Melancolía - Melancholia - Lars von Trier - 2011
Confieso que el visionado de esta película supone mi primera toma de contacto con el Cine de Lars von Trier, que no sabría si calificar de satisfactoria, pero si desde luego como muy interesante. Cine de autor, por supuesto, tremendamente personal, muy al modo europeo. La forma que tiene Trier de moldear las historias que luego plasmará en la pantalla, de escribir los guiones, es muy singular. El germen de "Melancolía" está en una depresión padecida por el director y en el consejo que le dio su médico, quien le animó a trabajar mientras se recuperaba de su dolencia. En alguien tan marcadamente centrado en su propia persona, tan egocéntrico, parece una decisión muy predecible, una conclusión casi inevitable, el aprovechar su enfermedad para crear un argumento. Dice Trier que todos los protagonistas de sus historias son el mismo, que sus personajes hablan utilizando sus propias palabras. Y que una vez completado el argumento los protagonistas se convierten en personajes femeninos. Así pues, aunque suele alabarse el que sea tan certero al describir el universo privado de la mujer, confiesa que su desconocimiento del mismo es casi absoluto y que, en todo caso, si sus personajes femeninos parecen tan bien trazados es porque aprovecha para moldearlos su propio mundo interior.
El personaje que interpreta Kirsten Dunst estaba pensado para Penélope Cruz. Una vez completada la película, como pasa siempre, se hace difícil ver a la actriz descartada en la piel del personaje, por muy a su medida que fuera escrito. Tal vez la actriz española le habría sabido dar una mayor dulzura a Justine, algo que se hecha en falta a veces y que impide simpatizar del todo con la protagonista del film. Historia más visual que reflexiva, los ocho primeros minutos son una síntesis casi perfecta de lo que luego veremos, al tiempo que suponen sus mejores momentos. Los más caros, según confiesa Lar von trier, por lo que fueron pensados y rodados de forma muy minuciosa. Tal vez con cierta falta de ambición, añade el director, porque había que elegir y descartar lo más arriesgado. No hay por tanto tensión ni suspense a partir de entonces, porque sabemos lo que va a ocurrir, aunque a veces tengamos serias dudas de si lo que se nos narra ocurre de verdad o solo sucede en la cabeza de Justine. Son minutos muy cargados de simbolismo, con impactantes escenas que avanzan de forma tan lenta que al ver el plano que abre la película, un plano corto del rostro de Justine sobre un fondo de claridad blanquecina, por un momento pensaremos que se trata de una fotografía. Las escenas contenidas en esos 8 minutos son las que se describen a continuación:
Melancolía - Escena inicial
1.- Como ya hemos dicho, la película se abre con un primer plano de Kirsten Dunst con los ojos cerrados. La tristeza, que empapa toda la película, está presente desde el primer fotograma, con una visión de la cara ensombrecida y macilenta de Justine, en un principio con los ojos cerrados, aunque muy lentamente los vaya abriendo, sin que sin embargo la visión de sus iris azules aporte ninguna luz a las tinieblas en los que nos vamos a mover desde el primer momento, por más que el plano esté cargado de esa claridad lechosa antes mensionada, sin ninguna esperanza en sus pupilas muertas con las que desmentir la tristeza que parece petrificar sus rasgos y convertir su boca de finos labios en un rictus de desagrado, por lo que ella misma es y por lo que le ha tocado vivir. Cuando parece que no habrá más acción en la escena, una lenta lluvia de pájaros muertos cae a las espaldas de Justine. En la catástrofe la destrucción será total, y serán víctimas de ella tanto pecadores como inocentes. No se trata de un apocalipsis con significado religioso, sino del final de los tiempos para la parte viva del Universo, de la que es capaz de reflexionar sobre si misma, de la destrucción de la consciencia en el Cosmos. Del fin de la tristeza por tanto. Porque el primer pecado de la inteligencia es el de compadecerse de si misma, de su destino, y solo borrando todo vestigio de inteligencia podrá erradicar la tristeza. La destrucción es aun una idea y un deseo en la mente de Justine. Una destrucción tan exhaustiva que hasta tiene memoria para acordarse de los pájaros y su destino. Es solo un puñado de gorriones, sin más valor que el simbólico
2.- El primer plano de Justine es sustituido por un plano largo de una pradera flanqueada en ambas márgenes por una hilera de cipreses de contornos recortados y con un reloj de sol en su centro. Hay dos figuras, diminutas por la gran distancia a la que las vemos, caminando sobre la hierba. Es el momento que precede a la destrucción, cuando los relojes aun tienen función y significado. Después de que la muerte lo abarque todo por completo todos los instantes serán idénticos entre sí. Es un paisaje artificial, que alude a la belleza que es capaz de crear el Hombre, con la naturaleza domesticada, y los árboles adaptados a sus gustos. Al fondo se extiende el mar, la única parte del planeta que aun no ha sido capaz de dominar, sobre cuyo horizonte veremos amanecer a Melancolía, el planeta asesino, en el ocaso del Humanidad.
3.- Vemos después la estampa de un libro, una réplica en papel del cuadro "Los cazadores en la nieve", obra de Pieter Bruegel, El Viejo, que arderá primero por el borde superior y luego completamente, y luego sus cenizas, y las del resto de los libros de la biblioteca, lloverán del mismo modo que un momento antes lo hacían los pájaros. No parece haber una intención simbólica en la elección del cuadro que vemos destruirse, en efigie por así decir. Solo obedece a los gustos del director, que reconoce su veneración por esta pintura y por la película "Solaris", de Andrey Tarkovski, donde aparece repetidamente y si tiene un significado simbólico, aunque tan hermético como los propósitos de ese otro planeta que también ha protagonizado películas. Estamos ante la destrucción del hombre y de toda su obra, de todo vestigio de su paso por la creación. Sabemos que Solaris es un planeta consciente y de una inteligencia muy superior a la del Hombre. ¿Esta alusión tan sesgada al mismo podría esconder una intención de hacernos saber que Melancolía también lo es?
4.- En la cuarta secuencia vemos por primera vez a Melancolía, el planeta errante que se habrá de estrellarse contra La Tierra. Baila, gravita en el espacio, al ritmo de "Tristán e Isolda" de Robert Wagner, en una secuencia muy parecida a las que ideara Kubrick para "2001, una odisea en el espacio". Es la música de las esferas, el sonido armonioso causado por la perfección del movimiento de los cuerpos celestes al desplazarse por el universo unos en torno a otros como perfectos engranajes de una maquinaria creada por una mente divina. El planeta, que está a punto de irrumpir en la órbita de La Tierra, eclipsa un lejano sol, que en la escena apenas es una estrella diminuta, tan impotente, como los ojos de Kirsten Dunts, en su intento de arrojar luz sobre la acción como el resto de las constelaciones. O tal vez se trate de La Tierra, brillando con la luz refleja del Sol, en cuyo caso estaríamos en el momento de gestación de la tragedia en la mente de Justine, ya que será ella quien invoque al planeta viajero.
5.- Luego vemos a Claire (Charlotte Gainsbourg), la hermana de Justine, portando a su hijo en brazos, caminando por un campo de golf, sobre una hierba que parece adquirir la consistencia de la nieve al hundirse sus pasos varios centímetros en el suelo. Si Justine encarna la resignación y el reclamo de la muerte, el deseo de que todo acabe para que cese el sufrimiento, Claire encarna el deseo de superviviencia, aunque solo sea para que haya un futuro para su hijo. Por eso lo porta y lo abraza contra su pecho. Por eso acepta avanzar penosamente por un paisaje que se vuelve más y más extraño a cada momento, sin rumbo concreto, porque busca una escapatoria a la destrucción y es consciente que todo habrá de ser destruido. El pánico la hace avanzar, pero apenas hay sensación de progreso en su caminar. Cualquier punto que pueda alcanzar equidista la misma distancia del epicentro de la destrucción.
6.- Un hermoso plano medio de un caballo, que se derrumba sobre el suelo y cuya silueta se recorta en el cielo nocturno estrellado y plagado de auroras boreales de tonalidades verdes, toma el relevo. El animal se pliega hacia abajo en un movimiento que parece el de un acordeón. Es Abraham, el caballo de Justine. Curiosamente tiene nombre bíblico, de profeta. En varias secuencias la veremos montarlo. Durante su depresión será una de las pocas actividades capaz de sacarla de su ostracismo y ensimismamiento. Veremos también como el animal rehusa a cruzar un puente iluminado por la luz de Melancolía, y la reacción airada, casi cruel, de su dueña. Como todo profeta, el animal sabrá antes que nadie lo que se avecina. Pero Justine no quiere alertar a los demás y tratará de sofocar las señales en forma de pánico que el caballo envía.
7.- La siguiente escena también es plena de belleza. Justine, de pie sobre la hierba y con el bosque a sus espaldas, donde una tenue luz rompe las tinieblas, extiende los brazos con las palmas de las manos hacia arriba para poder mojarse con la lluvia de libélulas y mariposas que cae sobre ella. O tal vez nevada, ya que las gotas tienen consistencia sólida, parecida a la de los copos de nieve, y tienen un movimiento errático en el aire, no plenamente vertical como las de un aguacero. Hay un goce estético en experimentar la destrucción, el fin de todo. Justine parece estar situada en el interior de una de esas bolas de vidrio rellenas de líquido y con un paisaje simulado, que al agitarse simulan una nevada al moverse con el agua las partículas blancas en suspensión.
8.- Un plano largo del castillo donde se desarrollará la acción de la película, muestra en primer término la pradera, con tres figuras solitaria dispuestas de forma ordenada en una hilera perpendicular al punto de vista de la cámara. Son Justine, vestida con traje de novia, y su hermana, con el hijo de la segunda entre ambas hermanas. Tres personajes que representan el pasado, el presente y el futuro, respectivamente, y que en el cielo que cierra el plano tienen sus alter-ego celeste en Melancolía, la Luna y el Sol. Los tres personajes avanzan hacia nosotros, casi se diría que en formación, con un efecto de cámara lenta menos pronunciado que en escenas anteriores.
9.- Volvemos a ver a Melancolía, ahora muy próxima a La Tierra, cuyo diámetro aparente ahora es aproximadamente la mitad que el del planeta errante, por lo que se ve desamparada. Lo cierto es que por más que la inercia de Melancolía sea muy superior, tampoco debería sobrevivir al choque. Pero el gigantesco planeta traza un círculo alrededor del planeta azul, como si bailase con él, como si lo cortejase antes de destruirlo. La danza de la muerte es como denominarán en la películas los personajes a este momento en que antes de precipitarse sobre La Tierra, Melancolía parezca detenerse y luego experimentar un movimiento de alejamiento momentáneo, pleno de crueldad al jugar con su presa, con su amante.
10.- El mismo plano de Justine que abre la película ocupa ahora la pantalla, aunque con la cámara algo más alejada del personaje, a la que vemos ahora de medio cuerpo, pudiendo apreciarse el paisaje en el que se inserta. Es el campo de golf, con dos postes de madera de un tendido eléctrico o telefónico al fondo y a la izquierda, de cuyos ápices superiores surgen rayos de electricidad estática que apuntan hacia el cielo mientras culebrean en el aire lentamente. Justine alza las manos con los dedos hacia arriba para que de sus yemas surjan también rayos cimbreantes de electricidad estática. Ahora en su cara hay una expresión de asombro y delectación, quizá una sombra de la diversión que le está procurando la catástrofe. Parece gozar del momento de la muerte y se deleita en la visión de las hebras de luz que empiezan a unir ambos mundos.
11.- Nuevamente Justine aparece vestida con traje de novia, caminando entre un bosquete de árboles de pequeño tamaño. Su ya de por sí lento avance se ve dificultado por hebras de vegetación, o de algún otro tejido natural o artificial, algunas de las cuales parecen raíces surgidas del suelo, que se enredan en su cuerpo y parecen tirar de ella hacia atrás. Ella se limita a levantar ligeramente el vuelo del vestido para que sus pies no se tropiecen en él y camina con el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante para contrarrestar en empuje de la maraña que trata de detenerla. Su imaginación ha tejido una red que lo une todo y que parece iniciarse y finalizar en ella.
12.- Vemos después a los dos planetas que se aproximan, aunque trazando círculos uno en torno al otro. La cámara los muestra de perfil, y al acercarse y rozarse sus redondos contornos el momento da la sensación de ser un beso dado con lentitud, un beso demorado en su final, con toda la sensualidad de la que son capaces dos amantes que exploran sus fronteras. Eros y Tanatos. El deseo sexual es lo único capaz de apagar la angustia de la muerte cierta cuando reflexionamos sobre ella. Hay una escena en el transcurso "normal" de la película que parece desgajado de este epílogo, de tintes también oníricos, en el que vemos a Justine tumbada desnuda sobre una roca situada a la ribera de un arroyo, bañada por la luz del planeta que se acerca, tan bien muy sensual y que ahonda en esta idea de que ella y su creación son en realidad amantes.
13.- El interior del castillo sucede a la visión de los planetas. Se trata de una estancia lujosamente decorada, con columnas de madera y artesonado en el techo de aires moriscos. Al fondo un ventanal muestra el exterior y el fuego que devora uno de los cipreses moldeados con las tijeras de podar. Ya no hay refugio ni lugar para la calma. La destrucción es un proceso en marcha que no puede revertirse. Al contrario que el resto de escenas del epílogo no hay personajes, pero estancia y pradera exterior son creaciones del Hombre.
"Ofelia" de Millet
15.- En el interior de un bosque de abedules el hijo de Claire arranca con una navaja la corteza de una rama que acaba de recoger del suelo. En segundo plano vemos avanzar a Justine hacia el niño, al que ha logrado distraer su miedo mediante un engaño, haciendo que olvide que está inmerso en una situación que le sitúa a las puertas de una muerte muy próxima. El niño cree a Justine, quien le ha prometido que le fabricará un refugio en el que se mantendrán a salvo mientras los planetas chocan. Es significativo que no esté Claire en la escena. Lars von Trier señala en diversas entrevistas que el médico que le trató su depresión le indicó que las personas melancólicas a menudo actúan de forma muy controlada y racional durante las catástrofes porque ya las han experimentado muchas veces, aunque solo sea de forma imaginaria en su cabeza. Así, Justine adquiere en los últimos momentos pleno dominio de si misma y es capaz de hacerse cargo de su hermana y su sobrino cuando la hemos visto en muchos momentos totalmente incapaz de hacerse cargo incluso de los más ínfimos detalles de su propia vida.
16.- El niño alza la mirada y como si la cámara siguiera la dirección de sus ojos vemos de nuevo el firmamento en el momento del choque entre los dos planetas. La Tierra, diminuta ante Melancolía, es engullida, totalmente absorbido por el planeta errante, sin que aparentemente éste se vea alterado de forma sustancial, en una imagen que tal vez recuerde, a algún otro además de a mí, a la de un espermatozoide insertándose en un óvulo. Se nos narra el momento de la destrucción total de la vida en La Tierra y, según Justine, en todo el Universo, pero lo que a mi me evoca es el momento íntimo y mágico de la creación de la existencia, el momento de la fecundación de la esperanza que dará lugar tras nueve meses a un ser humano. Sexo también, pero esta vez no ligado al deseo de erradicar la muerte de la memoria sino de engendrar la vida. O ambas cosas a la vez, que todo se confunde, al igual que ambas esferas celestes se han mezclado la una con la otra.
Trailer de Melancolía, con subtítulos en Español
El prólogo es toda una orgía visual y de ideas condensada en tan solo 8 minutos. Tras un fundido en negro vemos un rótulo con el nombre de la película y de su autor y comienza la narración propiamente dicha, que está dividida en dos partes. Cada una de ellas lleva como título el nombre de una de las dos hermanas que protagonizan la película. En la primera se nos narra el banquete tras la boda de Justine, predominando el punto de vista de ésta, aunque algunas escenas intercaladas la acción se vea momentáneamente desde la óptica de algún otro personaje. La pareja recién casada llega tarde a la celebración. Justine, caprichosa y terca a la hora de salirse siempre con la suya, ha elegido una enorme limusina para acceder al castillo donde vive su hermana, reconvertido en hotel. El vehículo tienen enormes dificultades para transitar por el angosto camino, y lejos de preocuparse, los novios se muestran muy divertidos con la situación, juguetean con ella. Llegar dos horas tarde nos les supone ningún quebradero de cabeza, ningún remordimiento. La alegría parece haber anestesiado su sentido común. Sobre todo el de Justine, ya que su marido, Michael (Alexander Skarsgärd), parece obedecer en todo momento a su mujer casi como si fuera su mascota, sin voluntad propia, con infinita paciencia ante sus continuos desplantes. Pero alegría de Justine lleva inmersa en su interior la semilla de la tristeza. No hay ninguna felicidad en ella, solo un inmenso disfrute de la vida, de carácter muy sensual, a través de los sentidos, sin apenas componente reflexivo. A Justine no le gusta pensar sobre las cosas, sopesarlas, evaluarlas, tratar de entenderlas, porque ello le lleva irremisiblemente a la menlancolía. Como supone el tópico a todo melancólico es una persona muy creativa, una artista, por más que malgaste su arte en algo tan banal como la publicidad. Un trabajo al que odia doblemente, por su falta de profundidad y por exigirle reflexionar sobre las cosas, volverse vulnerable ante la depresión.
Todo este primer pasaje, filmado con cámara al hombro, tal como se hace en el Cine Dogma, cuyo precursor es precisamente el propio Lars von Trier, nos muestra la celebración, las pequeñas miserias de los personajes que intervienen en ella, y nos va desvelando el gran secreto que subyace tras la risa fácil y contagiosa de Justine, su falta de deseo por vivir. La película pierde su estilo onírico y se apega a la tierra. Todo es comprensible y banal, a veces burdo. No hay simbolismos, solo personas que se enfrentan de forma soterrada las unas contra las otras, o que son espectadoras inocentes de estos enfrentamientos. John (Kiefer Sutherland), el marido de Claire representa la racionalidad. No entiende la melancolía de Justine, la cree un mero capricho de la joven. Hay que aclarar a quien no lo sepa que los depresivos suelen causar profundo rechazo en quienes los rodean, incluidos sus familiares más allegados. La depresión no tiene una causa real y no solo rechaza el mundo sino a quienes la habitan. Es muy duro para un hijo verse privado de su madre, sentirse rechazado por ella, sin que una haya una razón concreta. La depresión vuelve egoistas y desagradecidos a quienes la padecen. Justine tiene dos momentos de violencia verbal hacia su hermana Claire, de quien depende completamente. Ésta le confiesa que a veces la odia profundamente. Hermana y cuñado son algo así como unos padres sustitutos. Los reales apenas son capaces de relacionarse con sus hijas. Gaby (Charlotte Rampling) es una mujer huraña, desagradable, que rehuye el contacto con los demás, sobre todo sus seres queridos. Dexter (John Hurt) es justamente lo contrario, un hombre incapaz de tomarse la vida en serio, de asumir responsabilidades. Cuando su hija le pida hablar con él tras finalizar la fiesta este huirá, literalmente, haciendo dejación de sus responsabilidades como padre. Son personajes apenas esbozados, que se nos dibujan con algunas pinceladas, muy expresivas, pero sin explicarnos los motivos de su comportamiento. Al igual que jack (Stellan Skarsgärd), el jefe de Justine, un aspirante a tirano, que pretende que la recién casada pase su noche de bodas ideando un eslogan para una campaña publicitaria. Para ello encarga a su sobrino, al que humilla cuando se lo presenta Justine, que siga a la novia toda la noche y la fuerce a realizar el trabajo usando la táctica que crea más conveniente, pero amenazándolo con el despido si fracasa.
Justine alterna durante la celebración los momentos de complicidad con Michael con otros de pura desidía y deseo de escapar del grupo. Momentos estos últimos cada vez más frecuentes y prolongados. En uno de ellos se refugia en el dormitorio de su sobrino, que duerme ajeno a todo, donde es rescatada por su hermana que la apremia para que cumpla con su deber de anfitriona. Da la sensación de que no es tanto el afecto que siente Justine por el hijo de Claire como su inocencia lo que la lleva una y otra vez a buscar su compañía. Ápenas es capaz de amar a sus semejantes. Bastante tiene con compadecerse de sí misma. El afecto por su marido no le dura ni un día de matrimonio. Y no es solo deseo de estar sola. Durante la noche le será infiel con el vigilante que le ha asignado su jefe, en una escena bastante confusa en cuanto a su necesidad y significado. En una de sus escapadas va a pasear al prado frente al castillo. Allí acude tras de ella el sobrino de Jack, y cuando la alcanza y va a hablarla ella lo arroja al suelo, se arremanga el vestido, se sienta a horcajadas sobre y fornican sobre el verde césped como dos animales. La escena está filmada desde lejos, evitando así los diálogos, y es cortada una vez iniciada. Luego, cuando toque consumar el matrimonio en el dormitorio, rehusara hacerlo y saldrá de la habitación, momento en que Michael comprende que su esposa no le ama, siendo el único destello de lucidez de un personaje sin psicología ni excesivo cometido en la trama, salvo el de ser víctima del sacrificio ritual en el ara de la melancolía de Justine. Al final de la fiesta Justine los logros son escasos para Justine: Su padre habrá huido para no tener que escucharla, prefiere continuar la fiesta con las dos amantes que ha exhibido ante todos, también ante su mujer, durante el banquete y el baile posterior; Su marido se marchará tras hacer la maleta, sin siquiera un reproche; Los que han organizado el evento estarán enfadados con ella porque su informalidad habrá logrado que su esfuerzo sea en vano; Su jefe la habrá despedido al escuchar su opinión sobre él en un arranque de furia verbal de Justine, con palabras llenas de desprecio. "Lo he intentado", le dirá a su hermana, y todos sabremos que se refiere a ser feliz. Y Claire la creerá, porque la tristeza es estructural, la lleva en el alma, no depende de lo que le ocurra, es anterior a todo, incluso al momento en que se impuso un orden al Cosmos.
En la segunda parte de la película veremos a Justine caer en la más absoluta depresión, pero desde una distancia prudencial, desde la óptica de Claire. Melancolía se convertirá en un personaje más del relato. El planeta al que ha invocado para acabar con su dolor. Literalmente para acabar con todo en realidad. Intuimos que Melancolia acude a la llamada de Justine porque en una secuencia del inicio de la película pregunta a Jack que estrella es una que ven brillar tenuemente en la Constelación de Escorpio. Éste, experto en Astronomía, la identifica como Antares. Hemos de suponer que no se equivoca. El astro que traerá el Apocalipsis no existe aun cuando Justine se lo señala a Jack con un movimiento de la cabeza para saber su nombre. Pero una vez se manifieste en el firmamento Justine irá recuperando progresivamente la calma al saber que le trae su propia muerte y la de todo lo que ama. No hay misericordia en ella. Ni una sola brizna de compasión por el hombre con el que se ha casado, por su hermana, siquiera por su sobrino. Entrará en cólera y castigará duramente a su montura cuando Abraham se niegue a obedecerla. El caballo es víctima del pánico cuando sea el primero en saber, ya que es un profeta, que Melancolía trae la destrucción. El mundo parecerá florecer en los instantes finales, con múltiples prodigios visuales: granizo, lluvias de insectos, electrificación de la atmósfera. También lo hará Justine, que parece conversar a solas son su amante. En "El séptimo sello", de Ingmar Bergman, la Muerte es un ajedrecista tramposo, un tahur que no tiene escrúpulos en amañar la partida con el caballero en que la apuesta es la superviviencia de éste último. En la película que ahora comentamos la Muerte es un amante que trae por fin la felicidad y la plenitud. Solo al final experimentará un hálito de humanidad y tratará de transmitir esa calma a su sobrino, fabricando un falso refugio, como si todo siguiera ocurriendo en su imaginación. Los planetas chocarán ante sus ojos y la película acabará sin que sepamos que terreno hemos estado pisando, el país de la locura de Justine o el planeta Tierra en sus postrimerías.
Alberto Durero - "Melancolia I"
Quienes han analizado la película en las publicaciones especializadas aseguran que existe un parentesco entre la película de Lars von Trier y uno de los grabados más conocidos de Alberto Durero, "Melancholia I". Se trata de una obra cargada de simbolismo, de mensajes ocultos a descifrar. Reconozco que ratificarlo o desmentirlo se escapa a mis capacidades y conocimientos. Si hay un detalle que me hace sospechar que es cierto. En el grabado el pintor incluye un cuadrado mágico en la esquina superior derecha. Se trata de un cuadro lleno de números, con la particularidad de que la suma de los números de todas las hileras, verticales y horizontales, así como las diagonales, es idéntica. Todos los conjuntos de cuatro números dispuestos en filas y contiguos suman siempre 34. Hay dos diagonales, cuatro hileras verticales y otras cuatro horizontales, es decir, 10 conjuntos de números. Que si se tiene en cuenta que pueden ser ordenados empezando por cualquiera de sus dos extremos, se convierten en 20. El resultado de multiplicar 34 por 20 es 680. Durante la boda se ofrece la posibilidad a los invitados de participar en un jugo. Han de introducir tantas judías como quieran en una misma botella y adivinar la cantidad total que habrá al final de la fiestam cuando todos los asistentes a la fiesta hayan participado en el juego. El número de judías será de 678, prácticamente el mismo que el que antes hemos calculado. Es una discrepancia tan pequeña que cuesta creer que sea casual, que coincide con los aproximadamente dos grados de inclinación con los que Durero representa el poliedro en su grabado respecto a la diagonla mayor. Esta cifra la conoce Justine, quien adquiere el don de la clarividencia durante los momentos previos a la catástrofe. Seguramente una vez invoque a Melancolía y el planeta atienda a su llamada. Porque todo ocurre por su voluntad, dentro de su cabeza.
Banda Sonora de Melancolia - Tristán e Isolda - Richard Wagner
Película prolija en información oculta, algo que reconozco no suele ser de mi agrado. No soy muy aficionado al suspense, tampoco a los misterios irresolubles y a los enigmas con múltiples respuestas. Pero "Melancolía" tiene algo que subyuga, algo que es más visual que racional, lo cual no es tan desacertado ya que se trata de cine. von Trier nos habla sobre todo con imágenes, siempre difíciles de interpretar, sujetas a interpretaciones diversas, y no tanto a través de los diálogos de los personajes. Y el resultado es un film con muchos momentos brillantes de enigmática belleza. Se trata también de una película romántico, en el estricto sentido de la palabra, con una protagonista atormentada a la que el amor verdadero, surgido de sus delirios, le acarreará la perdición. Como los personajes del Romanticismo, se enamorará de una luz, esta vez situada en el cielo y no entre las frondas del bosque o en un reflejo de la Luna.
En una de sus más famosas boutades, decía Woody Allen que entendía a Hitler, que a cualquiera le entran ganas de invadir Polonia si escucha demasiado a Wagner. Lo cierto es que los acordes de Tristán e Isolda provocan más una dulce tristeza que delirios de grandeza y deseos de sojuzgar al vecino. La película cosechó un gran éxito en el Festival de Cannes, donde Kirsten Dunts logró el premio a la mejor actriz del certamen. Sin embargo el saldo final fue muy negativo al ser vetado por el festival a perpetuidad víctima de su excesiva locuacidad. El motivo fue una escandalosa rueda de prensa en la que el director transgredió los límites d elo políticamente correcto y reconoció, en una acto más de ingenuidad que de perversidad, comprender a Hitler. Esos pensamientos que nos parecen geniales, atinados u honestos cuando pasan fugazmente por nuestra mente, generalmente para morir en el olvido o ser refutados inmediatamente después, pero que no solemos pronunciar en voz alta. Creo entender a lo que se refería von Trier, a ese sentimiento de los melancólicos extremos de querer acabar con todo. Lo cierto es que Justine comporte algunos rasgos psicológicos con el Hitler canónico: Accesos de ira, aunque no tan acusados es cierto, aunque las dos veces que agrede verbalmente a su hermana, lejos de tener una mínima justificación, evidencian que se trata de una mujer muy desagradecida; Momentos de parálisis debidos a la depresión; Delirios de grandeza, en los que cree estar en comunión con un planeta y conocer los entresijos de la realidad; El deseo de purgar el mundo del mal sea cual sea el precio que haya que pagar. Porque si bien el Fürer fue el causante directo o indirecto de varias decenas de millones de personas, Justine es la culpable del fin de la Humanidad y de la vida en La Tierra. En todo el Universo incluso según ella. Ante tal logro Hitler se queda en un mero aprendiz de exterminador.
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