La gansa Martina
1.- Nunca he estado en Viena ni creo que vaya a estarlo, pero siento una enorme curiosidad por esta ciudad. Quizá porque allí está el Museo de Historia del Arte (Kunsthistorisches Museum), el que más se parece al Prado por temperamento.
2.- Quizá porque es una de las obsesiones de John Irving, uno de mis novelistas preferidos. En todas sus historias algún personaje practica la lucha libre, aparece un oso o alguien que se disfraza de tal y algún capítulo se desarrolla en Viena.
3.- Parece una apuesta con su editor, porque a menudo algunos de estos tres elementos, sino todos, han de ser introducidos en la trama con calzador. Rarezas que comporta la creatividad. Excrecencias de la imaginación.
4.- El caso es que todo lo que tiene que ver con Viena lo más seguro es que tarde o temprano me acabe gustando: La música de Mozart; el cine de Billy Wilder y Max Ophüls; la pintura de Klimt; la literatura de Stefan Zweig.
5.- “Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros”. Estaba claro que me iba a gustar el libro de Konrad Lorenz que me regaló mi padre para sobrellevar una larga convalecencia. ¿Fueron unas paperas? No recuerdo.
6.- ¿Qué le condujo a aquel cierto pleno? Él no sabía nada de biología, era abogado. Es uno de esos enigmas gozosos que jalonan la vida y que uno casi prefiere que no se develen por si la respuesta no está a la altura.
7.- ¿Se dejó aconsejar por la dependencia de la librería? (Si me la imagino mujer la riqueza del misterio de multiplica varias veces) ¿Dejó trabajar a su intuición? ¿Nada es bello sin el azar, como asegura Artur Ramón?
8.- Lo leí con fiebre, que es como mi alma entra en disposición de amar a las cosas y a las personas, en una de esas tardes largas en que la soledad y la ausencia de horizontes de un dormitorio de enfermo te abocan a la lectura.
9.- Por cierto que “El tercer hombre”, que se desarrolla en la Viena de la posguerra, fue durante mucho tiempo mi película preferida porque la vi por primera vez ardiendo por unas anginas y pude empatizar con el relato.
10.- La filosofía de Lorenz se advierte claramente ya en el primer epígrafe dl ensayo, el dedicado a los acuarios. Mejor llenarlos con agua extraída de una charca cercana y poblada con la fauna y vegetación que allí medre.
11.- Las larvas subacuáticas de los coleópteros del género Dysticus son más fascinantes, voraces y temibles que los tiburones. Se lo hubiese sabido Spielberg se podría haber ahorrado construir una maqueta tan grande.
12.- Si los imagos de los caballitos del diablo son expertos en el vuelo acrobático, sus larvas lo son en el buceo a lo Navy Seals. Ante una pecera naturalizada diversión y acción está asegurados sin necesidad de tener que comprar peces tropicales.
13.- Lorenz fue al ámbito de la zoología lo que Mancuso es hoy día al de la botánica. Si este último ha dado a conocer la neurobiología vegetal, aquel fue quien inventó la etología, la ciencia que estudia el comportamiento animal.
14.- Lo maravilloso de Lorenz, lo que hay de enseñanza en su actitud, es que supo buscar la maravilla en lo que tenía cerca. Sus estudios se refieren a animales de su entorno inmediato: su casa, los alrededores de su finca en Altenberg.
15.- Los animales pululaban libres por su casa para escarnio de su esposa. En su residencia nunca hubo jaulas. En todo caso las cunas de sus hijos hubieron de ser protegidas con alambradas de animales potencialmente peligrosos.
16.- El truco con el que padre de Indiana Jones (Sean Connery) provoca el vuelo de las gaviotas de una playa para lograr que un Stuka se estrelle, bien pudo aprenderlo de la mujer de Lorenz, que así apartaba los gansos de sus macizos de flores.
17.- Era la única forma que tenía la buena mujer para lograr mantener a raya a unos animales acostumbrados a la convivencia con personas, abrir y cerrar frenéticamente un paraguas con un atrevido estampado de colores.
18.- Una de estos gansos impertinentes, Martina, es la protagonista indiscutible del libro, la que me hizo adorarlo y propició posteriores relecturas, la que ha permitido que la memoria de aquella primera lectura perdurara hasta hoy día.
19.- Un buen día Lorenz decidió emprender un estudio del comportamiento grupal de los gansos grises. Cogió 10 huevos viables de la especie y se los confió a una oca oronda para que los incubara. Le pudo la impaciencia.
20.- Para quemar etapas más rápidamente, el mismo supervisó la incubación del huevo que parecía más próximo a eclosionar (ya se oía el tímido picoteo de la cría contra la cáscara interior) con una incubadora artificial.
21.- Del huevo emergió Martina (aclarar que sobre sexación de pollos no aporta dato alguno). Al principio distraída, absorta en lo que la rodeaba, no fue hasta que él dijo algo para sí mismo, que la minúscula gansa le miró y supo que era su madre.
22.- El primer truco, de los varios que describe con Martina como ayudante del mago, está el convertir la feísima pero entrañable criatura en un adorable peluche mientras la sostiene en la palma de su mano con solo frotarla con un poco de algodón.
23.- Los pollos de ganso, imagino que los de las anátidas en general, presentan mientras están dentro del huevo una tenue vaina protectora que recubre las plumas y las preserva de la humedad. Esta se deshace sola cuando emergen.
24.- La primera noche de Martina fue ardua. Cada poco rato la criatura graznaba desconsolada “¿Vivivivivi?”. “Yo estoy aquí, ¿dónde estás tú?” en la traducción de la Nóbel Selma Lagerlöf, que Lorenz acepta como buena.
25.- Fueron unos días de dormir poco hasta que Lorenz se resignó a compartir cama y aprendió a pronunciar “Gan-gan-gang” (“Aquí mismo”) hasta en sueños. “Vir”, remataba aliviada ella. “Ahora mismito me duermo”.
26.- Los 9 hermanos no dependían tanto de Lorenz, pero necesitaban sentir el barullo del grupo a su alrededor, sino gemían apesadumbrados. Martina era la única capaz de una vida independiente. Salvo de su madre.
27.- Cuando fue posible iniciar la investigación en el entorno de Altenberg, en especial en las proximidades del Danubio, hubo de llevarse a los 10. Si uno o dos, incluso la mitad, se quedaba en casa, el día se convertía en un drama.
28.- Dice Lorenz que le ayudó mucho en el experimento su paciencia y su temperamento holgazán. Los gansos usan la mitad del tiempo en comer y tres cuartas partes del restante en digerir. Solo durante un octavo del día hacen cosas reseñables.
29.- En el lenguaje de los gansos es de vital importancia la palabra “Gang-guín-gang”, el toque de corneta a reunión cuando la madre advierte un peligro y todos los polluelos se arremolinan alrededor de sus patas en un santiamén.
30.- Lorenz aprendió a pronunciar “Mar-ti-na” con la misma cadencia y acentuando también la “i”. Al oírle acudía rauda. Las visitas se quedaban extasiadas. Sobre todo los cazadores. Sus lebreles no estaban tan bien enseñados.
31.- Ya adolescente, una mañana Martina apareció en la ventana del dormitorio de Lorenz, que estaba aún en la cama. Traía como compañía un congénere macho. El buen doctor tardó un rato en caer en la cuenta de que le estaban presentando a su yerno.
32.- Al hijo político lo llamó Martín, haciendo gala de la típica falta de imaginación teutona. Todo un héroe el chaval, capaz de adentrarse en territorio para el hostil y aterrador, una casa humana, con tal de seguir a su compañera.
33.- Una puerta que se cerró dando un portazo a sus espaldas por una corriente de aire, y que seguramente hizo reír a sus nueve cuñados, le provocó un susto morrocotudo. Echó a volar, se chocó con una lámpara y se dañó un ala.
34.- A partir de entonces Lorenz advertía sin problemas si en una bandada que volaba lejana en el cielo estaba integrada Martina cuando divisaba en la formación un ganso sin una pluma remera principal en una de su ala izquierda.
35.- Tras toda una vida de retozar, a menudo sin salir de casa, con toda clase de primates, aves, canes, roedores y demás bestias, Konrad Lorenz acabó obteniendo el Premio Nóbel de medicina en 1973.
36.- Compartió el galardón con el danés Nilo Timbergen, un observador de las avispas y las gaviotas de acantilado, y con el alemán Karl von Frisch, experto en abejas. Son los tres padres fundadores de la etología.
37.- Dos enseñanzas importantes, al menos, dejan estos señores: 1) Que no es preciso viajar a las sabanas africanas o al alto Amazonas para conocer la maravilla de los animales, que está en todas partes.
38.- ¿Por qué será que los urbanitas nos llevamos tan mal con la fauna con al que convivimos y queremos exterminarla? ¿Por qué en realidad no nos gusta compartir? ¿Por qué nos hemos vuelto ciegos a esa maravilla?
39.- 2) Para hacer ciencia no es preciso realizar siempre grandes inversiones. Tampoco sabemos que Leonardo da Vinci tuviera laboratorio. El de Lorenz solía ser cualquier habitación de su casa, cuando no un pardo cercano.
40.- Acaba aquí el segundo hilo, de la serie que pretende ser de cinco en un futuro impreciso, dedicado al amor por los animales, siguiendo la petición formulada por @EmmaFogg7. Ahora quedo a la espera de su visto bueno.
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