¿Es Iker Casillas la identidad secreta del Duendecillo Verde?
"¿Es Iker Casillas la identidad secreta del Duendecillo Verde?", más que el título de un escrito de este estrafalario blog parece un titular del Daily Bugle. Y sonaría tan demagógico como los que escogía Jonah Jameson, el patrón de Peter Parker, el editor del periódico, para atacar a su alter-ego, Spiderman, con falsas noticias o conclusiones adulteradas de las mismas resumidas en una frase contundente, a toda plana y en portada, fácilmente asimilable por los piperos neoyorkinos que compraban un ejemplar todas las mañanas ne el quiosco. Lo sería sin dudas, demagógico, como decía, si no fuera directamente absurdo y redactado en broma. ¿O quizá no? Ya veremos luego cuando toque tratar el tema. No tengo claro, como casi siempre, a donde arribaré en cuanto me ponga manos a la obra en lo de redactar. Sobre el papel me refiero, que mentalmente llevo haciéndolo media mañana. Escribir es una aventura en la que nunca sabes a donde te encaminarán tus pasos, por mucho que los planifiques. Debe serlo para que sea divertido. Luego queda la escritura didáctica, la que se basa más en "mira quien soy" o "mira lo mucho que sé" que en "mira que gracia tiene esto", que es de lo que esta vez se trata. Por ahora solo tengo el esbozo de una idea, sin desarrollar, a eso vamos, tres chascarrillos pergeñados en el supermercado, que seguramente olvidaré cuando toqué usarlos, me pasa a menudo, y un título, que he escogido porque me ha hecho gracia y me daba un arranque para el escrito, aunque ha resultado ser más confuso de lo que esperaba. Lo mismo lo cambio.
El caso es que a Casillas no recuerdo que lo hayamos visto de verde nunca. Si de amarillo Canario Piolín y de rosa Gallina Caponata. ¿Pero verde? No se me viene a las mientes la imagen de un Iker de verde por más que se esfuerza mi memoria. Y no es que le eche en cara su estrafalaria indumentaria. Ni un Seductor Mañara, ni un Bradomín ha sido, ya sabemos de su torpe aliño indumentario, pero la ropa que porta es la que le imponen los diseñadores de la marca deportiva de turno, supongo. También Diego López la viste. Y con sus patitas de alambre me recuerda bastante más que Iker a la protagonista de la versión hispana de Barrio Sésamo cuando se calza el uniforme rosa. Esto del diseño tiene sus errores y también sus aciertos. Para mi lo son, esto último, aunque hayan sido muy criticada, tanto la caligrafía de los números de dorsales y los nombres de los jugadores, que parecen escritos, más bien dibujados, a mano alzada, como el naranja Ajax para la tercera equipación de este año. Ni naranja mecánica holandesa ni quesito mecánico blanco de Benito Floro, este año vamos a ser fettucini -pronúnciese usando una "che" en vez d una "ce" y alzando la ceja- mecánico gracias a la mano del chef Ancelotti. No, Casillas no lo hemos visto de verde, ni siquiera pilotando escoba, como al Duendecillo, aunque algunos lo hayan tildado de bruja por sus desmanes en el vestuario y directamente de aquelarre cuando se junta con La Carbo . Se trata de una metáfora, en este caso cromática, aunque lo de menos sea el color del disfraz. Lo importante, como ya veremos, es quien está detrás de la máscara, su relación con el superhéroe. Muy estrecha, ya lo adelanto a modo de spoiler.
De niño mis preferidos del universo Marvel eran los héroes de cualidades bélicas más modestas. Era una elección instintiva, no meditada, pero pienso que acertada. Tenía más gracia ver resolver a Spiderman su, en apariencia, irresoluble conflicto con el Hombre de Arena con un aspirador que a la Masa (Hulk apara nosotros entonces) a tortazo todos los que se le ponían por delante. Daba la sensación de que había un cerebro detrás del antifaz, que la lucha la ganaba la inteligencia y no un rayo todopoderoso, como el de Thor, o una fuerza irresistible, como al del Hombre Cosa d los 4 Fantásticos, y que a la postre siempre te llevaba a un callejón sin salida, a reproducir la paradoja que describía Gustavo Adolfo Becquer en uno de su poemas: ¿Qué pasaría si una fuerza imparable chocara contra un objeto inamovible?. En las primeras horas del universo Marvel tras el Big-Bang que supuso las primeras historias escritas por Stan lee e ilustradas por Jack Kirby, abundaban los superhéroes de poderes modestos. Lo era el Sexto Sentido de Dan Defensor, Daredevil, especie de superradar que más parecía algo útil solo para poder cruzar la calle siendo ciego sin temer al tráfico, como una especie de perro lazarillo interior, que un arma que usar contra unos enemigos de esos que imponen porque tienen muy mala leche y llevan leotardos con el slip por fuera. Lo que tenía Dan Defensor que le hacía especial, aparte de ser un gran acróbata -como Batman, algo que se podía lograr entrenando, no hacía falta cualidades innatas especiales ni ser mutante-, era esa cualidad a la que aludía su sobrenombre, su apodo: "El hombre sin miedo". Matt se enfrentaba a problemas que excedían sus fuerzas, que parecían siempre escasas por su ceguera. El término DareDevil, en el Inglés original, que es la razón de las dos "des" mayúsculas en la impedimenta de batalla, aquí se tradujo como Dan Defensor, y cuando digo aquí me refiero a la Barcelona de Ediciones Vértice. Matt era abogado defensor pero, evidentemente, no se llamaba Dan, así que más que traducción aclaratoria aquello se convertía en un trabalenguas y un galimatías. Interesaba más de Daredevil su vida privada que sus aventura, siempre ocurre, y malo que no sea así. CSI es una serie que no me "engancha" porque los personajes me resbalan olímpicamente. Sólo la versión de La Vegas me atraía porque logré engancharme emocionalmente a Gil Grissom y verme lejanamente reflejado en su romance otoñal con Sara Sidle. Así, tanto queríamos a Iker que acabamos interesándonos demasiado por su vida privada, ese fue nuestro gran fallo. Nos interesaba no solo su quehacer bajo palos si no también su andadura sentimental, quien era su novia, -que si la andaluza simpatiquísima y escultural, que si la reporterilla de ojos multicolores y almendrados- y como le iba con ella -que si estaba siempre de morros con la primera, que si le había dado calabazas la segunda por culpa de David Marca-. Tan buen chico y sufriendo tanto por sus amoríos, "pobrico". A la mítica de aquel Mundial contribuyó casi tanto el beso en la entrada del vestuario entre entrevistado y periodista como el gol de Iniesta en el último momento del último partido. Y hemos acabado pagando caro nuestros devaneos amorosos por persona interpuesta. Grissom es un investigador del CSI e Iker solo un portero de fútbol, a veces ni eso, lo que hagan por las noches debería importarnos bastante menos, incluso si se pone el traje del Duendecillo Verde para cometer fechorías.
El Capitán América, Daredevil y Spiderman eran mis personaje preferidos. Sus poderes eran modestos y ello obligaba a los guionistas a idear tramas más sutiles, con menos onomatopeyas en los bocadillos. El Capi estaba cachas y poco más. Tenía un escudo, casi como quien tiene un perro por mascota, para que le defendiera y no se separara nunca de él, y también ese liderazgo moral que exhibía ante sus compañeros, mucho más poderosos, y que entonces parecía mucho menos inusual entonces de lo que es ahora -Estoy pensando en Arbeloa cuando releo al corregir esta última frase y me doy de cabezazos porque la analogía se me haya escapado vida entre los dedos-. Enclenques y gorditos, todos los acomplejados por nuestro físico de aquella generación de lectores de comics, soñábamos con que nos tocara la lotería de los argumentos vitales, como a él, y nos convirtiesen por azar en conejillos de indias de un experimento secreto del gobierno. Pero los músculos del Capi tampoco eran para tanto. Casi todos sus enemigos más fuertes que él. Además, ser cachas acabó siendo un requisito para salir en cualquiera de las franquicias de la factoría Marvel. Incluso las chicas se incorporaron al modelo. Tan es así, que hoy día una de las series con más éxito en EE.UU. es la protagonizada por la versión femenina de La Masa, She-Hulk. Y a ello ha contribuido sobre todo la etapa escrita y dibujada por John Byrne, en la que el personaje lucía palmito, su cuerpo fitness, con ropa muy sexi y de marca, y se prestaba especial atención a las pesquisas para encontrarle un novio a la abogada de musculado cuerpo y más de dos metros de altura y trescientos kilos de peso, como si de una versión bizarra de Alley McBeal se tratara. Daban ganas de postularse, de acudir al casting tras verla con aquellas minifaldas ajustadas y esos escotes generosos y prometedores. De algo hay que morir en definitiva, y si es feliz la forma ya pasa a ser asunto secundario. Eso debió pensar Iker y ahora tiene por novia un estricta gobernanta, una dominatrix con columna en el Marca. Si el es feliz y lo pasa bien, ¿quienes somos nosotros para criticarlo? Vale, sí, madridistas, pero me estoy refiriendo a sus asuntos privados no a los profesionales.
Spiderman lleva la cotidianeidad del personaje hasta el extremo. Su vida de justiciero pasa a segundo plano mientras se decide entre Gwen y Mary Jane, a quien besar con más frecuencia, mientras resuelve sus conflictos emocionales y familiares con la Tía May. Odiaba con todas mis fuerzas a este personaje, me saltaba sin pudor las páginas en las que aparecía. Qué me importaba a mí si Peter había cenado suficiente o caliente, principal cometido y caballo de batalla de esta señora. Al final, tan importante pasó a ser la vida privada de Peter en la trama: su expediente académico, el mobbing que sufría en el trabajo a manos del Jonah Jameson, otro personaje Marvel que masca puro habano, como Nick Fury o Lobezno -demasiado símbolo fálico, de dudosa interpretación, como en Twitter. ¿Tiene que lucirse en la boca y además morderse?-, sus mencionadas novias, que a veces se solapaban; tan importante llegó a ser el ámbito privado, que hubo más remedio que buscar los enemigos en casa, por así decir. El principal de ellos, su antagonista por antonomasia, El Duendecillo Verde, era el padre de su mejor amigo, Harry Osborn, uno más de la minipandi a la que pertenecían él, su novia, no recuerdo cual de ellas, y algún colega de la redacción del Bugle. Al morir Norman Osborn, la identidad tras el disfraz verde, su hijo Norman heredó el traje y hasta los odios por Spiderman, estrechándose aun más el lazo emocional entre el héroe y su archi-enemigo. Algo de lo que le ha ocurrido a Peter nos ha pasado al madridismo, que de tan familiar que se ha vuelto nuestra andadura, a pasar del gigantismo económico y mediático del club, hemos acabado por buscar al enemigo en casa. Con Raúl ya hicimos escarceos en esta táctica, que yo creo que s más que nada de gente vaga, pero ha sido con Casillas con quien se ha concretado y perfeccionado el estilo en la confección del guión. Más no se podía querer a Iker que como los hacíamos nosotros. Mucho más incluso que Peter a Harry. entonces ¿Por qué ese odio actual al portero mostoleño, por qué ese hacerle la guerra permanentemente? ¿Somos unos vagos, nos queda demasiado lejos el País de los Campanarios, nos odiamos a nosotros mismos? Tal vez habrá que releer los tebeos de Spiderman de nuestra infancia para encontrar la respuesta.
Tras el Duendecillo Verde llegó el Doctor Optopus, o sea Ramos, que a falta de multiplicidad de brazos parece como si tuviese innumerables labios, por lo bocazas me refiero. Buscarle un alter-ego en el Universo Spiderman a Pepe, como que me da pereza, más bien rabia. Ni tan referente era durante la revolución mourinhista que había que erigirle una estatua en vida profesional, ni tan villano ahora y coleccionista de armas verbales de destrucción masiva que se hace imperativo moral derribarla de su pedestal utilizando el cabestrante de un tanque Abrams. Pepe no es ese Sadam que nos quería "vender" antes la prensa y ahora el madridismo Wonderground y sus aliados. Tampoco Carva merece el trato que ha recibido, aunque algunos crean que armar jaleo en torno a él le procura orden y prestigio a la figura de Arbeloa. El lateral derecho de la selección y del Real Madrid está muy por encima en inteligencia y saber estar de sus improvisados defensores, tiene más claro que ellos cuales son los verdaderos intereses del equipo y como lograrlos. ¿Que hay que jugar por la izquierda en vez de por la derecha?, pues su ideología pasa a segundo plano, ¿que hay que defender a un compañero en tiempo de zozobra?, pues se le aplaude contradiciendo a la grada. La afición es soberana, pero Arbeloa tiene suficiente liderazgo moral para llevarle la contraria. En estos tiempos en que el análisis futbolístico acude cada ve más a abrevar a la fuente de los postulados y aspectos éticos, es precisamente cuando más brilla por su ausencia la decencia, la objetividad y la honradez al exponer las propias opiniones. El veletismo y la radicalidad de las posturas en Twitter nos someten a un vaivén emocional permanente en el que cada vez se nos antoja más tener los enemigos en casa. Ni la Tía May se libra. No son raros los episodios de violencia verbal hacia Florentino Pérez, aunque no hayamos dejado de comer caliente y abundante desde que asumió la jefatura del clan tras mostrar el 8 tatuado en el hombro. Ocho Champions teníamos ya cuando su advenimiento y el nos trajo la novena. Pero eso no le priva de ser ácidamente criticado, y hasta identificado como enemigo cuando escasean las explicaciones para alguna derrota que escuece particularmente. Tanta es la prisa por encontrar enemigos en casa a los que enfrentarse, que algunos han sido declarados como tales nada más asomar por el umbral de la puerta: el malagueño Isco por tener perro -Como un Zooloco, aquel programa de TV sobre mascotas en clave humorística, es el madridismo a veces-; Carvajal por los motivos ya expuestos: el discutirle el puesto en buena lid a Arbeloa; Illarra por razones que casi de vergüenza mencionarlas: Su procedencia, y cierto tufillo etarra que algunas elefantiásicas narices madridistas han advertían en el chaval. Y ya es raro que no advirtieran de paso el tufillo de su propia intolerancia.
Casillas es nuestro Duendecillo Verde para unos, nuestro Peter Parker para el resto, de profesión cuando no es superhéroe la de colgar fotos en Instagram. Reportero gráfico de sus propias inquietudes, degustador de pipas saladas, bombardero de calabazas explosivas. Porque a veces uno no sabe a quien quiere este chico, quienes son los depositarios de sus afectos dentro del campo. En quien vierte ese cariño que le llega de la afición. No protege a nadie durante las trifulcas, no apoya a sus compañeros cuando están bajo mínimos en cuanto a ánimo. Ni siquiera celebra los goles cuando está preocupado por lo suyo, que es casi siempre. Hasta se le ve bostezar cuando no es de la partida en un encuentro, totalmente ajeno al logro de las aspiraciones del Real Madrid. El madridismo está tan mal de la azotea como los Osborn, padre e hijo. A veces estoy por pedir que se le busque un loquero, sobre todo en Twitter. Hemos perdido la cabeza. Y hay mucho líder enmascarado que frecuenta esas azoteas desordenadas fingiendo que imparte justicia, cuando lo que hace en realidad es lanzar redes para hacer cosecha e acólitos. Dios quiera, Stan Lee, me refiero, que Tía May mantenga la cordura para que podamos seguir cenando con galletitas saladas en la sopa caliente mientras dure el Florentinato, para que no nos falten los buenos fichajes, la mejora continua de las instalaciones -El hardware del club- y un buen proyecto nuevo con el que suplir a cada uno de los que nos derriba la prensa y las termitas que se están instalando en nuestra propia casa y merendando la vigas de madera noble.
Posdata del día después
Después de publicado este articulillo en el blog, horas después, alguien que no seguía entonces, @Yagoda_1, me tuiteo la imagen que pongo a continuación, al final de estas palabras. Ahora ya le sigo, claro, para uno al menos que da muestras de haberme leído... Ahora solo espero que la Marvel no me demande por revelar la identidad secreta de uno de los personajes emblemáticos de la franquicia Spiderman. La imagen, el documento probatorio, es muy pequeñita. Normal, tal vez proceda de un microfilm sacado por un agente doble cero de desde el otro lado del telón de acero. Algunos arriesgan su vida solo porque sepamos. Noble oficio. ¡Gracias, @Yagoda_1!
Quien te iba a decir a ti cuando escribiste esto, que podrías poner al lado del Iker "duende verde" al Arbeloa "Spiderman",,, aunque uno tenga tan poco de villano como el otro de héroe... ;)
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