Matemática del amor
La amistad se demuestra de forma iterativa, mediante un proceso repetitivo de tanteo, de pueba y error, que nos va acercando a la solución óptima, que suele tener a menudo la forma de abrazo. El amor en cambio se demuestra por reducción al absurdo. Si tratamos de suprimir a la persona amada de nuestro pensamiento, de nuestra realidad cotidiana, como en un ejercicio de esfuerzos virtuales, sobreviene el pánico y el caos, un delirio, un mal del alma que solo es capaz de conjurarse con un beso. El amor tiene también formulación matemática, pero una en la que se precisa del uso de los números imaginarios, cuando no de los irracionales, imposibles de ser expresados como quedrados de números enteros. Yo sín tí, tú sin mí, es como dividir entre cero, como trazar un arco como epresar la esperanza de vida cuya asíntota es tu presencia, y que solo se materializa en el infinito. El mínimo común múltiplo de todas las cifras que cuantifican el amor es la raíz cuadrada de menos uno. Basta la ausencia de tan solo ese alguien para arrancar la felicidad de cuajo desde su raíz. Sin tí soy menos, menos que nada, una cifra imaginaria sin eje de ordenadas, un pulcro desorden sin asidero entre los vivo, solo con eje se abcisas. El amor es al integral de todos esos instantes diferenciales en que hiciste que la vida tuviera sentido
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