Los besos que nunca nos dimos
1.- “¿A dónde van los besos que nunca nos dimos?". Leo a menudo este pensamiento en Twitter. Es una pregunta que casi siempre formulan mujeres. Los hombres rara vez hablamos de algo que no sea fútbol o política. Todo lo más de series de acción. Vade retro “Anatomía de Grey”.
2.- Ya sé que es una pregunta retórica, más formulación de un reproche que una auténtica duda. Una pregunta para que conteste él: ¿Para quién guardas el amor que tu rácano corazón no quiso darme? O para que la contesten todos: ¿Dónde y en qué forma continúa el amor interrumpido?
3.- Y, sin embargo, me parece una pregunta legítima en su literalidad. Incluso pertinente. De necesaria contestación para aprender a pasar página y poder construir sobre el pasado con cimientos firmes que no comprometan la estabilidad del edificio.
4.- Pero a mí más que los besos me interesa saber a dónde se van las palabras que no se dijeron. Hay palabras que saben a besos y besos que es imposible apresar con palabras, por más que uno tenga la habilidad versificadora de Bécquer. Son como gorriones que languidecen en la jaula.
5.- Supongo que este interés nace de que mi primer gran amor fue en esencia una pasión muda. Ella nunca sospechó nada a pesar de que yo era la persona que tenía más cerca la práctica totalidad de las horas del día. La noche era propiedad de otro.
6.- Después de aquello quise convertir todos mis amores en solemnes catedrales. Yo era poesía que ardía con lentitud premeditada, más humo que fuego, una llama apagada pero continua, un botafumeiro con el que poder aromatizar el espacio sagrado.
7.- Quería impregnarlo todo con sentimiento sonoro y legible y al mismo tiempo dejar acta formal del acuerdo suscrito. Verba volant, scripta manent. Solo en aquello que se promete en forma de escritura hay vocación de cumplimiento.
8.- Yo creo que los besos que nunca se dieron se reciclan en recelos, y resabios para amores venideros. Los besos que nunca se dan no se ahorran para inversiones futuras. Es capital que no circula y acaba por estrangular la economía de las emociones. Eso según la doctrina de Keynes.
9.- Porque Marx lo resolvería todo con la disputa entre amantes. El que ama más contra os que ama menos. El que enajena contra el enajenado. Si es que alguien es capaz de ponerle las etiquetas a dos gatos enfurruñados y que se ponen de uñas con el mundo.
10.- Yo añado una pregunta al cuestionario: ¿Son acaso los poemarios cementerios de sentimientos? A menudo he tenido esa sensación releyendo lo que escribí hace muchos años. No siempre saber a dónde van las cosas en el vuelo al final del verano es suficiente consuelo.
11.- A veces encuentro lápidas sin inscripciones y soy incapaz de recordar quién me inspiró esto o aquello. Otras es duro saber que soy la única persona que una vez veló a los muertos. La disparidad en las formas del duelo es una fuente inagotable de ofensas imaginarias.
12.- En mi caso los besos que no dí reposan en camposanto arriba de alguna colina. A veces al lado de una iglesia en la que ya no hay feligreses. Otras al pie de un tejo milenario cuyas raíces se alimentan de sus fértiles cenizas. Unas pocas en espera paciente del fin de los tiempos.
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