miércoles, 24 de septiembre de 2014

Soneto Dieciseis

Soneto Dieciseis
Apenas la vida (apuntes sobre un amigo)

Fue en la noche, ¿recuerdas?, ciegos los pasos,
tu y yo, caminando la senda prohibida,
y entre trago y trago, apenas la vida,
y algunos amores que fueron fracasos.

Era la noche, horizontes escasos,
a medio camino de ella y de la vida,
la derrota presente ya en la partida,
tú y yo, y un restallar de perfiles rasos.

Me hablabas de ella, de una paisaje temor*,
sin odiarla, apasionada quimera,,
de una congoja que también era la mía.

Unas mismas palabras, un mismo dolor*,
y así repetir lo que el tiempo dijera,
la mañana que envuelve cálida y fría.

10 de noviembre de 1984
20 de diciembre de 1984
(*) Las letras en cursiva son intercambiables
Poema dedicado a José Luis Nieto Aranda

Soneto Quince

Soneto Quince
El sueño imposible que me encadena

Te entrego por entero mi soledad,
el sueño imposible que me encadena,
el deseo indomable que me condena,
un instante robado a la eternidad.

Te entrego tan solo mi necesidad,
de querer todo cuanto tu alma llena,
el bosquejo inconcluso de una pena
que pervive solemne en mi oscuridad.

Por único patrimonio tu ausencia,
por única riqueza tu desamor
y un estado de amor en abstinencia.

Porque nada hay donde nada es nada,
y el dolor jamás podrá ser redentor,
razón de una razón inanimada.

12, 13, 16 y 20 de noviembre de 1984

martes, 9 de septiembre de 2014

Marzo

Marzo

Marzo sin florecer
tras el frío ventanal abierto,
Marzo del corazón desierto
vacío de tu querer.

Marzo en claroscuro
como tenue luz de paso,
Marzo roto al cielo raso
navegando en mi futuro.

Marzo,
en temprana primavera
que roza mis dedos
como lluvia granada,
Marzo
en la noche marcada
por todos los credos.

Marzo
entre las esquinas sin sol
que ha cegado mi amor
tras el hueco de tus manos,
Marzo
de todos los años
que ha repetido dolor.

Marzo de todo el ser
que despierta a mi llamada,
Marzo que nunca será nada
si no te llego a tener.

Marzo de Rocío y escarcha,
ya no hay tiempo
si tú no lo inventas
de tanto vagara a oscuras.
Marzo,
¡qué hondo cala tu frío!
Marzo...

19 de marzo de 1982
A Rocío

Soneto Catorce

Soneto Catorce
Figúrate (Geografía del pensamiento)

Figúrate, no más penumbras, no más cadenas,
y poder caminar las horas que el día ofrece,
una sombra herida por la luz que brota y crece,
tus manos, mis manos, en agua de vida llenas.

Figúrate, no más desierto, no más arenas,
y poder recitar la senda que resplandece,
una pena de amor que en el amor se adormece,
unas alas, tus alas, en ansias de cielo plenas.

Piénsalo, el horizonte como única meta
y ay parar siempre, deseo, victoria y camino
y ver resurgir el sol desde su derrota.

Piénsalo, una franja ancha de vida quieta
hecha solo para ser vivida y ser destino
y la furia del ser profundo que al fin explota.

5,7 y 8 de noviembre de 1984
A Margarita

jueves, 4 de septiembre de 2014

Rescates de Facebook (2) - Longitud


"Longitud", de Dava Sobel

En la incipiente recuperación de la pasión lectora que tuve antaño, tarea en la que estoy embarcado, tras acabar la lectura de "La novela blanqueada", libro de Iván Tólstoi, intenté la lectura de una novela. Elegí, creía que con buen criterio, una de Charles Sheffield, escritor de ciencia ficción que me entusiasmaba hace un cuarto de siglo. El heredero de Arthur C. Clarke, en lo que los anglosajones denominan Hard SF, ciencia ficción con sólida base científica. Pero a las veinte páginas había perdido el interés. Ya apenas me seducen las historias imaginadas. Tengo que intentarlo con Kundera, que acaba de editar una nueva novela tras catorce años de silencio. Para mí es el maestro, sus narraciones son casi reflexiones en voz alta, con la formulación de ideas brillantes con una cadencia de casi una por minuto.

Pero mientras me llega esa oportunidad de comprobar si mi interés por la novela es ya algo del pasado, he decidido esta tarde intentar la lectura de un libro que compré en 1997, cuando era un best-seller. "Longitud", de Dava Sobel, una escritora científica estadounidense que escribe ensayos de divulgación que parecen narraciones noveladas. pues sí, es la búsqueda de la misma emoción, o de una parecida, pero en otro género. Escribir es transmitir historias, y cada vez aprecio más aquellas en las que el escritor no trata de inventar tanto y se centra más en tratar de emocionar más partiendo de datos reales, no imaginados. La elección ha sido un éxito pleno.

Instalado en el capítulo quinto del libro estoy totalmente fascinado por su desarrollo. Tengo claro que no abandonaré su lectura hasta que lo acabe. De eso se trata. Trata sobre la resolución de un acertijo de primerísima importancia en buena parte de la historia de la humanidad y que ya se ha olvidado: La datación de la longitud en la navegación marítima. Problema que tuvo de cabeza a todas las naciones embarcadas en la lucha por el dominio de los mares, España incluida, y que no se resolvió hasta el siglo XVIII. De la prioridad que se dio a intentar su resolución sirva como ejemplo que los dos primeros grandes observatorios astronómicos modernos, el de Greenwich y el de París, se crearon con ese fin, y para abordar la tarea por vías diferentes. El primero para observar con la mayor precisión posible el desplazamiento de la Luna sobre el fondo de estrellas. El segundo, para medir con exactitud los eclipses de las lunas de Júpiter. Un remanente de la vía francesa fue la primera medición de la velocidad de la luz.

La moraleja de todo esto es que por mi casa hay esparcido suficientes libros interesantes sin leer como para que no tenga que volver a comprar ninguno. Lo cual es un drama para un cazador de libros como yo, que antes los compraba por kilos.

@Eva Lalusquis: "Tengo empezados "La Insoportable Levedad del Ser", "El guardián entre el Centeno" y "El Haiku de las Palabras Perdidas", y de poesia ni te cuento... Echo de menos los tiempos en los que leía un libro del tirón...".

@Rokko69: "Eva, yo cometí en su día el mismo error que tú. Los libros de uno en uno, por muchas ganas que tengas de coger el siguiente, de picotear aquí y allá degustando al capricho. Acabas perdiendo el rumbo y no centrándote en ninguna de las lecturas que abordas en paralelo. El de Kundera, que citas en primer lugar, lo dejé a medias por ese mismo motivo, aunque me estaba entusiasmando, y tardé muchos años en retomarlo para completarlo. Desde el principio, claro está, como debe ser, como debe degustarse un libro, porque, además, es uno de los más bellos que recuerdo. Está muy por encima en calidad y capacidad de arraigo en el interés que los arranques de García Márquez, que tanta fama tienen. Por cierto, el libro de Dava Sobel lo estoy leyendo en la edición de Editorial Debate, la canónica en España. Pero esta editorial la absorbió Planeta, que eliminó la mayoría de las colecciones del sello. Un auténtico estropicio, pero una bendición para los cazadores de libros como yo. De repente había toneladas de ejemplares a precio de saldo, libros maravillosos maarvillosamente editados (la maravilla al cuadrado) en los VIPS, libreros de viejo y en las rebajas de El Corte Inglés".

Rescates de Facebook (1) - La curiosidad masculina

"The bad and the beautyful" ("Cautivos del mal", 1953), de Vincent Minelli

La curiosidad masculina

Val Lewton y Jacques Tourneu revolucionaron el cine cuando eran dos jóvenes llenos de ambición en el Hollywood de los años cuarenta, el primero como productor y el segundo como realizador, en especial en el género de terror. Nos lo contaría Vincent Minelli, el rey del Technicolor, en su magnífica "Cautivos del mal", película rodada en un sorprendente y esplendoroso blanco y negro -se conoce que Minelli quería ponerse serio, que se notara al menos-, y que es una especie de biopic hecho con pedazos de varias vidas, a lo Franskenstein, un relato construido con retales de varias almas atormentadas, y en el que se narra la historia de un productor de cine sin escrúpulos -entiéndase, para los estándares de la época, porque hoy el personaje nos parece casi una hermanita de la caridad-, y que los expertos no se ponen de acuerdo si responde a la figura de Lewton o a la del artífice de "Lo que el viento se llevó", el mayestático David O. Selnick. O incluso a la de ambas y a alguno más.

Un espléndido Kirk Douglas, que a punto estuvo de ganar el Oscar por su papel en 1952, interpreta a un manipulador productor que, en su irresistible ascensión hacia la cima de la profesión, acaba arruinando de forma sistemática su relación personales con todos y cada uno de sus sus principales colaboradores y amigos: El director con el que obtiene sus primeros éxitos y al que deja en la cuneta cuando siente que ha de cambiar de registro y su amigo se lo impide; la actriz a la que lleva al estrellato tras moldearla a su capricho, como si de un Pigmalion se tratase, aunque aquí es ella, la obra y no el creador, quien se enamora del otro; El guionista al que exprime como un limón y suya vida trata de endulzar de forma artificial para que no amargue a sus propósitos.

El primero de los tres episodios, más o menos independientes en que se divide el film, es más que probable que sea una recreación dramatizada de la relación profesional entre Lewton y Torneau, en los comienzos de ambos, cuando la falta de recursos les obligó a aguzar el ingenio, cuando ante la imposibilidad de recrear en la pantalla algo visualmente aterrador por la escasez de presupuesto, les obligó a estimular la imaginación de sus espectadores. Si no podían dibujar cosas terroríficas en la mente de los espectadores con los utensilios del cine, lo mejor era que éstos las dibujaran por si mismos. La imaginación ante lo desconocido tiene a transgredir todos los límites, a llenarnos al límite de nuestra capacidad creativa. Esta idea es la raíz del éxito de "The Curse of the Cat People" ("La mujer pantera", 1942), quizá su obra maestra como tándem, en la que a los terroríficos hombres pantera solo los vemos en su condición humana, nunca en la felina, porque cuando tiene lugar una transformación en la pantalla solo se nos muestra a los monstruos que vienen a atormentarnos a nuestra butaca a través de sonidos o de sombras chinescas en paredes o muros, a través de movimientos de cámara elusivos o de primeros planos de los rostros aterrorizados de las que van a ser sus víctimas.

"The Curse of the Cat People" ("La mujer pantera", 1952), de Jacques Tourneur

En su siguiente película juntos, "I Walked With a Zombie" ("Caminé con un zombi", 1943), Lewton y Tourneur parieron incluso un subgénero nuevo en la narrativa de terror: el de las películas de zombis. Esta película es el primer precedente de las películas de George A. Romeo y la actual serie de comic y televisiva "The Walking Dead". Ya deshecha la relación, Tourneur le fue desleal a la idea que había concebido con Lewton y en "Night of the Demon". ("La noche del demonio", 1957) tuvo al peregrina idea de mostrar al demonio en la pantalla. La aparición en una determinada escena, ya muy avanzado el metraje, del diablo, que durante toda la película hasta entonces es una presencia constante y ominosa, pero no visible, más que un momento cumbre del film supone un anticlímax. Toda la compleja arquitectura creada hasta es momento de insinuaciones veladas, sugerencias y tétricos guiños que había contribuido a crear una atmósfera opresiva se desmorona como un castillo de naipes cuando vemos al engendró que nos quieren hacer creer que es el diablo, una horrenda maqueta que nos hace aflorar a la cara lo que más teme un director de cine de terror: la sonrisa en su público.

Pero Tourneur tocó otros géneros, no solo el terror. "Out of the Past" ("Retorno al pasado", 1947), filmada también sin la tutela de Lewton, de la que se había desprendido hacia tiempo, es una de las obras maestras del cine negro. Dicen que nadie ha caminado mejor en un film noir que Robrt Mitchum en la película de Tourneur, además con gabardina y sombrero, como marcan los cánones, ni siquiera Bogart en "El halcón maltés". Pero es que esos andares del actor, pesados, con zancada corta y algo vacilante, al tiempo que segura, como de aquel a quien no le falla aun la resolución aunque si las fuerzas, como de púgil que regresa a su rincón al sonar el gong y tras recibir un serio correctivo por su rival, y que no quiere dar pistas de su flaqueza, sobre las energías y las ganas que aun le restan para seguir en la pelea, esos andares, digo, son eran innatos en Mitchum, y lo mismo se los vemos en "El dorado", un western de manual, caminando por el encuadre junto a otro peso pesado, John Wayne, como en una comedia ligera.

"Out of the Past" ("Retorno al pasado", 1957), de Jacques Tourneur

Jeff Bailey, otro detective privado que sobrevive como puede al tedio y la escasa fortuna, recibe el encargo de averiguar el paradero de la novia de un ganters, curiosamente interpretado por un Kirk Douglas casi debutante -Tal vez pudiese hacerle indicaciones a Minelli años después acerca de su director de entonces, Tourneur, para retratarlo mejor en la pantalla en "Cautivos del mal". La chica se ha marchado rumbo a un paradero desconocido tras descerrajarle un tiro a su peligroso novio y robarle una bonita suma de dinero. A Bailey le sorprende que su cliente muestre más interés por la chica, por recuperarla a pesar del lance con arma de fuego, a pesar de que sea evidente que la tema, que el que muestra por rescatar lo robado. Eso debería haberle servido de aviso. Pero está pronto a descubrir que hay mujeres que están más allá de cualquier cálculo. Jane greer, Kathie Moffat en su alias cinematográfico, es una femme fatale capaz de volver loco a cualquier hombre, con un poder injerencia en la voluntad masculina que ríete de Lana Turner en "El cartero siempre llama dos veces" o Gene Tierney en "Que el cielo la juzgue". Y es que, el contrario que el de estas dos, el personaje de Greer, además de un componente demoníaco, tiene también un lado angelical, es una mujer que no solo despierta la pasión sino también el sentimiento, a la que se puede amar, capaz de calentar las entrañas en los días fríos como el cognac con solera. Está de más decir que la historia acaba francamente mal y que los personajes aman mucho pero sin que eso suponga el más mínimo consuelo una vez se presiente cual va a ser el trágico desenlace de sus tribulaciones. Porque la vida de Jeff se convierte en una continua cuesta abajo sin frenos una vez posa sus ojos por primera vez en Kathie.

Against All Odds
"Against All Odds" ("Contra todo riesgo", 1984), de Taylor Hackford

Como el resto de películas de Tourneur que hemos mencionado, "Out of the Past" fué objeto de un remake, en su caso en los años ochenta, con grandes variaciones de ambientación y de guión, pero muy fiel en cuanto a estructura principal. En "Against All Odds" ("Contra todo riesgo", 1984), Jeff Bridges es un veterano jugador de fútbol americano pronto a su temprana retirada por culpa de una lesión, en muy precaria situación económica, lo cual le obliga a aceptar la primera chapuza que se le ofrece y al alcance de alguien sin estudios ni otro oficio que el deporte como es él. Ha de encontrar la chica de un tipo nada recomendable que se ha fugado al Caribe tras robar y dejar maltrecho a su novio. Una esplendorosa Rachel Ward, cuya componente angelical se veía acentuada para los espectadores de la época gracias a su interpretación en "El pájaro espino" de una mujer virtuosa capaz de enamorar a un papa, además casi santo, con la salvedad de ese desliz, del que su personaje salía con el alma tan limpia pero atormentada como el pájaro que daba nombre al relato, mostraba en "Against All Odds" un lado salvaje y peligroso que no le sospechábamos. Hubiera sido cerril no querer entender que Jeff quisiera arriesgarlo todo por una mujer que sabía que tarde o temprano iba a traicionarle.

La película tenía una más que interesante banda sonara musical, con canciones de aquellos años, es decir de los ochenta, la edad dorada del pop, en la que destacaba "My male curiosity" (mi curiosidad masculina), una canción de Kid Creole, un habitual del pop más festivo y desenfadado, cuyos clips solían incluir humor bufo y autoparódico y que se hacía acompañar a los coros por tres bailarinas, las Coconuts, que completaban la tropical y colorida puesta en escena de la banda musical. Siempre me ha fascinado esta canción por su mordisquito de melancolía, que no se si es sugerido o totalmente inventado por mí en mi total desconocimiento de lo que dice la letra, tan atípico en la discografía de Kid Creole. La curiosidad mató al gato, al igual que la curiosidad masculina arruinó tanto a Bob Mitchum como a Jeff Bridges. Pero quien se resiste a meter el hocico en el platito de nata. Esa Jane Greer totalmente vestida de blanco. Esa Rachel Ward tumbada sobre la arena clara de la playas mejicanas. Ojalá el protagonista de "Out of the Past" y "Against All Odds" tuviera tantas vidas como un gato para poder emplearlas en otras tantas mujeres de este calibre. En la cuenta actual aun le restarían siete. Y lo dejo aquí, que yo solo quería colgar el link de una canción y poner algunas líneas para presentarla y llevo casi todo el día invertido en esta tarea.

"My Male Curiosity" - Kid Creole & The Coconuts
BSO de "Against All Odds"