Viva Zapata!
Al líder revolucionario lo encarna en la película de Elia Kazan, "Viva, Zapata!" -en español en el original, aquí no me puedo tirar el pisto, como en el anterior escrito. Bueno, un poco sólo, quitándole a la exclamación el signo de admiración inicial, pero apenas se va a notar y voy a necesitar un paréntesis bien largo para advertir a los lectores poco atentos a los detalles- un Marlon Brando de rasgos tirando a asiáticos, con los ojillos algo achinados, quizá por ese truco de maquillaje que consistía en estirar la piel de las sienes con esparadrapo para arrastrar en el empuje de tracción la comisura de los ojos. La revolución de Zapata, ese tirarse al monte en desorden y desbandada para poder disparar desde arriba a los caciques y los poderosos, un arriba que se quiere ver también en clave moral, no solo desde lo orográfico, tiene un cierto parentesco con la revolución yihadista en Twitter. Con lo que ahora se quiere denominar Madridismo Underground. Para mi gusto con cierta mojigatería y cometiendo una sucesión de errores en tropel. Por lo pronto con este nombre perdemos la posición elevada, salvo que en vez de pensar en el suburbano de Madrid o el de Londres, el otro alma mater ahora mismo del Mourinhismo, lo estemos haciendo en el de Chicago, por ejemplo, pero los USA no es territorio futbolístico, ni siquiera sus aledaños, y lo veo un poco rebuscado, como este inicio de mi articulillo.
La película de Kazan tiene pedigree en lo que al relato se refiere: guión de John Steinbeck, que reescribe la novela de otro, y a la que el director sabe darle pulso narrativo en imágenes, a veces demasiado pausado, pero siempre cargado de tensión y simbolismo. los silencios pesan en la película de Kazan. Director que habría hecho las delicias del Tardo-Mourinhismo si se dedicasen también a la debate cinéfilo. Doblemente leyenda del cine, a su extraordinario curriculum, que también avergonzaría a Adán, se suma su vinculación a la comisión del senador McCarthy. Traidor de compañeros, topo del vestuario hollywoodiense, a la polémica que generan por sí mismas sus películas se suma la de su pasado como delator. Es una figura que incomoda, ante la que los analistas cinematográficos tratan de poner distancia, como si manchase, como le ocurre ahora a los que opinamos de fútbol cuando hablamos casi de cualquiera de la plantilla madridista: que si este es un indolente, que si aquel otro es un traidor a la jefatura del clan, que si el de más allá esta gordo y le tiemblan los "michelines" cuando corre, que si este primero es canterano y debería estar picando piedra no jugando de titular. Así ad infinitum -se dice así, ¿no?- y hasta llegar a la náusea por ser merengue.
Zapata antes de huir de su casa pide audiencia al poder. Y mira por donde, se lo conceden. En el palacio presidencial hace oír sus quejas, y quien manda al escucharle, no oye sus palabras, sólo se interesa por su tono, insolente por la indignación que lo consume y por saberse de parte d la razón. Así hemos sido todos los tuiteros yihadistas, un poquito insolentes, a veces directamente maleducados, cuando hemos expuesto nuestras cuitas al poder periodístico. Tenía su gracia eso de poder hablar con el director del periódico cuya lectura nos había provocado un "rebote" de mil pares de... mondongos, por la intención insidiosa de alguna noticia. El resultado era el lógico: bloqueo y a otra cosa. Empezamos a coleccionar bloqueos de periodistas como si fueran medallas que poder lucir en el pecho. Algo parecido le pasa a Zapata en su audiencia. Quien le escucha le pregunta su nombre y cuando se lo dice echa mano de un papel donde están referidos todos los presentes y traza una marca con su pluma junto a Emiliano Zapata. El revolucionario será sentenciado a muerte en lo que tarda en secarse la tinta. Al poder no le interesa impartir justicia si no que no se subvierta el orden, aquel que se tenga y le permita perpetuarse en su posición de privilegio, aunque produzca frutos amargos, abusos y atrocidades morales. Al final, Brando, Zapata, ha de echarse al monte fusil en mano, se le ha antojado la mujer que ha de ser para otro, el cacique de su pueblo. Ya sea la justicia social o la lujuria la que la promueva, la llamada de la conciencia o de la carne, es igual, el caso es que su revolución logra sobrevivir de forma precaria, primero, y luego imponerse a quienes se le oponen. En otro momento de la película es a Zapata a quien le toca, ya instalado en la cima del poder, recibir en audiencia a los campesinos con cuitas que expresar y, como en un juego de imágenes que devuelven espejos enfrentados, como los de las barberías, se ve en una situación que ya ha vivido, como en un retorcido deja vú, aunque ahora en el otro lado, de espaldas a la razón, y todo pierde sentido, su lucha sobre todo, cuando se escucha a sí mismo preguntarle a quien se le insolenta cual es su nombre y luego le coloca un aspa en el papel con la relación de los presentes que un ujier le ha pasado. Es en ese momento cuando decide abandonar lo que tanto le ha costado conseguir -en tiempo y energías, y hasta en sangre-: el poder.
Su primera parada tras renunciar al liderazgo es ir a ver a su propio hermano, la persona a quien denunciaba el insolente. Tras la revolución, tras tantos años de privaciones, a Eufemio Zapata se le han antojado cosas: el dinero de otro, la hacienda de otro, la mujer de otro. Y, con baals en la recámara del fusil y en la canana, ha visto la forma de apropiárselo de todo eso, hacer un trueque por los servicios prestados. Emiliano trata de razonar con él, pero es en balde. Trata de explicarle que si han sacrificado tanto durante tanto tiempo es para que cesen precisamente esas injusticias, la ley del más fuerte. Pero Eufemio exige su paga, cree que la merece, y Emiliano ha de enfrentarse al reverso de sus propias ideas, ha de aplicarlas en su propia sangre, y será con sangre casi propia como habrá de pagar el dislate de su hermano. Si antes no lo tenía claro, tras la trágica disputa Zapata decidirá abandonar el poder. Se siente más cómodo subvirtiendo el orden que acomodándolo a sus ideales. Zapata sabe oponerse a quien manda, pero no ejercer el poder. Sabe buscar un rumbo desde el caos que le imponen los demás, no desde el orden que el mismo puede procurar. Desde entonces será enemigo de todos los que ocupen o frecuenten los palacios presidenciales y los centros de poder, volviéndose al final incómodo para todos, sobre todo para aquellos que si tuvieron arrestos para conservar lo que él tuvo en su mano y a lo acabó renunciando.
Organizar un ejército es complicado, aunque este a veces surge de manera espontánea cuando hay un enemigo común bien significado, por ejemplo, la prensa. Armarlo con consignas es tarea de ideólogos más que de estrategas. En la pelea ideológica el fin debería ser tener razón, todo lo más convencer a quien discrepa, aunque cuando la discrepancia obedece a cuestiones sentimentales la concordancia es casi artesanía, una de las bellas artes: la buena voluntad, o una tarea de alta precisión si se carece de ella. Tratar de exterminar a la oposición debería estar fuera de lugar, aunque la tentación se entiende que sea grande. Cuando no solo no se desdeña la obtención del poder, su conquista, si no que se convierte en la razón de la lucha, eliminar al enemigo es casi una consecuencia lógica en la dinámica de nuestros actos. A Cincinato, cuentan, le interrumpieron cuando se dedicaba a arar los campos de su villa para que salvara Roma, y tras hacerse de rogar ,y después conceder en la petición y salvar la república, volvió a lo que estaba, que las estaciones avanzan y se ha de sembrar antes de que lleguen las lluvias. Pudo Cincinato aprovechar la ola creada por su propio triunfo para medrar en el poder, pero le pudieron los mismos escrúpulos que al Zapata de Steinbeck y Kazan, u otros parecidos.
Renunciar al poder es complicado. También desactivar un ejército una vez puesto en marcha. Es juguete tan distraído ese de tener tropa propia, que te escolte permanentemente, que fije tus objetivos como propios y te los proporcione, que se entiende que quien lo tenga no quiera dar por finalizada la hora del recreo, que se resista a acabar los juegos bélicos. Cautivo y desarmado de argumentos el ejército periodístico - Iba a decir el Ejército Rojo, por escribirse con caracteres de este color en portada los nombres de ambos periódicos deportivos madrileños-, apetecen encontrar nuevas metas, que quizás al Barça es demasiado fácil atizarle, fura del terreno de juego, se entiende. Y aquí vine el problema: Que no encontrando nuevos enemigos fuera se tengan que buscar en casa, en la propia afición y hasta en el vestuario. En otras cosas no pareceremos una Yihad, que ya sabemos que el término pude ser motivo de excomunión y convine no abusar de él, pero en lo que a elegir contrincantes para hacerlos víctimas de nuestros ataques, en eso funcionamos igual que la islámica: un doctor experto en la doctrina emite una fatua y todos a una vamos contra el señalado. Ayer, por ejemplo, el enemigo de la fé era la hermana de Antón Meana, pero no nos faltaran otros enemigos más significados y menos rebuscados. Víctimas de fatuas lo han sido Pepe, Ramos, Carvajal, Marcelo y, por supuesto, Casillas, al margen de los principales personajes y personajillos de la prensa. Cualquier día convendrá que lo sea Florentino Pérez o Cristiano Ronaldo y la tropa estará tan bien aleccionada y disciplinada que no habrá titubeos, el señalado será abatido con un tuit haya donde se encuentre y por quien más próximo esté al argumento o sepa desgranarlo más rápido en 140 caracteres. O desarrollarlo en un post de algún blog de la causa.
Me causa extrañeza en que anden por ahí disputándose la autoría del término "Pipero". No recuerdo quien, otro articulista de periódico, creo, se la atribuía al colaborador de ABC Hugues. Y me resulta curioso porque, al margen de la mayor o menor gracia del hallazgo -en manos de mi admirado Ruiz Quintano el manejo del término se convierte en virtuosismo-, es el invento más siniestro del debate futbolístico, al menos en la comarca madridista -en otros lares sus propios problemas y sus soluciones, si las encuentran-. Y lo es porque es arma arrojadiza que se utiliza contra los propios compañeros de trinchera, los que defienden nuestro flanco, contra los que discrepan con el dogma, sea el que sea en un día determinado, porque este cambia, tiene la capacidad de mutar a conveniencia, aunque a quienes se acuse de incoherencia, y hasta de traición, sea a los demás. Los dogmas son incuestionables e incontrovertibles, por eso la discrepancia ofende. También deberían ser inmutables, pero hacemos la vista gorda sin problema. Como decía, yo no quisiera tener tanto ingenio para idear un dardo tan efectivo, que ha tenido además tanto éxito que la gente lo usa sin siquiera entenderlo ni contra quien procede usarlo o es efectivo. Si pipero es el que no anima por estar feliz en su mutismo -la boca llena obliga al silencio por mera urbanidad- y no aplaude por tener las manos ocupadas quitándole la cáscara a las pipas, he de decir que el madridismo tuitero tampoco es que anime mucho. Tiene los dedos muy ocupados también, en su caso haciéndose eco de la maldicencia del día, ayudando a propagar la fatua o a ejecutarla. Si pipero es el que protesta constantemente de los suyos desde la grada y les pita, no sé que otra cosa hace el madridismo tuitero que no ha dejado títere con cabeza en el Real Madrid, salvo al luso Karanka. Pipero creo más bien que significa para quienes gustan de la palabra, todo aquel que habla sin saber, que vienen a ser todos los que no somos nosotros, que sabemos más que nadie. El caso es que hemos sustituido como enemigos del Real Madrid a los periodistas por todos aquellos que viven el madridismo con una sensibilidad distinta a la nuestra. El éxito en la lucha contra Casillas, de la que se intuye que se obtendrá con Pepe y/o Ramos, con Varane en ciernes, a punto de hacer crack -jugador crocanti que aun no tiene enemigos, y unos alaban por su valía y otros por pensar que está en la doctrina mourinhista-, ha despertado el hambre por descubrir y combatir traidores. O la grada, la del estadio y la de Twitter, ya se visualiza como un semillero.
A Zapata lo matan a tiros en una celada en la escena culminante de la película de Kazan, en una embocada muy parecida a la que organiza La Yihad contra los los que identifica como piperos. Se había vuelto molesto para todos. Traidor a todas las causas, se había vuelto necesario silenciarlo. Pero su caballo escapa, no puede ser abatido en la huida a pesar de ser muchas las armas de fuego, y da paso a la leyenda, una que habla de que se le ve cabalgar al animal algunos atardeceres recortándose su silueta sobre el mismo perfil de la sierra donde se refugiaran Emiliano y Eufeminio, no se sabe si el animal solo o montado por el propio Zapata. ¡Zapata vive!, dicen sus adeptos que crecen ante la desesperación de lps poderosos, porque puede silnciarse al hombre pero no la leyenda que los suple. Y ya sólo nos queda desear, como en el chiste, que viva, pero no tan lejos, que nos gusta su modo de procurar la justicia. Ah, no, espera, que el del chascarrillo es en realidad Pancho Villa, y a ese lo tenemos bien cerca, a todas horas y en todas partes. Y si no es él, algún pariente, que el tenerlos solo es pecado en el caso de los periodistas.
Magnífica y acertada entrada. Sólo un pero, deberías programar estas entradas tan largas para el fin de semana, en el que se supone que disfrutamos de más tiempo para deleitarnos, lentamente, con textos como el presente.
ResponderEliminarSobre el argumento cinematográfico, no me pronuncio, doy por buenas todas las aseveraciones. Sobre el futbolístico, sólo diré que encuentro muy acertada tu voluntaria distancia de la vorágine de Twitter, a la vez que original y acertada la adjetivación de fatuas a algunas campañas que se han visto surgir casi de la nada.
Yo soy pipero, en el proverbial sentido de la palabra, pues no entiendo ver el fútbol sin un paquete de pipas. Y no me gusta ese calificativo para gente que no anima, pues cada uno es libre de expresar sus emociones de la manera que más le agrade. Pero es un argumento falso y lo demuestro: ¿Contra el Borussia no había piperos? ¿Se quedaron en casa? No, sólo que aquel día se vieron impelidos a luchar por su equipo y, por desgracia, casi ningún día el equipo les obliga a ello.
No me enrollo más, gracias por la entrada y un saludo desde Todo Real Madrid.
El amigo Rokko escribe tan bien y sabe tanto de tantas cosas que el ponerle un pero habita entre lo imposible y lo inimaginable. Tanto la metáfora de Emiliano Zapata como las de Kazan o las fatuas solo pueden salir de alguien con una cultura y un talento tan excepcional como el que él tiene.
EliminarEn cuanto al tema de los piperos, estoy de acuerdo con lo que ha dicho Blanco Doble, pero creo que se ha quedado corto; además de todo lo que ha dicho yo añadiría que no creo que sea casualidad que el Real Madrid sea el equipo más laureado de la historia y la plaza de toros de Las Ventas la plaza más importante del mundo. La de Madrid es una afición exigente, mucho, en ocasiones demasiado, pero no creo que sea una afición injusta. Pita y abuchea, sí, pero también aplaude el talento, esfuerzo y valor como ninguna otra.
Continuando con el símil taurino, dejadme decir que la de Madrid nunca ha sido una de esas plazas de segunda en la que por dos derechazos mal dados dan dos orejas y rabo. No, aquí no vale eso, aquí hay que tener talento y jugarse la vida. Y cuando alguien demuestra talento y valor, la plaza rinde ovaciones y da trofeos que en ninguna otra plaza pueden dar.
En fin… paro, que como siga al final te escribo el viejo testamento y no es plan xD Ya le diré a nuestro amigo común que se ponga en contacto contigo para lo que hablamos del partido del Malaga ;) Un saludo!
Estoy muy de acuerdo con los dos. Os contesto en la misma tacada, que estoy un poco vago. Siempre he defendido al público del Bernie, tan denostado últimamente. Coincido en que es un público muy exigente, con una enorme inercia a moverse, pero que cuando se compromete con un jugador o un equipo lo hace de verás y para siempre. Hablo, claro está del público de hace décadas, el que conocí, pero intuyo que no difiere mucho del actual. No le pidas al Bernie que anime a los suyos para ganar al Barakaldo, cuando se está jugando horriblemente mal y se va perdiendo ya por varios goles. Es un público que prefiere retos mayores, que cuando las cosas van mal primero analiza a los suyos y después al rival o al árbitro. En eso difiere del resto de aficiones, que prefieren buscar excusas. Supongo que eso lo convierte en antipático para los jugadores. Pero saben igualmente que cuando se le entrega es público es de verdad y por méritos propios. Cada cual cuenta la feria según le va. Al colombiano Rincón le iba de fábula en Las Ventas, donde era el favorito hace unos años, y por eso adoraba el coso madrileño sobre cualquier otro.
ResponderEliminarOtra cosa que digo a menudo es que es muy difícil traducir lo que dice la afición a palabras. Cuando se pita es muy difícil personalizar o acertar a quien o sobre qué se protesta. A veces es más o menos claro, pero muchas veces no, la mayoría. Ojalá el alfabeto que maneja la grada fuera más explícito. Habría probablemente muchas sorpresas. Esta ambigüedad suele utilizarla la prensa en su provecho, oyen los pitos como quien oye campanadas y creen saber de qué parroquia proceden.
He de confesar que la última vez que fuí al estadio, en pleno invierno, con un espectáculo soberbio (Champions de hace dos años) y calentado por aquella inmensa estufa del tercer anfiteatro, tenía pocas ganas d animar y muchas de atender al juego sin distracciones. Tuve una noche muy pipera, aunque iba sin chuches. Creo que cada cual tiene derecho a disfrutar del partido como más le apetezca. Incluso la señora que tenía en la fila delante mío que no paró d vociferar e insultar a todo el que se le pasaba por la mente.
Amigo Otro Emiliano, al margen de que cuaje lo del partido del Málaga, sería estupendo quedar otro día simplemente a charlar de nuestras cosas, es decir, del Real Madrid o lo que se tercie.
Un saludo a los dos, y gracias por participar.
G-E-N-I-O
ResponderEliminarUn gusto volver a leerte ;-) <3
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