lunes, 29 de abril de 2019
El Futbol y sus aledaños (209) - Como ranitas en la nata
Como ranitas en la nata
No hace mucho me han prestado un libro. Había oído mencionar al autor, pero desconocía su obra. Argentino. Terapeuta. Si hubiera que forzar las cosas para ponerle etiqueta, actividad para la que nunca nos faltan las ganas, porque si hay algo que le aterrorice al cerebro humano son los vacíos de opinión, la pobreza de adjetivos, tener la sensación de que no es capaz de atrapar a algo o a alguien dentro de una categoría, tópico, estereotipo o juicio de valor, diría que es un libro de autoayuda. Y es arriesgado, porque en caso de acertar con mi proposición sería el primer título que habría leído del género.
"Déjame que te cuente" está lleno de micro relatos, cada uno de ellos con una enseñanza, una moraleja o el planteamiento de un tema para la reflexión. El caso es que uno de esos cuentos me viene al pelo para explicar lo que creo que Zidane significa para el Real Madrid. Se titula "Ranitas en la nata". En diminutivo, porque por una de esas cualidades mágicas del lenguaje, más bien ilusionismo que magia, las ranas dejan de causar aversión a quienes sienten rechazo por ellas si el diminutivo acompaña al sustantivo que alude al nombre común de la especie. Quien haya visto una ranita de san Antonio, en las albercas de Extremadura hay muchas, a buen seguro que no habrá podido evitar esbozar una sonrisa cargada de ternura. Son diminutas, de una aparente fragilidad que asusta y preocupa, livianas como sámaras o vilanos, y cuando saltan son capaces de trazar arabescos en el aire con su cuerpo. Me conviene, porque en mi particular versión del cuento las ranitas simbolizan el madridismo.
Erase que se era dos ranitas atrapadas en un tazón de nata. No sabemos cómo llegaron allí, el relato no lo explica. Si se extendiese en los antecedentes y multiplicase y recargase las explicaciones se correría el peligro de que el relato de micro pasase a convertirse en macro. El caso es que la nata, esto lo pongo yo de mi cosecha, es un líquido demasiado espeso y, por ello, las ranitas en vez de flotar y nadar se hundían hacia el fondo del recipiente, como si se tratase de arenas movedizas. Y no había nadie que desde fuera del tazón les pudiera arrojar una liana, como en las películas de Tarzån, o les pudiera facilitar una vía de escape con, qué sé yo, un cubierto, un colador para los posos del té o cualquier otro elemento del menaje de la cocina con las dimensiones adecuadas, a la misma escala que los animalitos atrapados. ¡Ay, si hubiera sido agua. Ni siquiera habría sudo necesario un rescate o que las ranitas hubieran sabido nadar a crowl para poder salir airosas del trance, ya que son seres anfibios capaces de respirar mientras bucean. Las dos ranitas pataleaban en el espeso caldo buscando en balde un asidero en el abismo blanco, como el coyote cuando persigue al correcaminos más allá del borde del precipicio, una rugosidad en el fluido, lácteo sobre el que poder ejercer palanca e impulsarse más allá de la superficie de la mini piscina. "Es inútil", dijo de repente una de ellas, "no quiero pasar mis últimos instantes de vida angustiado y sufriendo, luchando en balde contra un destino inexorable, prolongando una agonía con final conocido. No hacen falta spoilers". Bueno, a lo mejor fue menos pomposa en su parlamento, pero a estas alturas ya sabemos todos que soy ciertamente rococó y si he dr adaptar un relato va a ser para dejarle mi impronta, para complicarlo, recargarlo y espesarlo, lo cual no va a venir del todo mal, como veremos enseguida. El caso es que la ranita que se dio por vencida en cuanto dejó de patalear se hundió hacía el fondo del recipiente. Entonces su compañera dijo: "Siempre hay hueco para la esperanza por pequeña que sea mochila que portemos a la espalda y por muy abarrotada de problemas previos que ya la tengamos". ¿A quién se lo decía si se había quedado sola? Pues supongo que a nosotros, pues tras quedarse sin compañera para el dúo de natación sincronizada, allí no había nadie más. Así que pataleo y pataleo, y cuando creyó que ya no quedaban más fuerzas, siguió porfiando y porfiando, moviendo las patitas frenética, hasta lograr convertir la nata en mantequilla, tras lo cual pudo alcanzar el borde del tazón patinando con sus piececitos de dedos palmeados. Si a alguien se le ocurre un cuento con una moraleja más mourinhista y espartana, que me lo diga. Hasta el final, vamos Real, que el fútbol es mantequilla batida con el sudor de la frente y no margarina barata.
Y creo que la enseñanza de esta parábola va más allá de vaticinar la existencia siempre de algún resquicio, alguna grieta en la pared de lo inexorable si se persevera. Lo que puede haber tras la espera es en cambio de paradigma, una evolución en las leyes que rigen las circunstancias. Algún día la segunda ley de la Termodinámica dejará de ser una sentencia de muerte para el universo. Lo inexorable dejará de serlo sin previo aviso. Por lo que parecerá al principio un guiño del destino, un inmiscuirse los dioses en los asuntos de los aqueos y troyanos, pero que luego, analizando de cerca, con lupa, se evidenciará como elemental. ¿Cómo es que no nos había ocurrido todavía? La nata volviéndose mantequilla, y ya nada volverá a ser lo mismo, a significar lo de antes. Del postre con fresas habrá que retrotraerse al desayuno con tostadas. El mundo de reseteará y hasta existirá la posibilidad de repetir el día en Punxsutawney desde el canturreo del gallo en adelante. Si las ranitas del cuento somos los madridistas, tanto los que siguen pataleando en las gradas, como los que lo hacen en las redes sociales o empijamados ante el televisor, creer en Zidane es lo que hace factible salir patinando de esta encerrona hasta otro trébol de Champions. Ya lo hizo antes, ya convirtió la nata en mantequilla, ya consiguió una vez alterar la mecánica de fluidos, hacer malabares con los números hidráulicos, hacernos cabalgar sobre la cresta del torbellino, que practicáramos un fútbol leonardesco, sorteando los resaltos, evitando las pérdidas de carga en el fluir de la plantilla, los golpes de ariete de la prensa cada vez que se abre con prisa un periódico deportivo corriendo el riesgo de reventar las cañerías, sin que amainase el caudal de los logros.
Haber fichado a Zidane, que más que el hijo pródigo es como el padre que se fue al estanco a comprar tabaco y vuelve a casa nueve meses después como si nada hubiera pasado, y aunque no reconozca al nuevo retoño, la última temporada, no obstante le dará su protección. Su vuelta permite voltear la tostada para untarla con mantequilla por el lado de la rebabada que sabemos que no se estrellará contra el césped tras la caída, contraviniendo la ley de Murphy y todos los corolarios de los que nos infirma puntualmente la prensa a diario. Apenas ha llegado y ya se ha producido un vuelco en la situación. Lo que parecía inamovible ahora gira como loco alrededor de su eje, sin momento de inercia, como un patinador cuando recoge los brazos. Isco vuelve a meter goles. Marcelo y Bale vuelven al once titular sin que parezca descabellado. Brahim se convierte en alternativa creíble. Los pitos de desesperación del Bernie se convierten en aplausos esperanzados de un futuro a muy largo plazo -hablar de la temporada que viene es como hablar de la generación de Spock, Kirk y Obi Wan-. Alba Carrillo anochece como tema de cotilleo. Hasta Navas vuelve de entre los muertos después de que hayan arreglado el fax, para llevarnos en volandas hacia nuevas victorias cómodamente ubicados sobre las palmas de sus manoplas. Seguro que M'Bappé está ahora más cerca de los predios de Concha Espina.
Somos como ranitas chapoteando en la nata, pugnando por variar la textura del presente para que en vez de bucear en un fracaso albo sean posible caminar sobre el mar blanco y podamos hacer progresos hacia la orilla de la gloria. Vale que es el color correcto y que el amarillo dorado en que podemos trocarlo se parece al de la segunda equitación del Barça, pero, a fin de cuentas, ¿qué se puede improvisar que lleve nata, aparte de unos fetuccinis o una salsa carbonara? La mantequilla marca la senda de la cocina francesa. Adiós de nuevo al aceite de oliva que proponía Benítez, primero, y más tardea Lopetegui. Ya llevamos cuatro en los últimos tiempos y se presenta la oportunidad de lograr la quinta estrella Michelín. Bon apetite, señores. Pero dejen sitio para el postre, que las 13 primeras solo han sido los entremeses.
Postscriptum: Esta chorrada se me quedó traspapelada hace unos días en el proceso de acceder al blog. En realidad se me perdió con un pendrive que extravié en la biblioteca y he tenido que volver a redactarlo. Quiero pensar que en el primer intento había mayor calidad literaria y bastante más coherencia. Seamos benévolos y pensémoslo todos. El caso es que han pasado, ¿cuánto?, ¿un par de semanas quizá?, y la nata aún no se ha espesado ni una pizca. Nos acaba de noquear el Rayo y solo el hecho de que lo haya hecho en una tarde-noche en que todo el país estaba con la cabeza en otra cosa nos libra del escarnio público. ¿Se ha disipado el efecto Zidane tan pronto, apenas con el primer trago? ¿Nos ha servido Floper una cocacola sin gas porque la botella que ya estaba abierta? Lo tengo dicho, las bebidas con burbujas no hay que comprarlas en botellas de dos litros. Da igual, a estas alturas creer es lo único que nos queda. Por si acaso yo voy a seguir pataleando. Aunque solo sea porque se nos echa encima el momento de la operación bikini.
miércoles, 3 de abril de 2019
Rescates de Twitter (63) - Almazán
Almazán
1.- Una vez estuve en Almazán. De aquel viaje recuerdo los bosques de hayas que luego conocí en la Sierra de la Cebollera y, en mi deambular por la villa soriana, un ganso que me persiguió hasta la orilla del río y la estatua de una monja.
2.- Me hacía retroceder furioso, lanzando picotazos al aire justo en el lugar que acaba de abandonar un instante antes. El aliento de su pico justo en el ápice del mío. Lo reconozco, tenía muchas más narices que yo, a pesar de que las suyas eras solo dos agujeros.
3.- Y mientras me ganaba terreno casi tan rápido como los alemanes a los franceses durante la Blitzkrieg, sus hembras corrían tras de él hinchadas como sopranos, las plumas de la situada a su derecha, esponjadas como las del tocado de la Castafiore.
4.- “¡Ese es mi hombre!”, parecía graznar la de la izquierda mientras se pavoneaba pisando por el terreno que yo iba cediendo en mi deshonrosa y cómica huida.
5,. Curioso cortejo en el que yo era el único que avanzaba de espaldas, celérico cómo alma que persigue un diablo alado. Jamás hagáis enfadar a un ganso. Primera regla: no accedáis a su serrallo sin su permiso, aunque esté en la ruta más corta hasta la ribera.
6.- Mientras veía pasar toda mi vida ante mis ojos en el reflejo del pico bruñido de un ánade, pude recordar aquellas lecturas infantiles y maldecir a Konrad Lorenz y a todo su parentela, empezando por su ahijada la gansa Martina.
7.- Cuando pude al fin calmarme tras burlar al demonio emplumado, agua bendita debieron parecerle mis lágrimas de miedo, no se me ocurre otra razón para que de repente desistiese de su presa, pude recorrer aquel villorrio sin prisas.
8.- Empecé por el río, que era lo que me había convocado a aquel lugar. El Duero en toda su mansedumbre. Esa quietud que parecían desdecir los moradores de sus riberas. Aguas sonámbulas y alamedas silenciosas. Las mismas que inspiraron a Machado sus poemas más introspectivos.
9.- Luego el casco urbano. Piedras que también parecían mansas y dadas a guardar secretos. Más todavía tras sufrir la furia de un aspirante a cisne fracasado.
10.- En una plaza junto a un convento había una estatua de una monja a la que acudían los pájaros como quien acude a escuchar un sermón bajo la carpa del cielo azul infinito. ¿Quién tiene como grey a gorriones y los jilgueros? Sentí curiosidad y me acerqué.
11.- ¿Cuántas estatuas conocéis de monjas? De religiosos hay muchas, porque los hábitos nunca les han impedido a ellos correrse aventuras, incluso galantes. Que se lo digan sino a Lope de Vega.
12.- En Madrid, sin ir más lejos, tienes la dedicada a Tirso de Molina en su plaza, vestido de fraile aunque todos sabemos que fue el inventor de los culebrones subidos de tono, vete tú a saber si con un toque autobiográfico.
13.- Uno escribe de lo que conoce, y si digo que una vez estuve en Almazán, incluso en Medinacelli y algunas otras ciudades igual de espectrales, es que es cierto. Yo no invento nunca. Esfuerzo inútil. La vida tiene mucha más imaginación que yo.
14.- En aquella plazuela desierta había la estatua de una monja. Algo insólito en el mundo de antes. En el de ahora quizá ya no tanto desde que Madonna saliese en un clip musical disfrazada con hábitos y con crucifijo al cuello para rimar sobre el deseo.
15.- Cuando leí le leyenda que había a sus pies prometo que no tenía ni idea de que aquella era su tierra. Porque yo ya había oído hablar de aquella religiosa:
16.- Sor María de Jesús, madre abadesa del convento de las madres concepcionistas de Ágreda (también en Soria), gloria del Barroco español y pasmo del mundo.
17.- Tras caer en desgracia el conde Duque-Duque de Olivares, don Gaspar de Guzmán y Pimentel, heredó su poder y sus títulos su sobrino don Luis de Haro y Guzmán, duque de Montoro y marqués del Carpio. Aunque no su ascendente sobre el rey.
18.- Tras dejar de escuchar a la hora de tomar decisiones al que había sido su ayo siendo niño, su mentor mientras fue joven imberbe y su valido ya como rey, su majestad Felipe IV ya apenas tuvo oídos para nadie que no fuera sor María de Jesús.
19.- Solo se vieron en persona una vez, en 1643, cuando el rey viajaba con todo su séquito hacia la frontera de Francia para sofocar la rebelión catalana y la subsiguiente invasión francesa.
20.- Hay que decir que acudía también en socorro de los propios catalanes, quiénes, como siempre, la habían liado parda y no sabían cómo salir ellos solos del atolladero.
21.- Y lo hacía con todo su séquito. Ahí estaba Velázquez, quien completo en aquel periplo, cuando acamparon en Fraga, un prodigioso retrato en plata y rojo Burdeos que ahora cuelga en Nueva York, en la Frick Collection.
22.- ¿Son imaginaciones mías o Velázquez pinta realmente al monarca con los hombros algo encorvados, como a alguien que soporta en el efímero instante que capta el retrato un peso al que no está acostumbrado y busca desesperadamente con quién compartirlo?
23.- Solo se vieron una vez, digo, pero a partir de entonces no dejaron de hablarse. Durante años, décadas, en una comunicación epistolar intensa e ininterrumpida que se asemeja a las que ahora nos permite establecer internet con personas distantes geográfica y/o circunstancialmente
24.- Hay que aclarar que Sor María de Jesús ya era famosa antes de acceder a ser visitada por el rey en su convento de clausura -¿Charlarían a través de una reja aquella única vez?-. Lo que vino después es por lo que la recuerda la historia, digamos, convencional.
25.- Porque ella ya se había hecho hueco en el imaginario colectivo, nunca mejor dicho. Por eso precisamente quiso conocerla Felipe IV, tal como hoy día hay quien anhela conocer a Adam Levine, Kip Thorne o Vargas Llosa.
26.- Digámoslo sin más rodeos, sin el consuelo de la anestesia: Sor María de Jesús tenía el don de la bilocación. Certificado por la santa Madre Iglesia. De haberlo sabido, Stan Lee Lee la habría reclutado para los Fantastic Four o The Avangers.
27.- Aunque quizá ella habría estado más en su salsa con los X-Men. Porque sin duda era una mutante más del barroco español. En aquellos tiempos si lo eras, y además eras mujer, o te colgabas los hábitos, como hizo Santa Teresa, o te dejabas quemar en la hoguera.
28.- El caso es que había pruebas incontrovertibles de que sor María de Jesús había predicado a los indios de Nuevo Méjico sin haber pisado jamás el continente americano. Al menos en carne mortal. Que en sustancia espiritual parece ser que sí.
29.- Las pruebas fueron examinadas con lupa y ratificadas por el Santo Oficio, que con según en que asuntos no tenía ni pizca de sentido del humor ni hacia manga ancha. Fanáticos eran, pero también amantes de la verdad. De la suya al menos.
30.- Javier Sierra arma una novela mediocre, “La dama azul”, a partir de esta curiosa anécdota. Parece increíble, pero gente dispuesta a no creer en nada acabó convencida de la autenticidad del fenómeno.
31.- Sor María de Jesús no era conciliadora. Le reprochaba al rey su indolencia, su falta de temple para tomar las riendas del estado. Algo que la propia propaganda aseguraba que ocurría sin asomo de duda.
32.- Le reprochaba también su incontinencia, su apetito desmedido por la carne femenina, haber trocado la gula y la gota de su bisabuelo Carlos V, el eterno viudo fiel, o casi, por la líbido desmedida y las enfermedades venéreas.
33.- A ver, era monja, tampoco pidamos peras al olmo desde nuestro hoy saturado de sexo. Pero es que, además, a Felipe IV se le conocen unos setenta y tantos bastardos reconocidos. Con nombres y apellidos.
34.- Vi en algún lugar la lista completa y era apabullante. Aquello era mucho follar sin caer en la monotonía. Abundaban en ella los eclesiásticos de alto rango, los títulos nobiliarios y los funcionarios del estado. Dejó a todos colocados.
35.- También las monjas abadesas y las damas de alcurnia casadas con nobles de la cohorte clientelar. Y hablamos solo de los reconocidos. Da vértigo pensar en la lista sumando los hijos inconvenientes o de los que no se tuvo noticia.
36.- Don Juan José de Austria, el hijo de la Calderona (el gran amor del Capitán Alatriste, por si alguien ha visto la peli o ha leído las novelas) y el hombre que pudo reinar, como el personaje de Kipling, fue solo uno de tantos. El más notorio.
37.- En el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, la estancia en la que se recibía a los dignatarios extranjeros para apabullarlos, un retrato ecuestre de Felipe IV con la montura en corbeta, recibía a los visitantes.
38.- El jinete domina el caballo, como quien domina un país, sosteniendo las riendas con una sola mano, en una muestra de liderazgo absoluto, sin siquiera alterar la expresión de la cara. Es una metáfora del buen gobierno.
39.- Pero la monja no estaba para dejarse engañar por los spots publicitarios. Le aseguraba a su interlocutor epistolar que la principal razón de la mala situación del reino era el haber delegado las decisiones en terceros.
40.- Aquel mismo año de 1643 cayó en desgracia el todopoderoso Olivares. Pero ya era tarde para recomponer España. También para que el rey pudiese curarse de su propensión a la indolencia y la melancolía.
41.- Luis de Haro, sobrino del defenestrado, asumió parte del gobierno, pero ahora bajo la estricta supervisión del monarca. La felicidad del ocio perpetuo dio paso a la amargura de tener que decidir y asumir los errores.
42.- En los últimos años de su reinado, Felipe IV era reacio de ser retratado por Velázquez. Hay una laguna de toda una década en la serie histórica en aquellas fechas. Por las cartas a sor María de Jesús sabemos el porqué.
43.- Don Diego lo llevaba mal. Se sentía impedido a ejercer la que consideraba su principal función en palacio, casi su razón de ser en la vida. Fernando Marías asegura que Las Meninas es un grito a su patrón para cambiar la situación
44.- En un retrato grupal del séquito de la infanta, cada integrante cumpliendo con la función que le ha sido asignada, Velázquez se pinta como lo que considera que es la esencia de su ser, como retratista de los monarcas.
45.- Y da igual si los reyes están presentes físicamente, y por eso reaccionan los personajes del cuadro o si el reflejo del espejo del fondo nos está delatando lo que el pintor está plasmando en el lienzo que se nos oculta.
46.- El sevillano le daba la matraca constantemente al rey con este asunto. “Dejadme retrataros para que mi fantasmal existencia en el alcázar cobre sentido”, y el susodicho le daba largas con diplomacia.
47.- A sor María Jesús se confesaba solo a medias: “Es que don diego tiene demasiada flema, me somete a sesiones de posado aterradoramente largas. Es un suplicio. Un calvario que me deja como un Ecce Homo”.
48.- Pero la verdadera razón era otra: Velázquez amaba apasionadamente la verdad, tanto como la monja. Y si esta le decía al rey lo que no quería oír, aquel le mostraba de sí mismo lo que no quería ver. Su decadencia como hombre.
49.- Poco después de “Las Meninas” Felipe IV se dejó retratar una última vez y el resultado es uno de los cuadros más asombrosos de la historia del arte. El ser avejentado y derrotado que observamos es el dueño del mundo.
50.- Señor de dos continentes. Ambos los camino a la vez sor María Jesús de Ágreda, un personaje silenciado antaño por ser mujer. Hoy día supongo por ser religiosa. Las discriminaciones no se superan. Se sustituyen por otras nuevas.
51.- Mística, erudita, literata de mucho fuste, aunque quemó casi todo lo que escribió, no se sabe muy bien la razón. Mujer de temple y carácter, capaz de gobernar un imperio desde la celda de un convento de clausura.
52.- De ejercer de ministro y principal asesor de su majestad, al menos. Con todo esto no se explica cómo no tiene aún una biografía como Dios manda, una novela fetén, una película de Amenábar. No hacía falta irse a Alejandría para ejercer de feminista.
53.- Cuando los conquistadores llegaron a Nuevo Méjico se encontraron con que aquellas tierras ya habían sido evangelizadas. Los misioneros de avanzada bautizaban a indios por cientos todos los días. Los curas precedían a los soldados.
54.- Algo increíble debió de ocurrir en aquellas tierras que visitara la dama de azul mientras también permanecía en Ágreda. Con dotes paranormales además de lo ya referido. Espero al menos que “Quinto Milenio” le dedicara alguna vez un monográfico.
55.- Siglos después esos mismos indios, sus descendientes, se declaran súbditos del rey de España y reclaman los derechos que les concediera la corona. Emociona en estos tiempos republicanos y tan anti españoles y propicios para deserciones.
1.- Una vez estuve en Almazán. De aquel viaje recuerdo los bosques de hayas que luego conocí en la Sierra de la Cebollera y, en mi deambular por la villa soriana, un ganso que me persiguió hasta la orilla del río y la estatua de una monja.
2.- Me hacía retroceder furioso, lanzando picotazos al aire justo en el lugar que acaba de abandonar un instante antes. El aliento de su pico justo en el ápice del mío. Lo reconozco, tenía muchas más narices que yo, a pesar de que las suyas eras solo dos agujeros.
3.- Y mientras me ganaba terreno casi tan rápido como los alemanes a los franceses durante la Blitzkrieg, sus hembras corrían tras de él hinchadas como sopranos, las plumas de la situada a su derecha, esponjadas como las del tocado de la Castafiore.
4.- “¡Ese es mi hombre!”, parecía graznar la de la izquierda mientras se pavoneaba pisando por el terreno que yo iba cediendo en mi deshonrosa y cómica huida.
5,. Curioso cortejo en el que yo era el único que avanzaba de espaldas, celérico cómo alma que persigue un diablo alado. Jamás hagáis enfadar a un ganso. Primera regla: no accedáis a su serrallo sin su permiso, aunque esté en la ruta más corta hasta la ribera.
6.- Mientras veía pasar toda mi vida ante mis ojos en el reflejo del pico bruñido de un ánade, pude recordar aquellas lecturas infantiles y maldecir a Konrad Lorenz y a todo su parentela, empezando por su ahijada la gansa Martina.
7.- Cuando pude al fin calmarme tras burlar al demonio emplumado, agua bendita debieron parecerle mis lágrimas de miedo, no se me ocurre otra razón para que de repente desistiese de su presa, pude recorrer aquel villorrio sin prisas.
8.- Empecé por el río, que era lo que me había convocado a aquel lugar. El Duero en toda su mansedumbre. Esa quietud que parecían desdecir los moradores de sus riberas. Aguas sonámbulas y alamedas silenciosas. Las mismas que inspiraron a Machado sus poemas más introspectivos.
9.- Luego el casco urbano. Piedras que también parecían mansas y dadas a guardar secretos. Más todavía tras sufrir la furia de un aspirante a cisne fracasado.
10.- En una plaza junto a un convento había una estatua de una monja a la que acudían los pájaros como quien acude a escuchar un sermón bajo la carpa del cielo azul infinito. ¿Quién tiene como grey a gorriones y los jilgueros? Sentí curiosidad y me acerqué.
11.- ¿Cuántas estatuas conocéis de monjas? De religiosos hay muchas, porque los hábitos nunca les han impedido a ellos correrse aventuras, incluso galantes. Que se lo digan sino a Lope de Vega.
12.- En Madrid, sin ir más lejos, tienes la dedicada a Tirso de Molina en su plaza, vestido de fraile aunque todos sabemos que fue el inventor de los culebrones subidos de tono, vete tú a saber si con un toque autobiográfico.
13.- Uno escribe de lo que conoce, y si digo que una vez estuve en Almazán, incluso en Medinacelli y algunas otras ciudades igual de espectrales, es que es cierto. Yo no invento nunca. Esfuerzo inútil. La vida tiene mucha más imaginación que yo.
14.- En aquella plazuela desierta había la estatua de una monja. Algo insólito en el mundo de antes. En el de ahora quizá ya no tanto desde que Madonna saliese en un clip musical disfrazada con hábitos y con crucifijo al cuello para rimar sobre el deseo.
15.- Cuando leí le leyenda que había a sus pies prometo que no tenía ni idea de que aquella era su tierra. Porque yo ya había oído hablar de aquella religiosa:
16.- Sor María de Jesús, madre abadesa del convento de las madres concepcionistas de Ágreda (también en Soria), gloria del Barroco español y pasmo del mundo.
17.- Tras caer en desgracia el conde Duque-Duque de Olivares, don Gaspar de Guzmán y Pimentel, heredó su poder y sus títulos su sobrino don Luis de Haro y Guzmán, duque de Montoro y marqués del Carpio. Aunque no su ascendente sobre el rey.
18.- Tras dejar de escuchar a la hora de tomar decisiones al que había sido su ayo siendo niño, su mentor mientras fue joven imberbe y su valido ya como rey, su majestad Felipe IV ya apenas tuvo oídos para nadie que no fuera sor María de Jesús.
19.- Solo se vieron en persona una vez, en 1643, cuando el rey viajaba con todo su séquito hacia la frontera de Francia para sofocar la rebelión catalana y la subsiguiente invasión francesa.
20.- Hay que decir que acudía también en socorro de los propios catalanes, quiénes, como siempre, la habían liado parda y no sabían cómo salir ellos solos del atolladero.
21.- Y lo hacía con todo su séquito. Ahí estaba Velázquez, quien completo en aquel periplo, cuando acamparon en Fraga, un prodigioso retrato en plata y rojo Burdeos que ahora cuelga en Nueva York, en la Frick Collection.
22.- ¿Son imaginaciones mías o Velázquez pinta realmente al monarca con los hombros algo encorvados, como a alguien que soporta en el efímero instante que capta el retrato un peso al que no está acostumbrado y busca desesperadamente con quién compartirlo?
23.- Solo se vieron una vez, digo, pero a partir de entonces no dejaron de hablarse. Durante años, décadas, en una comunicación epistolar intensa e ininterrumpida que se asemeja a las que ahora nos permite establecer internet con personas distantes geográfica y/o circunstancialmente
24.- Hay que aclarar que Sor María de Jesús ya era famosa antes de acceder a ser visitada por el rey en su convento de clausura -¿Charlarían a través de una reja aquella única vez?-. Lo que vino después es por lo que la recuerda la historia, digamos, convencional.
25.- Porque ella ya se había hecho hueco en el imaginario colectivo, nunca mejor dicho. Por eso precisamente quiso conocerla Felipe IV, tal como hoy día hay quien anhela conocer a Adam Levine, Kip Thorne o Vargas Llosa.
26.- Digámoslo sin más rodeos, sin el consuelo de la anestesia: Sor María de Jesús tenía el don de la bilocación. Certificado por la santa Madre Iglesia. De haberlo sabido, Stan Lee Lee la habría reclutado para los Fantastic Four o The Avangers.
27.- Aunque quizá ella habría estado más en su salsa con los X-Men. Porque sin duda era una mutante más del barroco español. En aquellos tiempos si lo eras, y además eras mujer, o te colgabas los hábitos, como hizo Santa Teresa, o te dejabas quemar en la hoguera.
28.- El caso es que había pruebas incontrovertibles de que sor María de Jesús había predicado a los indios de Nuevo Méjico sin haber pisado jamás el continente americano. Al menos en carne mortal. Que en sustancia espiritual parece ser que sí.
29.- Las pruebas fueron examinadas con lupa y ratificadas por el Santo Oficio, que con según en que asuntos no tenía ni pizca de sentido del humor ni hacia manga ancha. Fanáticos eran, pero también amantes de la verdad. De la suya al menos.
30.- Javier Sierra arma una novela mediocre, “La dama azul”, a partir de esta curiosa anécdota. Parece increíble, pero gente dispuesta a no creer en nada acabó convencida de la autenticidad del fenómeno.
31.- Sor María de Jesús no era conciliadora. Le reprochaba al rey su indolencia, su falta de temple para tomar las riendas del estado. Algo que la propia propaganda aseguraba que ocurría sin asomo de duda.
32.- Le reprochaba también su incontinencia, su apetito desmedido por la carne femenina, haber trocado la gula y la gota de su bisabuelo Carlos V, el eterno viudo fiel, o casi, por la líbido desmedida y las enfermedades venéreas.
33.- A ver, era monja, tampoco pidamos peras al olmo desde nuestro hoy saturado de sexo. Pero es que, además, a Felipe IV se le conocen unos setenta y tantos bastardos reconocidos. Con nombres y apellidos.
34.- Vi en algún lugar la lista completa y era apabullante. Aquello era mucho follar sin caer en la monotonía. Abundaban en ella los eclesiásticos de alto rango, los títulos nobiliarios y los funcionarios del estado. Dejó a todos colocados.
35.- También las monjas abadesas y las damas de alcurnia casadas con nobles de la cohorte clientelar. Y hablamos solo de los reconocidos. Da vértigo pensar en la lista sumando los hijos inconvenientes o de los que no se tuvo noticia.
36.- Don Juan José de Austria, el hijo de la Calderona (el gran amor del Capitán Alatriste, por si alguien ha visto la peli o ha leído las novelas) y el hombre que pudo reinar, como el personaje de Kipling, fue solo uno de tantos. El más notorio.
37.- En el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, la estancia en la que se recibía a los dignatarios extranjeros para apabullarlos, un retrato ecuestre de Felipe IV con la montura en corbeta, recibía a los visitantes.
38.- El jinete domina el caballo, como quien domina un país, sosteniendo las riendas con una sola mano, en una muestra de liderazgo absoluto, sin siquiera alterar la expresión de la cara. Es una metáfora del buen gobierno.
39.- Pero la monja no estaba para dejarse engañar por los spots publicitarios. Le aseguraba a su interlocutor epistolar que la principal razón de la mala situación del reino era el haber delegado las decisiones en terceros.
40.- Aquel mismo año de 1643 cayó en desgracia el todopoderoso Olivares. Pero ya era tarde para recomponer España. También para que el rey pudiese curarse de su propensión a la indolencia y la melancolía.
41.- Luis de Haro, sobrino del defenestrado, asumió parte del gobierno, pero ahora bajo la estricta supervisión del monarca. La felicidad del ocio perpetuo dio paso a la amargura de tener que decidir y asumir los errores.
42.- En los últimos años de su reinado, Felipe IV era reacio de ser retratado por Velázquez. Hay una laguna de toda una década en la serie histórica en aquellas fechas. Por las cartas a sor María de Jesús sabemos el porqué.
43.- Don Diego lo llevaba mal. Se sentía impedido a ejercer la que consideraba su principal función en palacio, casi su razón de ser en la vida. Fernando Marías asegura que Las Meninas es un grito a su patrón para cambiar la situación
44.- En un retrato grupal del séquito de la infanta, cada integrante cumpliendo con la función que le ha sido asignada, Velázquez se pinta como lo que considera que es la esencia de su ser, como retratista de los monarcas.
45.- Y da igual si los reyes están presentes físicamente, y por eso reaccionan los personajes del cuadro o si el reflejo del espejo del fondo nos está delatando lo que el pintor está plasmando en el lienzo que se nos oculta.
46.- El sevillano le daba la matraca constantemente al rey con este asunto. “Dejadme retrataros para que mi fantasmal existencia en el alcázar cobre sentido”, y el susodicho le daba largas con diplomacia.
47.- A sor María Jesús se confesaba solo a medias: “Es que don diego tiene demasiada flema, me somete a sesiones de posado aterradoramente largas. Es un suplicio. Un calvario que me deja como un Ecce Homo”.
48.- Pero la verdadera razón era otra: Velázquez amaba apasionadamente la verdad, tanto como la monja. Y si esta le decía al rey lo que no quería oír, aquel le mostraba de sí mismo lo que no quería ver. Su decadencia como hombre.
49.- Poco después de “Las Meninas” Felipe IV se dejó retratar una última vez y el resultado es uno de los cuadros más asombrosos de la historia del arte. El ser avejentado y derrotado que observamos es el dueño del mundo.
50.- Señor de dos continentes. Ambos los camino a la vez sor María Jesús de Ágreda, un personaje silenciado antaño por ser mujer. Hoy día supongo por ser religiosa. Las discriminaciones no se superan. Se sustituyen por otras nuevas.
51.- Mística, erudita, literata de mucho fuste, aunque quemó casi todo lo que escribió, no se sabe muy bien la razón. Mujer de temple y carácter, capaz de gobernar un imperio desde la celda de un convento de clausura.
52.- De ejercer de ministro y principal asesor de su majestad, al menos. Con todo esto no se explica cómo no tiene aún una biografía como Dios manda, una novela fetén, una película de Amenábar. No hacía falta irse a Alejandría para ejercer de feminista.
53.- Cuando los conquistadores llegaron a Nuevo Méjico se encontraron con que aquellas tierras ya habían sido evangelizadas. Los misioneros de avanzada bautizaban a indios por cientos todos los días. Los curas precedían a los soldados.
54.- Algo increíble debió de ocurrir en aquellas tierras que visitara la dama de azul mientras también permanecía en Ágreda. Con dotes paranormales además de lo ya referido. Espero al menos que “Quinto Milenio” le dedicara alguna vez un monográfico.
55.- Siglos después esos mismos indios, sus descendientes, se declaran súbditos del rey de España y reclaman los derechos que les concediera la corona. Emociona en estos tiempos republicanos y tan anti españoles y propicios para deserciones.
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