jueves, 16 de mayo de 2019

Rescates de Twitter (65) - Retorno al Prado (22) - Un cuadro para una nación


Un cuadro para una nación


1.- Hace un frío helador en Madrid desde hace tres días. Camino de la parada del 27 he pasado por Moda Shopping, en la esquina contraria a la del Bernie en la Plaza de Cuzco, para aprovechar la calefacción del centro comercial. Azca es como la estepa siberiana cuando sopla viento


2.- Té y simpatía. Durante la travesía, al pasar junto a los innumerables locales de restauración, se me ha antojado un café en compañía. Calor al cubo: Aire acondicionado, bebida estimulante en taza humeante y charla derivativa.

3.- Miro a ver si al fin le han dado uso al local donde antes estaba la librería El Tranvía, en tiempos uno de mis territorios de caza predilectos. Aún no. Los escaparates empapelados, para que no se pueda espiar el interior, son como una herida abierta en mi memoria emocional.


4.- El local solo es apto para instalar una librería y nadie quiere tomar el revelo. Lo intentaron con una fórmula híbrida entre librería y juguetería, un espacio donde aparcar los niños mientras la gente se iba de compras, y fue un rotundo fracaso

5.- ¿Qué si el mundo va a peor? Decididamente sí si las librerías se extinguen, si Zizou hace tiempo que colgó las botas y si el presidente del gobierno solo replica a las tontunas de Guardiola y sus correligionarios cuando hay campaña electoral.

6.- Menos mal que siempre nos quedará el Prado. Desde que en París recaló Neymar y tras desbancar la Gioconda de Madrid a la del Louvre en visos de verosimilitud, aquella ciudad ya no es una opción, por más que Rick nos sirva champagne en los zapatos de Ilsa.

7.- Voy pertrechado con todo: la hoja del paro para entrar de gratis en el museo; libreta y boli para anotar lo que se me ocurra o se me escurra de las meninges y un anorak con bolsillos amplios donde poder refugiar las manos.

8.- También un libro para amenizar los trayectos en bus. Pero me he puesto enseguida a escribir con mi letra habitada solo por mayúsculas en cuando he subido al convoy. Hace poco alguien me dijo que era fea. Una de esas personas por las que te cortarías la mano con la que redactas.

9.- Y eso que le mostré la caligrafía de gala, la que usaba cuando estaba en la universidad y escribía sonetos amorosos, que transcribía desde el corazón al papel en libretas de espiral de hoja cuadriculada. Nunca fui capaz de trazar renglones rectos. El síndrome de todo dios creador.

10.- En el 27 me asedian las conversaciones por móvil. Una chica asegura a quien le escucha al otro lado de la línea que B es gilipollas. Todo el pasaje ha quedado enterado. Esperemos que no haya algún conocido común entre ellos.

11.- El tipo que tengo a mi lado habla con su amante. Lo hace en susurros pero lo tengo demasiado cerca como para no enterarme del plan para esta noche. Como me impide concentrarme desisto de anotar algo enjundioso y entretengo el trayecto con estas minucias eróticas.

12.- Bajo en Cánovas del Castillo. No envidio a Neptuno al que no le queda más remedio que mojarse los pies con la que está cayendo. Uno los surtidores es arrastrado por el viento y la cola del cometa acuático empapa su torso olímpico.


13.- Me encantan los cartelones que han colocado en las fachadas del Ritz para disimular las obras de remodelación. Son un ejemplo de manual de lo que es un trampantojo. Una lección que viene muy a mano en el entorno del Prado.

14.- Cuando me integro en ella, la cola para la entrada en el museo alcanza hasta la Puerta de Velázquez, bajo el gigantesco cedro que flanquea la estatua del pintor. Hasta 5 árboles singulares montan guardia en el entorno de la pinacoteca


15.- Tras doblar la esquina y mientras recorro el tramo final hasta las taquillas situadas en los bajos de la Puerta de Goya, me recreo en la visión de las pantallas visuales del hotel. El efecto es casi perfecto, velazqueño.

16.- Casi esperas ver asomarse a algún cliente en algún balcón dibujado, tras salir de la ducha o aun en pijama. Achacas el que no ocurra a lo gélido de la mañana, no a que se trate de arquitecturas dibujadas. Hasta las banderas dan el pego y crees verlas tremolar en el frío viento.


17.- Lo primero que hago nada más entrar en el museo es presentar mis respetos a Fra Angélico y van der Weyden. Mientras escribo en un banco de la sala 49 oigo como una celadora amonesta a una visitante: “¡Señora, no toque!”. ¿Habrá sido el “Noli me tangere”?

18.- Me ha recordado aquella vez en que a Victoria la riñeron en el Thyssen por tratar de tocar uno de los Canalettos. Hasta le dieron una palmadita cariñosa pero reprobatoria en el dorso de la mano pecadora antes de que mojara las yemas de los dedos en el agua del Gran Canal.


19.- La pared principal de la sala, la primera en la que uno repara nada más se accede, es un prodigio expositivo. En el centro geométrico está “La Virgen de la Granada” del beato. Inmediatamente a su derecha está el “Cristo muerto sostenido por un ángel” de Antonello de Messina.

20.- A la izquierda se sitúan los dos Corregios: La virgencita con un pie descalzo y el “Noli me tangere” que alguien ha querido profanar. Y aún faltan dos pesos pesados: “La Anunciación” de Fra Angélico y “El tránsito de la Virgen” de Mantegna, ambas obras actualmente en préstamo.


21.- Me leo todas las cartelas por si cae un dato que aun desconozco. En todo caso tengo mala memoria. Rememorar me procura casi el mismo nivel de sorpresa que descubrir por primera vez. Ventajas de las memorias poco capaces.

22.- La suya dice que se trata de un paisaje de inspiración veneciana, aunque la escena recree la isla donde nació el pintor e narrativamente se sitúe en Judea. Al acercarme al óleo siento deseos de aplicarle una máscara de oxígeno al Cristo que se desmorona como un castillo de naipes


23.- Las alas irisadas del niño, sus lágrimas espesas como agua azucarada o gotas de mar, la boca del Cristo como la entrada a una gruta sombría, la sangre discurriendo por el tobogán de su anatomía. Hay tiempo para recrearse en los detalles.

24.- Se me antoja echar un vistazo somero a la verdadera Gioconda, pero un grupo organizado copa por completo el entorno inmediato. El guía parece hacer énfasis en cada una de sus palabras, como si estuviera disertando sobre una obra capital. Quizá tenga razón.

25.- Lo mismo pasa en la sala 58 cuando intento contemplar “El descendimiento” de Rogier de la Pasture. No me amargo. La aglomeración del museo obedece sin duda a que empieza a saberse al fin que este santuario es el lugar más hermoso del mundo.

26.- Me dirijo a la primera planta a ver “Las Meninas”. Me han prometido que la próxima vez que venga al Prado ya no lo haré solo. No me fío en absoluto. Se trata de una soledad muy terca. Por si acaso, quiero ensayar el tutorial para novatas de la obra.

27.- En las escaleras me cruzo con un grupo de niños alborotados. Lo menos llevo vistas en lo que va de mañana media docena de vivitas escolares. Tanta algarabía descontrolada casi me hace perderme una novedad curiosa: “Ticio” de Gregorio Martínez.


28.- Ticio fue comisionado por su madre, la diosa Hera, con el encargo de violar a Leto, la amante de su esposo Zeus y madre de los gemelos temibles, Apolo y Artemis, los arqueros más certeros de los que jamás se tuvo noticia.

29.- De nada le sirvió a Ticio su fuerza descomunal ante armas capaces de herir a distancia. Tras ser abatido por sus hermanastros fue arrojado al Tártaro, dónde lo sitúa el pintor vallisoletano, en medio de un paisaje que arde en llamas por los cuatro costados.

30.- El calzonazos de Zeus, en vez de castigar a la instigadora del delito decidió dar una lección a su hijo. Una de esas que ponen los pelos de punta: Un águila se desayunaba todas las mañanas su hígado, que, tras servir de alimento a la rapaz, volvía a regenerarse por completo.

31.- Yo creo que en las escaleras habría quedado más propio un cuadro sobre Sísifo. Espero que no haga falta explicar por qué. Además haberlo haylo en las colecciones del Prado, obra sobre el asunto, quiero decir, y nada más y nada menos que de Tiziano.

32.- Traté de ver el cuadrito de marras pero ninguna perspectiva era adecuada. O lo veía desde muy abajo, pegado a la pared, casi de canto, para poder evitar los reflejos de las luminarias, o desde muy lejos, ya tras la baranda del descansillo del primer piso.

33.- Al malestar que me causaba tamaña absurdez vino a sumarse el recuerdo de que la nueva obra detectada venía a sustituir, y en aquel mismo sitio, a otra de tema homólogo, también de mano de Tiziano, con menos llamas y más pajarraco.


34.- ¿Te imaginas? Los Tizianos por los pasillos, en el cuarto de las escobas, en el vestíbulo de los ascensores, junto a los retretes. Como para decirle al Louvre: “¿Qué tú tienes una docena? Venga, monín. Pues yo tengo el triple y ya no sé donde colgarlos”.

35.- La planta primera ha sido invadida por las esculturas de Giacometti. Al Prado le sienta de maravilla el arte contemporánea. Tiene una percha increíble con la que poder lucir con cualquier cosa con la que le vistas. No sé para qué el Reina Sofía.

36.- Figuras en las que predomina el eje vertical sobre el de las equis y las zetas. Como en los cuadros de El Greco. Todo lo que arde tiende a elevarse: Las almas en éxtasis que retrataba el toledano, CR7 cuando remata de cabeza.

37.- Tengo la intuición de que si tocase las esculturas del artista suizo, si los celadores me dejasen hacerlo, claro está, quemarían las yemas de mis dedos y dejarían en la galería principal de la planta primera un inconfundible olor a torreznos.


38.- Y eso que son de metal, bronce y amalgama de hierro parece, y que estamos en plena prórroga del invierno. Las criaturas de Giacometti parecen personajes sacados de un “Pentecostés” de El Greco. Almas aguardando la llegada del Espíritu Santo.

39.- Me encanta el diseño del folleto divulgativo de la muestra. Han usado un formato visiblemente más alargado que el que el museo suele usar para sus comunicaciones en papel. Un guiño más que evidente a las formas mientras se desvelan los fondos de las cosas.

40.- Encuentro mi hueco junto al cuadro entre el gentío de carne y hueso y el de bronce que abarrota la de la sala 12 con paciencia. Entre un japonés ensimismado y un francés que diserta encuentro mi lugar en el mundo velazqueño.

41.- Durante un rato largo cavilo. Sé que se esconde tras el ventanal del que procede la fuente de luz principal, el que hay a la espalda de Nicolasillo Pertusato, tras el mastín cuyo sueño interrumpe el enano azuzándole con un pie.

42.- En una imagen que es una instantánea, un intento de capturar lo fugaz, no hay cabida para nadie con los ojos cerrados. Dormir es convertir lo transitorio en permanente, deambular por el espacio inmune a los estragos del tiempo.

43.- Lo descubrí con emoción hace unos años: “La Lección de equitación del Príncipe Baltasar Carlos”. Un lugar contiguo en el espacio pero distante en el tiempo. Algo solo posible porque “Las Meninas” es un teseracto, un artefacto multidimensional.


44.- Lo que trato de averiguar mientras miro a Nieto Velázquez escabulléndose por el fondo del dibujo es hacia que cuadro del maestro sevillano se dirige el aposentador de la reina mientras precede a sus majestades.


45.- Hacia un retrato de los reyes y su propio séquito. Esa sería la respuesta más lógica. ¿Y hacia donde conduce el lienzo que pinta Velázquez y nos oculta la perspectiva? Yo creo que hacia la “Venus del espejo”, hacia su único hogar, en Roma.

46.- ¿Un retrato perdido o que no llegó a pintar nunca, demasiado lejos en el futuro? Tal vez un día lo averigüe si persevero en buscar acertijos donde parece que no los hay. O tal vez no. Ars longa, vita brevis.

47.- Deambulo por el museo al buen tuntún, demorando enfrentarme a lo que en realidad me ha traído aquí esta mañana. Mejor posponer los placeres para prolongar su disfrute. En la sala 62A descubro una pequeña joyita que hasta ahora me había pasado desapercibida.

48.- “Los pequeños naturalistas” de José Jiménez Aranda. Ni siquiera me suena el autor y eso me hace sentir un ignorante. Algo que ha llamado la atención de los niños los convoca a un rincón de lo que parece un huerto privado.


49.- Parece algo demasiado pequeño para ser un pájaro y demasiado grande para ser un insecto. Desoyendo este argumento creo intuir un escarabajo que patalea desesperanzado panza arriba. ¿Quizá una ranita difunta? Los niños examinan su agonía con espíritu científico.

50.- Es todo un estudio de posturas: El niño tumbado, mero espectador; El que está sentado como un Buda y parece ejercer de líder; La niña en cuclillas, que quizá asesora; El que está de pie y se inclina buscando un resquicio en un círculo que parece reacio a admitir intrusos.

51.- Es un cuadro que sugiere mucha narrativa, al que se le puede poner todo el texto que se quiera, lleno de detalles que no se agotan con una mirada. Un cuadro al que doblegar en muchos asaltos, prolongados y con ojos alertas. La soledad del corredor de fondo en las salas del Prado.

52.- Como propina encuentro en la misma sala un retrato de María Guerrero siendo niña repleto de auténtica ternura y premonición impostada. Estoy en territorio desconocido. Ni siquiera hago pie en el diecinueve español, que Dios castigue mi indolencia


53.- En la sala 51A me entretengo buscando reminiscencia en un cuadro del Maestro de don Álvaro de Luna, una “Virgen de la leche”. Y en el primer vistazo encuentro dos muy evidentes, ambas de la escuela flamenca. Tampoco es una sorpresa.


54.- La propia cartela me confirma una de ellas: La Virgen parece claramente inspirada en el modelo consagrado por van der Weyden en su “Madonna Durán”. La misma Señora pero que en este caso se saca un pecho para amamantar a su hijo en vez de aproximarle a la lectura.


55.- En cuanto al diseño de producción, el atrezzo parece sacado del mismo almacén que abastecía a Robert Campin. La misma redoma sobre la repisa de una chimenea parecida que en su “Santa Bárbara”. Idéntico ventanal y perspectiva que en su “San Juan Bautista”.



56.- La explicación es casi prosaica y también está en la cartela: Se sabe que el pintor de identidad desconocida trabajó para la familia Mendoza, propietaria de una riquísima colección de primitivos flamencos, que incluía alguna de las obras mencionadas.

57.- Camino de la sala 61A, en la estancia donde están las estatuas de las nueve musas de la colección de Cristina de Suecia, me cruzo con una chica mulata que viste un top amarillo. Me recuerda lo que he dejado fuera de los muros del museo.

58.- Es una forma de hablar. En la calle la temperatura invita a no mostrar mayor superficie de piel que la mínima imprescindible. Pero ella también la tiene morena y le gusta lucir la mancha que orla su ombligo como un tattoo dibujado con tinta de melanina por la aguja genética.

59.- Me pregunto a qué musa se parece más. Tal vez a Urania, porque a veces dirías que está loca, porque se viste con el azul del cielo como si el firmamento fuese uno de sus atributos y cuando camina de su pelo se derraman estrellas cobrizas como esquirlas de fuego.


60.- “Una pintura para una nación” es el título de la exposición hacia la que me dirijo, organizada alrededor de uno de los iconos del Prado: “El fusilamiento de Torrijos en las playas de Málaga”, obra cumbre del género historicista decimonónico.


61.- Gisbert, su autor, fue director del Prado en un momento clave: la firma del decreto para la nacionalización de las colecciones reales. Inevitable acordarse de Príncipe Pío y el 2 de mayo, aunque aquí los verdugos no son protagonistas.

62.- La muestra incluye la obra más conocida del pintor: “Los comuneros en el patíbulo”, que habitualmente expone su propietario, el Congreso de los Diputados. Imagen de la primera guerra civil ocurrida en la que ya se podía considerar como España.


63.- Padilla desatiende lo que dicen. Un fraile señala el cielo, el premio si se arrepiente. El otro al infierno, su destino en caso contrario. Ni sobornos ni amenazas, el tipo era uno de esos castellanos que un siglo antes culminaron la Reconquista y uno después conquistaron el mundo

64.- El gesto del caudillo rebelde es como el de quien oye llover y no le presta oídos al goteo de caudal celestial por tener más sed de otras cosas. La falta de libertad deja la garganta reseca. Le falta saliva para hablar. Dentro de poco dejará también su sangre sobre su el tajo.

65.- Lo más conmovedor de la exposición es la carta original que el general redactara para su inminente viuda, escrita en la madrugada previa a la ejecución. Trato de leer la transcripción de la cartela correspondiente, pero una guía me lo impide.


66.- La está leyendo en voz alta, declamándola con fervor, pausas dramáticas incluidas, para un grupo de señoras bien de mediana edad, que se conoce que carecen de la autonomía y voluntad suficientes como para enfrentarse a un texto que no esté en las páginas del “Hola!”.

67.- El militar fecha la carta el 11 de diciembre de 1831, que advierte que es el “último de mi existencia”, y cita a su mujer en el más allá, en la mansión de los justos, donde se verán sin duda, y en mejores términos, porque esta vida es “mísera y pasajera”.


68.- El documento recuerda a la carta que el capitán Scott escribiese también a su viuda en plena tormenta antártica, al abrigo de su tienda, instalada sobre el suelo helado a tan solo un tiro de piedra del polo sur geográfico

69.- Escribía mientras sus tres compañeros agonizaban junto a él y un cuarto vagaba perdido fuera, entre la ventisca, por voluntad propia, por tratar de conceder una última oportunidad de supervivencia al grupo.


70.- “Amadísima Luisa mía: Voy a morir, pero voy a morir como mueren los valientes”. Así arranca la carta de Torrijos. ¡Vaya exceso! Hay que recordar que el suceso ocurre en pleno Romanticismo. Quizá Torrijos aspirase a ser el Lord Byron español.

71.- Málaga decididamente no es Grecia, pero tiene un aire. Convalidan cuant a exotismo. Son países ambos antiguos, cargados de literatura, donde la aridez de la tierra contrasta con la bondad del mar. Suelos regados con agua salada de mar y de lágrimas.

72.- En algunas de sus líneas la carta de Scott adquiere la gelidez de la prosa de un ingeniero, dando prioridad a datos y cifras sobre adjetivos y verbos: "Querida, no es fácil escribir por el frío, 70 grados bajo cero y nada más que nuestra tienda de campaña para cobijarnos".

73.- Pero toda ella rezuma la tensión que trata de reprimir su corazón para poder ofrecer al mundo una imagen de entereza. Las pocas líneas que le permiten escribir sus ateridos dedos se las dirige a su viuda, con ese macabro encabezado.

74.- Gestos grandilocuentes, si se quiere, pero sinceros. Tanto Torrijos como Scott estaban convencidos de que iban a morir pronto, y los hechos luego no los desmintieron. Quizá pensar que la propia muerte porta algún significado sea un consuelo cuando escuchas sus pasos al acercarse.

75.- Le conmina a que anime a su hijo Peter, que en ese momento cuanta con tres años, a que estudie historia natural. “Es más útil que los juegos infantiles”, le asevera. El chiquillo acabará siendo uno de los naturalistas británicos más importantes del siglo, cofundador de la WWF.

76.- ¿Se podría considerar la democracia española como un huérfano del general Torrijos? Su muerte en vez de ocurrir bajo una lona tuvo lugar a cielo abierto, en una playa con horizontes distantes, pero gozó de la misma intimidad con sus compañeros cuando llegó el desenlace.

77.- “La rendición de Breda” de Velázquez es al siglo XVII lo que “La montaña de Príncipe Pío el dos de mayo” de Goya es al XVIII y el “Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros” al XIX. Un rastro de sangre de reses sacrificadas que recorre la historia de España.

78.- Las intenciones no coinciden. Mientras Velázquez hace un sincero intento de encontrar un espacio de concordia en mitad de la batalla, en Goya solo hay denuncia de la barbarie que supone la guerra, sin protagonistas ni lecturas políticas. El pelotón de franceses es un ente anónimo

79.- Gisbert prefiere estilizar el momento dramático, hablar de conceptos abstractos: honor, sacrificio, lealtad. Los condenados se diría que posan ante un público que ha de juzgar su arte teatral, son la línea de actores que saludan en el escenario al final de la función.

80.- Tres siglos de lecciones que en todo caso caen en saco roto, como atestigua el “Gernika” de Picasso en el siglo siguiente. Obra que continuó esta particular galería de los horrores, en una secuencia que esperemos se interrumpa en el XXI. La ingenuidad al poder.

81.-En la sala 16A se exhibe una micro exposición, con una sola obra, un ejemplo de ese periodo artístico, casi clandestino en los museos, y que según John Elliot está por redescubrir y reivindicar: El arte colonial español. Y si nosotros no lo hacemos…


82.- Se trata de un anónimo cuzqueño, fechado en 1718, con un cierto toque naïf. Demuestra que la américa Española fue un mundo mestizo desde el minuto uno. Y por la vía de sacralizar la unión entre hombres y mujeres.

83.- Nada de importar féminas desde la metrópoli, o de violar indígenas si apretaban demasiado las ganas, como hacían otras civilizaciones que luego han dado larguísimos sermones de ética desde el púlpito de los libros de historia.

84.- En la obra hay tres bodas, y unos cuantos funerales en lontananza, puesto que, tal como explica el folleto divulgativo, algunos de los caciques representados se sublevarían contra el imperio tras apagarse los ecos de los esponsales.

85.- Desde España llegaron instrucciones al nuevo mundo de que a las indias ni se las tomaba a las bravas ni se las amancebaba. Para que hubiera coyunda había que hacer paso previo por la vicaría para que la santificase el cura.

86.- Igualico que ingleses, holandeses y franceses, que fueron incapaces de crear países mestizos. En el caso español, a la falta de rechazo hacia las mujeres de otras razas se sumó el genuino interés de la corona por respetar y proteger a sus nuevos súbditos.

87.- Tras leerme el quien es quien en el bodorrio, se me hace tarde para visitar el retrete de Fernando VII, que ciertamente estaba en el orden del día. Quizá otro día que no venga tan apretado de tiempo. Perdón por el juego de palabras de mal gusto.

88.- Al salir por la puerta alta de Goya me recibe un aire más templado del que vestía a primera hora la mañana, más propicio para ombligos intrépidos. Lo pienso tal cual y me entran enseguida ganas de hacer una llamada de teléfono o poner un WhatsApp.





No hay comentarios:

Publicar un comentario