miércoles, 19 de junio de 2013

El Fútbol y sus aledaños (134) - Los fantasmas de nuestros ex



Los fantasmas de nuestros ex

Son tiempos de mudanza, de trasiego en los pasillos geográficos de Europa: Pellegrini, el penúltimo ex, camino del Manchester City, ya dejándose notar en su nueva plaza, tratando de que Isco, el deseado, le copie la ruta que ha utilizado par allegarse a las Islas Británicas, aunque sin pasar por Valdebebas; con Mou, el ex por antonomasia, camino del Chelsea, facilitando y dando pistas para ese debate que tan caro para el madridismo acerca de las causas y el contenido de la felicidad; con otro ex, casi tan ilustre como el de Setúbal, Capello, posibilitando el camino contrario al que hoy hacen todos los ex, hacia el norte y el noroeste. Llega Carletto, se viene Ancelotti, y su venida no nos la facilita, como se pensaba hace unos días, un ex de esta vez de Mou, Vilas Boas, sino uno del propio Real Madrid, otro más: Fabio, cuya estancia en el club blanco, por dos veces además, tan exitosa la una como la otra, abriera la veda, a mi entender, de la caza del entrenador blanco como deporte cinegético practicado por la prensa deportiva. Dicen que una de las principales razones por las que Felipe II trasladó la corte en Madrid, desestimando su ciudad natal Valladolid, donde había estado hasta entonces, es porque estaba rodeada por numerosos predios y parajes propicios para la práctica de la caza mayor, a la que tan aficionados eran todos los Austrias. Los bosques de las faldas de la Sierra de Guadarrama, donde prodominaban los pinos silvestres y los rebollos, los del El Pardo, donde las encinas acaparan todo el protagonismo, con presencia, aunque casi testimonial, de algunos alcornoques. Osos y lobos, corzos y ciervos, la fauna en los bosques, sotos y los prados en torno a la nueva capital daban para colmar la voracidad del rey y sus descendientes.

Estos periodistas de hoy en día parecen Austrias Menores, los que cerraron de forma lastimera la dinastía. Capello fue como un jabalí acorralado en la sala de prensa. Fue el primero el revolverse y encararse a los periodistas al sentirse herido en su honor. El Respeto por el prójimo es una materia que los docentes de las facultades de Ciencias de Información dan por supuesto que es conocida y dominada por los alumnos que han de formar. Craso error. Tal vez Capello, que tenía el mismo origen que Ancelotti, la capital de la Padania, estaba acostumbrado a otra cosa, creía que el trato que debía recibir era otro. Crítico quizá, ¿por que no? pero respetuoso, sin descalificaciones, alusiones personales y juego sucio. Don Fabio no fue el primer entrenador en ser criticado, ya antes Del Bosque, sin ir más lejos, lo había sido agriamente, pero sin necesidad de aludir a lo personal. Bastó con ridiculizar su trabajo. Relaño y sus huestes no necesitaron poner gesto avinagrado para escribir y hablar sobre él. Sin perder la sonrisa nunca. Con Capello la atmósfera en torno al Madrid se enrareció. Corrió el rumor, convertido en anécdota, que ya nadie cuestiona, que una de las primeras cosas que hizo Capello al arribar al club merengue fue evaluar la plantilla de la que disponía y que le hizo saber a aquellos con los que no contaba la necesidad de que facilitaran su marcha. A Quique Sánchez Flores dicen que le dijo que no tenía categoría para jugar en el club de Concha Espina. Y ese episodio, apócrifo o no, ha quedado como ejemplo de la crueldad futbolística de don Fabio, tan amante de que sus equipos maltratasen la pelota, añaden sus enemigos, y jugasen al patadón. Capello maltrataba a los jugadores con su disciplina de sargente de hierro y sus equipos, en lógica respuesta, maltrataban el fútbol.

¿Cómo se llamaba aquella película de Matthew McConaughey? "Los fantasmas de mis ex novias", creo recordar, o algo muy parecido. En ella al protagonista, ligón de largo curriculum, con la agenda telefónica más prieta de páginas que la enciclopedia Espasa Calpe, le acosaban los fantasmas de sus ex-novias el día de Navidad, en una variante sexi-pillina del "Cuento de Navidad" de Dickens. Hemos sobrepasado ya la mitad de junio, o sea, que andamos más cercanos de las próximas Navidades que de las pasadas a pesar de que el calor empieza a enseñorearse. Pero ahí tienes al madrisdismo, acosado por todos los fantasmas de sus ex, compitiendo entre ellos en las portadas de los diarios deportivos por ver quien se presenta más convincente en su papel de hombre feliz, que ha superado su pasado, es decir, a nosotros. Pellegrini nos disputa la contratación de Isco, la barba la famosa del deporte después de las de Navarro y Sergio Rodríguez. Shuster presume de Málaga, y si empezó siendo para la prensa un tipo auténtico, cojonudo, volverá a ser de p.m. para los plumillas tras su paréntesis como hombre indeseable durante su estancia en el banquillo del Real Madrid. No es el hombre sino el cargo el enemigo de la prensa. Más que enemigo presa, porque el cazador no odia las piezas que persigue y quiere cobrar. Salvo en el caso de Mou, todo lo más, cuya discrepancia constante -tan respondó él, sobre todo cuando le preguntaban, mire usted que desfachatez-, y su tendencia a salirse del carril por el que le habían primero propuesto y luego exigido que circulara, se acabó convirtiendo en un problema de índole personal para algunos. Para bastantes en realidad. Es caza fotográfica lo que practica la prensa, o eso pretende. Se fotografían con el técnico a la puerta del restaurante y luego lo masacran en los artículos de opinión. Sólo para que éste pueda lucir la cornamenta, aunque sea en su cráneo mondo y lirondo en la sala virtual de trofeos del peiodismo. Mou fue medalla de oro por la cantidad de puntas que exhibía su cornamenta. Tantos globos pinchó inflados por la prensa, que sus astas de hueso parecían alfileres. Pero en su caso no bastaba con la foto. Relaño quería su cabeza disecada para lucirla en su despacho ante las visitas y para inspirarse cada vez que se ponía el salacot y comenzaba a teclear su editorial para el AS, en esa hora postrera de la tarde en que todos reflexionamos a solas sobre lo acontecido durante la jornada, y casi ninguno de nosotros nos sentimos orgullosos de lo que hemos hecho durante el día, de en qué hemos empleado las horas de luz que nos han sido dadas. Relaño trata de aprovechar el inicio de la oscuridad para remediar sus escasos logros mientras hay luz y por eso sus editoriales llegan a la página web del diario cuando empieza a asomarse la madrugada. Y así nos va en la ciudad del madridismo, con tanta sombra, con tanta gente tratando de ocultarnos la faz del sol que cuando caminas por sus calles nunca hay una acera soleada.

Caza fotográfica o pesca sin muerte. Porque Del Bosque, otro ex que acapara portadas -y más que lo hará durante la CONCACAF que hemos ganado sin bajarnos del autobús, ni siquiera del Airbús- con los mostachos que gasta y esa mirada vidriosa, más parece barbo que animal de sangre caliente. Como en la peli de Matt, todos nuestros ex son felices y nos echan en cara en nuestros sueños no haberlo sido con nosotros, de haberse realizado tras separarse de nosotros. En sueños, de forma simbólica, porque el madridismo está como para ir pidiendo con urgencia hora en la consulta del doctor Freud, o sea, muy mal de la psique y del ánimo. Mou luce al fin sonrisa profidén tras su fandango español. Del Bosque parece un buda feliz... Después de tragárselo un barbo. Pellegrini ha salido a hombros del Málaga y se apresta a darle empaque de club grande de una vez por todas al City, a darle lustre y nombre a un club sin apenas pasado, tal como Mou hiciera con el Chelsea, a donde ha regresado indemne a pesar de todo, con un aprendizaje de los buenos, es decir, por las malas. Nos dicen que no quiere a Mata y a Torres en su nuevo equipo, porque algunos nos quieren hacer pasar su xenofobia por los juguetes de otros. Tantos ex son los que acosan nuestra tranquilidad emocional que a veces se me olvida que ni Sánchez Flores ni Benitez ni Míchel han entrenado nunca al Real Madrid, porque tienen el mismo mohín de reproche que el resto cuando son citados en las noticias de la prens deportiva. Pero habremos de alegrarnos por ellos. Que sean felices en brazos de otros. Carletto ha de ser lo que Jennifer Garner para Matt en el film, nuestro amor verdadero. Y eso a pesar de las muchas veces en que se malogró la posible relación antes de iniciarse siquiera. Ha de serlo sí o sí, aunque solo sea porque se acerca el final del cuento y si no mostramos síntomas de arrepentimiento por nuestros devaneos pasados y nos convencemos a nosotros mismos y a los demás de que somos capaces de amar desde el corazón, lo más seguro es que se nos lleve consigo el terrorífico fantasma de las Navidades Futuras como castigo a nuestra perfidia. Otras Navidades más llorando por el equipo, mire usted, no, que no creo ser capaz de soportarlo

El origen del prestigio de Ancelotti es el mismo que el de Capello: El Milán. Ya se que molesta que lo diga, y puede que lo repita tan a menudo por eso mismo: Antes de llegar Florentino pocos entrenadores querían venir a entrenar al Real Madrid, que no era otra cosa que un enorme dinosaurio herido, postrado en el suelo en espera de su muerte. Sí, cierto, mientras agonizaba ganó dos Copas de Europa. Y hubiera sido el hermoso canto del cisne madridista de no mediar Tío Patinhas en la jugada. Está de moda decir que ningún entrenador quiere venir al Real Madrid tras lo que le ha pasado a Mourinho. Y no digo que el argumento no sea sólido, o que lo parezca más bien, sólo que no es correcto y que sospecho que muchos ni siquiera se lo creen cuando lo dicen. El caso es que Ancelloti, al que mil veces se le pretendió y siempre nos dio calabazas -si no sería otro ex atormentándonos por las noches- ahora si que nos ha dado el okey, cuando ha querido venir, justo cuando más difícil lo tenía para verse libre, cuando estaba en un club en el que se ficha al capricho. El suyo. Y habrá querido por ser Florentino quien le ha requerido o por ser el club como es ahora por obra y gracia de Florentino, para mí más bien lo segundo, pero el caso es que su llegada inminente desdice esa teoría tan grata para el mourinhismo más recalcitrante. Y para rebatirlo algunos nos quieren hacer creer que Carletto es un entrenador de medio pelo, sin categoría para entrenar al Real Madrid, cuando lo cierto es que el Madrid a lo largo de su historia reciente ha sido quien no ha tenido categoría futbolística, infraestructura suficiente, como para que él fuera su entrenador. Hacía falta mucha cultura futbolística, valentía y sentido de la grandeza para querer venir. Lo hizo Capello -cuya etapa puede considerarse una precuela del mourinhismo- porque entendió -al igual que el precursor y razón de ser de este movimiento-, que un entrenador solo podía ser grande si había ganado algo con el Real Madrid. Y sentó los cimientos para la llegada de la Séptima. Ojalá el legado de Mou sea tan fructífero como el de Capello. Que venga Ancelotti y se convierta en el Jupp Heynckes -otro es que luce sonrisa satisfecha en estas fechas. Si es que ya lo digo, son una plaga. Peor aun, que ha decidido meterse a monja- de Capello.

Pero todo este artículo, que ya se alarga demasiado para la poca anécdota que trae, tiene su semilla en una lectura hecha mientras esperaba pacientemente en uno de los interminables pasillos del hostital de La Paz, junto a mi hermano, a ser atendido por el especialista neuróvascular. Leía sobre Milán precisamente, sobre una leyenda que trata de explicar el origen del nombre de la ciudad. También tiene moraleja. Una de las cosas que más sorprenden al leer historia, también al consultar un mapa, es el respeto que se ha tenido siempre, todos los pueblos casi sin excepción a lo largo de los siglos, por los topónimos. Es raro que un pueblo invasor, aunque se asiente en un territorio conquistado y logre echar raíces en él y trate de borrar los vestigios de sus predecesores en el lugar, que rebautice parajes o localidades. Tan es así que si uno consulta un mapa y, por poner un ejemplo, lee que el paraje en el que se haya se denomina El Robledal de Mengano, aunque lo que vean sus ojos hasta donde alcance la vista sean tierras de labor en barbecho, calvas de cualquier vegetación, puede apostar sobre seguro que alguna vez hubo allí un hermoso bosque. Los nombres de las ciudades rara vez no son los que les dieron sus fundadores. No es lo que ocurre ahora, pero es que este presente que nos ha tocado vivir quizá sea el más irrespetuoso que haya habido con el pasado. Lo ignora cuando no lo trata de tachar o suplantar. Así, el nombre de la ciudad de León tiene su origen en haber crecido en torno al acuartelamiento de la Décima Legión romana, la encargada de custodiar las ricas minas de oro de La Maragatería, el de Madrid es una deformación fonética del nombre que le dieron los musulmanes al villorrio que surgió en torno a la alcazaba que se alzaba donde ahora está el Palacio de Oriente. En el caso de Milán todo se debe a los galos que conquistaron la llanura Padana seis siglos antes de iniciarse nuestra era. Decidieron fundar una ciudad para que fuera la capital de la nueva región y, consultados los druidas por los ingenieros y urbanistas, aquéllos hicieron saber que era voluntad de los dioses que la nueva urbe se construyera allí donde se encontrara una cerda salvaje con solo la mitad de su cuerpo cubierto de pelo. Hallaron una hembra de puerco con estas características en el calvero de un bosque y allí fue donde empezaron a trazar las calles de Milán. Decidieron nombrarla en su propia lengua aludiendo al animal que les había indicado el lugar propicio, y al ser conquistada posteriormente por los romanos, la traducción literal al Latín de la expresión gala "medio peluda", medium lanum, situó el topónimo de la ciudad a muy poco trecho de su expresión fonética actual. Con esa cara tan redonda y cachetona, y su pretendida escasa calidad como entrenador, Ancelotti parece la porquita del relato. Algún día será nuestro ex también, pero esperemos que no atormente también nuestros sueños, que su salida no se tan traumática, tan cinegética como las de sus predecesores inmediatos, que en torno al calvero en que lo encontramos el Madrid crecer como ciudad amurallada y poderosa. "Milán, Ancla y cerrojo", se llama el capítulo del libro donde leí la anécdota ("Una Pica en Flandes", de Fernando Martínez Láinez), que trata sobre "La Epopeya del camino Español" -ese es su subtítulo-, sobre la ruta terrestre por la que España imperial enviaba tropas a Flandes desde Italia, pasando por Francia, Suiza y Alemania. Milán fue ciudad bajo dominio español durante 170 años, su época más próspera en realidad. Fue también el mayor acuartelamiento de la Europa de su época. Situada al norte de Italia, más allá de los Alpes, cerca de la frontera con Francia, era al mismo tiempo muralla para protegerse de las aspiraciones francesas, como cabeza de playa para hacer realidad las ambiciones españolas. Ojalá el proyecto de Ancelloti, que ha de comenzar en breve, sea también ancha y cerrojo. Ancla para dar estabilidad al imperio madridista, ese cuya dictadura Raúl cantaba que nunca iba a acabar, y cerrojo ante la continua agresión de los medios. Estoy entrecerrando los ojos y me creo que Carletto tiene un aire a lo Jennifer. Si los achino suficientemente hasta puede que me enamore de su persona. Hay que dejar paso al amor. Todo sea por no ser castigados por el fantasma de la Navidades futuras.

1 comentario:

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    Jimena San Martín

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