo, tema principal de la película, también hayan sido inmisericordes con ella. He de reconocer cierta decepción tras su visionado, ciertas desavenencias con el argumento, que creo que adolece de algunas incongruencias, y un claro desacuerdo con el tono y estética que le ha querido dar a la narración Richard Lester, muy similares a los de "El regreso de los mosqueteros", aquel sorprendente film en que veíamos a unos avejentados mosqueteros del rey.
Quizás lo mejor del film sean esas estampas históricas que lo salpican. Como su prólogo, en el que se nos muestra a un Ricardo Corazón de León con rasgos de psicópata, magníficamente interpretado por Richard Harris. La muerte realmente grotesca del tirano, a la altura de sus hazañas, libera a Robin y su compañero Little John, de su promesa de servidumbre al rey, detrás del cual llevan 20 años recorriendo medio mundo, la parte más polvorienta, salvaje e infernal. Lo que se desprende de lo que se nos cuenta en el inicio, es que las vicisitudes vividas al lado del rey Ricardo tienen más de fechorías que de aventuras, de matanzas que de hazañas. Habrían podido ser buenos vasallos si hubieran tenido un buen señor, habiendo quedado relegados a mensajeros de la muerte.
En la primera escena, que se abre con varios primeros planos cortos sucesivos de un sol mortecino de aspecto enfermizo, de una espada que semeja ser la sombra de una cruz, de un buitre al que le pende del pico un grueso hilo de saliva y un anciano de mirada iracunda con una de sus cuencas oculares vacías, es toda una declaración de intenciones estética. La belleza a través del feísmo, del espectáculo de lo horrendo.
Tampoco hay que esperar mucho para el primer ejemplo del tono que Lester trata de imprimir a la película, en el que abunda el humor burlón, bufo, a veces meras pinceladas en mitad de una escena que se pretende de mayor calado. Así, inmediatamente después del primer plano del anciano, vemos a un soldado con un yelmo muy rudimentario. Cualquiera diría que ha improvisado una cacerola como casco. Le vemos buscar algo en el suelo polvoriento, tanteando con la punta de los pies, no sabemos que. Cuando parece haberlo encontrado, un segundo soldado se acerca para ayudarle a desenterrarlo, chocando ambas testas metalizadas al agacharse, como si se tratase de un número de payasos circense. Se trata de una piedra, que primero desentierran y luego transportan con mucho esfuerzo hasta una catapulta. Cuando la depositan en la cuchara de la máquina uno de ellos se pilla los dedos y le vemos quejarse de forma ostensible haciendo uso de gestos mímicos, fingiendo soplarse las yemas de los dedos para aliviar el dolor, aunque lleve manoplas. No hace falta aclarar que cuando la piedra es arrojada cae al lado de los sitiadores, sin que estos se inmuten, como si que el resultado de cualquier acción fuese inevitablemente un fallo grotesco. Este tipo de chistes visuales y humor bufo son constantes en el film y a mi modo de ver van en detrimento de su calidad y de la emotividad que se supone que ha de transmitirnos.
Ricardo ha ordenado a Robin tomar una fortaleza en suelo francés y arrebatar a su señor un tesoro que se dice ha desenterrado en uno de sus campos de labor. Pero cuando Little John y él llegan al fortín ya solo hay mujeres y niños tras la murallas. El ejército ha huido y queda un único defensor, un anciano tuerto que, eso si, gasta muy mal carácter. Este les informa entre burlas que el tesoro que han venido a buscar, una estatua de oro, es en realidad una piedra arrebatada a la tierra con el arado. Deciden perdonar a los moradores del castillo, pero Ricardo se persona en el lugar. Quiere su botín, porque es codicioso. Quiere que se mate a todos los que se hayan en la fortaleza, porque es cruel sin medida. Pero, sobre todo, quiere que se cumplan sus órdenes, aunque ahora carezcan de sentido, porque es el rey y su palabra es ley. Quiere su piedra porque así lo ha ordenado y cuando Robin se revela contra él, harto de tanta muerte inútil, le manda encarcelar junto a su amigo para ser ajusticiados. Solo la muerte del rey, herido por una flecha arrojada con la mano desde una almena por el viejo tuerto, les salva de la sentencia impuesta. Aunque tal vez lo hubiera perdonado de todas maneras. Ricardo es caprichoso, ni siquiera él sabe lo que hará o querrá en el instante siguiente, como confiesa a su lugarteniente. Ha ordenado matar a los niños y las mujeres y dejar libre al anciano, porque le ha caído bien. No ha sido siquiera por su valentía o coraje, ya que Ricardo es impermeable a las virtudes de los demás, solo se trata de un capricho. Quizás el gozo de saber que su voluntad se cumple de forma escrupulosa por la realidad, como si el la procurara, muriendo quien el decide que muera y sobreviviendo quien su antojo señala.
John Barry - Banda sonora de Robin y Marian Soundtrack - The ride to Sherwood
Robin decide volver a casa. El toma la decisión ya que John apenas tiene otra voluntad que no sea la de su amigo y señor. Han pasado 20 años desde que se marcharan. Es el paso del tiempo, sus estragos, la necesidad o absurdo de hacer balances, uno de los temas principales que se analiza en el relato. La película se inicia con dos planos secuenciados que nos muestran un trío de manzanas. En el primero tienen aspecto saludable y en el segundo muestran los primeros signos de la putrefacción. En realidad no parecen las mismas piezas de fruta. Al menos no están dispuestas de la misma forma. Y no queda claro si ello obedece al general desorden visual del film, un desaliño que en realidad se fomenta, o el dato lleva implícita alguna otra lectura. Tal vez no seamos los mismos tras el correr del tiempo. Así se lo oiremos decir a Marian en un momento concreto del film, cuando los protagonistas hablan del pasado y ella confiesa no reconocerse ya en la persona que fuera entonces, como si fuera otra, una completa desconocida a la que no comprende.
Todos los reencuentros están cargados de emotividad, el de los dos amigos que llegan de las cruzadas con sus antiguos camaradas de aventuras en el bosque de Sherwood: el Fray Tuck y Will Scarlet. También es emotivo el reencuentro con el Sheriff de Nottimgham. Solo el que tiene lugar con Marian parece en un principio frío. Pero es solo la inercia de los años, que obligó a ambos a olvidar sus pasiones, su deseo por el otro, en especial a Mariam, que hubo de enterrar su emotividad para siempre. "Hazme sufrir", le dirá a Robin un una de sus escenas a solas. En ella solo queda la certeza de que le ama, pero la sensación física que ello comporta parece haber sido cercenada. Y sin embargo, la oiremos decir en la última escena del film esas palabras que son uno de las declaraciones de amor más célebres de la historia del cine: "Te amo más que a los niños, más que a los campos que planté con mis manos, más que a la plegaria de la mañana, más que a la paz, más que a la alegría, más que al amor, más que a la vida entera. Te amo más que a Dios". Lo dirá mientras lo ve morir, mientras ella misma está agonizando. Y por decisión propia. Porque están condenados si viven a ser la sombra de lo que fueron, a ser cenizas de la pasión que sintieron el uno por el otro. Porque lo que aun pervive en el momento de nuestra muerte se vuelve en eterno. "Nunca habrá otro día como este, ¿verdad, Mariam?", le dirá Robin, aceptando al fin la voluntad de Mariam de dar fin a todo para que pueda pervivir para siempre. Luego le veremos disparar con un arco una flecha por la ventana de la habitación donde se encuentran y pedir a Little John, que acaba de irrumpir en la estancia derribando la puerta y aun no es capaz de sobreponerse al drama de ver agonizando a la persona que ha llenado toda su vida, que los entirre allá donde caiga, juntos.
La película se reduce en realidad a algunas escenas de acción, con momentos intercalados en que vemos a Robin y Mariam hablar de ellos, de quienes fueron, de que planes tienen para el futuro. Queda la amarga sensación de la pérdida de una gran oportunidad. 20 años separados, toda una vida adulta en realidad en una época en que la esperanza de vida se cifraba en los 45-50 años. ¿Qué indujo a Robin a preferir la aventura de las cruzadas a la del amor? Un amor perfecto en realidad, cargado de pasión carnal, de afecto, incluso de aventuras constantes. Hay que convenir que el perfil psicológico de Robin es bastante plano. Será ella la que haga los aportes más profundos cuando conversen. El no deja de ser un noble necio, cargado de virtudes pero escaso de psicología. No entiende el amor aunque lo haya experimentado. Nunca se arrepintió de abandonar a Mariam. Ni siquiera parece haberla echado de menos. Solo al volverla a ver comprende cuanto la amo. "¿Hubo mujeres en las cruzadas?", le pregunta ella, y el de forma bobalicona le confiesa que sí. La propia pregunta parece sorprenderle, como si eso se diera por supuesto. Pero Mariam enterró sus sentimientos el día que la ausencia de Robin se volvió ya insoportable y trato de quitarse la vida cortándose las arterias de las muñecas. Podría haber rehecho su vida, pero se hizo monja y decidió servir a Dios en busca de una causa con la que llenar sus días repletos de calma y de silencios en el corazón.
John Barry - Banda sonora de Robin y Marian Soundtrack - First Love Theme
John Barry - Banda sonora de Robin y Marian Soundtrack - Second Love Theme
John Barry - Banda sonora de Robin y Marian Soundtrack - Third Love Theme
Podría decirse que ella nunca ha dejado de ser una extraña para él, que quizás ahora empieza a entender. A ella le basta una conversación para comprender a Robin, quien es en el momento que le recupera, el cansancio que trae de las cruzadas. Cansancio vital que he de reconocer no me cuadra con ese último deseo de reinstaurar la época de aventuras de su juventud, a la que Mariam se opone y boicotea envenenando a ambos sin que Robin lo sepa, en la última escena. En su primera conversación a solas tiene lugar el parlamento que reproduzco a continuación, que para mi es uno de los más ligrados de la historia del cine, una descripción muy emotiva, quizás errónea, de lo que es lealtad, el servicio a un ideal o a un señor que se considera más allá de la propia voluntad, en su caso el rey, la institución de la corona. La forma en que Sean Connery declama el texto, lo enfatiza o subraya con las variaciones en el tono de la voz, sus gestos, incluso algún arranque de emotividad o de enojo, es simplemente magistral.
Marian: "¿Qué vas a hacer ahora?¿Combatir al Sheriff?¿Más muertes?¿No estás cansado de muertes?".
Robin: "El 12 de julio de 1191 la poderosa fortaleza de Acre cayó ante Ricardo. Su única gran victoria en Tierra Santa. El estaba enfermo y no disparó una flecha. El 20 de agosto John y yo estábamos en la pradera, fuera de la ciudad, mirando. Y los musulmanes que quedaron con vida salieron encadenados. Ricardo perdonó a los más ricos por el rescate, se quedó con los más fuertes como esclavos y cogió a los niños, a todos los niños, y los hizo despedazar. Una vez hecho eso hizo matar a las madres. Cuando acabó con todos, 3.000 cuerpos en la pradera, ordenó que los abrieran por si en sus entrañas escondían oro y piedras preciosas. Los clérigos que había allí, y había muchos, lo consideraron un triunfo. Un obispo se puso la mitra y pronunció una plegaria. Y me preguntas si estoy cansado".
Marian: "¿Porque no te volviste entonces?".
Robin: "El... era mi rey".
Por la expresión de su rostro cuando de forma vacilante, como si le fallara la voz por la emoción, dice la última frase, parece más una súplica de ser comprendido que una explicación. No en balde los códigos de honor son determinantes en la película. Ellos le obligaran a salvar a Mariam tras su reencuentro, cuando se entere por ella de que va a ser apresada y encarcelada por el Sheriff. También a ir a rescatar al mismísimo castillo de Nottingham a las monjas de la abadía que regenta Mariam. Finalmente, le obligarán a solicitar un duelo singular con el Sheriff cuando este se presente con tropas en la linde del bosque de Sherwood. No quiere más derramamiento de sangre. Contra los soldados profesionales cedidos por el rey Juan a sus enemigos, Robin solo puede oponer labradores que acaban de ser reclutados y apenas tienen unas cuantas mañanas de instrucción militar. El duelo resulta fatal para ambos contendientes, aunque Robin puede abandonar el campo de batalla aun vivo para que tenga lugar la última escena de amor entre los dos protagonistas, la más emotiva de todas, la más desgarradora, porque es subrayada con un final definitivo y se cierra con el vuelo de la flecha y un nuevo plano de unas manzanas medio podridas.
Todo este cargamento de emotividad, todo el discurso sobre el peso de los años, sobre lo que nos roba el tiempo, sobre el amor y su huella, está entreverado por esas pincelas con tono burlón, bufo, a veces grotescas, a lo largo de toda la película, marca de la casa cuando se trata de Richard Lester y que a mi juicio afean el logro final. Que creo que debería ser mayor dado el talento que se suma a la película. John Barry compone, como es habitual en él, una partitura soberbia, en el que destacan el corte que acompaña el viaje de Robin y John desde Francia hasta Inglaterra al encuentro del hogar, y el tema de amor, que se repite con variantes a lo largo de la película. No me he podido resistir a incluirlos todos en el post, incluso el que cierra el film, que ubico al final, con la música que acompaña a la declaración de amor de Mariam, la escena del lanzamiento de la flecha al cielo y los títulos de crédito finales. Otro dos talentos presentes en el film son Gil Parrondo, el director artístico español, que cuenta en su haber con dos Oscars ("Patton" y "Nicolas y Alejandra") y ocho Goyas, así como Jack Goldman, dramaturgo, novelista y guionista de cine, autor del libreto de "El león en invierno", de tema emparentado con la película que ahora se analiza, ya que trata de las desavenencias conyugales entre Enrique II y Leonor de Aquitania, los progenitores de Juan sin Tierra y Ricardo, Corazón de León.
Sobre los actores solo indicar que Sean Conery se mueve como pez en el agua dentro de ese tono medio burlón del film, con su eterna media sonrisa, quedando un tanto en evidencia en las escenas de amor, en las que es ampliamente rebasado por Audrey Hepburn, uno de los amores platónicos de mi infancia, cuando aun no sabía lo que era el sexo siquiera. Bella en su madurez, vuelve a componer otro personaje lleno de fragilidad y elegancia, constituyendo la única nota de belleza en muchos planos. Los harapos que viste Connery no dejan de ser harapos aunque los vista él. Los ropajes de Hepburn parecen alta costura aunque sean hábitos de monja. Por último, destacar los planos interiores de los bosques de robles y chopos, algunos magníficos, así como la forma en que se retratan los campos de labor. Hay un plano que es sencillamente prodigioso en el que vemos a Robin y Mariam paseando entre el cereal crecido de una ladera, y desaparecer al sentarse en el suelo.
Todo este cargamento de emotividad, todo el discurso sobre el peso de los años, sobre lo que nos roba el tiempo, sobre el amor y su huella, está entreverado por esas pincelas con tono burlón, bufo, a veces grotescas, a lo largo de toda la película, marca de la casa cuando se trata de Richard Lester y que a mi juicio afean el logro final. Que creo que debería ser mayor dado el talento que se suma a la película. John Barry compone, como es habitual en él, una partitura soberbia, en el que destacan el corte que acompaña el viaje de Robin y John desde Francia hasta Inglaterra al encuentro del hogar, y el tema de amor, que se repite con variantes a lo largo de la película. No me he podido resistir a incluirlos todos en el post, incluso el que cierra el film, que ubico al final, con la música que acompaña a la declaración de amor de Mariam, la escena del lanzamiento de la flecha al cielo y los títulos de crédito finales. Otro dos talentos presentes en el film son Gil Parrondo, el director artístico español, que cuenta en su haber con dos Oscars ("Patton" y "Nicolas y Alejandra") y ocho Goyas, así como Jack Goldman, dramaturgo, novelista y guionista de cine, autor del libreto de "El león en invierno", de tema emparentado con la película que ahora se analiza, ya que trata de las desavenencias conyugales entre Enrique II y Leonor de Aquitania, los progenitores de Juan sin Tierra y Ricardo, Corazón de León.
Sobre los actores solo indicar que Sean Conery se mueve como pez en el agua dentro de ese tono medio burlón del film, con su eterna media sonrisa, quedando un tanto en evidencia en las escenas de amor, en las que es ampliamente rebasado por Audrey Hepburn, uno de los amores platónicos de mi infancia, cuando aun no sabía lo que era el sexo siquiera. Bella en su madurez, vuelve a componer otro personaje lleno de fragilidad y elegancia, constituyendo la única nota de belleza en muchos planos. Los harapos que viste Connery no dejan de ser harapos aunque los vista él. Los ropajes de Hepburn parecen alta costura aunque sean hábitos de monja. Por último, destacar los planos interiores de los bosques de robles y chopos, algunos magníficos, así como la forma en que se retratan los campos de labor. Hay un plano que es sencillamente prodigioso en el que vemos a Robin y Mariam paseando entre el cereal crecido de una ladera, y desaparecer al sentarse en el suelo.
John Barry - Banda sonora de Robin y Marian Soundtrack - John Bursts In/The End
Para los que decidan oir el último corte de la banda sonora, una indicación. El momento en que Robin lanza la flecha para decidir el lugar de su tumba con Mariam coincide con el sonido del arpa, correspondiendo el resto del corte a la música de los títulos de crédito finales.
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