Soneto Uno
Desde el Olvido
Habrá quien piense que no tiene sentido
que me aferre y me diluya en la esperanza,
que me venza por completo la añoranza,
que es ridículo amar desde el olvido.
Habrá quien crea que ha de darse por perido
ese cielo que uan sola vez se alcanza,
que es mejor un tiempo romo y sin semblanza,
que es inútil enfrentarse a lo vivido.
No me importa si es absurdo o razonable,
si hay o no una razón para quererte,
si es locura o sacrilegio el desearte.
Aunque haya quien lo encuentre censurable,
como ese cómico pánico a perderte
cuando ni siquiera he podido alcanzarte.
26, 27 y 30 de 1gosto de 1984
sábado, 26 de febrero de 2011
viernes, 25 de febrero de 2011
Cine y TV (22) - Contestación al comentario de ainhop sobre Valor de Ley
Te contesto por aquí puesto que en 140 caracteres no me entraría ni la mitad de lo que quiero decir. Me gustó mucho la película y he de decir que el de Jeff Bridges me pareció un trabajo sensacional, no tanto el de Matt Damon. La niña ha sido una gran sorpresa (no la había visto en nada y no sé si ha hecho algo más, previamente) y su papel sólo se entiende (al menos yo)si te paras a pensar en que esa sangre fría sólo aparece cuando la razón no tiene espacio, o cuando no te has dado opción a pensar-asimilar lo que ha pasado. De los Coen... no puedo decir que sea 'fan'. He visto sus obras maestras y me han gustado muchísimas de sus películas, pero siempre hay 'algo' en sus personajes que me perturba y me produce una sensación demasiado extraña. Llámalo melancolía, llámalo miedo... Me sucedió con 'A serious man" y con esta nuevamente. Un dato: esta escena que mencionas en los primeros párrafos sí que es extraña. Recuerdo que la 'padecí' mientras pensaba '¿de qué coño va todo esto?' (disculpa el tono) hasta que me di cuenta de lo que realmente querían mostrar-demostrar. Luego paré la película y volví a verla. Curioso, ¿verdad? Repasar una escena que acaba de acabar y justo mientras la estabas viendo no te convencía. Me pareció casi de lo mejor de la película. El personaje de Josh Brolin podría haber estado mejor, pero a mi él me gusta muchísimo. Le veo muy capaz de casi todo, y me convence. Ya digo, repito, que Matt Damon aquí es el más flojo del reparto. Mi escena favorita, o trama, sub-trama como se quiera llamar (a pesar de que reconozco la importancia de la que había mencionado antes) es la de los caballos, cuando va a luchar por lo que es suyo y al final termina liando al profesional del tema. El problema con 'True grit' es que la vi el mismo día que 'Winters bone' y los temas son parecidos aunque alejados... Demasiada melancolía para una misma tarde. Saludos!
Contestación al comentario de ainhop sobre Valor de Ley
La niña, Hailee Steinfeld, es, con permiso de Jeff Bridges, lo mejor de la película que, además, en el apartado de actuaciones, alcanza alta calidad. Consultando un poco su biografía me he llevado la sorpresa de que está nominada por su interpretación de Mattie Ross en la categoría de "Actriz de Reparto", lo que me parece un auténtico despropósito, siendo su personaje el eje conductor de la historia, quien pone el punto de vista en la narración, el mejor definido y con mayor intervención en el fin. Lo que les sucede a los demás personajes se nos cuenta si concierne a la chica y está presente. Más protagonismo imposible.
En la historia se nos insinúa que esa frialdad, más bien control de las situaciones, claridad de objetivos y determinación, son caracteres heredados de su padre, quizás acentuados en ella y con la necesidad de ponerlos en valor al ser asesinado su padre y ante la incapacidad de su madre para la toma de decisiones adecuadas. No tendría nada de particular porque los caracteres débiles suelen buscar el cobijo de los fuertes, y una pareja formada por personas tan dispares queda dentro de la lógica humana. Recuerdo haber oido alguna vez a mi padre hablar de la tiranía de los caracteres débiles, que al final esclavizan a los fuertes que tienen más próximos, obligándolos a hacer las labores de caballo de tiro para quienes les cuesta avanzar en la vida. Mattie se ve obligada, ya que la lógica a si se lo dice, a hacerse cargo de los asuntos de la familia, no solo porque se considera apta para resolverlos adecuadamente, sino además por que considera que su madre no es una alternativa. Creo que la madurez de la chica es real. En determinadas escenas de la película en las que están juntos los tres protagonistas de la pe´lícula, es evidente que la única persona adulta es ella.
En la primera versión de la película se ahonda en un aspecto que en la versión de los Coen apenas se insinúa, casi diría que se suprime, la atracción que siente por el ranger de Texas, del que se prenda, ante los celos más que evidentes de Rooster Cogburn, que considera a su compañero de expedición más fachada que edificio, alguien que se pavonea sin tener de qué. Es cierto que el atolondramiento de la Mattie de la primera versión, encarnada por una actriz más mayor además, no hubiera casado quizás excesivamente con el dibujo de la Mattie de los Coen, mucho más contenida en sus afectos. Solo asistimos a un momento de debilidad en este sentido mientras es conducida por el Marshall al médico, mientras delira por la fiebre, y se compadece de su caballo Negrillo. Aquello que alberga el corazón de la chica está hundido en el fondo del mismo y rara vez fluye a la superficie. El viaje iniciativo que constituye la historia que se nos narra no solo le supone la pérdida de un brazo, también la posibilidad de acceder a ese fondo a partir de entonces. La Mattie adulta es una mujer amargada. No sabemos si también por experiencias ocurridas después de su aventura con Cogburn, pero es claro que lo sucedido junto a él la mutila no solo físicamente, sino también desde un punto de vista emocional.
Tampoco yo soy fan de los Coen. Cierto que he renunciado a ver muchas de sus películas. Y la razón es la sobreabundancia de personajes idiotas en sus films. En algunos no hay un solo personaje "normal". Particularmente molesta por este motivo me resultó "Crueldad intolerable". Su afición a este tipo de perfiles puede justificar el personaje que interpreta Josh Brolin. ¿Por qué el asesino del padre de Mattie ha de ser un lelo? Es un elemento innecesario y que parece contradecirse con la trama, ya que no parece casar bien con la idea de que haya podido engañar al padre de Mattie y que haya podido huir con éxito a través de medio país. Tampoco me gustan ciertos detalles que tratan de aflorar un cierto feismo en sus pelñiculas, como esa escena en que el jefe de la banda de forajidos tiene sujeta en el suelo a Mattie plantándole un pie encima, mientras charla a gritos con Cogburn. Le vemos desde el punto de vista de la niña, desde abajo, en un contrapicado, y asistimos a planos muy cercanos de su dentadura, bastante deteriorada, y de los escupitajos involuntarios que hace al gritar. Entiendo que en el siglo XIX, más en un territorio donde la civilización acaba de llegar, el desarrollo de la odontología debía ser precario, pero no entiendo la necesidad de prolongar el efecto tantos minutos. Toda la conversación entre forajido y Marshall está adereza con los salivazos del primero. Sin embargo, este feismo se compensa con momentos visualmente muy bellos, entre los que se lleva la palma la cabalgada final de Rooster y Mattie a lomos de Negrillo, en que los copos de nieve y las estrellas se solapan en un determinado momento. Cosa que sabemos que es una contradicción, porque un cielo nocturno solo puede ser estrellado si carace de nubes, y si no hay nubes no hay posibilidad de que nieve. Entendemos que el aspecto visual de la escena tiene que ver más con los delirios de Mattie que con lo que nos mostraria una cámara con un punto de vista objetivo.
En fin. Ésta es una de esas películas que parecen crecer en la memoria a medida que meditas sobre ella. Algún día entrará en el circuito televisivo y de DVDs y se podrá analizar con mayor tranquilidad.
Muchas gracias por tu comentario. Eres la primera, Dios quiera que no la última, que realiza uno en este blog, por lo que pasan automáticamente a formar parte de su libro de honor. Muchísimas gracias. Días atrás estuve sopesando la idea de abandonar ambos blogs. A veces uno no tiene ni idea si lo que escribe le interesa a alguien. creo saber que a alguna poca gente, pero incluso eso es una conjetura. Tú has conseguido volver a llenar el depósito de la ilusión. Tengo ahora combustible para algunos trayectos más. Un saludo y muchísimas gracias.
Contestación al comentario de ainhop sobre Valor de Ley
La niña, Hailee Steinfeld, es, con permiso de Jeff Bridges, lo mejor de la película que, además, en el apartado de actuaciones, alcanza alta calidad. Consultando un poco su biografía me he llevado la sorpresa de que está nominada por su interpretación de Mattie Ross en la categoría de "Actriz de Reparto", lo que me parece un auténtico despropósito, siendo su personaje el eje conductor de la historia, quien pone el punto de vista en la narración, el mejor definido y con mayor intervención en el fin. Lo que les sucede a los demás personajes se nos cuenta si concierne a la chica y está presente. Más protagonismo imposible.
En la historia se nos insinúa que esa frialdad, más bien control de las situaciones, claridad de objetivos y determinación, son caracteres heredados de su padre, quizás acentuados en ella y con la necesidad de ponerlos en valor al ser asesinado su padre y ante la incapacidad de su madre para la toma de decisiones adecuadas. No tendría nada de particular porque los caracteres débiles suelen buscar el cobijo de los fuertes, y una pareja formada por personas tan dispares queda dentro de la lógica humana. Recuerdo haber oido alguna vez a mi padre hablar de la tiranía de los caracteres débiles, que al final esclavizan a los fuertes que tienen más próximos, obligándolos a hacer las labores de caballo de tiro para quienes les cuesta avanzar en la vida. Mattie se ve obligada, ya que la lógica a si se lo dice, a hacerse cargo de los asuntos de la familia, no solo porque se considera apta para resolverlos adecuadamente, sino además por que considera que su madre no es una alternativa. Creo que la madurez de la chica es real. En determinadas escenas de la película en las que están juntos los tres protagonistas de la pe´lícula, es evidente que la única persona adulta es ella.
En la primera versión de la película se ahonda en un aspecto que en la versión de los Coen apenas se insinúa, casi diría que se suprime, la atracción que siente por el ranger de Texas, del que se prenda, ante los celos más que evidentes de Rooster Cogburn, que considera a su compañero de expedición más fachada que edificio, alguien que se pavonea sin tener de qué. Es cierto que el atolondramiento de la Mattie de la primera versión, encarnada por una actriz más mayor además, no hubiera casado quizás excesivamente con el dibujo de la Mattie de los Coen, mucho más contenida en sus afectos. Solo asistimos a un momento de debilidad en este sentido mientras es conducida por el Marshall al médico, mientras delira por la fiebre, y se compadece de su caballo Negrillo. Aquello que alberga el corazón de la chica está hundido en el fondo del mismo y rara vez fluye a la superficie. El viaje iniciativo que constituye la historia que se nos narra no solo le supone la pérdida de un brazo, también la posibilidad de acceder a ese fondo a partir de entonces. La Mattie adulta es una mujer amargada. No sabemos si también por experiencias ocurridas después de su aventura con Cogburn, pero es claro que lo sucedido junto a él la mutila no solo físicamente, sino también desde un punto de vista emocional.
Tampoco yo soy fan de los Coen. Cierto que he renunciado a ver muchas de sus películas. Y la razón es la sobreabundancia de personajes idiotas en sus films. En algunos no hay un solo personaje "normal". Particularmente molesta por este motivo me resultó "Crueldad intolerable". Su afición a este tipo de perfiles puede justificar el personaje que interpreta Josh Brolin. ¿Por qué el asesino del padre de Mattie ha de ser un lelo? Es un elemento innecesario y que parece contradecirse con la trama, ya que no parece casar bien con la idea de que haya podido engañar al padre de Mattie y que haya podido huir con éxito a través de medio país. Tampoco me gustan ciertos detalles que tratan de aflorar un cierto feismo en sus pelñiculas, como esa escena en que el jefe de la banda de forajidos tiene sujeta en el suelo a Mattie plantándole un pie encima, mientras charla a gritos con Cogburn. Le vemos desde el punto de vista de la niña, desde abajo, en un contrapicado, y asistimos a planos muy cercanos de su dentadura, bastante deteriorada, y de los escupitajos involuntarios que hace al gritar. Entiendo que en el siglo XIX, más en un territorio donde la civilización acaba de llegar, el desarrollo de la odontología debía ser precario, pero no entiendo la necesidad de prolongar el efecto tantos minutos. Toda la conversación entre forajido y Marshall está adereza con los salivazos del primero. Sin embargo, este feismo se compensa con momentos visualmente muy bellos, entre los que se lleva la palma la cabalgada final de Rooster y Mattie a lomos de Negrillo, en que los copos de nieve y las estrellas se solapan en un determinado momento. Cosa que sabemos que es una contradicción, porque un cielo nocturno solo puede ser estrellado si carace de nubes, y si no hay nubes no hay posibilidad de que nieve. Entendemos que el aspecto visual de la escena tiene que ver más con los delirios de Mattie que con lo que nos mostraria una cámara con un punto de vista objetivo.
En fin. Ésta es una de esas películas que parecen crecer en la memoria a medida que meditas sobre ella. Algún día entrará en el circuito televisivo y de DVDs y se podrá analizar con mayor tranquilidad.
Muchas gracias por tu comentario. Eres la primera, Dios quiera que no la última, que realiza uno en este blog, por lo que pasan automáticamente a formar parte de su libro de honor. Muchísimas gracias. Días atrás estuve sopesando la idea de abandonar ambos blogs. A veces uno no tiene ni idea si lo que escribe le interesa a alguien. creo saber que a alguna poca gente, pero incluso eso es una conjetura. Tú has conseguido volver a llenar el depósito de la ilusión. Tengo ahora combustible para algunos trayectos más. Un saludo y muchísimas gracias.
jueves, 24 de febrero de 2011
Cine y TV (21) / Lost in Traslation - Sofía Coppola
Lost in Traslation - Sofia Coppola (2003)
The Ghost in You - Psychedelic Furs
Algo tan quieto y diminuto y, sin embargo, con tanta capacidad para poder abarcarlo todo y originar movimiento emocional en un instante concreto, como es ver dormir a la persona que amas o que, simplemente, acapara tu atención de algún trecho de tu vida. Es un momento agridulce, que te hace sentir al mismo tiempo aceptado y rechazado, porque asistes a un momento muy íntimo, situado dentro del círculo de lo más próximo, y sin embargo necesariamente has de sentirte excluido, porque se te hurta su presencia consciente. Y porque, aunque tal vez sueñe contigo, una apuesta arriesgada sin duda, aun así, en esos momentos ella se encuentra en un universo en el que estarás siempre vetado, que te será siempre ajeno y que colapsará sobre si mismo, hacia lo profundo, cuando abra sus ojos. Ese paraíso en calma que solo puedes ver desde fuera, en su expresión relajada, en el dorso de sus párpados, en el envés de sus anhelos y deseos. Sin poder tocarla porque podrías despertarla, en silencio, latiendo al ritmo de su respiración tranquila. Tan cerca y tan lejos. En presencia de sus sueños, junto a su piel, pero sin poder habitarlos.
Dos de las secuencias que muestra el Clip de Psychedelic Furs resumen muy bien una de las principales ideas de la película. La primera es la que abre el vídeo musical, la que marca el preludio a la canción “The Ghost in You”. Harris (Bill Murray) le dice a Charlotte (Scarlett Johansson) que es incapaz de dormir. En realidad lo dice mirando al frente, mientras bebe su whisky, como si no le hablase con nadie en concreto. Ella contesta en el mismo tono neutro, “Yo también”. Tras pronunciar estas palabras gira su rostro y lo mira realmente por primera vez a lo largo de la película. Acaba de reconocer a alguien de su especie. Son seres sin sueños, en ambos sentidos de la expresión. Sin capacidad para dormir ni para evocar deseos, puntos en el horizonte a los que les gustaría dirigirse. Sin rumbo en la vida, varados en pleno desplazamiento, perdidos, sufriendo una demora indefinida durante el transbordo entre dos vuelos.
La segunda es más larga y es ofrecida en parte en el clip, aunque de forma desordenada. Tras la primera escapada por las noches de Tokio, en el camino de regreso a su hogar provisional ambos velan el sueño del otro por turnos. Primero es ella la que sonríe cuando en el taxi que les lleva de regreso al hotel se da cuenta de que él ha recostado su cabeza en el respaldo del asiento y ha cerrado los ojos. Tal vez no duerma, pero la tristeza que constantemente le asedia parece haberle dado unos momentos de tregua. Después le veremos a él portando a Charlotte en sus brazos por los pasillos enmoquetados camino de la habitación de la chica. Abre la puerta sin bajarla al piso, entra como si se tratasen de una pareja de recién casados, la introduce en la cama, la arropa, ella entreabre los ojos y le sonríe sin enfocarlos del todo, él hace un gesto como de añoranza de lo que jamás será posible, apaga la luz y luego se marcha. Un perfecto caballero. Quizás porque la tensión sexual ha sido sustituida en esta pareja hecha de retales, un desamparo aquí, un hastío vital allá, por la tensión emotiva, porque el deseo ha sido sustituido por la ternura. Necesidad de compañía en las largas noches de insomnio que se suceden unas a otras.
Si hubiera que hacer un diagnóstico de la patología que sufren ambos personajes es bastante evidente que se situara en el ámbito de los desórdenes del sueño. Insomnio, cansancio vital, desorientación, falta de expectativas, imposibilidad de dormir a pierna suelta, un vacío afectivo que urge rellenar con la presencia del otro, para que nos sirva como muletas con las que poder caminar el trecho que aun nos falta para arribar al territorio inocuo de lo cotidiano. No se trata de amor sino de una necesidad aun más primaria: La búsqueda de consuelo, de calor humano cuando vives con las ventanas abiertas de par en par y el invierno ruge ahí fuera. El desencanto, ya sea al principio o al final de la vida. El desamparo del silencio. Cuando crees que la vida no te escucha y no contesta a tus preguntas. Dormir y olvidar la vigilia durante un rato. Despertar y tener memoria de lo soñado.
Cuando Murray recorre la ciudad por primera vez su rostro muestra desorientación y cansancio. Contempla las luces de la ciudad jugando en los anuncios de las fachadas de los edificios, y en su expresión no sabemos a ciencia cierta si hay asombro o aburrimiento. Tal vez ambas cosas, en una de esas mezclas agridulces que nos ofrece constantemente la película. Jet-Lag. Conocer a alguien que puede cambiar tu vida quizá provoque esa misma sensación, porque sin solución de continuidad has de vivir en un territorio, el de la esperanza, con un horario diametralmente distinto a aquel en el que vivías hasta entonces.
More Than This - Roxy Music
http://www.youtube.com/watch?v=tx9LdAcnNF8&feature=related (Karaoke de Bill Murray)
El segundo gran tema de la película es la lucha ante la resignación. En los ojos de ambos personajes parece adivinarse la misma pregunta: ¿Acaso no hay algo más? ¿A esto se reduce todo? La respuesta, común en ambos, la pasividad, la huida de aquellos que les rodean, la aceptación de la derrota, llega por vías absolutamente contrarias en cada caso. En la película abundan las lagunas narrativas, quizás porque parece más el croquis que el mapa acabado de una película. Es un esbozo, donde se nos hurtan muchos datos, y otros tan solo se insinúan. Charlotte parece ser la víctima de un matrimonio fallido, no sabemos si abordado con ilusión. El hombre con el que se ha casado es un completo extraño, con el que apenas se siente acompaña incluso cuando lo tiene en su presencia. A veces da la sensación de ser alguien con el que ni siquiera desee estar, que incite su fantasía, su emotividad. Tal vez se trate de un error de cálculo. Pero cabe la posibilidad de que se dejara llevar por la inercia, por la corriente de la vida. Ella misma reconoce a Harris que no sabe si avanza hacia algún lugar, que es lo que quiere hacer con su vida. En la respuesta de él apenas hay preocupación, sabe que el tiempo acaba imponiendo su lógica y que todos encontramos nuestro camino. Al menos un acomodo. Aun así, la soledad mordisquea los dedos de los pies de Charlotte, que siempre anda descalza por la habitación del hotel, vulnerable ante su desamparo. No sabe si hay algo en la vida aparte de esa permanente desidia, si alguna oportunidad se presentará que le permita escapar de su situación de espera indefinida en pleno trasbordo. Mientras espera contempla la ciudad sentada en el alfeizar interior de la ventana de su habitación, una imagen que se ha convertido en un icono de la película. Siempre es el mismo paisaje, pero parece cambiar a lo largo de la película en razón de que los contemplamos con ella en momentos dispares del día. El planeta rota, pero es el sol el que se mueve ofreciendo luz o sombra en compensación a la imposibilidad de cambiar el punto de vista o la perspectiva.
El caso de Harris es bien diferente. El si ha conocido el amor. Y la causa su tristeza es haber averiguado que la pasión, la complicidad con el otro, tiene un término. Pero puede que su tristeza solo sea un capricho del adolescente que le maneja y que le obliga a jugar constantemente con los que le rodean. ¿Quien puede conocerle mejor que su mujer?¿Por qué la notamos tan despreocupada a pesar de los alardes de Harris por transmitirle a través del teléfono su indiferencia ante todo? Tal vez no sea la primera vez que se pregunta si hay algo más aparte de su matrimonio ya obsoleto, donde se ha visto sustituido como objeto de la atención de su mujer por sus propios hijos. Todo se mueve en el terreno de la indefinición y da la sensación de que esto es así porque el guión aun estaba crudo cuando Sofía Coppola decidió comenzar su traducción a imágenes. Su mujer le aguanta las quejas mudas o medio formuladas porque seguramente sabe que acabaran tarde o temprano, como las veces anteriores.
Después de hablar con la que parece ser su madre en una corta conferencia, Charlotte llora desconsoladamente, compadeciéndose de si misma como lo haría un pajarillo indefenso bajo la lluvia. Harris afronta las cosas desde la ironía, como si la vida fuese un sucedido con su cierta carga irónica, un chiste de humor contenido, más propicio para una mueca de sonrisa que a una carcajada. Charlotte desconoce si hay algo más. Harris sabe que lo hay, pero que a la larga se torna insuficiente y se requieren nuevas relaciones que renueven la ilusión.
Cuando Harris se arranca a cantar el More Than This de Roxy Music en la escena del Karaoke, una vez encuentra un tono medianamente apropiado para cantar, “esto es difícil, dice, y le creemos, fija su atención en Charlotte, a la que mira a partir de entonces mientras desgrana las estrofas de la canción, como si la estuviera interrogando, como si estuviera indagando, buscando en su mirada ese algo más que puede ofrecer la vida. Interrogatorio por canción interpuesta al que ésta responde ella con sonrisas nerviosas, turbadas por la tensión subterránea del momento. Un gesto que constituye una de las señas de identidad de la actriz.
Clocks - Coldplay
¿Los relojes de dos personas avanzan más rápidos cuando miden el mismo tiempo?¿Existe sincronía entre el tiempo de vivir juntos y el de vivir separados? Cuando Charlotte trata de evocar el momento en que se conocieron, que ella data en la barra del bar, cuando ambos confiesan sufrir insomnio, Harris la corrige y le indica que fue en un ascensor. El la miraba durante el trayecto, porque difícil es que no te atrape su imagen, sobre todo en un espacio muy reducido. “¿Te puse mala cara?”, indaga ella. Sabe que no está en su mejor momento. “Me sonreíste”. “¿Eso hice?”. “Y fue una sonrisa grande”. Al oírle se le prende una en la cara. “No tanto. Tampoco. Un poquito más. Así”. Cuando sus relojes se sincronizan ella recupera su sonrisa y el vuelve a jugar con la vida. O, si se quiere, alguien repara en sus respectivas necesidades de huir de la tristeza y del aburrimiento vital.
Cuando no están juntos el tiempo se detiene. Fragua como el cemento, más bien. El lo malgasta en su habitación del hotel, zapeando en la televisión, siendo aterrorizado por masajistas que no ha solicitado, teniendo una aventura con alguien que ha conocido en el bar del hotel. Ella lo invierte contemplando la imagen de Tokio desde las alturas.
En la escena final, de significado tan incierto como buena parte de la película, Harris indica al chófer que lo conduce al aeropuerto que se detenga. Acaba de verla entre el gentío de una calle transversal a aquella por la que circulan. Antes han tenido una despedida fría, formal, como cabe esperar entre dos personas que al cabo del tiempo de estar juntos caen en la cuenta de que en realidad no se conocen, que sus respectivas vidas no les conciernen, que no hay posibilidad alguna de que se imbriquen. Aunque la frialdad obedece más a un intento de no sentirse totalmente por la tristeza. Harris baja del coche y corre tras ella. Cuando la alcanza y ella se gira descubrimos lágrimas en sus ojos. Se besan y el le susurra algo al oído. No sabemos qué. Nos gustaría pensar que han decidido sincronizar sus relojes. Tal vez sea eso porque algo de aceptación y consuelo adivinamos en los ojos de ella. Un final de significado esquivo, ambiguo, que suaviza el desamparo que nos provoca verlos separarse. Luego la música vuelve a apoderarse de la película, que en muchos momentos parece un video-clip.
Brass in Pocket - The Pretenders
http://www.youtube.com/watch?v=lSnnw1zL0CU (Versión de Kelis)
http://www.youtube.com/watch?v=bCfQYV1LzQo (Karaoke de Scarlett Johansson)
La primera imagen de la película es un primer plano de Charlotte, acostada en la cama de su habitación, de espaldas a la cámara, centrado en esa parte de la anatomía donde la espalda pierde su casto nombre. Si eso es posible, ya que Scarlett es la quinta esencia de la ninfa cinematográfica. Lleva unas bragas rosas, que a duras penas son erotizantes, y si lo son es por quien las porta. A trasvés de la tela se entrevé la sombra de la raja que separa ambas cachas. Grandes y carnosas. Quizás en exceso para ser las auténticas de la actriz, cuyo rostro no vemos en ningún momento del plano, que se corta para que aparezcan los títulos de crédito. ¿Quien era esa mujer de nalgas rosadas? Damos por supuesto que Scarlett-Charlotte, creando otra de las imágenes icónicas en las que tan prolífica es la película.
Al margen de la ya mencionada escena de la contemplación de la ciudad de Tokio, sentada con los brazos abrazando sus rodillas, y que vemos en diversas variantes, otra imagen icónica creada gracias a la fotogenia y capacidad de transmitir de la actriz es esa en que Charlotte le canta a Murray la canción “Brass in Pocket” de The Pretenders, cuya letra ofrece pocas dudas en cuanto a su imbricación en la trama narrada. Charlotte invita a Murray a que la use, como persona si se quiere, como compañera de viaje, como entretenimiento en la sala de espera durante ese interminable trasbordo que ha resultado ser la vida de ambos. Y la falta de pericia para mover los hombros de forma sensual, aunque lo intente, su torpeza trufada de dulzura y puerilidad, se convierte en pura nitroglicerina que amenaza con hacer volar la pantalla cada vez que cimbrea su cuerpo buscando lograr un gesto sensual. Quien no ha sentido envidia de Murray viéndole superado por la situación, la de una mujer-ninfa ataviada con una peluca rosa que incita a ser usada hasta la última parte de su anatomía, de su alma.
Parte de la magia de la película reside en la elección de sus protagonistas. Bill Murray, quizá en el mejor papel de su vida, junto al reportero engreído de “Atrapado en el tiempo”, otorga a su personaje la dosis exacta de distanciamiento de su entorno, la vulnerabilidad que precisa. Atrapado también en un instante que se prolonga sin motivo pero que, al final, cuando se intuye un desenlace, todos querríamos que se prolongase de verdad indefinidamente para dar una oportunidad a un amor que solo sería posible si el tiempo se detuviera, blande como único escudo su sentido del humor cargado de absurdo, capacidad de reírse de uno mismo e ironía, también marca de fábrica del actor.
Si la diferencia de edad es patente, el aura de Scarlett Johansonn y su impacto en nosotros la acentúan. Ella quiere amparo, el rejuvenecer su visión de la vida. Durante su estancia en la sala de espera entre dos vuelos vitales sintieron por un momento que lo tuvieron.
La película logra crear una atmósfera, un estado de ánimo visual. Tiene un planteamiento si se quiere poco novedoso, pero de poderoso atractivo, el amor frágil e imposible entre dispares con trayectorias vitales no confluentes. Y si falla lo hace porque, como ya se ha dicho antes, no deja de ser un esbozo. Ojala Sofía Coppola hubiera filmado una película y no un corto. Sin duda hubiera sido una obra maestra.
martes, 22 de febrero de 2011
Rescates de Twitter (1)
Rescate 1
1.- Demóstenes, el mejor orador de La Antigüedad con Cicerón, luchaba contra su tartamudez ensayando sus discursos con la boca llena de piedras.
2.- Defectos que se vuelven virtudes con disciplina. Trabas que acaban allanando camino. Palabras como guijarros que arrojo para que me escuches.
3.- Queriendo captar tu atención posiblemente alguna vez te he agredido. Es tarde para pedir perdón. La distancia y la corriente nos separa.
4.- Pero si lanzo estas palabras a lo ancho de Twitter con fuerza tal vez reboten sobre la superficie del agua y te alcancen en la otra orilla.
Rescate 2
1.- Si vuelvo a oir pronunciar mi nombre de sus labios tendré que dárselo en propiedad para que sea sonido y respire solo en su aliento.
2.- Ay, ha estado a punto de repetirlo. Ya se ha quedado con mi voluntad y mi mirada. Está visto que lo quiere todo. El amor es puñal avaricioso.
3.- La trato de usted para ponerme freno, porque si no existiera el lenguaje la distancia sería cero, su existencia el epicentro del terremoto.
4.- A 1 palabra del desastre y no es otra que mi nombre. No se tome libertades, señorita. No me apee el tratamiento. Respete mi humilde refugio.
5.- Su voz es arma tan chica, que parece mentira que cause ese daño. Regáleme un silencio corto, tenga esa bondad, para que cure de mis heridas.
1.- Demóstenes, el mejor orador de La Antigüedad con Cicerón, luchaba contra su tartamudez ensayando sus discursos con la boca llena de piedras.
2.- Defectos que se vuelven virtudes con disciplina. Trabas que acaban allanando camino. Palabras como guijarros que arrojo para que me escuches.
3.- Queriendo captar tu atención posiblemente alguna vez te he agredido. Es tarde para pedir perdón. La distancia y la corriente nos separa.
4.- Pero si lanzo estas palabras a lo ancho de Twitter con fuerza tal vez reboten sobre la superficie del agua y te alcancen en la otra orilla.
Rescate 2
1.- Si vuelvo a oir pronunciar mi nombre de sus labios tendré que dárselo en propiedad para que sea sonido y respire solo en su aliento.
2.- Ay, ha estado a punto de repetirlo. Ya se ha quedado con mi voluntad y mi mirada. Está visto que lo quiere todo. El amor es puñal avaricioso.
3.- La trato de usted para ponerme freno, porque si no existiera el lenguaje la distancia sería cero, su existencia el epicentro del terremoto.
4.- A 1 palabra del desastre y no es otra que mi nombre. No se tome libertades, señorita. No me apee el tratamiento. Respete mi humilde refugio.
5.- Su voz es arma tan chica, que parece mentira que cause ese daño. Regáleme un silencio corto, tenga esa bondad, para que cure de mis heridas.
Cine y TV (20) / Valor de Ley - True Grit - Joel y Ethan Coen
Valor de Ley - True Grit - Joel y Ethan Coen (2010)
Difícil encontrar un personaje más estrambótico y anacrónico que Rooster Cogburn. Un náufrago de su tiempo, que aparentemente se olvidó salvar la dignidad y el decoro cuando recogió lo que le devolvió la marea tras encallar y venirse a pique en su propia vida. Y sin embargo, en el propio metraje de la película vemos a alguien aun más indefenso ante el presente. Es en ese encuentro inesperado en el territorio sin Ley. El viejo Marshall y Mattie Ross, su protegida y al mismo tiempo patrona, esperan en un claro del bosque la aparición de LaBoeuf, el ranger de Texas, que se supone que sigue sus pasos para aprovecharse de la capacidad de rastreo de Rooster. Pero quien aparece es un espectro, en sentido literal y figurado. Es en esa escena quizás caundo el personaje que interpreta Jeff Bridges adquiere mayor sustancia, se vuelve más corporeo, casi sensato. Y ese diminuto milagro se logra, claro está, por contraposición. Una máxima bastante antigua y perversa aconseja que cuando flaquee tu autoestima te compares con los demás. Porque el personaje que irrumpe en el encuedre de la cámara parece llegado de ninguna parte. O tal vez de un pasado del que ya ni siquiera queda memoria. Ataviado con una piel de oso, que en algunos planos hace parecer que quien monta a caballo es un enorme grizzly, irrumpe en el claro, con parsimonia, con la mirada perdida, quien sabe si en ese momento que quedó atrás irremisiblemente, y mantiene una breve charla con los protagonistas de la historia.
Cogburn y este extraño personaje representan dos épocas de ese mítico territorio del western, el momento de los pioneros blancos y el de la llegada de la Ley a los territorios hostiles a ella. El hombre disfrazado de oso habla en representación de todos aquellos que arribaron al territorio cuando la civilización europea parecía lejana e incluso imposible. Cogburn lo hace en nombre de aquellos que la impusieron a tiros. El diálogo es absurdo, porque no puede ser de otra manera. Las posibilidades de diálogo entre épocas diferentes son muy escasas. No hay coincidencia ni de puntos de vista ni de escala de prioridades. Siquiera coincidencia en los temas de los que es posible hablar. Para ambos hace mucho que el tiempo de ser útiles, de tener un propósito, expiró. Y eso aun lo complica más todo. El hombre hechicero quiere saber si al Cheriff le interesa el cadáver que acaba de comprar. Un cadáver que en una escena anterior Rooster y Mattie han descolgado de un árbol que sirvió como improvisado patíbulo. Se le vendieron a un indio que, a su vez, acaba de revenderlo al hombre con la piel de oso. Después de desdentarlo se ha convertido en un trasto inútil y trata de sacarle un último provecho. Algo de dinero y un puñado de piezas dentales. Un tesoro tal vez en la mente desquiciada del hombre. No podemos evaluarlo porque desconocemos la forma de pensar del hechicero. Les pregunta si necesitan los cuidados de un doctor, y ellos declinan la oferta. Ante el hombre-oso, se obra el milagro de que Rooster parezca un hombre prudente.
Creo que toda la trama de la película y, por extensión, de la novela en que se basa, "True Grit", gira entorno a la frontera de la civilización, sobre sus héroes, sobre el paso del tiempo y la llegada del progreso, sobre sus logros y el precio que hay que pagar por alcanzarlos. Si, es cierto, es el mismo tema de otros westerns. Particularmente de "El hombre que mató a Liberty Valance", de John Ford. Aunque cabría citar otros. Dos territorios bien diferenciados, ajenos el uno al otro, son los que sirven de escenario a la narración: el poblado que marca la linde de la civilización, que se impone mediante la horca, y el territorio indio, lugar en el que la reglas las marcan en cada momento quienes lo habitan, aplicando en especial la lógica de las circunstancias. Existen sin embargo puntos de coincidencia. Tanto en uno como en otro la horca es el lenguaje con el que parece expresarse la Ley, ya atesorada en los libros, o improvisada según las contingencias.
El relato se inicia con un ajusticiamiento colectivo en el poblado de frontera en el que los hermanos Coen dejan el sello de su particular humor. Cuatro hombres esperan ser ajusticiados. Se les permite decir unas últimas palabras antes del fatal desenlace. Uno por uno expresan un abanico de emociones: el miedo a la muerte, el desprecio por la Ley que imparte justicia, el postrero intento de convercer a los demás de la propia inocencia. Cuando le llega el turno al cuarto, un indio renegado, el verdugo le pone la capucha en la cabeza al arrancarse a hablar y acciona el mecanismo de la horca, abortando su discurso nada más empezado. Para algunos ni siquiera existe la posibilidad de dialogar con la Ley. Aunque esta no atienda a las razones de nadie, ser escuchado es un rudimento de consuelo. Pero la falta del mismo es uno de los caminos que recorre la historia.
La carga emotiva de la película dentro del contexto de la Historia del Cine es evidente. Creo no equivocarme si afirmo que de ser concedido a Jeff Bridges el Oscar por su interpretación de Rooster, sería la primera vez que dos actores obtienen este premio por un mismo papel. La primera versión de la novela, debida a Henry Hathaway, tiene como principal mérito que permitió a John Wayne lograr el que sería él único Oscar en toda su carrera. Y lo fue por un papel menor. Al menos si se compara con otros que encarnó en el cine, con maestría, a pesar de los tópicos. Suele decirse que Wayne más que un actor era una presencia, que daba siempre el mismo perfil de personaje. Palabras muy habituales cuando trata de ridiculizarse o minusvalorarse la carrera de algunos actores que cometen el pecado de ser populares entre el público. Pero apenas existe parentesco, puntos de coincidencia, en las interpretaciones que El Duque relizara de sus personajes más celebrados. El odio y el resentimiento que alberga en su corazón Ethan en "Centauros del desierto", uno de los momentos culminantes del western cinematográfico, es la antítesis de la nobleza que atesora Tom Donophooon, el protagonista de "El hombre que mató a Liberty Valance". Parece cruel que una carrera tan cuajada de triunfos solo fuese premiada por ese Rooster Cogburn más cercano a la comedia bufa que el Rooster Cogburn de la película de los hermanos Coen. Tal vez urgía buscar una escusa creíble para evitar que se fuera de Hollywood por la puerta de atrás y con las manos vacías. A Wayne le debemos momentos sublimes. Pero no solo por ser asiduo a las películas de algunos de los más grandes directores. A veces su estrella fetiche, como ocurría con Ford. También se los debemos a su talento. Porque para lograr una presencia característica, inconfundible, que restalle en la pantalla, hacen falta no solo un físico y un rostro que perduren en la memoria, fotogenia en definitiva, sino también mucho oficio, talento, naturalidad ante la cámara.
En la película de Hathaway el protagonista es indiscutiblemente el Marshall, que es dibujado con simpatía. Sus defectos personales, sus errores como personaje, se disfrazan de excentricidades, se tapan bajo un manto de pintoresquismo que invita a ser condescendiente. El héroe ha devenido en menos por los achaques de la edad no por sus pecados. El Rooster Cogburn de los Coen es un ser solitario no solo porque se ha vuelto anacrónico, sino también por su incapacidad para relacionarse con quienes aprecia. Después de crear un vínculo emocional imperecedro con Mattie desaparece de su vida. Sin más, sin siquiera concederle una despedida. Consciente de su decadencia, de la pudrición de su alma, acalla la culpa con el alcohol. Y aunque este aspecto es aprovechado por los Coen para una de las escenas más prescindibles del fin, esa en que trata de competir en pericia con el revolver con el ranger, borracho como una cuba, para obtener un momento supuestamente divertido, es claro que el personaje se nos desdibuja como héroe.
Asimismo, hay escaso solape entre la Mattie de Hathaway y la de los Coen. Da cierto miedo pensar que hace tan solo 40 años el que una mujer quisiera tomar las riendas de su vida, tratase de dirigirla a su modo, fuera un motivo de extrañeza o de alarma. En la segunda versión a Dios gracias ya no sorprende. Ni siquiera su juventud. Si quizás el pulso firme con el que se conduce a pesar de sus exiguos 14 años, su capacidad para pensar claro, obrar con tino e imponer su volunbtad a quienes se oponen a sus propósitos. No hay motivos para sonreir con esta nueva Mattie, cuando aquella otra se vendía también como un personaje curioso, fuente inagotable de momentos felices con los que sonreirnos. La niña, la "Hermanita", tozuda pero torpe, atolondrada por la presencia del ranger, de quien se enamora. La Mattie de ahora no establece lazos afectivos a la ligera. Es más propensa a evaluar las capacidades de quienes le rodean que a quererlos. Y si se debate entre seguir al Marshall o al ranger, lo hace por motivos prácticos, buscando la mejor herramienta para alcanzar sus propósitos: capturar y dar castigo al hombre que mató a su padre. Pero todo trance difícil suele establecer uniones entre personas que se escapan de lo práctico. No sabemos lo que la Mattie niña ni la Mattie adulta pensaba de Rooster Cogburn, no se lo oimos decir, pero que remueva Roma con Santiago para llevar sus restos décadas después de haberlo visto por última vez para que sean enterrados en el camposanto que hay junto a su casa es una buena pista, creo yo.
Diversos críticos han señalado el parentesco formal, visual, entre la película "Valor de Ley" y "El hombre que mató a Liberty Valance", con escenas parecidas y emociones fílmicas paralelas. Ambas narran en un largo flashback un suceso del pasado. El presente dramático, el momento en que progresa el relato, se sitúa muy atrás en el tiempo de su narrador. Ambas tratan de la impostura del pasado. De la supuesta inconsistencia de los mitos, de los héroes. De la mentira que los alimenta. Pero ese parentesco va más allá. En la obra de Ford se nos narra la llegada de la Ley al territorio que carece de ella, del sacrificio que hay que hacer para encender esa vela vacilante que se supone que de permitir que la civilización germine y arraigue en el territorio. Luz tenue y vacilante al principio, cuyo escaso alcance enmascara las sombras y nos oculta lo que no debe ser sabido. Tom Doniphoon es el hombre que en realidad mató a Liberty Valance, el último obstáculo para el progreso de la comunidad. Y lo hizo amparado en las sombras y disparándole por la espalda. Luego desaparecerá en esas mismas sombras para permitir que la mentira prospere como hermosa leyenda. El precio que habrá de pagar será alto por hacer lo que conviene, lo ineludible, aunque no pareciese correcto. Una parte de ese precio será consentir que sea otro quien acapare el mérito y se convierta en un héroe necesario.
La historia que se nos narra en "Valor de Ley" retoma la que quedó interrumpida en la película de Ford. Asistimos a la vejez de aquellos hombres que permitieron a tiro limpio que la Ley sobreviviese cuando llegó. Nos informa de sus métodos, a veces contrarios al espíritu de la Ley que se supone protegen. La película de Ford habla de lo que ocurre en el angosto círculo que ilumina la llama de la vela. La de los Coen de lo que ocurre más allá, en el territorio salvaje, donde la nieve impone un manto de silencio sobre lo que hacen los hombres cuando la Ley no los mira. Esa nieve que es un personaje más de la película. Motor visual y emotivo.
Justo cuando la película empieza a pesar por su quizá excesivo metraje, por su parsimonia a ratos, porque parece haberse adentrado en una amargura para la que no parece haber remedio, llegan las que probablemente sean las dos mejores escenas de la película. La segunda sin duda. El la primera asistimos a un duelo épico entre Cogburn y 4 forajidos, con tintes de torneo mediaval. Es aquí cuando nos entran las primeras dudas acerca de si lo habremos juzgado mal. Inmediatamente después llega el momento climácico del fin. Mattie es mordida por una serpiente venenosa y el Marshall se hace cargo de la tarea de salvarla. Después de absorberle parte del veneno tras practicarle un corte en el lugar en que ha sido inoculado, mediante ese método tan socorrido en el cine de absorber y escupir, se hace cargo del único caballo disponible, dejando al ranger solo y a su suerte, a pesar de estar también malherido, pero siendo su necesidad de ser atendido menos urgente. Monta y sale al galope con la niña en su regazo. La carrera es también épica y sorprende a caballo, jinete y pasajera sin desenlace aun cuando cae la noche. Bajo el cielo estrellado el animal sigue trotando, aunque ahora con un respirar pesado. Cogburn no se apiada del animal y lo espolea con fuerza para que avive el paso, para que le de hasta su último aliento. Mattie protesta entre los delirios causados por la fiebre. Negrillo ha sido su montura en toda aquella aventura y le duele asistir a su agonía. Cuando el caballo revienta de cansancio y cae al suelo, Cogburn le da el tiro de gracia sin atender a los sollozos y súplicas de Mattie. Sin mediar palabra la aupa en brazos. echa a correr todo lo aprisa que le permite su físico tan perjudicado por los muchos años de privaciones y los excesos. Los copos de nieve comienzan a caer, pero eso no le detiene. Su paso es vacilante, incluso cómico, pero devora la distancia. Solo cuando alcanza a ver una casa iluminada, la frontera de la civilización, atiende a su cansancio. Cae de rodillas, aparentemente derrotado, apenas unas decenas de metros de la luz y la esperanza. Su respiración se asemeja ahora a la del caballo en sus últimos trancos. Saca su revolver, el mismo con el que protege a la Ley y que ahora le servirá para proteger la vida de Mattie. Un disparo en la noche. Alguien se asoma a la puerta de la casa. y solo en ese momento se deja vencer, relaja su cuerpo y espera dócilmente a ser rescatado. Lo habiamos juzgado mal. Ya lo creo. Un héroe no es aquel que realizá proezas que no están al alcance de otros. Héroe es quien sigue avanzando cuando ha alcanzado el límite de sus capacidades. Aquel que llega más lejos de donde puede.
En la escena final, dominada por la voz en off de una Mattie adulta, con timbres de amargura en sus palabras, sabremos que Rooster permaneció junto al lecho de la niña mientras su superviviencia estuvo en duda, pero que ya no estaba cuando despertó. Nunca más volvieron a verse. Aunque años después la visita a la tumba del Marshall se convirtiera en una rutina diaria para Mattie. Sin duda Rooster es un héroe a la altura de Doniphoon. También de Ethan. Quien en la última escena de "Centauros del desierto" se detiene en el umbral de la puerta, se gira, para que ésta se cierre a sus espaldas mientras se aleja. Los héroes con cuyos huesos se abonó la tierra en principio estéril para que pudiera germinar la civilización, como hubiera sentenciado la mujer del sueco.
Difícil encontrar un personaje más estrambótico y anacrónico que Rooster Cogburn. Un náufrago de su tiempo, que aparentemente se olvidó salvar la dignidad y el decoro cuando recogió lo que le devolvió la marea tras encallar y venirse a pique en su propia vida. Y sin embargo, en el propio metraje de la película vemos a alguien aun más indefenso ante el presente. Es en ese encuentro inesperado en el territorio sin Ley. El viejo Marshall y Mattie Ross, su protegida y al mismo tiempo patrona, esperan en un claro del bosque la aparición de LaBoeuf, el ranger de Texas, que se supone que sigue sus pasos para aprovecharse de la capacidad de rastreo de Rooster. Pero quien aparece es un espectro, en sentido literal y figurado. Es en esa escena quizás caundo el personaje que interpreta Jeff Bridges adquiere mayor sustancia, se vuelve más corporeo, casi sensato. Y ese diminuto milagro se logra, claro está, por contraposición. Una máxima bastante antigua y perversa aconseja que cuando flaquee tu autoestima te compares con los demás. Porque el personaje que irrumpe en el encuedre de la cámara parece llegado de ninguna parte. O tal vez de un pasado del que ya ni siquiera queda memoria. Ataviado con una piel de oso, que en algunos planos hace parecer que quien monta a caballo es un enorme grizzly, irrumpe en el claro, con parsimonia, con la mirada perdida, quien sabe si en ese momento que quedó atrás irremisiblemente, y mantiene una breve charla con los protagonistas de la historia.
Cogburn y este extraño personaje representan dos épocas de ese mítico territorio del western, el momento de los pioneros blancos y el de la llegada de la Ley a los territorios hostiles a ella. El hombre disfrazado de oso habla en representación de todos aquellos que arribaron al territorio cuando la civilización europea parecía lejana e incluso imposible. Cogburn lo hace en nombre de aquellos que la impusieron a tiros. El diálogo es absurdo, porque no puede ser de otra manera. Las posibilidades de diálogo entre épocas diferentes son muy escasas. No hay coincidencia ni de puntos de vista ni de escala de prioridades. Siquiera coincidencia en los temas de los que es posible hablar. Para ambos hace mucho que el tiempo de ser útiles, de tener un propósito, expiró. Y eso aun lo complica más todo. El hombre hechicero quiere saber si al Cheriff le interesa el cadáver que acaba de comprar. Un cadáver que en una escena anterior Rooster y Mattie han descolgado de un árbol que sirvió como improvisado patíbulo. Se le vendieron a un indio que, a su vez, acaba de revenderlo al hombre con la piel de oso. Después de desdentarlo se ha convertido en un trasto inútil y trata de sacarle un último provecho. Algo de dinero y un puñado de piezas dentales. Un tesoro tal vez en la mente desquiciada del hombre. No podemos evaluarlo porque desconocemos la forma de pensar del hechicero. Les pregunta si necesitan los cuidados de un doctor, y ellos declinan la oferta. Ante el hombre-oso, se obra el milagro de que Rooster parezca un hombre prudente.
Creo que toda la trama de la película y, por extensión, de la novela en que se basa, "True Grit", gira entorno a la frontera de la civilización, sobre sus héroes, sobre el paso del tiempo y la llegada del progreso, sobre sus logros y el precio que hay que pagar por alcanzarlos. Si, es cierto, es el mismo tema de otros westerns. Particularmente de "El hombre que mató a Liberty Valance", de John Ford. Aunque cabría citar otros. Dos territorios bien diferenciados, ajenos el uno al otro, son los que sirven de escenario a la narración: el poblado que marca la linde de la civilización, que se impone mediante la horca, y el territorio indio, lugar en el que la reglas las marcan en cada momento quienes lo habitan, aplicando en especial la lógica de las circunstancias. Existen sin embargo puntos de coincidencia. Tanto en uno como en otro la horca es el lenguaje con el que parece expresarse la Ley, ya atesorada en los libros, o improvisada según las contingencias.
El relato se inicia con un ajusticiamiento colectivo en el poblado de frontera en el que los hermanos Coen dejan el sello de su particular humor. Cuatro hombres esperan ser ajusticiados. Se les permite decir unas últimas palabras antes del fatal desenlace. Uno por uno expresan un abanico de emociones: el miedo a la muerte, el desprecio por la Ley que imparte justicia, el postrero intento de convercer a los demás de la propia inocencia. Cuando le llega el turno al cuarto, un indio renegado, el verdugo le pone la capucha en la cabeza al arrancarse a hablar y acciona el mecanismo de la horca, abortando su discurso nada más empezado. Para algunos ni siquiera existe la posibilidad de dialogar con la Ley. Aunque esta no atienda a las razones de nadie, ser escuchado es un rudimento de consuelo. Pero la falta del mismo es uno de los caminos que recorre la historia.
La carga emotiva de la película dentro del contexto de la Historia del Cine es evidente. Creo no equivocarme si afirmo que de ser concedido a Jeff Bridges el Oscar por su interpretación de Rooster, sería la primera vez que dos actores obtienen este premio por un mismo papel. La primera versión de la novela, debida a Henry Hathaway, tiene como principal mérito que permitió a John Wayne lograr el que sería él único Oscar en toda su carrera. Y lo fue por un papel menor. Al menos si se compara con otros que encarnó en el cine, con maestría, a pesar de los tópicos. Suele decirse que Wayne más que un actor era una presencia, que daba siempre el mismo perfil de personaje. Palabras muy habituales cuando trata de ridiculizarse o minusvalorarse la carrera de algunos actores que cometen el pecado de ser populares entre el público. Pero apenas existe parentesco, puntos de coincidencia, en las interpretaciones que El Duque relizara de sus personajes más celebrados. El odio y el resentimiento que alberga en su corazón Ethan en "Centauros del desierto", uno de los momentos culminantes del western cinematográfico, es la antítesis de la nobleza que atesora Tom Donophooon, el protagonista de "El hombre que mató a Liberty Valance". Parece cruel que una carrera tan cuajada de triunfos solo fuese premiada por ese Rooster Cogburn más cercano a la comedia bufa que el Rooster Cogburn de la película de los hermanos Coen. Tal vez urgía buscar una escusa creíble para evitar que se fuera de Hollywood por la puerta de atrás y con las manos vacías. A Wayne le debemos momentos sublimes. Pero no solo por ser asiduo a las películas de algunos de los más grandes directores. A veces su estrella fetiche, como ocurría con Ford. También se los debemos a su talento. Porque para lograr una presencia característica, inconfundible, que restalle en la pantalla, hacen falta no solo un físico y un rostro que perduren en la memoria, fotogenia en definitiva, sino también mucho oficio, talento, naturalidad ante la cámara.
En la película de Hathaway el protagonista es indiscutiblemente el Marshall, que es dibujado con simpatía. Sus defectos personales, sus errores como personaje, se disfrazan de excentricidades, se tapan bajo un manto de pintoresquismo que invita a ser condescendiente. El héroe ha devenido en menos por los achaques de la edad no por sus pecados. El Rooster Cogburn de los Coen es un ser solitario no solo porque se ha vuelto anacrónico, sino también por su incapacidad para relacionarse con quienes aprecia. Después de crear un vínculo emocional imperecedro con Mattie desaparece de su vida. Sin más, sin siquiera concederle una despedida. Consciente de su decadencia, de la pudrición de su alma, acalla la culpa con el alcohol. Y aunque este aspecto es aprovechado por los Coen para una de las escenas más prescindibles del fin, esa en que trata de competir en pericia con el revolver con el ranger, borracho como una cuba, para obtener un momento supuestamente divertido, es claro que el personaje se nos desdibuja como héroe.
Asimismo, hay escaso solape entre la Mattie de Hathaway y la de los Coen. Da cierto miedo pensar que hace tan solo 40 años el que una mujer quisiera tomar las riendas de su vida, tratase de dirigirla a su modo, fuera un motivo de extrañeza o de alarma. En la segunda versión a Dios gracias ya no sorprende. Ni siquiera su juventud. Si quizás el pulso firme con el que se conduce a pesar de sus exiguos 14 años, su capacidad para pensar claro, obrar con tino e imponer su volunbtad a quienes se oponen a sus propósitos. No hay motivos para sonreir con esta nueva Mattie, cuando aquella otra se vendía también como un personaje curioso, fuente inagotable de momentos felices con los que sonreirnos. La niña, la "Hermanita", tozuda pero torpe, atolondrada por la presencia del ranger, de quien se enamora. La Mattie de ahora no establece lazos afectivos a la ligera. Es más propensa a evaluar las capacidades de quienes le rodean que a quererlos. Y si se debate entre seguir al Marshall o al ranger, lo hace por motivos prácticos, buscando la mejor herramienta para alcanzar sus propósitos: capturar y dar castigo al hombre que mató a su padre. Pero todo trance difícil suele establecer uniones entre personas que se escapan de lo práctico. No sabemos lo que la Mattie niña ni la Mattie adulta pensaba de Rooster Cogburn, no se lo oimos decir, pero que remueva Roma con Santiago para llevar sus restos décadas después de haberlo visto por última vez para que sean enterrados en el camposanto que hay junto a su casa es una buena pista, creo yo.
Diversos críticos han señalado el parentesco formal, visual, entre la película "Valor de Ley" y "El hombre que mató a Liberty Valance", con escenas parecidas y emociones fílmicas paralelas. Ambas narran en un largo flashback un suceso del pasado. El presente dramático, el momento en que progresa el relato, se sitúa muy atrás en el tiempo de su narrador. Ambas tratan de la impostura del pasado. De la supuesta inconsistencia de los mitos, de los héroes. De la mentira que los alimenta. Pero ese parentesco va más allá. En la obra de Ford se nos narra la llegada de la Ley al territorio que carece de ella, del sacrificio que hay que hacer para encender esa vela vacilante que se supone que de permitir que la civilización germine y arraigue en el territorio. Luz tenue y vacilante al principio, cuyo escaso alcance enmascara las sombras y nos oculta lo que no debe ser sabido. Tom Doniphoon es el hombre que en realidad mató a Liberty Valance, el último obstáculo para el progreso de la comunidad. Y lo hizo amparado en las sombras y disparándole por la espalda. Luego desaparecerá en esas mismas sombras para permitir que la mentira prospere como hermosa leyenda. El precio que habrá de pagar será alto por hacer lo que conviene, lo ineludible, aunque no pareciese correcto. Una parte de ese precio será consentir que sea otro quien acapare el mérito y se convierta en un héroe necesario.
La historia que se nos narra en "Valor de Ley" retoma la que quedó interrumpida en la película de Ford. Asistimos a la vejez de aquellos hombres que permitieron a tiro limpio que la Ley sobreviviese cuando llegó. Nos informa de sus métodos, a veces contrarios al espíritu de la Ley que se supone protegen. La película de Ford habla de lo que ocurre en el angosto círculo que ilumina la llama de la vela. La de los Coen de lo que ocurre más allá, en el territorio salvaje, donde la nieve impone un manto de silencio sobre lo que hacen los hombres cuando la Ley no los mira. Esa nieve que es un personaje más de la película. Motor visual y emotivo.
Justo cuando la película empieza a pesar por su quizá excesivo metraje, por su parsimonia a ratos, porque parece haberse adentrado en una amargura para la que no parece haber remedio, llegan las que probablemente sean las dos mejores escenas de la película. La segunda sin duda. El la primera asistimos a un duelo épico entre Cogburn y 4 forajidos, con tintes de torneo mediaval. Es aquí cuando nos entran las primeras dudas acerca de si lo habremos juzgado mal. Inmediatamente después llega el momento climácico del fin. Mattie es mordida por una serpiente venenosa y el Marshall se hace cargo de la tarea de salvarla. Después de absorberle parte del veneno tras practicarle un corte en el lugar en que ha sido inoculado, mediante ese método tan socorrido en el cine de absorber y escupir, se hace cargo del único caballo disponible, dejando al ranger solo y a su suerte, a pesar de estar también malherido, pero siendo su necesidad de ser atendido menos urgente. Monta y sale al galope con la niña en su regazo. La carrera es también épica y sorprende a caballo, jinete y pasajera sin desenlace aun cuando cae la noche. Bajo el cielo estrellado el animal sigue trotando, aunque ahora con un respirar pesado. Cogburn no se apiada del animal y lo espolea con fuerza para que avive el paso, para que le de hasta su último aliento. Mattie protesta entre los delirios causados por la fiebre. Negrillo ha sido su montura en toda aquella aventura y le duele asistir a su agonía. Cuando el caballo revienta de cansancio y cae al suelo, Cogburn le da el tiro de gracia sin atender a los sollozos y súplicas de Mattie. Sin mediar palabra la aupa en brazos. echa a correr todo lo aprisa que le permite su físico tan perjudicado por los muchos años de privaciones y los excesos. Los copos de nieve comienzan a caer, pero eso no le detiene. Su paso es vacilante, incluso cómico, pero devora la distancia. Solo cuando alcanza a ver una casa iluminada, la frontera de la civilización, atiende a su cansancio. Cae de rodillas, aparentemente derrotado, apenas unas decenas de metros de la luz y la esperanza. Su respiración se asemeja ahora a la del caballo en sus últimos trancos. Saca su revolver, el mismo con el que protege a la Ley y que ahora le servirá para proteger la vida de Mattie. Un disparo en la noche. Alguien se asoma a la puerta de la casa. y solo en ese momento se deja vencer, relaja su cuerpo y espera dócilmente a ser rescatado. Lo habiamos juzgado mal. Ya lo creo. Un héroe no es aquel que realizá proezas que no están al alcance de otros. Héroe es quien sigue avanzando cuando ha alcanzado el límite de sus capacidades. Aquel que llega más lejos de donde puede.
En la escena final, dominada por la voz en off de una Mattie adulta, con timbres de amargura en sus palabras, sabremos que Rooster permaneció junto al lecho de la niña mientras su superviviencia estuvo en duda, pero que ya no estaba cuando despertó. Nunca más volvieron a verse. Aunque años después la visita a la tumba del Marshall se convirtiera en una rutina diaria para Mattie. Sin duda Rooster es un héroe a la altura de Doniphoon. También de Ethan. Quien en la última escena de "Centauros del desierto" se detiene en el umbral de la puerta, se gira, para que ésta se cierre a sus espaldas mientras se aleja. Los héroes con cuyos huesos se abonó la tierra en principio estéril para que pudiera germinar la civilización, como hubiera sentenciado la mujer del sueco.
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