El Real Madrid sigue sin licencia para techar el Santiago Bernabéu
J. L. Guerrero
Diario AS - 13/11/2013
Las obras del estadio del Real Madrid deberían haber comenzado ya el pasado verano. El gasto previsto del proyecto es de 400 millones de euros y la deuda del club, de 541.
La maraña de la reforma del Santiago Bernabéu a día de hoy sólo tiene una lectura comprensible: el Madrid sigue sin licencia para techar el Bernabéu. La Agencia de Gestión de Licencia de Actividades (AGLA), la autoridad responsable de otorgar la concesión tanto de la Licencia de Construcción como la de Actividades al Real Madrid para llevar a cabo las obras en el estadio, no ha recibido ningún proyecto del club blanco. Así se lo ha hecho saber a este periódico la Plataforma Cívica Vecinos del Bernabéu, compuesta por 814 vecinos de la zona y creada en noviembre de 2011. Esta Asociación cuenta con el respaldo de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella. "La modificación del Plan General llevada a cabo no permite ni el incremento del aforo del estadio ni su ampliación", prometió la regidora a los vecinos.
Esta promesa choca frontalmente con los intereses de Florentino Pérez, que estima el coste de la remodelación en unos 400 millones de euros (con 541 millones de euros de deuda en el club) sin que exista posibilidad legal de que el aforo aumente una localidad más de las que existen en la actualidad. Descartados mayores ingresos en taquilla, el presidente dejó caer que "a lo mejor el Santiago Bernabéu tiene algún apellido" para costear la "piel envolvente" del Bernabéu. "Es incierto lo que ha publicado algún medio de comunicación de que ya se cuenta con el permiso para el inicio de las obras", subrayan desde la Plataforma.
Las protestas de los vecinos han puesto en jaque este proyecto faraónico. El problema fundamental consiste en que el ganador del concurso internacional de arquitectura (que debería haberse dirimido antes del año 2012 para haber comenzado el pasado verano) debe cumplir una estricta normativa de Movilidad y Transporte, Incidencia Medioambiental y Medidas de Movilidad Sostenible. Florentino dijo el pasado 22 de septiembre: "Esperamos que en las próximas semanas podamos anunciar el proyecto seleccionado". Han pasado casi dos meses y todavía no hay ganador. Existen demasiados ojos pendientes de una modificación puntual del Plan General de Urbanismo que permite al Madrid construir un hotel de lujo y un centro comercial en La Castellana a cambio de cuatro terrenos en Carabanchel, convertir La Esquina del Bernabéu en una zona verde y 6,6 millones de euros. Un acuerdo recurrido en los juzgados por Ecologistas en Acción y por los herederos del Conde Maudes, en contra de lo que Florentino dijo a sus compromisarios.
El escudo de Arverno
Los habitantes del pueblo de Astérix, gente aguerrida y corajuda, solo le tenían miedo a una cosa, a que el cielo se les desplomase sobre sus cabezas. En el album "El escudo de Arverno", Goscinny nos relata la génesis del escudo del jefe Abraracoúrcix, ese sobre el que es portado de pie en todo momento, como corresponde a su dignidad de cabecilla supremo, por dos de sus guerreros más bravos, siempre uno mucho más bajo que el otro, en un gag visual del genial guionista francés, para provocarnos una sensación de inestabilidad que promueva nuestra risa. La risa es solo una sensación de desasosiego en el plexo solar que se contagia y se extiende a todo el cuerpo, en especial a la cara -o sé donde lo oí o leí tal explicación, o tal vez me lo acabe de inventar sin darme cuenta. Mi memoria está tan dotada para la fábula como la de Diego Torres-. Abraracoúrcix solo se siente seguro a resguardo de su escudo. Escudo que le afanó a Vercingetórix tras su derrota en Alesia. Seamos precisos con el dato, en realidad se lo robó a César, ya que para entonces, cuando cogió el souvenir histórico, el líder de los galos sublevados le había entregado sus armas al romano arrojándolas a sus pies. Quizá de una forma demasiado enérgica, para disgusto de los pinreles del tirano. Con aquel escudo tan poderoso, capaz de haber procurado un daño terriblemente humillante al dueño del mundo, que sufría la plaga de los juanetes, Abraracoúrcix logró ponerle una techumbre a sus supersticiones con la que poder protegerse de sus miedos, aunque se le suela ver en las viñetas de Uderzo siempre sobre él en vez de bajo él. Como dice la propaganda de Aquarius, el ser humano es extraordinario, genial en sus contradicciones. Aunque no deja de ser lógica su postura. La posición supra en vez de sub es la que le corresponde a su dignidad de cabecilla. Trata de imponerse a los suyos por la vía de los gestos, con una puesta en escena que promueva el asombro, como los señores cuasifeudales de la Italia del Renacimiento, que s hacían pintar con un boato y una magnificencia que en realidad se correspondía ni son lo repleta que estuviera su bolsa o la fuerza de sus ejércitos. Sus subordinados, a excepción de Astérix, son demasiado tarugos para entender lenguajes más sutiles, y tener los pies siempre a mayor altura que las cabezas de ellos ellos le hace sentirse más importante, preeminente, aparte de que mantiene protegidos sus juanetes.
A saber donde se procuró el Grupo PRISA el escudo que le protege de que el firmamento bancario se desplome sobre su pobre cabeza, sobre su paupérrima situación económica. Los números rojos le crecen en su cielo que amenaza continuamente tormenta, como un atardecer de verano con demasiadas nubes henchidas de lluvia. Una tormenta que nunca acaba de descargar, para frustración del madridismo tuitero. Aun con ello, o precisamente por eso mismo, hay algo en la atmósfera de sus cuarteles militares, en las redacciones de los medios que al componen, que les hace ser insolentes ante las adversidades. Una poción mágica tal vez que les hace invulnerables a los golpes económicos, al tiempo que les procura una fuerza extraordinaria para propinarlos en lo periodístico, que es lo suyo. Un decir. Una poción mágica que les prepara acaso el druida de turno que habita esa choza de La Castellana que es el Ministerio de Economía. Y da igual que la choza la habite en un momento dado el enemigo, por ejemplo Rodrigo Rato, siempre hay poción mágica financiera recién hecha en la marmita. De hecho, dicen las malas lenguas que Montoro ha aprovechado su tour homorístico por Cataluña para recoger muérdago en los robledales de la selva gerundense, ingrediente que quizá no sea el secreto de la mezcla, pero que desde luego le da buen sabor al brebaje.
Relaño, repartidor de menhires a domicilio -sus rocosos editoriales que desde la prehistoria viene escribiendo-, se cayó de pequeño en la marmita del druida y no necesita poción mágica para repartir cera a diestro y siniestro. No conviene dársela a beber porque sino acapara los romanos en las trifulcas y deja al resto de la gente de la plantilla del diario sin caras a las que propinar guantazos. Están locos estos madridistas, nos dice a diario Relaño, al gastarse el dinero a espuertas en fichar jugadores lisiados y en ponerle puertas y techo al campo. Con la deuda que tienen. Y es curioso que a él le preocupen tanto las deudas de los demás y tan poco las propias. Mentalidad aldeana, sin duda, de quien ve alivio del mal propio en el mal ajeno. En sus correrías literarias, Relaño se hace escoltar siempre por dos de sus bravos, Forjanes y Castaño, de dispar estatura periodística. Se supone que el segundo es el espigado y el primero el meritorio que ha de estirar los brazos para mantener las manos con las que escribe al mismo nivel que las de su colega, y para que así el escudo sobre el que se yergue su jefe se mantenga horizontal y estable. Aunque no son pocas las veces que la cosa ha escorado y el escudo de Arverno haya terminado descabalgando al Abraracoúrcix de la redacción de AS. Como cuando lo del asunto del esparadrapo en la equipación de Ronaldo o en el acoso al hijo de Mourinho en su colegio. Sí, lo sé, estoy identificando a Relaño con más de un protagonista de la serie Ásterix, pero es que le sientan bien todas las caricaturas. Es un tipo agradecido como personaje, sobre todo cuando te dedicas sobre todo a escribir tontunas, como me pasa a mí. Algunos le verán más en el personaje de Ordenalfabétix, el pescadero -¿véis lo que os digo?, el ropaje de cualquier personaje de cómix se le ajusta como un guante-, por aquello de que solo vende mercancía maloliente o porque el diario que dirige no sirve ni para envolver besugos con argumentos de papel estraza. O en el bardo Asurantetúrix, siempre dispuesto a aguar el clima de fiesta en las celebraciones, con su perorata interminable, tristona y disonante. O, incluso, en el de Edaddepiedrix, el viejete que anda siempre persiguiendo a las mozas de buen ver de la aldea, y que salta para toconear en el aire, usando su bastón como palanca, cuando alcanza a alguna... Ah, no, perdón, que ese es Pedro Jota.
Pero no han sido los tebeos de Astérix los que me han venido a la cabeza, he de ser sincero, cuando he leído el escrito de J. L. Guerrero sobre la techumbre del Bernabéu, sino aquellos chistes de Mingote con pobres viviendo debajo de un puente, uno de sus clásicos más celebrados. El editorialista gráfico durante tantas décadas del ABC, tenía una enorme facilidad para crear arquetipos desde el humor que calaban rápido en sus lectores: los hombres de piedra, que parecían surgir de esos muros de granito tan habituales en los campos de Castilla del Norte, crecer a partir de ellos y nutruirse con la roca que no se conmueve con los tiempos que le toca vivir,. es decir, que permanece inmóvil en su postura preconcebida; el político Gundisalvo, una especie de ilustración de aquella famosa frase de Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros"; Los matrimonios formados por cónyuges de tamaños muy dispares, con el varón totalmente sojuzgado por su ciclópea esposa; el náufrago tratando de lidiar con su soledad absoluta en una diminuta isla en la que apenas hay espacio para él y una palmera que ni siquiera da cocos; y los vagabundos, como los de las ilustración que inicia este artículo, que bien podrían estar asando una suela de zapato, al modo de Charlot, para espantar el hambre de Carpantas que los acucia, pero que pueden celebrar el tener un pez que comerse, que quizá encontraron envuelto en la sabana de un periódico deportivo.
Al paso que vamos, pensarán muchos lectores madridistas de AS, con las noticias del diario estos últimos meses, nos acabarán deshauciando de nuestra casa, subastando nuestros acreedores el pisazo de La Castellana que viene a ser el Bernie y el chalet con parcela en las afueras al que más o menos equivalen las instalaciones de Valdebebas, y nos tendremos que mudar debajo de un puente. Si eso ocurriera, y va pareciendo inevitable al decir del señor Relaño, tendremos que vengarnos haciéndole escrache al tío Patinhas, a Floper, a don Florentino Pérez, el potentado que no se apiada de los pobres, que no rebaja el precio de las entradas y que se gasta los pocos dineros del depauperado tesoro madridista en cosas superfluas o contraproducentes, en sus caprichos o sus obsesiones, en jugadores que si corren que se las pelan por la banda es por el esfuerzo de los camilleros que le arrastran con celeridad hacia el quirófano, donde va a ser operado de forma inminente de la columna para evitar una grave invalidez permanente. Los dos pobres de la viñeta de Mongote hablan de altas finanzas como si no se dieran cuenta de la cantidad de remiendos que tienen sus ropas, de lo exiguo de su comida, de lo angosto de su vivienda. Eso mismo hace Floper, usar en las asambleas y en sus tournes por las teles un lenguaje florido que no es capaz de ocultar la pobreza extrema en la que nos movemos. Ríete tú de lo que diga la revista Forbes, que sabrán ellos de dineros y de pesetas. A día de hoy, nos dice J. L. Guerrero, en su artículo de AS, "el Madrid sigue sin licencia para techar el Bernabéu". Y uno en lo que primero piensa enseguida es que ya no hay posibles para poder sobornar a los munícipes, o que los canapés que se sirven en el antepalco de honor del estadio, donde se cuecen todos los negocios, dicen las malas lenguas, ya no son de Mallorca porque ha habido que recortar gastos en catering, y los estómagos de los invitados ya no están tan agradecidos, o que las azafatas ya no son tan del gusto de Pedro Jota y hay menos predisposición a la jarana y el contubernio. Pero no, solo se trata de que los responsables del Real Madrid aun no han presentado un proyecto definitivo a las instancias correspondientes, a la ventanilla encargada de decidir el asunto. Y el estadio sigue sin techumbre, lo que es pavoroso, porque cualquier día el cielo se desplomará sobre nuestras cabezas mientras estemos viendo un partido.
Y mientras la deuda es la que es, y ya es milagro que no haya aumentado más desde que nos la revelara As a toda portada. 541 millones y sumando, que nos vayan haciendo hueco debajo del puente. Porque el aforo no va a poder aumentarse en la remodelación, según promesa hecha por la alcaldesa, y los dineros prometidos por Florentino solo podrán procurarse vendiendo nuestro buen nombre. Somos pobres pero honrados y si hay que mudarse debajo del puente se hace el petate, pero la honra ha de quedar intacta. esto merece ya mismo un escrache contra el palco. El proyecto es faraónico, al decir del señor guerrero, y choca frontalmente contra las ordenanzas, el medio ambiente y no sé que movilidad ciudadana. Además, con Ecologistas en Acción hemos topado. Si aun fuera la Iglesia con una pedorreta bastaría para conjurar el peligro, o con fusilar el Sagrado Corazón con un pelotón de ultrasures. "No pierdas de vista el vencimiento de la deuda" dice el del sombrero gris al de la visera roja en la viñeta de Mingote, y al menos ellos están a resguardo, sin paredes que paren el frío viento de noviembre, pero con techumbre, la del arco del puente que los cobija, pero nosotros andamos sin techo en el estadio, porque aun no se ha presentado proyecto a la La Agencia de Gestión de Licencia de Actividades, que debe ser el organismo es la que se encarga de dar realojo a los pobres d los poblados de chabolas y esas cosas.
Me decía una amiga morinhista de Twitter -no crean, aun me quedan algunas, aunque no tantas como a Pedro Jota-, una de las muchas Marías que pueblan mi TL que una de las causas del mal del público del Bernabéu, que por lo visto anda enfermo y abúlico y no anima ni se anima, es la calefacción de la que está provistas todas las gradas. Esos radiadores tan potentes, que te calientan las mejillas a pesar de estar a varios metros de distancia, tienen a la gente tan a gusto en sus asientos que a nadie le apetece levantarse a dar voces. ya no es necesario calentarse dando palmas y armando barullo. El confort ha sumido en una agradable siesta al madridismo del estadio. Y tal vez no sea mal argumento. En vez de una grada joven puede que urja más una grada de indigentes plagada de tipos con coderas en los abrigos. El despertar del espíritu de Juanito que duerme el sueño de los justos en el Bernie tal vez pase por reclutar tropa debajo de los puentes. Donde dentro de poco es posible que demos con nuestros huesos si las finanzas siguen empeorando. Otra cosa es que en vez d animar a los de blanco o increpar al árbitro, la grada pobre se dedique a hacerle escrache a Florentino. Tampoco creo que a Relaño le importase mucho.
Estoy pensando que en este tebeo de humor que nos relata el director de ABC, aunque con textos muy técnicos y de corte muy económico en los bocadillos de los personajes, como en el chiste de Mingote, los madridistas somos en realidad los galos de la aldea de Astérix, rodeados por todas partes de campamentos militares romanos, por los medios de comunicación que nos son hostiles. Con un único temor, que la deuda se desplome sobre nuestras cabezas y el cinco, el cuatro o el uno nos descalabren -las cifras se veían muy grandotas y macizos en aquella portada de AS-. Entonces Relaño ha de ser necesariamente el César, aunque su corpachón apenas quepa en las enjutas carnes que Uderzo le dibuja al divino calvo. Son demasiados chuletones en su curriculum de periodista. Y si es es el caso, si llega la Décima, que él interpretará como una nueva derrota nuestra o, como mucho, como una victoria vergonzante del madridismo, como le pareció la consecución de la Octava, cuando Florentino deponga las armas a sus pies tras aceptar la derrota, que le arroje la techumbre del estadio a sus pies. No creo que haya juanetes, por muy vencedor que se sea, que sobrevivan a ese gesto. Que se ande el césar Alfredo con pies de plomo en lo sucesivo. Pienso hacerme un escudo con el techo del Bernie sobre el que organizarme una vida por encima de todos. Porque hollar el techo del Bernabéu debe ser lo más parecido a caminar sobre el cielo, a estar por encima de él, sin miedo por tanto a que se desplome sobre tu cabeza.
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