domingo, 31 de julio de 2016

Fortuna

Fortuna en el lance de entrar a matar un toro en plena urbe. Foro de Alfonso Sánchez.

Fortuna

Mi tendencia a divagar era algo que sacaba de quicio a mi psiquiatra. Ya desde nuestra primera sesión me mostró algo de hostilidad debido a esta debilidad de carácter o, siendo más precisos, debilidad en mi discurso. Se quejaba de que si me preguntaba sobre algo muy concreto acababa contestándole sobre otra cosa bien distinta y de forma imprecisa, si es que no me acababa perdiendo antes en los intrincados vericuetos de un laberíntico e innnecesario preámbulo que acababa por agotar su paciencia. Pero más que un defecto, que me imagino que por lógica deben detestar aquellos que deban escucharme sin ninguna gana de ello, yo siempre lo he considerado una virtud. Un contrapeso al menos frente a otras carencias. Una cualidad casi irrenunciable para alguien que, como yo, carece de imaginación creativa y que, sin embargo, tiene por principal afición el narrar cosas. Las más de las veces a mi mismo. Porque es bien cierto que con los años cada vez es más reducido mi círculo de oyentes. Apenas si soy capaz de crear sendas nuevas con mi imaginación, pero mi mente está preparada para avanzar a grandes saltos por caminos ya trillados. Como un saltamontes, del que nunca sabemos tras cada impulso cual será su lugar de aterrizaje.

Y, sin embargo, el saltamontes a veces avanza de forma deliberadamente geométrica, con un orden en apariencia aleatorio pero que tiene su lógica interna, hacia un punto determinado. Hay en el periódico de esta mañana, en la sección dedicada a las lecturas veraniegas, un reportaje sobre un fotógrafo. Lo firma Andrés Amorós, que siempre es garantía de amenidad y erudición. Paco Cano, Canito, acaba de morir. Retratista de toda una época o, más bien, de varias, desde la posguerra española hasta ayer mismo, como bien acota en su texto Andrés Amorós, Canito plasmó los acontecimientos sociales de una España, que primero se veía en blanco y negro y que luego se inundó de color. Ciento tres años dan para mucho. Canito aprendió a usar una cámara durante al Guerra Civil, en el Madrid asesiado por los nacionales. Se convirtió así en reportero gráfico. Luego, acabada la contienda, mezcló su nuevo oficio con una de sus vocaciones frustradas, la de  torero, convirtiéndose en fotógrafo taurino. Más de dos millones de imágenes comprendía a su muerte, según nos dice Amoros, el archivo personal de Canito. Entre ellas sobresale una, que le dio fama mundial y casi se diría que la inmortalidad en su profesión: La foto de Manolete el día de su muerte en la Plaza de Linares, justo cuando es conducido por su cuadrilla hacia la enfermería. Aquella tarde Canito se encontraba en el coso casi por casaulidad y era el único reprotero gráfico presente en la corrida. Había sido invitado por Luis Miguel Dominguín. El torero le debía un dinero y le dijo "Vente esta tarde a Linares y saldamos".

Muerte de Manolete en la Plaza de Linares. Fotografía de Paco Cano ("Canito")

El de fotógrafo taurino es uno de tantos desempeños artísticos surgidos en torno al toro. Artes subsidiarias a la de la tauromaquia, cuyos aledaños abarcan todos los modos de expresarse que tiene el alma humana: la pintura, la literatura, la crónica periodística, la fotografía. Leo el texto de Andrés Amoros y mi imaginación se esponja. Pero es una foto de Ava Gardner, incluida en el reportaje, la que espanta al saltamontes de donde permanecía quieto, fascinado por la lectura, y le impele a moverse. En la imagen, Ava ensaya un baile flamenco. Con zapatos de tacón corto, martillea sobre un suelo de baldosas de color claro. Las manos en el regazo como a punto de despegar y volar hacia las alturas, como exigen los cánones flamencos, y la corta melena, tapándole la mitad de su cara de diosa morena, tan espesa que hace innecesario el sombrero cordobés que parece exigir sus rasgos de mujer a lo Julio Romero de Torres. No puedo evitar que la instantánea captada por canito de su amiga y compañera de juergas me recuerde a la foto de una niña, una amiga mía muy querida, que en la imagen que me evoca también parece a punto de iniciar un zapateado flamenco. Tiene menos arte a la hora de colocar las manos -tal vez los pocos años, porque ella si tiene verdadera sangre andaluza-, y el enlosado cerámico quien lo luce es en el estampado del pijama no la superficie para el taconeo.
 

Mi amiga, hace veintitantos años

La coincidencia en realidad es doble, porque mi amiga tiene ahora aproximadamente la misma edad que luce Ava en la foto de canito y ahora, veintetantos años después de que la fotografiasen en pleno arranque de bailadora, en su esplendorosa primera madurez, se parece a la actriz como una gota de agua a otra. Desde que caí en al cuenta de su enorme parecido me es imposible mirar una imagen de Ava Gardner sin recordar de forma inmediata a mi amiga. Tampoco cuando surge el asunto de los toros. Porque mi amiga es taurina y ejerce de forma activa la defensa de la tauromaquia ahora que al parecer tiene tantos enemigos. Pero si Ava está fabricada con el mismo material con el que se forjan los sueños, es puro mito, a veces se diría que fantasía, mi amiga en cambio es de carne y hueso. Gravita sobre mi subconsciente con el peso de lo que es real y lastra mi voluntad en el territorio de los anhelos. Mi amiga es de una belleza perfecta e inaccesible como lo fue la de Ava.

Quizá el personaje de los que interpretó que más se le parece a la actriz, el que la viste con ropajes más pegados a su piel y a su alma, sea el de Pandora. Película maldita, como todas las de la escasísima filmografía de su director, Albert Lewin, "Pandora y el holandés errante" se mueve en la mayoría de sus escenas en el territorio de lo onnírico. Siempre rodeada de un séquito de admiradores, Pandora es capaz de inspirar el amor en todos los hombres pero no alumbrarlo dentro de sí. Pero no se debe a una incapacidad para amar sino a que su amor veradero está varado en otra época. Se enamoró hace mucho de un fantasma que solo de siglo en siglo hace acto de presencia entre los vivos. La escena de la película en que Ava Gardner canta la canción "How Am I To Know", compuesta por la poetisa Dorothy Parker, y que es una de tantas perlas ocultas del film, es muy ilustrativa del tono y la intención narrativa del fin. Algo alienta en el corazón de Pandora pero ni ella misma es capaz de saber el qué y por qué razón.

Ava Gardner - "How Am I To Know"
"Pandora and the Flying Dutchman", de Albert Lewin, 1951.
Letra y música de Jack King & Dorothy Parker

Ví "Pandora y el holandés errante" hace muchos años en los míticos cines Alphaville de la calle Martín de los Heros. En mi etapa de cinéfilo era capaz de resignarme a ver una película en versión subtitulada si no había otra opción y tenía verdaderas ganas de verla. Accedí a la obra de Alan Rudoph, Eric Rohmer, André Techiné, Win Wenders, y tantos otros, por esta para mí tortuosa vía. Nada me fastidia más que pasarme todo el metraje de una película leyendo. Para eso ya tengo los libros. Pero a veces no hay más remedio. Es eso o no ver la película. Al menos en aquellos tiempos. Debió de ser en verano porque la memoria me evoca el frescor de la sala, la sensación de que dicho frescor provenía de la brisa marina en las escenas rodadas junto al mar, en La Costa Brava. A Ava le rondan los toros, como a mi amiga. Albert Lewin visitó la España de la posguerra atendiendo a la sugerencia de un amigo y cautivado por las playas catalanas, aun sin la masiva presencia actual de hormigón y ladrillo, solo poblado por diminutas barcas de pesca y pueblitos diminutos, decide usarlas para rodar los exteriores de su próxima película, "Pandora y el holandés errante", apenas la cuarta de su filmografía y, aun así, una de las últimas. Obligado a desplazarse a España decide incorporar al casting al torero barcelonés Mario Cabré, que se interpreta a sí mismo en el film. Esta elección no es ninguna extravagancia, muy al contrario, es plenamente pertinente, porque el personaje de Pandora se ve irremisiblemente atraido hacia aquellos hombres que coquetean con la muerte, aunque sin ser capaces de consumar ese acercamiento. Es bien sabido que los toreros coquetean con la muerte. Es más un flirteo que un compromiso firme ya que han sido muy pocos, gracias a Dios, los que han muerto ejerciendo su oficio. Las imágenes que Albert Lewin rodara en la playa de Tossa de Mar mientras Mario Cabré daba capotazos a un toro sobre el albero marino son de una fuerza evocadora impactante. Son pura fantasía hecha cine. Como fantasía parece también la instantánea que encabeza este escrito, captada por Alfonso Sánchez García, otro fotógrafo taurino, y que tomara a Diego Mazquiarán, más conocido por su apodo Fortuna, en el trance de entrar a matar. Aquí también hay extrañeza por el escenario en el que tiene lugar el momento, por cuanto parece ser la calle de alguna ciudad. Tal es la intensidad de la imagen, su carácter casi simbólico que a primera vista se diría un montaje, tal vez el producto de algún truco de cámara, efecto espacial cinematográfico o collage. Hay algo extraño en las sombras que el toro arroja sobre el adoquinado de la calzada, en la nitidez de la figura del torero, cuya silueta parece trascender al plano de la imagen. En el análisis detallado de la instantánea tratando de hallar el truco me pareció reconocer uno de los edificios de la otra acera a aquella en la que está situado el fotógrafo. La ligera curvatura de la calle y su suave pendiente me eran familiares. Mi primera hipótesis, la que me dictó la intuición, es que se trataba de La Gran Vía. Con mucha sorpresa mi sospecha se vio confimada cuando acodí a esa inmensa hemeroteza que es Internet. Cierto mañana del año 1926 un toro fue lidiado en plena avenida madrileña. La historia, tal como la califica Raúl Guerra Garrido en uno de sus libros después de narrarla, de no ser cierta, en caso de haber sido inventada, nadie la creería.

Rosa Montero narra el sucedido en su novela "La hija del canibal". Una mañana de noviembre, un toro que es conducido al matadero logra escaparse de la vigilancia de los pastores y empieza a corretear libre Gran Vía arriba sembrando el pánico en la vía pública. En la esquina de la calle Fuencarral el animal se topa con el torero Fortuna, como quien se encuentra con un vecino mientras da un paseo. Va Fortuna, como cada mañana, camino del Retiro, donde le gusta gastar el tiempo hasta la hora del vermut, cavilando a solas sobre sus cosas mientras pasea entre el arbolado del parque. Bien entrado en la treintena, Diego Mazquiarán vive por aquel entonces sus últimos años como profesional, una decadencia cada vez más clara, que le relega cada vez más en los carteles. Quiere la suerte, la Fortuna, que es deidad veleidosa, ofrendarle aquella extraordinaria lidia sin que tenga siquiera que gestionarla su apoderado. Los taxistas de Madrid, que entonces conducen los únicos vehículos a motor de la ciudad, improvisan con sus coches, en mitad de la calzada de la rúa, un ruedo, aunque de geometría heterodoxa, esto es, rectangular. Quizá sea a eso a lo que se refieran cuando alguien dice aquello de la cuadratura del círculo. Un camarero del café Pidoux, sito allí mismo, en al acera de los pares, recibe recado de Mazquiarán de llegar hasta su casa, situada en la cercana calle Valverde, para traerle uno de sus estoques de faena. Mientras le llega, improvisa el torero unos pases con su gabardina para entretener al toro y fijarlo en el sitió. No es cosa de que siga avanzando hacia la zona más comercial de Madrid. Una vez tiene el estoque en la mano, Fortuna da muerte al animal con una sola estocada, algo trasera pero suficiciente, momento que queda inmortalizado por el fotógrafo Alfonso Sánchez en una imagen que también dio la vuelta al mundo, como la de canito. Esta anécdota ha sido rescatada recientemente del olvido al cumplirse el primer centenario de la avenida madrileña y escribirse su biografía artística, vital y sentimental en múltiples publicaciones. Uno de mis géneros literarios preferidos es Madrid.


Portada del libro de Raúl Guerra Garrido con la fotografía de Alfonso Sánchez

En el año 2004, poco antes del centenario de la calle, Raúl Guerra Garrido publicó en Alianza Editorial un extraño libro titulado "La Gran Vía es Nueva York", a caballo entre la ficción y el ensayo, la literatura y la crónica periodística, donde lo que sucedió alguna vez se narra como ficción y lo que es ficción creada por el autor es contada como si fuese un reportaje. En la página 162 de este libro se narra la lidia de Fortuna en la Gran Vía, pero tal como se la relató al novelista el fotógrafo Alfonso Sánchez, gran amigo suyo. La versión de los hechos que refiere el cronista gráfico no difiere sustancialmente de la versión canónica de la anécdota, la más extendida y que, a grandes rasgos, es la narrada por Rosa Montero, aunque si corrige dos posibles errores, puntuales pero importantes. Como el novillo y Fortuna, Alfonso Sánchez es un protagonista fortuito de lo sucedido. Toro, torero y fotógrafo coinciden en un momento y en un determinado lugar, a priori insospechado para un encuentro taurino, como pueda serlo una cala, y cada uno se limita a hacer lo que mejor sabe, a desempeñar el cometido para el que han nacido. Pero la situación es apurada, apremiente, y aquí viene la primera corrección. Como puede verse en la instantánea, los curiososestán demasiado cerca del animal. Hay incluso un espontáneo que salta a la calzada, tal vez para buscar una mejor ubicación. La situación es apurada por más que el aplomo de Mazquiarán pueda indicar otra cosa. No hay tiempo para ir a buscar un estoque a su casa. El recadero es enviado al casino militar, mucho más próximo, en busca de cualquier cosa que se le parezca al utilensio de matar de un torero, y lo que le traen es en apariencia una arma militar de hoja más estilazada que la de un estoque y sin la curvatura adecuada para "apuntar" al punto situado entre las dos paletillas del morlaco, que es el lugar donde se ha de asestar la estocada para que sea certera. También hay que señalar, así lo recalca Alfonso Sánchez, que no se trata de un toro escapado en su último viaje hacia el matadero, sino de uno que iba a ser lidiado en el coso madrileño, entonces situado en la plaza de Felipe II, donde ahora se encuentra el Palacio de los Deportes, el Barclay Center en su denominación comercial. No se trata pues de un buey añoso, quizá cansado de guerrear, sino de un toro en pleno forma, lo que da más valor a la hazaña de Fortuna.

"Pandora y el holandés errante" supuso el primer viaje a España de Ava Gardner, en un momento difícil para ella, con su matrimonio con Frank Sinatrá hacíendo aguas por múltiples vías. La leyenda habla de un viaje relámpago en avión del actor a la piel de toro para arrebatar a su esposa de brazos de un torero, aunque en unas versiones el diestro es el propio Mario Cabré y en otras Luis Miguel Dominguín. El de Ava a España para hacer la película es un viaje que cambió su vida para simpre. Se enamoró a primera vista de las gentes y las noches de Madrid. Era un espíritu libre y la capital entonces, no lo olvidemos, distaba lo suficiente de lo que se podía considerar el mundo civilizado, y en concreto de Hollywood, como para que pudiera considerarse territorio agreste y sin ley, donde no era necesario cumplir las normas. El romance con Mario Cabré nunca fue confirmado por ella, solo por él, quien no sabemos si llegó a cobrar la pieza, si logró entrar a matar en el postrer lance, pero sí que debió enamorarse completamente de la belleza morena, como dicen que lo hacen los toreros de los toros con los que logran armonizarse en su baile con la muerte para realizar sus mejores faenas. Imaginaria o no aquella lidia, Mario Cabré rumió su amor durante años, en versos cargados de lírica, recogidos en poemarios ahora olvidados. Ese era el poder de Pandora, como lo es el de mi amiga, enamorar a los hombres, llevarlos hasta la desesperación, a veces para que logren lo mejor de sí mismos, hasta ese lugar en que la inspiración linda con el peligro.

Después de la lidia en la Gran Vía del toro fugitivo Fortuna logró revitalizar su decaída carrera profesional. Tras dos años de reverdecer laureles al calor de la popularidad adquirida reanudó la cuesta abajo. Su último tramo como torero languideció lentamente hasta extinguirse, al igual que la estirpe de toreros vizcaínos a la que pertenecía y que tuvo en él uno de sus últimos exponentes. Canito, tal como dijimos antes, acaba de ingresar hace poco en la academia de inmortales. La alta edad que llegó a alcanzar y la enorme simpatía que inspiraba en todos hizo posible que tuviera en vida los homenajes de los que era merecedor. A la tumba se llevó secretos de centenares de amigos ilustres. La discreción y la modestia fueron siempre su sello. A Alfonso Sánchez lo imagino en el Bar Stop relatando a Raúl Guerra Garrido su aventura, señalando las dos fotografías del suceso que cuelgan en las paredes para advertir de algún detalle. La imagen de momento de la verdad. La otra en la que, como si se tratara de una hilera de cazadores tras un safari, posan ante la pieza cobrada, que llace desvencijada sobre los adoquines del empedrado. Solo Fortuna parece mantener la calma, los hombros relajados y uan mano en el bolsillo del gabán, como si lo que acaba de ocurrir le sucediera todos los días. En cierto modo así es. El de fotógrafo taurino es otro oficio artesanal de tantos que se extingue.

De Mario cabré apenas si queda rastro hoy día. Aunque si alguno. Un redactor del ABC, nada menos que Sergi Doria, afirma en un artículo para el periódico publicado hace unos años haber encontrado en una librería de viejo un ejemplar del "Dietario poético a Ava Gardner", escrito por el torero. Un diario de rodaje en 56 versos. La prosa se le quedaba pequeña. La poesía es la última alternativa siempre para tratar de alcanzar lo imposible cuando lo demás ha fracasado. Por eso el cine a menudo es pura lírica. Sobre todo el de Albert Lewin. En cuanto a mi amiga, tiene ahora más o menos la edad de Pandora, si es que eso puede considerarse un dato significativo, ya que, al igual que ella, es básicamente un ser intemporal. Tiene toda una eternidad por delante para esperar a su holandés errante.


domingo, 24 de julio de 2016

Varykino



Varykino


Hace unos años oí hablar de un concepto, nuevo para mí, que entonces me sorprendió: La arqueología industrial. Ahora empieza a ser algo relativamente habitual. La arqueología industrial vendría a ser la recuperación de instalaciones industriales obsoletas y en desuso con fines culturales, turísticos o científicos. Por poner algunos ejemplos: Minas que se vuelven visitables para el público y se convierten en itinerarios temáticos turísticos; Naves industriales abandonadas que se reciclan para ser sede de eventos culturales (El Matadero de Madrid); Lineas de ferrocarril desmanteladas que se convierten en circuitos para cicloturismo y trekking (vías verdes). Las posibilidades son muy diversas y algunas muy sorprendentes. El solape con la arqueología de toda la vida es relativamente frecuente y no sé si problemático también. Por ejemplo, investigar y tratar de recuperar los vestigios de una antigua pesquería romana en la costa, pongo por caso la de Andalucía, podría considerarse arqueología industrial pero, por el valor intrínseco de los materiales investigados, es una tarea que se deja en manos de la arqueología a secas, sin apellidos.
El caso es que el ABC de ayer incluía un reportaje que literalmente me dejó la cabeza loca. Acababa de descubrir la existencia de un nuevo tipo de arquelogía: la arqueología cinematográfica. Resumo: Un director de cine había descubierto la existencia de una asociación cultural burgalesa empeñada en recuperar el cementerio que sirve de escenario para la última secuencia de la película de Sergio Leone "El bueno, el feo y el malo". La película se rodó en Almería y Madrid, como casi todos los spaguetti western. Esos paisajes llenos de berruecos y salpicados de matas de coscoja y jara pringosa que aparecen en muchas películas del oeste de serie B de los años 60s y 70s se corresponden con los primeros escalones de la vertiente sur de la Sierra de Guadarra. Lo sé bien porque buena parte de mi infancia, más o menos por aquellos mismos años, la invertí (la invirtieron por mí mis padres) en pasear por el entorno de localidades serranas como Galapagar, Villalba o Torrelodones, donde hasta tuve una vez casa. Entonces la sierra no tenía nada que ver con lo que es ahora. Eran pueblos con marcado sabor rural y aun no habían empezado a proliferar las urbanizaciones y los centros comerciales. El cementerio que se construyó para la película era completamente de atrezzo, aunque en extremo original y visualmente espectacular. Pues bien, una asociación burgalesa trata de recuperarlo tal como fue durante los escasos días que sirvió para rodar las escenas en que se enfrentan en duelo a muerte Clint Eastwood, Lee van Cleef y Eli Wallach. No es arqueología propiamente dicha puesto que no se trata de recuperar los vestigios de algo que existió sino de crear una réplica en el mismo lugar, pero es al menos un concepto muy emparentado.

Merece la pena leer el artículo. Es realmente sorprendente. También muy sugerente. Leyendolo recordé la vez en que en un viaje con la gente del último curso de mi carrera nos enseñaron el lugar donde David Lean rodó la escena del apeadero de trenes de "Doctor Zhivago". Pongo en antecedentes narrativos: Omar Shariff (Zhivago), huye de Moscú (que en la película se recreaba en Madrid), de los bolcheviques, con su familia: su mujer (Geraldine Chaplin), su suegro y sus dos hijos. Viajan en el interior de un vagón de tren habilitado para el traslado de ganado, atestado de gente, sin siquiera vívires. El aseo es un cuboq ue han de utilizar por turnos y sin intimidad. El agua para beber la obtienen de los chapiteles de hielo que se forman en el techo del tren. Tras atravesar cientos y cientos de kilómetros de paisajes desolados, deserticos de humanidad, pueblos fantasmas recién saqueados por las tropas bolcheviques o del ejército blanco, que aun arden cuando el tren los atraviesa, acceden a un bosque ya en los Urales. En medio de los pinares el tren se detiene. Nadie sabe por qué. Zhivago se apea del vagón y sale a investigar. Mintras camina se oyen los acordes de la canción de Lara, una melodía recurrente en la banda sonora que le valió una Oscar a Maurice Jarre. Hay otra vía cerca de la que recorre su tren y en ella hay otro convoy, de aspecto amenazador, con una enormes hoz y martillo pintados con rojo sangre en el "fuselaje" de la locomotora, construida con el mismo acero negro con el que se construyó el esqueleto de la noche más sombría. Es el tren de Strelnikov, un sanguinario general del Ejército Rojo. El pueblo que han visto arder unos días antes ha sido atacado por sus tropas. En esa escena, una mujer procedente de una pajar aun en llamas corre hacia el tren, que ha aminorado la marcha, para tratar de alcanzarlo. Lleva algo en los brazos, un paquete con viveres quizá. A pesar de que la velocidad no es excesiva no logra acceder al tren. A pesar de Zhivago y su suegro tratan de auparla la mujer empieza a quedar rezagada. Cuando ve que no hay opción de subir al convoy lanza el paquete que lleva en los brazos con una expresión de suplica en los ojos. Cuando el pasaje se recupera del mal trago de no haber podido salvar a aquella mujer de uan muerte segura se acercan al paquete. Es un bebe muerto.

Yo estuve una vez en ese mismo lugar donde Zhivago y Strelnikov se encuentran y sostienen una extraña conversación. Si la memoria no me falla, todo es posible, han pasado casi treinta años, fue en algún lugar de Covaleda, en Soria, donde crecen los mejores pinares de pino silvestre España, los mejor ordenados. Son pinares además que nunca se incendian, porque el rédito del monte va íntegro a la gente de la zona. Si alguien se le ocurriera prenderles fuego no es muy probable que pudiera vivir para alardear de su hazaña, porque en los pueblos todo se sabe, incluido quienes son los pirómanos y por qué lo hacen. Nuestro guía, el ingeniero a carga de aquel monte, nos mostró un claro entre los árboles y nos explicó que allí habían construido los ténicos den Devid Lean el apeadero ferroviario, con sus tramos de vías y todo, hábiles incluso para poder ser recorridos por una locomotora. Hubo cierta emoción en la fracción cinéfila del grupo, entre al que yo mismo me incluía.
Pero hay lugares aun más míticos en esa película. Varykino, por ejemplo. Zhivago al huir de Moscú decide refugiarse en Varykino, una residencia en el campo que era de su familia y en cuya casita para invitados se enconden durante años. Varykino es un lugar de resonancias mágicas para mí. Crecí bajo el influjo de esas cuatro sílabas. Hasta las utilicé para darle nombre a mi blog. ¿Y si ese lugar aun existiera o pudiera reconstruirse? Veo el fotograma del film en que aparece Varykino y el paisaje que lo circunda me recuerda el de las riberas de Castilla y León, los prados teselados por rodales de chopos que se alimentan del agua de los ríos próximos. Bien podría ser también Soria lo que ven mis ojos. Arqueología cinematográfica. ¡Me parece una gran idea!

Dice el dicho "Cherchez la femme". Si el hombre se comporta de forma extraña y quieres averiguar por qué, sigue a la chica. Strelnikov se ha detenido en el apeadero del bosque porque quiere entrevistarse con Zhivago. Hay un nexo entre ambos: una mujer. a la que ambos aman, si es que se puede consiederar que el verbo amar no tiene tiempo de conjugación. Una mujer de la que Strelnikov huyo en el pasado para poder llegar a ser el monstruo que es. Una mujer a la que Zhivago encontrara y amara en Varykino. Lugares del universo mágico del cine que se materializan y toman cuerpo. Ya dije que me pareec un asunto sumamente sugerente.


domingo, 17 de julio de 2016

El Fútbol y sus aledaños (194) - El Baúl de Milán Piqué



El Baúl de Milán Piqué

El lunes pasado, en uno de esos paseos matutinos que doy con mi madre por el barrio, siempre con promesa de recompensas -un helado a medio periplo a degustar en algún rincón sombreado del parque de la Calle Perón suele ser lo más socorrido-, porque sino es imposible sacar a la buena mujer de casa, al pasar por el quisco, le compre el "¡Hola!". Otro tipo de incentivo. Durante años, más bien décadas, fue su única lectura. Ni siquiera ojeaba el ABC. Ahora no tiene ánimos para leer siquiera la parte impresa de un semanario, pero se entretiene mirando las fotos de las grandes mansiones y de las vacaciones de los famosos. Lo que se dice una auténtica pija. Lo fue quizá de niña cuando vivía en Salamanca cerca de la Plaza de los Bandos. Como la pillen por banda los alegres muchachos de Distrito 14 me la revientan a patadas a la buena mujer y me la dejan sin dentadura. Tampoco les iba a costar mucho la hazaña, a sus 84 años recién cumplidos la mayoría de sus dientes no son suyos, en términos fisiológicos que no económicos. Aunque bien pensado, se les digo que es fan de Sávame quizá me la confundan con una maruja y me la indulten.

Pero, a lo que iba. Ayer por la tarde me aburría y le eché un guipe a la revista. De mozalbete la ojeaba, sobre todo en verano, para ver chicas bien en biquini. El poderío económico se traduce muy a mendudo en poderío fisico. Había un posado muy elegante de Dafne Dernández, una mujer que me encanta. También fotos de Sara Carbonero, que ha recuperado la figura casi de forma inmediata tras su segundo parto. De la chica que descubrió Justin Bierber en las redes sociales y que ha hecho famosa ipso facto al dedicarle un piropo. De Elizabeth Hurley, que seguramente ha de adscribirse ya a la categoría de las MILFs. De Carlota Casiraghi, la enésima generación monegasca que deslumbra. De Helen Swedin, la mujer de Figo. De la nueva novia de Fernando Alonso, no recuerdo el nombre, y muchas más. El ejemplar es todo glamour, colorín y desenfado. Ya en otro registro, hacía el principio, en la zona noble de la revista, entre el reportaje de la mansión en Hong Kong de una diseñadora de postín y el reportaje de la visita de Michelle Obama a Madrid con Letizia Ortiz como protagonista -sin alguna referencia a la Familia Real, por mínima y anecdótica que sea, el "¡Hola!" se vería incompleto-, hay unas cuantas fotos realmente tiernas y curiosas de Milán Piqué haciendo pucheros tras ver perder a su padre en el partido contra Italia. El gesto de la madre es idéntico al del niño. Confrontarlos es un acierto del fotógrafo. No sabemos quien copia a quien. Shakira tiene un aire tan infantil que nos hace creer por un momento que pueda ser ella la creadora del gesto, auqnue da la sensación de estar haciéndole una burla cariñosa  a su retoño. Su desamparo tras ver perder a La Roja casi nos hace perdonarla de su espantada hacia Barcelona. Esta mujer fue durante mucho tiempo una de mis debilidades, porque era algo así como el amor platónico de una novia colombiana que tuve una vez. Amaba en ambas esa dulzura tan femenina que poseen las mujeres de ese país, adherida seguramente a sus genes con el adhesivo de una infinidad de generaciones ejerciendo el arte de seducir hombres que rssuman testosterona. La mujer colombiana es puro azúcar, moreno en el caso de mi ex, aunque no carezcan de carácter. Intenten llevarle la contraria a alguna si no me creen. Atrévanse a negarle un capricho si la tienen por compañera vital. En siete años de relación que duro la mía fui incapaz de logralo una sola vez. Solía decirle a mi chica; "Por favor, no se te ocurra nunca pedirme la Luna porque me obligarás a emprender la carrera de astronauta y ya no tengo años". Gracias a Dios se volvió razonable con el tiempo, al menos hasta cierto punto. No, la mesura no casaba con ella. Tampoco el matrimonio.

"Te dejo, Madrid" (Shakira)

Oi decir a alguien, o quizá lo leí en algún suplemento dominical, que Shakira estaba enamorada de Madrid, incluso que se sentía madridista. Así que le otorgué el beneficio de la duda a pesar de su canción "Te dejo, Madrid", tan llena de aparente contradicción. En una lectura favorable al reo, la tonada parece el canto de alguien que se aleja de aquello que ama y que vilipendia mientras lo deja atrás -negar es a veces una forma de afirmar de forma más rotunda-, para poder soportar mejor el picor de su nostalgia que a veces mortifica la piel desde el primer paso de la huida. En esta ambivalencia de sentimientos me movía al escuchar esta canción, hasta que la cantante colombiana se enamoró de Piqué y nos dejó a madrileños y madridistas con un mohín de extrañeza en nuestra boca de anís. Parecióme a mí entonces aquello como una traición, y dejé de escuchar a Shakira. Aunque en honor a la verdad he de decir que tampoco hice oídos a las chanzas que le dedicaron a partir de entonces los madridistas en Twitter. Valgan las fotos de "¡Hola!" como una disculpa, y no entremos a valorar ya si el disgusto de ambos es por el padre futbolista o por la madre patria. Tampoco creo que haya que exigirsele a un niño de tan pocos años que ahonde en estas cosas. Parece en todo caso que hay voluntad en el matrimonio para que el niño se haga aficionado a la selección española.

¿Alguien le explicará a Milán cuando sea mayor quien era Raúl González? ¿Volverá a hacer pucheros cuando le narren lo de aquella vez que logró silenciar al Camp Nou siendo su padre un adolescente aficionado culé?¿Los habría hecho de haber vivido su ignominiosa salida de la Selección Española? El mundial de Corea fue el primer gran torneo de selecciones nacionales de fútbol que debió ganar España después de aquel lejano y anecdótico triunfo en la Eurocopa de 1964. Entre la alineación española estándar durante el mundial de Corea y el de Sudáfrica hay muy pocas variaciones y, si me apuras, en mi opinión al menos, a favor en todo caso de la del primero en cuanto a calidad y potencial futbolístico. La gran diferencia estriba en su capitán. En Corea lo fue Raúl González, en Sudáfrica Casillas. Cuando Luis Aragonés decidió jubilar a Raúl de la selección muchos estuvieron de acuerdo con su iniciativa. Que españa tuviera un éxito inmediato en su primer compromiso de selecciones pareció darle completamente la razón. Parte del madridismo se sumó a esta corriente de opinión y quiso que se aplicase también en el Real Madrid. Para ellos Raúl se había convertido en un lastre. Sea acuñó el término de "baulificación" para identificar el mal y sus nefastas consecuencias en el vestuario. Porque lo que se cuestionaba de Raúl no era su fútbol sino su ética. Tuvo un éxito indudable esta nueva dialéctica de teóricos de salón, de predicadores de cuarto de estar, a la hora de tratar la actualidad del Real Madrid. Raúl fue el primero en ser atacado de forma coordinada por sectores más o menos amplios de la afición, pero desde luego no fue el último. Era demadiado divertido el juego, adrenalínico, como para que no enganchara a sus participantes. La siguiente víctima fue Casillas, otro madridista emblema de la Selección Española, y creo que no es una casualidad. Porque el siguiente en la lista es Ramos, es quien heredará el brazalete de Iker. Está claro que Milan Piqué siente por la Selección Española bastante más afecto que los detractores madrisdistas de Raúl y Casillas. Raúl priorizaba la selección por encima del Real Madrid porque es lo lógico, aparte de que son ámbitos que solo entran en conflicto de forma artificial, sólo si se retuercen las posturas y se fuerzan y estiran los argumentos hasta poder tañerlos con los dedos como quien ejecuta un pizzicato. ¿Alguien puede censurarle a CR7 que adoptara riesgos durante la final de la pasada Eurocopa y que intentará continuar jugando el partido aun estando visiblemente lesionado? Sólo cuando vio que no podía correr, que era un lastre más que una ayuda para sus compañeros dio su brazo a torcer, y lo hizo haciendo pucheros, como Milan. Sentir tu país en el corazón creo que es de bien nacidos. ¿En qué cabeza cabe que sea preferible el bien de la empresa que te contrata al de tu país? Raúl lo tenía claro pero tuvo la suerte de no evidenciarlo ante los intransigentes. Incluso, su decición de renunciar a la selección pudo ser traducida como un beneficio para el Real Madrid, porque a partir ya no tuvo otro dueño. Otra cosa es que los intransigentes lo quisieran también fuera del club. Menos suerte tuvo Casillas, que además tuvo que soportar la animadversión de ese agitador de masas que es Mourinho. Al entrenador portugués le molestó que Casillas se reconciliase con Xavi Hernández vía telefónica. Al margen de otras consideraciones, esa decisión rindió como fruto que España ganase un Mundial y una segunda Eurocopa. A toro pasado y con la perspectiva de los años no parece que fuese una decisión tan desacertada y, sobre todo, tan pecaminosa.

Fue justo tras ojear el "¡Hola!" cuando vi la portada de AS de aquel día. Alfredo Relaño es un tipo muy ladino, dicho en el mejor sentido del término, como sinónimo de tipo inteligente que sabe arrimar el ascua a su sardina al tiempo que suscita el negocio, así que no es extraño que el titular de la entrevista a Raúl, que era el contenido estrella de aquel ejemplar del diario, invitara a leerla en detalle porque se atisbaba la sangre de los flancos de Florentino en las palabras entrecomilladas. Y eso es lo que hice, para comprobar que en las palabras estractadas no había intención alguna de irritar a andie, menos aun al presidente del Real Madrid. Raúl es el rey de la diplomacia. Es otra cualidad que le echan en cara los intransigentes, en cuyo manual de estilo se indica que es menester embestir a tu interlocutor antes incluso de que te de los buenos días, considerar un enemigo mientras no se demuestre lo contrario. A veces ni siquiera ser canterano permite el acceso a la emblemática -y mafiosilla- categoría de uno di noi. Dice Raúl en ese titular estractado para la portada: "En mi modelo de club hay director deportivo", y no solo parece que realiza una crítica velada al modo de gestionar de Florentino Pérez, sino que se está postulando como abanderado de alguna nueva corriente de opinión dentro del madridismo. Tampoco la crítica sería muy novedosa. Los asalariados en Twitter del Real Madrid nos dicen que aunque no se vea ningún director deportivo en el club haberlos haylos, y hay quien se deja hechizar por el embrujo de los oráculos y se bebe de un sorbo la queimada sin rechistar. En la forma de confeccionar la plantilla cada año se intuye en todo caso má la mano de un director económico que la de un director deportivo, pero cualquiera se atreve a desmentir a los enteradillos. Lo saben todo proque se lo acaba de soplar un topo con corbata. Por otro lado, parece dentro del curso natural de las cosas que Raúl intentara algún día introducirse en el organigrama directivo del club, quien sabe si incluso para presidirlo. Supongo que a Florentino no debe inquietarle en exceso este escenario porque parece una posibilidad factible en todo caso a medio o largo plazo. Ahí es donde Relaño deja segregar su veneno haciendonos creer que tal vez se trate de algo inminente. Ya digo que si tal cosa es cierta no se desprende de la lectura de la entrevista, en la que Raúl dice una cosa y también su contraria para evitar dentro de lo posible no quedar mal con nadie.

¿Y que hace Raúl viviendo en Nueva York? ¿Cómo es que no se le ha ofrecido algún puesto ya en el staff técnico del Real Madrid? Como la paranoia se contagia, y la de Relaño es especialmente contagiosa, se propaga a través del aire, ni siquiera requiere del contacto directo, cuando le leo a Raúl que se está preparando concienzudamente en los aspectos económico y de gestión financiera, me digo, "Este quiere seguir la estela de Floper. Lo mismo hasta pisarla mientras aquel la crea". Es raro que Raúl no haya tenido ya algún desempeño en el club. De los grandes nombres del pasado inmediato, aquellos que no lo han tenido han pasado a engrosar la lista de personas non gratas, esos cuyas fotografías se han convertido en diana para los dardos que se lanzan desde Twitter. Michel y Sanchis son dos buenos ejemplos. Hierro, del que siempre se dijo que había acabado muy mal con el presidente, pasó de ser muñequito del pim-pam-pam para lso francotiradores de Twitter -hay mucho veterano del golfo en las redes sociales, o mucho golfo directamente- a ser elogiado en cuanto se le nombró segundo de Ancelotti. Todos aquellos que tienen púlpito en la prensa son captados por el club. Hablo de Guti, Morientes o Álvaro benito, por ejemplo, perfectamente arropados hoy día por el aparato del estado y cuya imagen de cara a la afición ha mejorado sustancialmente tras el entente con el club, cuando no se ha tornado incluso de mala en buena en algún caso. ¿Realmente somos tan manipulables? En lo que a mí respecta al menos reconozco que sí, y tampoco veo indicios de mucha firmeza de carácter en quienes me rodean en al nube de Matrix. Muchas voces, algunas que uno mismo juzga con criterio, opinando en un mismo sentido es como una poderosa marejada que te puede llevar mar adentro o a hacer encallar en los bajíos. Me permito la osadía de darle un consejo a Raúl. Si quiere lavar completamente su imagen de cara a poder lograr ciertas aspiraciones, que su apodo caiga en desuso, que su recuerdo en la memoria de la afición retorne a ser inmaculado, como cuando aun estaba fresca en nuestra memoria la anécdota, relataba por valdano, de su siesta en el autobús del equipo el día de su debut, tal vez sería bueno que le dedicase una o dos temporadas al club, en plan voluntario de ONG, por así decir, como entrenador de la cantera, por ejemplo, o como busto parlante en alguna de las televisiones propias o afines. Puede ser mano de santo, la terapia radiológica ideal para hacer que remita ese cáncer para el Madrid que decían algunos tuitstars que representaba su figura para el club. Quien sabe, quizá incluso Casillas podría someterse a la terapia. Aunque no sé, que su mujer haya elegido Mediaset en vez de Atresmedia para intentar su programa de moda y tendencias tiene en estado de alerta mi sentido arácnido.

Oigo muy a menudo en los podcast madridistas, casi todos, por no decir que todos, de inspiración decididamente mourinhista, que los nuevos tiempos han traído un nuevo tipo de aficionado al fútbol inédito hasta ahora: aquel que es forofo sólo de un determinado jugador, cuyos triunfos antepone con mucho a los del equipo. Me parece en todo caso una figura inofensiva, que no ahonda en el fútbol sino que surfea sobre su superficie y cuyo interés por el deporte y sus practicantes suele ser pasajero. Lo que si me parece una auténtica novedad, en mi casi medio siglo de madridista, es la figura del hater acérrimo practicante del fuego amigo. Esas ganas de despellejar a los propios jugadores no las había visto nunca hasta que alunicé -y aluciné- un día en la cara oculta de Twitter. Raúl les mostró el camino a los haters profesionales, cuya verdadera obra de aliño fue Casillas, y que ahora se preparan para mayores empresas. Léase Ramos, o el propio CR7, al que le quedan dos telediarios antes de que lo baulifiquen. Yquien sabe quien podrá ser el siguiente. Cuando Milan Piqué sea ya adulto un escenario más que factible es que viva en un mundo en que el Real Madrid esté presidido por Raúl González. Si así fuera, Dios lo quiera, lo ideal sería que los apodos despectivos se los pusiera la afición barcelonista por su buen hacer, y no la madridista para desahogar sus rabias, sus ansias insatisfechas de limpias de vestuario. Tampoco estaría mal que le viéramos hacer pucheros al ver perder a su otro equipo.