martes, 21 de mayo de 2013
El Fútbol y sus aledaños (131) - Muchos periodistas, el mismo sustantivo: Hipocresía
Simeone y Mourinho, verbos distintos
Alfredo Relaño
Diario As - Madrid - 19/05/2013
Escuchando las dos conferencias de prensa tras la final se explican mejor las cosas. Simeone trabajó para el Atlético, lo siente como propio. Mourinho trabajó para su palmarés, para su ombligo, para sus fobias. Lo de Simeone fue magnífico, de pé a pa. Su homenaje a la gente que trabaja en el club, su forma de presentar el éxito del Atlético como un logro social, la referencia lo que le había leído a Futre sobre lo que significaba ganar una final en el Bernabéu, los elogios a sus jugadores, hasta la emoción. Puro Atlético, palabras de un hombre que siente un club, que puede decir orgulloso: “Somos peores, pero...”
Lo contrario que Mourinho. Su palmarés. Su peor año. El recuento de su pobre cosecha de este año, “un éxito para cualquier otro entrenador”, un fracaso para él. El Madrid en segundo plano, ese Madrid que le ha dado la plantilla más cara del mundo, ese Madrid cuya afición se ha ido desgarrando por sus intemperancias, ese Madrid cuyo presidente se ha humillado, cada vez más notoriamente, ante sus caprichos de amante consentida, a ver si a base de no molestarle el gran mago obraba el milagro de la Décima. Qué dos formas tan distintas de estar en un club, las de Simeone y Mourinho.
El Madrid pudo ganar, sí, tuvo tres palos, pero hay algo de justicia poética en que Mourinho se marche sin Copa. Él mismo puso de su parte. Todos dudamos que Falcao le hubiera podido hacer a Pepe lo que hizo Albiol en el 1-1. Todos recordamos, viendo a Diego López en los dos goles, las tres proezas con las que Casillas frenó lo mejor de la tremenda tormenta de fútbol del Barça en la segunda mitad de aquella nada lejana final en Valencia. Sí, las palabras al final del partido encerraban la explicación de todo: Simeone es el Atlético, Mourinho es un huésped molesto, el penúltimo (¿o último?) extravío de Florentino.
Muchos periodistas, el mismo sustantivo: Hipocresía
Dos imágenes de la final de Copa del Rey del viernes pasado me impactaron, hasta el extremo de que aun no me he repuesto del golpe recibido, y aun ando penando por los pasillos de Twitter por su culpa. La primera fue un primer plano de Marcelo. con una cara redonda y que a mí me pareció meliflua. Dicho de otra forma: un primer plano de Marcelo, pensativo, casi melancólico, pero que aun aparentaba estar gordo. El motivo de su melancolía e fácil de aivinar, mediaba el minuto ciento y pico de la final. Y yo no sé si me indigné o me apiadé del desertor de la causa. Pero me pareció hasta insultante su mohín triste después de un año entero en blanco, en el sentido menos halagüeño de la expresión, por su extrema insolencia.
Sancho de Londoño, maestre de campo del tercio de Lombardía, fue conminado por el Duque de Alba, el fetén, el más famoso de todos, el segundo titular de la casa si no estoy equivocado -o quizá fuera el tercero-, el que retrató Tiziano para que nos entendamos, a escribir un tratado sobre disciplina militar para que le fuera útil a aquellos que mandaban tropa. El bueno de don Sancho resumió el código disciplinario del buen soldado en tres sencillos puntos:
1.- Saber obedecer.
2.- No desestabilizar la formación.
3.- No abandonar nunca el puesto de combate.
Sería difícil en la actual temporada que ahora acaba, encontrar un jugador de la plantilla del Real Madrid que durante un tiempo prolongado, o de forma puntual, no haya incumplido alguno de estos puntos. Algún caso hay, ya extremo, en que los tres a la ve han sido vulnerados, a sabiendas y con la intención de causar daño en el responsable de hacerlos cumplir a la tropa. La cohesión de la formación en los tercios, al igual que en un equipo de fútbol o en cualquier colectivo que para lograr sus metas ha de enfrentarse a contingentes enemigos que desean su fracaso, es vital, la fuerza del grupo puede ser la suma de las individuales, es decir, mucha, si hay cohesión.
Este estado de cosas en el seno del equipo, aunque no solo eso, quizás explique en parte la otra imagen que me impactó: La de Mourinho de pie en la banda con el pelo completamente blanco. En un plano concreto adquirió la tonalidad de la nieve. Y su cabellera, aun espesa pareció refulgir a la luz de los focos del Bernabeu. ¿Tan viejo se nos ha vuelo en solo tres años? Me dio ternura. El viejo héroe en sus horas bajas, quizá en su última batalla. Siempre he tenido predilección por las últimas aventuras de los grandes generales: ¿que quedaba de aquel Aníbal Barca a las órdenes de Antioco III, en su última aventura militar de aquel otro que ideó en Cannas la más genial de las estrategias militares, que convirtió el arte de la guerra en bricolage y fabricó con sus hombre un caja hermética en la que encerrar a los romanos y aniquilarlos? ¿Que quedaba de aquel Mourinho que nos hizo llorar de emoción y orgullo tras volar CR7 como una pavesa incandescente y abrasar al impactarlo el balón que le centraba Di María y con él todo Mestalla. Diría que poco. La derrota es un periplo que a veces no tiene trayecto de vuelta. Aquel Mou del viernes pasado, tan inactivo en el banquillo, como tantas veces este ejercicio, que tardó muchos minutos en levantarse y cercarse al campo de batalla, no era el que recordábamos de tiempos pasados, pletórico de energía, que lo mismo se convertía en sargento de instrucción de los marines para acelerar un cambio de en el Amsterdam arena, y corría junto a Albiol, creo recordar, dándole instrucciones mientras este se despojaba del chándal y corría hacia el cuarto árbitro, el encargado de gestionar los cambios, o como cuando se subió a lomos de Callejón para iniciar la galopad hacia la victoria. ¿Que queda de los héroes, de su espíritu, una vez son derrotados? ¿Pueden los héroes seguir considerándose como tales tras perder? En l fútbol está claro que no, y por eso lo maldigo a veces. El Real Madrid, en contra de lo que muchos afirman muchos madridistas no es el más grande por haber sido quien más ha ganado, sino por haber optado casi siempre a la victoria, que puede parecer lo mismo pero no lo es. Casi todos los equipos españoles y algunos de los más grandes de Europa y América han alcanzado sus más dulces victorias arrebatándosela al Real Madrid. Nuestra historia es grande, pero lo que nos hace grandes es que es difícil contar la de nuestros rivales sin mencionarnos de forma reiterada. La real Sociedad en su centenario, sabedor de esto, quiso celebrar la efemérides jugando un partido contra el rival que le disputo su momento d mayor gloria: aquelllas dos ligas consecutivas. La derrota puede ser gloriosa, yo recuerdo unas cuentas, y aunque se me impone el silencio me niego a olvidarlas.
Menciona el señor Relaño a Futre en su primer párrafo y al leerle es acordarme de la lamentable retransmisión de TVE. Y no solo por las salidas de tono de Paolo Futre, sus graves faltas de educación. Quizás no atendió con suficiente diligencia cuando le instruían en los valores del fútbol de los que tanto se habla estos tiempos. Su predilección por el Atlético y su falta absoluta de imparcialidad, de equilibrio, de sensatez a veces, podemos disculparlas echando mano de ese fanatismo que precisamente se nos achaca a nosotros. Pero el silencio cómplice del director del programa y la casi anuencia de Sanchís, rozan la desvergüenza y lo delirante, respectivamente. Pero lo cierto es que no nos podemos llevar a engaño, éramos víctima propiciatoria, carne de cañón, el cordero del sacrificio el viernes pasado. Porque todo se condujo como si fuera una ceremonia religiosa, de expiación de culpas. Los comentaristas, elegidos con tanta mala leche o falta de ella, el arbitraje, que rozó lo psicopático, los actores del encuentro. ¿Tenía Mou la misma certeza ue yo de que íbamos a perder, incluso cuando CR7 nos adelantó en el marcador? Creo que sí. Y quizá por eso tardó tanto tiempo en salir del banquillo, cuando Simeone, el que se supone que tiene un verbo distinto a él, llevaba desde el primer minuto vociferando como un poseso, sin modales, a sus propios jugadores y al árbitro. Pero es que el Cholo es la versión eclesiástica, santificada por la iglesia periodística, del mourinhismo.
Dice Relaño que Simeone trabajó para el Atlético, que lo siente suyo, al contrario que Mou. Y casi que me siento sin fuerzas y sin argumentos para contradecirle. Mou ha iniciado su marcha del Real Madrid, avejentado y derrotado, y vaga en tierra de nadie, no es de nadie y no siente como propio a nadie. Ni siquiera a sus indiscutibles años atrás: Pepe y CR7. Pero, seamos francos, perdimos por falta de coraje. No lo tuvieron nuestros jugadores en el campo, salvo Modric mi parecer y, tal vez, Diego López, ni el público en la grada, ni siquiera el resto de nosotros en nuestra propia casa y en la colectiva de internet. Nos faltó fuerza, llegamos derrotados, sin fe en la victoria. Y, aun así pudimos ganar tranquilamente. El poco o mucho futbol que se vio lo aportó el Madrid, contra el que también estaba la Diosa Fortuna y la Diosa Ciega, quien debía impartir justicia.
Dice Relaño que hubo justicia poética en la derrota del Real Madrid. Todos los bribones, acostumbrados a eludirla, confunde impartir justicia con hacer un trato, un cambalache, y el cambia su objetividad por un verbo distinto al de un cronista decente. y amparado en el resultado nos recuerda la ausencia de Pepe y nos quiere hacer creer que lo lamenta, cuando tantas campañas s hacen hecho desde su periódico para erradicar a Pepe del fútbol y para convertir a Albiol en un fijo obligatorio de la alineación titular, cuando era arriesgado apostar por Varane. Tan arriesgado que solo Mou se atrevió a cubrir la apuesta y ver la mano del futuro, para ver si sus cartas superaban las de su ambición y la del chaval. Luego hace una comparación que no se atiene a la lógica, la del Diego López de hoy con el Casillas de hace tres años, que es comparar algo con la nada, porque ese Casillas ya no existe, también se lo ha cargado la prensa, como a Mou, aunque con el tratamiento contrario, pudriendo su espíritu de deportista con falsos halagos y tantas mentiras piadosas, y eso los que se consideran sus amigos. El señor Relaño, que no lo es, ya nos quiso ofrecer su cabeza para aplacar nuestra justa ir en su día -pero de Iker ya no queremos nada salvo su finiquito en el club-, lo recuerda y hace un último falso halago por conveniencias, sus deseos, que tan feliz y confiante se siente que hasta se atreve a mencionarlo, que hayamos presenciado el último hurra de Florentino Pérez.
Pero si a mi me conmovió el pelo cano de Mou, mi héroe estos tres años, héroe superado por la tarea que el mismo se ha autoimpuesto, a Clos Gómez en absoluto. Y cuando lo vio protestar por primera vez decidió, llevado por el clima de odio que se ha logrado crear a su alrededor, expulsarlo. El gesto de Mou fue claro: "Me vas a expulsar a mí que hoy parezco un muermo, en vez de a Cholo que parce la caricatura que de mí hace la prensa". Y tanto que sí, que hasta le enseñó el dedo a Mou con la excusa de señalarle el camino, no sé si para mofarse de él y de todos nosotros haciendo un chiste con mímica a costa de aquel eslogan que inventara el mourinhismo: "Mou, tu dedo nos señala el camino". El de Clos Gómez nos señaló el del futuro de Mou y en parte del Real Madrid, porque si el cae mucho me temo que también Florentino. Y no solo por la animadversión de la prensa, también la del mourinhismo. Unos y otros disimulan su odio hacia Tito Patinhas. El de la prensa, salvo algún fanático, es un odio de oficio, impuesto por los jefes y/o la empresa. El del mourinhismo es un odio que nos hemos contagiado unos a otros y que convine a quienes quieren ser nuestros líderes, convertir Twitter en una plataforma de opinión manipulable y quién sabe si con la que poder mercadear poniéndola en venta o en alquiler. Se dice que Florentino no ha respaldado nunca a Mou y se obvia que ha transigido en todas sus peticiones, desde modificar el organigrama del club, cuya confección debería ser competencia exclusiva de la junta directiva, hasta traer a todos aquellos jugadores que ha pedido, pasando por dejarle hacer y deshacer a su antojo, no siempre con los mejore modos, que son secundarios, pero también importan. Valdano se fue del Real Madrid, y no coy a lamentarlo, peo era el único capaz d lidiar con la prensa. Ahora no solo no hay nadie sino que el que valía trabaja para el enemigo, y casi por gusto no por la paga. Defenestró a Casillas, y tampoco lo lamento, que quede claro, y no recuerdo un solo pero del presidente. Pero es igual, ya se que no mola la figura del señor Pérez. Con el que si es válido propagar bulos interesados: que si es amigo de ciertos periodistas y es el auténtico soplón del club, que si llamo cabra loca a Mourinho en un desliz. El mismo tipo de reproches y estupideces que dice la prensa sobre Mou los hace el mourinhismo del presidente del Real Madrid. Si no se nos ha ido la olla a todos aun debe quedar un cuarto de hora para que ocurra.
Mou ha sido víctima de un acoso mediático de manual, en el que no han faltado los insultos, los linchamientos de salón disfrazados de tertulias deportivas, la violación de su intimidad personal y familiar. Sé por experiencia, por haberlo vivido en carne propia como haberlo visto en mi ámbito cercano, que cuando se produce un acoso, y para mi el trato hacia Mou por la opinión público puede calificarse como tal, quien provoca repulsa en quienes son testigos no son los acosadores sino la víctima. Raro es que esta no tenga en su personalidad o en su condición un germen que provoque cierta antipatía, rechazo o compasión, esta fácilmente convertible en repulsa porque solemos compadecer a lo que consideramos que no cumplen unos mínimos exigibles. Por eso creo que Clos Gómez decidió expulsar a Mou. Llevaba una hora siendo un espectador más de los ataques de ira del Cholo Simeone hacia su propio equipo y hacia su persona y compañeros del cuerpo arbitral. Pero Simeone en un hombre sin tacha para la opinión pública. Y el señor Gómez no le veo lo suficientemente arrojado para ponérsela él. Pero cuando vio salir a Mou del banquillo y protestar airadamente una falta a Cristiano no puso con su indignación. Absolutamente mediatizado por la atmósfera construida con palabras alrededor del portugués el cuerpo le pidió expulsarlo. Seguramente le causa desagrado. Tampoco debía ser ajeno a que la decisión iba a granjearse muchos amigos, que iba a ser como poco entendida, cuando no apoyada o directamente valorada. Es curioso como lo que nos apetece a menudo coincide con lo que nos conviene. Eso ha pasado mucho en la prensa deportiva estos tres años, con muchos columnistas que parecían bramar contra Mourinho como si hubieran sido atropellados por el portugués sin ser socorridos por él. Y a lo mejor no había tanta necesidad de exteriorizar sus sentimientos como de afianzar su situación profesional. Pero esas distinciones dan igual en los acosos. Toda aportación es buena. Si Clos Gómez hubiera tenido un mínimo de humanidad no habría cometido tamaña injusticia con un hombre en el que es difícil no leer la derrota en los ojos, que además jugaba su último encuentro importante en España, ante el rey, en su estadio. y quizá porque se dio cuenta luego más tarde prefirió enterrar la tarjeta roja con muchas otras, para convertirla en un parte de un discurso (el Real Madrid encarna la maldad, no solo Mou o los portugueses) o restarle importancia o trascendencia como suceso aislado (Mou sería uno de tantos amonestados). Y podemos verle en la foto señalándole ¿el camino de Inglaterra? Imagen triste, final triste, para un hombre que está triste.
Ayer se consumó esta obra de teatro en tres actos o campañas a la que venimos asistiendo y que creo que nos h acabado superando a la mayoría. A mí desde luego. No me gusto la comparecencia del presidente. Creo que trató de quitarle hierro al gravísimo suceso, de hacernos tragar la píldora amarga con ese tipo de frases que son marca de la casa: que si la exigencia del real Madrid, que si la búsqueda de la excelencia. Pero creo que a mitad de la rueda de prensa la persona no pudo permanecer por más tiempo oculto detrás del personaje que se ha creado para sobrellevar el mal trago de las comparecencias públicas. Y algún intento de zasca hubo. Creo que desafortunado porque llegó tarde y sencillamente no es lo suyo. Mou y Florentino eran un tándem perfecto, que se complementaba. La falta de personalidad del presidente se compensaba con el exceso de la misma que exhibe Mourinho. Hasta este año, es que le han partido el espinazo. Duele decirlo, supongo que indignará leerlo, pero creo que es cierto. Mou es un hombre derrotado. El dedo de Clos le señala el camino de su futuro. una dirección ligeramente ascendente, quizá porque su futuro está en mi panteón de héroes. No, la derrota no es un fracaso cuando te enfrentas a algo que excede tus fuerzas, con más razón es elogiable. Y puede que le faltara el apoyo explícito, público de Florentino pero también digo, que es evidente que siempre tuvo el institucional y que la campaña ignominiosa por parte d la prensa que ha sufrido Mourinho en su etapa al frente del Real Madrid tiene un equivalente claro en la que está sufriendo Florentino Pérez a manos del buen Mourinhismo, del Madrididsmo WonderGround, que conviene en tratar d no insultar al señor Relaño en Twitter, en la medida en que se puede, que todos somos humanos y a veces nos pueden los instintos, pero que no parece tener ningún empacho en calificar a Florentino de "maricón" y lo que haga falta. ¿Cuánto tardaremos en leer en una columna de alguna web madridista alguna semblanza dl presidente en la que se le compare con alguna de las hembras del chimpance Mike... -Sí hombre, el del bidón, que poca memoria tenéis: Plumillas in the mist-.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario