miércoles, 27 de agosto de 2014

El Fútbol y sus aledaños (163) - Reliquias


Una reliquia de santo en la portería
Julián Ruiz
El Mundo - 26/08/2014 - Madrid

Como en los tiempos frágiles, a diez minutos del final, Carvajal perdía tiempo ante el arrebato cordobés. Se jugaba contra un equipo que es escasamente el ocho por ciento del presupuesto despilfarrador del Madrid. Así que el publico empezó a pitar, porque se había cansado de pasar miedo con las apariciones de Casillas y el terror que provoca en todos los córners. Invito a un familiar suyo que acuda a las gradas y palpe en vivo o sea consciente del pánico que produce cualquier salida horrible, como en el primer tiempo o con un despeje al centro, que acabó en gol anulado, mientras Chamartín soplaba porque se acabalaba el pánico. Es verdad. Es verdad. Como me decía un amigo, es como si en la meta del Madrid hubieran colocado un relicario, que naturalmente contiene la reliquia del santo Casillas.

Uno duda de cual es la auténtica postura del Ancelotti. Puede que realmente esté representando una ópera bufa. De otra manera no logro entender que su prestigio no baje hasta al infierno por dejar que le traspasen a su meta titular para que pueda estar el "relicario" en la meta blanca. Es no sólo una ignominia sino además un caso insólito en la historia de un equipo grande.

Ya digo que le esté provocando a Pérez, porque sabe infinitamente bien que James no puede ser el Di María en su 4-3-3. ¿Quiere demostrar que se han tirado 80 millones para vender unos miles de camisetas? James ha venido con peso de más y con tantos metros por delante parece tan malo como Isco. ¿Qué quiere demostrar Ancelotti? Probablemente, que el destino no puede ser bueno, como si se representará la "muerte de un campeón". Mientras, se concreta la purga de "jugadores" que trajo Mourinho, como si aquella época hubiera sido la invasión de los hunos.

Lo que descompone a la grada es que, además, el equipo no tiene carisma. No tiene gancho. Ni ilusiona ni enamora, ni siquiera a la luz de la luna. El Madrid es como un mausoleo frío como el mármol, con la reliquia en la portería. Ni siquiera el portentoso Kroos puede salvar la desidia, la asfixia por el calor, la depresión por la pérdida de un título. Malos tiempos para la belleza del fútbol en el Real Madrid.

Que me perdone el ataque cordobés, que no recree hasta los cielos su insolencia, su vergüenza cordobesa, su magnífico partido, tan sólo con un pellizco de dinero de lo que se gasta el Madrid. Pero el fútbol iguala los presupuestos cuando hay una atención a la honestidad.

José Luis Sánchez: "Arbeloa se plantea dejar el Real Madrid"

Reliquias

Por un casual este mismo domingo estuve en El Escorial. Tarde agradable de calor muy moderado en la sierra madrileña, de cielos azules ligeramente vetados de blanco y carreteras casi igual de despejadas. Procedentes de la otra vertiente del Guadarrama, de tierras serranas abulenses, acabamos curioseando por el entorno del monasterio y acabamos entrando en la basílica y los claustros, sin mayor motivo, solo porque nos pillaba más o menos de camino y había ganas de viajar en el tiempo, más que por la geografía, de demorarse un poco en el pasado antes de acceder a Madrid, el acuciante ahora, el vértice final del viaje, de este y del de casi todos. Madrid siempre ha sido el último capítulo en toda mi narrativa en tránsito.

Allí, en aquella imponente iglesia de dimensiones ciclópeas y techos pintados, había un apartado dedicado a la colección de reliquias, imagino que en su mayoría de Felipe II, que fue un ávido coleccionista de las mismas. En ambas naves laterales de la basílica había sendas estanterías que llegaban hasta el techo repletas de relicarios y restos de santos, encerrados cada uno de aquellos trozos sagrados en auténticas piezas maestras de orfebrería. El oro y la sangre, la plata y el hueso, se mezclaban de suelo a techo, del solado de mármol a la bóveda pintada, en un alarde de religiosidad y superchería solo al alcance de reyes traumatizados por el peso de púrpura. Dicen que en su muerte, tan agónica, Felipe II quiso rodearse de todas sus reliquias para tratar de expiar sus culpas antes de marcharse de este mundo. Era consciente de que su sufrimiento era merecido. Su cuerpo de pudría, literalmente, y hasta a sus más allegados -pocos ya, porque los sobrevivió a  todos; ese fue otro de los castigos que hubo de soportar aun en vida en pago por sus pecados- les costaba mantenerse en la misma habitación en que agonizaba. El rey creía en el poder milagroso de las reliquias hasta un nivel lindante con lo pagano, y si es verdad que no se le escuchó ni una sola queja, nos lo cuenta Henry Kamen en su biografía del monarca, también lo es que quiso aliviar su dolor, más espiritual que corporal, con el efecto placebo de las miasmas de los santos que le precedieron en el tránsito hacia los cielos. Si es que ese era su destino. El enfermo quería creer que sí.


Estoy al tanto del poder de los símiles, los uso demasiado a menudo cuando escribo de fútbol como para no estar al tanto, pero su poder evocador a veces excede con mucho las que fueron las intenciones iniciales cuando se decidió su uso. Una casualidad, una carambola geográfica en la víspera del partido, me ha permitido entender bien el significado de la que propone Julián Ruíz en su artículo. Porque el suprime uno de los aspectos principales del mismo, sino el más importante: La fé. En estos tiempos descreídos, en lo religioso y en lo profano, en que ya casi nadie cree en Dios, aun menos en su equipo de fútbol, el significado de las reliquias se ha perdido y se han convertido en algo bufo, en el mejor de los casos, cuando no en algo directamente desagradable. Mi acompañante en la visita al monasterio no quería acercarse a las estanterías, ni siquiera tentado por el morbo. Detestaba hasta el mismo concepto de reliquia. Lo mismo que Julián Ruíz, que evidencia su desdén y su desprecio por aquello en lo que se ha convertido Casillas. Tan solo una caricatura de si mismo, un pedazo de lo que antes fuera un todo glorioso, santificado, desgajado del resto, amortajado y encerrado en ese estuche de oro, digno del mejor orfebre, que es la portería madridista.

La broma de Julián Ruíz ha tenido algún recorrido, al menos en Twitter, porque estamos rodeados de descreídos. Desprovistos de la dimensión sacra de las cosas, convertido el fútbol en un mero asunto de venta de camisetas, ampliación de contratos a la alza y traspasos millonarios, con crónicas de los encuentros en las que ya parece casi obligado aludir a la desproporción en los presupuestos de los equipos -sobre todo si uno de ellos es el Real Madrid-, con esta irrupción en tromba del factor dinero, a lo Tío Gilito, poco espacio dejan las monedas y los billetes en la caja fuerte piscina para la lírica, la memoria y lo emotivo: Elementos en los que antes nadábamos tan ricamente. Ya sólo emociona el balance de resultados y ser citados en primer lugar en los informes de la revista Forbes. Lo material ha usurpado por completo su espacio a lo espiritual, y nada más material que el dinero, del que solo sabemos gozar si nos abulta la billetera y hace que notemos claramente su peso en el bolsillo, hasta hacernos parecer que el hueco es demasiado chico. "Pecunia non olet" -"El dinero no huele"-, le decía el suegro de Isabel La Católica a su hijo Fernando, parafraseando al emperador Vespasiano, para convencerle de que aumentara la carga de los impuestos a sus súbditos -quien dice impuestos bien puede decir entradas-. Y cuanto más es el dinero menos olor tiene. Sirva como ejemplo el traspaso de Di Maria, en el que la mágica cantidad de 75 millones de euros ha servido como potente ambientador para disipar los aromas cargados que se venían padeciendo en torno al jugador argentino. Menos de esa cantidad nos habría obligado a abrir las ventanas y fumigar el vestuario. La promesa difusa de esa frase inconcreta que últimamente tanto se escucha de "más objetivos", y que viene a significar algo así como "y algunos milloncejos más por añadidura, si es que la cifra inicial no es lo suficientemente obscena", parece como palabrería convertida en aroma de incienso o de madera de sándalo con los que disipar el aroma a podrido, aunque los objetivos, si se cumplen, vayan a ser los del Manchester United y no los nuestros. "Verba volant, scripta manent". Las palabras se las lleva el viento, son solo aire, pero la escritura permanece, porque es un contrato al que se obliga el que subscribe. Ya de nada valen la intención de las partes, su voluntad de acuerdo, y el apretón de manos, porque hemos perdido la dimensión sacra de las cosas. Ya hasta ofende la comunión entre equipo y grada, que tanto más significado tienen, más necesaria es, cuando los jugadores flaquean. El hacer constantemente tanto hincapié en lo que cobran estos señores es cierto que no es algo que huela, que deba ofendr, pero lo mismo no solo le ha quitado el olor al fútbol, también su sabor y su tacto. Esto es, su roce, que es lo que hace el cariño. O eso es al menos lo que dicen.


Convertido el Bernabéu para muchos en un mausoleo, cuadra esa imagen de la reliquia ikeriana en la portería que nos propone Julián Ruíz. Cuadra el reírse de los que creen, de los que titubean cuando se les exigen datos o argumentos para apoyar sus opiniones -opiniones que les surgen del corazón y no de la cabeza, y por eso cuesta tanto defenderlas-, de los que perciben el fútbol como un algo que les supera y a lo que les cuesta enfrentarse cuando el embite es importante, como ocurrió en Lisboa. Cuadra el reírse de las lágrimas de los que sufrieron por la agonía de Iker tras el gol de Godín. Casillas es como una reliquia en la nave lateral del monasterio madridista, al que solo le faltan los chapiteles piramidales terminados en punta sobre la cubierta diseñada por Lamela para erguir un porte herreriano junto a La Castellana lo suficientemente convincente, porque las hileras de arbolado en los bulevares de la avenida son un remedo muy acertado del verdor que ofrece la ladera del monte Abantos como telón de fondo al edificio escurialense.

Lo curioso de todo esto es lo rápido que vuelven a percibir los descreídos la dimensión sacra de las cosas cuando les mientan lo suyo. Por ejemplo, a Arbeloa. Entonces entramos en el territorio de las pocas bromas, en el proceloso mar de los sentimientos -en este caso los suyos y, por tanto, mucho menos risibles-, en el que zozobran meritocracias y el bien colectivo, en los que el escudo deja de estar por encima de todas las circunstancias personales para verse cubierto por el oleaje hasta  media canilla. Si Casillas debía aceptar sin rechistar su suplencia a favor de Adán o Diego López, la titularidad de Carvajal se convierte en anatema. No digamos ya que salte al campo para suplir a un desarbolado Arbeloa -y a esto así, lo que indico con esta separación entre el dedo índice y el pulgar, me he quedado de hacer el juego de palabras-. Entonces ya no está bien visto intentar amarrar una victoria que se ve peligrar ante un modesto Córdoba, apuntalando las vías de agua en defensa que todo el mundo detecta, todos los feligreses que han acudido al monasterio, sean descreídos o no. Sean creyente de un dogma o del contrario. Crean en las reliquias del santo o en las del barbudo eremita. La soledad del que para muchos es el Capitán virtual del Real Madrid, por aquello de que es más relevante en Twitter que en el terreno de juego tal vez, hace que su imagen empiece parecerse a la de un san Jerónimo pintado por Jusepe Ribera, con al misma expresión ascética en el rostro incluida.

Dice José Luis Sánchez que Arbeloa está harto de las bromitas, de que le señale Ancelotti, que medita por esa causa marcharse. Pues suerte ha tenido con el entrenador que le ha tocado en sus horas más bajas, que no se chotea ni hace escarnio de sus propios jugadores en rueda de prensa, como sí hacía Mou cuando se sentía acorralado por los resultados. También tiene suerte con la parte de la afición que le toca. Porque la otra, la que no le traga, no tiene ni la milésima parte de chispa o de mala leche a la hora de hacer chistes con los que hacer sangre, astillas de hueso para relicario, ni las mismas ganas de perpetuar la juerga hasta el infinito. Si hay más beligerancia en la grada mourinhista hacia sus contrarios que en la casillista creo que es porque cuando flaquea la fe en las propias creencias algo nos impele a intentar socavar los cimientos de las de los demás, que pueden llegar a ofendernos más por su aparente firmeza que por su naturaleza. La mujer de Di María animaba a quienes no entendieran sus reacciones, las de ella y su marido, a calzarse sus zapatos. Solo calzado con ellos uno entiende donde le aprieta el cuero o martiriza al propietario la chinita que se ha colado dentro. El caso es que tengo la firme convicción de que Arbeloa no aguantaría ni 10 pasos calzando las deportivas de Casillas. En ese caso, en vez de transitar por las bromas sobre la flotabilidad de un yate, que ni siquiera era el suyo, tendría que haber transitado por las relativas a la flotabilidad de su hijo. 5 minutos con Mou como rival en el trabajo no creo que convaliden ni con todo una vida con Ancelotti como encarnizado enemigo.

La gota que colmó el vaso de Casillas, que en Arbeloa ha resultado ser su sustitución por Carvajal, hace mucho tiempo que fue vertida. Ni siquiera creo que sume ahora la más que llamativa traición de Roberto Morales, una entre otras muchas de sus amistades peligrosas en la prensa de antaño. Es una gota que directamente vierte fuera de tiesto. Si cuando le doraba la píldora y arremetía contra Arbeloa era pecata minuta su comentario al lado del de otros periodistas casillistas, ahora que hace justamente lo contrario resulta ser menos que cero. Irrelevante. Porque ya ni credibilidad tiene. Ni la proximidad anímica a Iker que antes le ponía a tiro de piedra de la confidencia y la delación interesada en horario de máxima audiencia. Los periodistas tampoco creen en las reliquias, aunque sean de aquellos que se han pasado años tildando como amigos. Roberto Morales ha resultado ser más amigo del trabajo que de Casillas. Que esté tranquilo que ya hemos quedado en que el dinero no huele.

Mal comienzo tuvimos de Liga este lunes, pero no tan desastroso como el de la pasada temporada, en la que un gol de Isco, cuando ya expiraba el tiempo, nos salvó del desastre absoluto. Entre aquel Real Madrid y este hay dos diferencias sustanciales: Pepe y Carvajal, que ahora mismo son quienes dan carácter al equipo. Si el brasileño hubiera jugado la Supercopa nadie me quita de la cabeza que hubiéramos logrado el trofeo. No sólo es que sea de largo el central más en forma de los cuatro, es que además hace sustancialmente  mejor a aquel que le acompaña. Si Carvajal hubiera estado de inicio frente al Córdoba no hubiéramos pasado apuros en la segunda parte. Ambos jugadores son como reliquias de lugares sagrados en la Lusitania. Pepe, incluso sin haber jugado aquel partido, provoca en mí  más fervor y tranquilidad de espíritu que aquella medallita de la Virgen de Fátima que me regalara mi padre junto a la de la Virgen de la Soledad, patrona del lugar donde nació. Ojalá hubiera más fé en la basílica merengue y menos fervor por los números, tan maleables, tan faltos de calidez. No me parece mal que le hayan puesto coros y que a la escolanía -antes la juventud era un requisito ineludible que se suponía para poder acceder a ella- le hayan llamado con un nombre que suena a reliquia sonora, atemporal: "(minuto) 93". Tempus fugit. ¿Lo escribo solo por seguir trufando esto de latinajos o porque procede? Contra el paso irremisible del tiempo no hay mejor antídoto que un gol de Ramos de cabeza, utilizando la sien como superficie de contacto para perder la noción de las cosas, incluso el avanzar de las mancillas del reloj. Bien están los nuevos coros, como decía antes. Y no estaría tampoco de más  incluso un órgano como el que luce en la Basílica de El Escorial en vez del bombo y el megáfono en manos del más lanzado. Aunque me han dicho que cuando Casillas encajó el gol de Raúl García algunos de los escolapios corearon el nombre de Diego López. Otra gota que cae sobre el vaso colmado de Iker Casillas pero que ya no suma calado.


miércoles, 20 de agosto de 2014

Retorno al Prado (3) - Original y copia

"Adán y Eva (El pecado original)", de Tiziano Vecellio (Museo del Prado)

Original y copia

En nuestra primera visita al Prado, la semana pasada, una de las obras que vimos en la galería central de la primera planta, cerca de los cuadros dedicados a los amores entre Venus y Adonis, fue el "Adán y Eva" de Tiziano Vecellio. Obra muy interesante, capital en la historia del arte, y que además da mucha pistas sobre lo que es el museo, sobre donde residen algunas de sus principales virtudes. Hoy la visita se ha centrado en "La Hilanderas" de Velázquez, obra a la que hemos dedicado más rato. Por un juego de imágenes especulares, una cadena en la que cada eslabón lo forma un reflejo en un espejo ligeramente deformante, hay conexión entre ambos cuadros. Que no es estilística ni temática, sino que se refiere a circunstancias accidentales, a un juego de ecos, de ascendentes, de influencias ejercidas entre grandes pintores.

Dicen que el Adán y Eva de Tiziano está libremente inspirado en un grabado de Alberto Durero. No es extraño, los grabados de este artista alemán eran una utilísima herramienta que tenían los pintores a la hora de plantear la composición de sus cuadros. Cuando se les planteaba un problema de difícil resolución, que se yo, cómo distribuir a los personajes en una escena novedosa o recurrente, por ejemplo, un tema mitológico, un pasaje de la Biblia, o una menos trillada, como relacionarlos, que elementos situar en la escena o a cuales dar más preponderancia, se solía acudir a los ejemplos de los grandes maestros consagrados, analizar sus soluciones, tal vez copiarlas al pie de la letra, o meditar a partir de ellas para no arriesgar la propia respuesta partiendo de cero. Es más fácil llegar a la meta en un carrera de relevos. Mirar lo que habían hecho los colegas de gremio era como escuchar otros puntos de vista. La colección de grabados de Durero salvaba de muchos atolladeros. Puede que mi memoria me induzca a error, pero me parece recordar que el abrazo de "Las Lanzas", ese acercarse cortés de Ambrosio Spinola al derrotado Mauricio de Nasssau en "La Rendición de Breda", impidiéndole que se postre ante él, que hinque la rodilla en tierra en el corrillo formado entre sus respectivo ejércitos, es un lejano eco de una obra de Durero. Así creo haberlo leído en algún sitio, en algún artículo que analizaba la obra.

La obra gráfica de Durero comprende más de un centenar de grabados en plancha de cobre, y en torno al triple de grabados en madera, amén de un sin fin de ilustraciones para libros. En esta basta colección parecía haber solución para casi todo, al menos un apaño razonable del que improvisar una respuesta a la duda compositiva planteada. Puede decirse que la influencia de Durero en la posteridad fue enorme, a la altura de los más grandes de la Historia de la Pintura, como Caravaggio, Goya o Rafael, y que la difusión de su obra fue mayor que la de ningún otro, porque los cuadros viajan mucho peor que los grabados y los libros, y éstos últimos estuvieron al alcance de un público mayoritario dentro de su gremio.

"Adán y Eva", grabado de Alberto Durero (Städel Museum de Frankfurt) 

Entre ambas obras, la de Tiziano y la de Durero, hay notables diferencias, bastantes más que coincidencias. Y, sin embargo, el parentesco es claro. Hay un evidente aire de familia. Adán y Eva aparecen a la sombra del Árbol de la Ciencia del Bien y el Mal. La serpiente del Paraíso, convertida en niño, con cuerpo de culebra en la obra del veneciano, pone en la mano de Eva la manzana que Dios les había prohibido probar. Que sea una figura infantil ofrece una lectura inquietante, que no sé si está en la intención de Tiziano o es solo cosecha mía. Probablemente esto segundo. Porque más que resultar víctimas de la capacidad de seducción de la palabra del reptil, receptores de un concepto, el de pecado, que no es suyo sino ajeno,  Adán y Eva parecen ser quienes lo engendran, como precursores que son del poblamiento humano. ¿De quien más podría ser hijo ese niño?

Tiziano nos muestra a Adán sentado y no de pie, y si Durero le dibuja tendiendo la mano hacia Eva en un gesto que parece traslucir un intento de acercamiento, como si portase algo en la mano que tratara de poner al alcance de la mujer -tal vez un modesto regalo, quizás unas bayas-, en su trasunto de la obra del veneciano el gesto tiene justo el significado contrario: La mano trata de evitar esa proximidad que parece precipitarse inexorablemente hacia el contacto de los cuerpos. Adán aparta a Eva, sitúa la mano en su hombro, cerca de su pecho izquierdo, lo que en un primer vistazo rápido, dejándose llevar por la desnudez de los cuerpos, podría entenderse como un gesto de lujuria, pero que ha de leerse como un reproche: "No cojas la manzana y mantente lejos de mí". Pero sabemos que acabará cayendo en su trampa. La de la mujer, que siempre quiere más, según el arquetipo femenino comúnmente aceptado. También en la de la serpiente, que es la hábil instigadora. Y en la de Dios, por someterles a una prueba que sabe que no lograrán superar. Esta historia tiene una tradición de varios milenios de spoilers.

"Adán" y "Eva", de Alberto Durero (Museo del Prado)

El propio Durero tiene una versión pictórica de su propio grabado. Obra que, por un casual, por una sucesión de carambolas históricas,  también pertenece a las colecciones del Prado. Y el cuadro también permite jugar al pasatiempo de buscar semejanzas y divergencias con la obra en papel: La misma serpiente en postura espiralada; El mismo recurso del pelo de la mujer, rubio y rizado, tremolando al viento como un banderín, pero en direcciones opuestas en cada caso, como la cola de un cometa que surca el fondo del lienzo, oscuro como la noche, de oriente a occidente; Adán portando en este caso una manzana, no sabemos si por tratarse su retrato de un momento en el tiempo posterior al que refleja el de Eva  y haber recibido ya de mano de su compañera la manzana.

Pero lo que le importa a Durero en este caso no es tanto relatar una historia, aunque nunca esté de más entretener al espectador, como realizar un estudio del cuerpo humano, de sus proporciones, asunto que llegaría a interesarle de un modo obsesivo. Un asunto muy de su época, por otra parte. La época de Leonardo y de su "Hombre de Vitruvio", o de Miguel Ángel y sus frescos de la Capilla Sixtina. Ha colocado la escena sobre un fondo neutro, oscuro, que permite recortar de forma nítida las siluetas de los personajes,  y ha eliminado toda anécdota existente en el grabado, animales, paisajes y plantas, etcétera, que puedan distraernos de lo fundamental: El lujurioso esplendor de los cuerpos. Adán tiene la boca entreabierta y reclina mínimamente la cabeza. Es un gesto admirativo, aunque su mirada parece dirigirse hacia un lugar indefinido fuera del encuadre que no es el lugar que ocupa Eva en el otro cuadro con el que hace pareja. Tal vez es un nuevo dato sobre la falta de sincronización en los tiempos, porque Eva avanza hacia el espectador con unos andares voluptuosos y turbadores y tal vez cuando vuelvan a sincronizarse los relojes podría estar situada en el lugar hacia donde mira Adán.

Las dos tablas, que forman un conjunto, como las alas de un tríptico, aunque no se tenga noticia de la existencia de una tabla central relacionada con ambas obras, fueron adquiridas por el ayuntamiento de Nuremberg, ciudad natal de Durero, a la viuda del pintor tras su muerte. Fueron posteriormente regaladas a Rodolfo II, ávido coleccionista de arte, casi tanto como Felipe IV. Y no es extraño este dato común. El emperador fue educado por su tío Felipe II en El Escorial, y de él se le contagio la pasión por el arte y por las ciencias ocultas, y un temperamento más bien huidizo, poco sociable, enigmático, fascinante si se acierta a mirar más allá de la antipatía que ambos personajes suelen suscitar. Estando en el Castillo de Praga, donde tenía su sede la rama austriaca de los Habsburgo y el trono imperial, las tablas fueron saqueadas por las tropas del rey Gustavo Adolfo, tras irrumpir el ejército sueco como un manantial, a borbotones, imparable por las calles de la ciudad. Un ejército, todo hay que decirlo, que se mantuvo invicto en la Guerra de los Treinta Años durante década y media, hasta que se enfrentó a los tercios españoles en Nördlinguen, batalla que supuso algo así como la jubilación del ejército nórdico. Pero esa es otra historia, que tal vez contemos otro día. El caso es que la Reina Cristina de Suecia gozó hasta su abdicación de la visión en su castillo de Upsala de estas dos y otras tablas de Durero, producto del botín de guerra de las andanzas de su padre. La reina decidió abjurar de su credo, el protestantismo, y profesar la fé católica, lo que le obligó a renunciar a la corona. En la versión cinematográfica de esta historia ("La reina Cristina de Suecia", 1933), dirigida por Rouben Mamoulian, se adornaba el relato dándole tinte románticos, insinuándose que la razón última de la abdicación residió en un amor imposible, además de sumamente inconveniente, el de la soberana con el embajador español Antonio Pimentel de Prado.

 
Greta Garbo en "La reina Cristina de Suecia", de Rouben Mamoulian

La anécdota nos la han contado infinidad de veces. Carlos Pumares sobre todo, que siente especial predilección por ella. En el plató de rodaje, La Garbo pide instrucciones a su director acerca de como encarar la escena. La reina abandona su país para no volver nunca. Es un momento en que los sentimientos se suponen tan gigantescos que tal vez no quepan en la expresión de un rostro. Ha perdido a su amante, cuyo cadáver ha sido embarcado en el bergantín que habrá de conducirla al continente en un viaje que acabará en Italia y con ciertas semejanzas con la procesión fúnebre de Juana la Loca por la Castilla profunda junto al féretro de su amado Felipe el hermoso. En el momento de zarpar la vemos junto a la borda, acodada sobre el arranque del mascarón de proa. Va a ser un plano americano, un retrato de medio cuerpo para entendernos. La Garbo no tiene claro como expresar lo que siente su personaje en ese momento tan dramático. "Pon cara de nada", le dice Mamoulian, como si cero e infinito se dieran la mano, y la Garbo vacía su rostro de toda expresión. Camino del exilio, la reina de Suecia mira al vacío, un vacío de sentimientos, de expectativas, y se deja invadir por él, deja que se infecte su alma por su calma mortecina y contagiosa . A partir de entonces se nos hace imposible leer nada en la expresión de "La Divina," porque esa cabeza despojada de su corona está ahora también desprovista de pensamientos o emociones. Es como si estuviese abdicando de su futuro.

Pero la situación parece ser que no fue tan dramática al fin y a la postre. La reina pudo encontrar un buen acomodo en Roma, un retiro soñado en el momento más apasionante de la capital Italiana desde los tiempos de los césares. Fue aceptada por el papa en la ciudad gracias a la intercesión del rey Felipe IV. Imagino que la conversión al catolicismo de una persona tan principal entre "el enemigo" debió de visualizarse en la estructura de la Iglesia Católica como un gran triunfo sobre el rival interior, el protestantismo. Una victoria en la que debieron influir los esfuerzos del aparato diplomático español. Cristina correspondió al favor de Felipe IV haciéndole un magnífico presente: Su colección de obras de Durero, que ahora lucen en el Prado, aunque en cierto modo parezcan ser extraños en el Paraíso. La pequeña sala dedicada al renacimiento alemán en cuyas paredes cuelgan las obras de Alberto Durero, Hans Baldung "Grien" y Lucas Cranach es como un diminuto oasis de germanidad en medio de un museo donde predomina de forma abrumadora lo italiano, lo español y lo flamenco. Es el carácter del Prado, alternar las grandes lagunas con la abundancia extremada. O (casi) todo o (casi) nada. La mitad de los cuadros de Velázquez que hay en el mundo y uno solo de Rembrant. Varios centenares de pinturas flamencas y apenas una decena de obras alemanas. Muchísimas obras d carácter religioso y apenas unos cuantos bodegones.Y así con todo.

"Adán y Eva (El pecado original)", de Pedro Pablo Rubens (Museo del Prado)

Aunque venida a menos, en tiempos del rey planeta, su majestad Felipe IV, Madrid seguía siendo el primer centro de poder de Europa. Las ordenanzas municipales tuvieron que regular el trasiego de carruajes en el acceso al alcázar Real. Era mucha la gente llegada de todos los rincones del mundo entero para realizar peticiones al hombre que aun era el soberano más poderoso del orbe cristiano. Entre ellos, Pedro Pablo Rubens, viajero impenitente, artista itinerante, que recaló en Madrid después de visitar la corte de París y la Península Italiana. Y vino como artista, pero también como diplomático, para buscar soluciones al cáncer que asolaba su Flandes natal: Las guerras de religión, que ya duraban tres generaciones, el tiempo que abarcaba el reinado de tres Felipes. Aquí contacto con Velázquez al que convenció para viajara a Italia, pintó para la corona española, para los nobles y para sí mismo y conspiró por la paz. Felipe IV puso a su disposición sus vastas colecciones de pintura y el flamenco anduvo entretenido copiando a los grandes maestros en los ratos en que no atendía a su misión diplomática. Que en el Prado cuelguen uno junto a otro un cuadro y su copia y que ambas sean obras de grandes maestros es lo que vulgarmente se conoce como un alarde, como una virguería para exhibir la propia destreza. En el extremo norte de la galería central del primer piso, mi amigo y yo estuvimos un buen rato contemplando, comparando y comentando el cuadro de Tiziano y la copia de Rubens. Sabemos que en las salas del Prado han trabajado copistas que luego han sido muy ilustres, por ejemplo Pablo Picasso y Fernando Botero. Pero antes que ellos ya hubo otros, como Rubens. "Esto es algo solo al alcance de este museo", le decía a mi amigo. "Dos genios de la historia de la pintura midiéndose uno frente a otro en las colecciones del Prado".

El Adán de Rubens tiene más musculatura que el de Durero, y la Eva del flamenco parece ser todo brazos. Estuvimos discutiendo sobre si tal vez eran un poco desproporcionados, excesivamente largos. El izquierdo parece haber crecido en el paso del original a la copia y casi roza la rodilla de Adán. Está claro que Rubens tuvo en cuenta el grabado de Durero, porque en su versión recuperamos al guacamayo rojo, animal que simboliza la redención, y que contrarresta la aparición del zorro, que simboliza el mal y la lujuria, aunque en la actualidad estos dos últimos no sean conceptos que se consideren equivalentes ni necesariamente compatibles. Jugar a ver las divergencias es un gran pasatiempo, porque Rubens no copiaba, versionaba, reinterpretaba y llevaba la obra ajena a su terreno, la repetía en voz alta con su particular lenguaje pictórico, con su timbre visual inconfundible y característico, por lo que no sonaba igual que el original. Además de esta obra versionó otras. Entre ellas el retrato ecuestre de mano de Velázquez y que sirvió de modelo para la estatua que se yergue en la Plaza de Oriente, frente al Palacio Real. Todo lo que copió se lo llevó consigo como equipaje de viaje, siendo adquiridas algunas de estas obras a su viuda a la muerte del pintor, cuya almoneda explica en parte la superabundancia de obras del pintor en el museo del Prado.


Y aquí es donde llega lo que va a parecer una digresión en la historia que vego contando y una excusa para hablar una vez más de Velázquez. Como dije en el artículo anterior, no solo todos los caminos conducen a Velázquez sino que cualquier hilo argumental tarde o temprano rondará su territorio. Si es un círculo, como más a adelante se verá que es el recorrido que traza éste, los atravesará en cada giro. El caso es que el final de la segunda visita de mi amigo y mía al muso se centro en el pintor sevillano. Mi amigo opinaba, creo que con mucho tino, que en sus cuadros siempre se establece un centro de atención, en el que se focaliza la máxima luz y la mayor nitidez en las figuras que pueblan la obra. A partir de ese centro la luminosidad y el nivel de detalle van perdiendo intensidad en dirección a hacia la periferia, como las ondas en un estanque al que hubiéramos arrojado una piedra, que se van atenuando a medida que se acercan a la orilla. En "Las Meninas" ese vértice central es evidentemente la infanta Margarita, que además se sitúa en el centro geográfico de la tabla. Pero en "La Fragua de Vulcano" lo es el dios Apolo, que está en el extremo izquierdo de la pintura. Además de esta tendencia a dotar de una geometría circular a sus obras, añadía yo, Velázquez potencia la tridimensionalidad en sus puestas en escena creando focos de atención, de atracción de la mirada, al fondo de sus historias, que dotan de una gran profundidad de campo a sus imágenes. En "Las Meninas" es el aposentador de la reina, José Nieto Velázquez, que abre una puerta en la pared posterior de la estancia, que además introduce una nueva fuente de luz en el taller del pintor, y nos hace intuir sus auténticas dimensiones. En la Fragua de Vulcano es un recurso parecido, aunque menos logrado -quizás fuera esa la intención-: Un centauro situado al fondo, en la penumbra, nos advierte de las verdaderas dimensiones de la fragua, evitando que el apelotonamiento de personajes en primer término nos induzcan a engaño. Situar personajes en el encuadre alejados de la cámara es un recurso habitual en el cine para lograr lo que los entendidos denominan como una gran profundidad de campo. El ejemplo al que suele acudirse es la película de Robert Rossen "El buscavidas" ("The hustler", 1996). En casi cualquier plano de su metraje siempre hay personajes en segundo o tercer término perfectament dibujados que nos hacen deslizar la mirada hacia el fondo, en busca del punto de fuga de la perspectiva creada por el ojo de la cámara.

"El buscavidas", de Robert Rossen ("The Hustler", 1961)

En "Las Hilanderas" ambos recursos se contraponen, se contrarrestan el uno al otro, por así decir, hasta originar un equívoco, un extravío, que ha perdurado durante siglos. El verdadero significado de la obra debió perderse con el tiempo. Hasta bien entrado el siglo XX se consideraba a la obra como una mera escena constumbrista. Velázquez muestra el interior del obrador de Santa Isabel, donde las hilanderas producen el hilo que habrá de utilizarse en la confección de los tapices para la casa real. En un primer término, cinco operarias trabajan la lana. La segunda contando desde la izquierda opera la rueca, cuyos radios se difuminan con su celérico movimiento circular. La segunda contando desde la derecha devana la lana, y es tal su destreza y la rapidez de su mano que el efecto óptico nos hace parecer que tiene seis dedos. En segundo término, en una estancia más iluminada que la que ocupan las trabajadoras, varias mujeres, estás ricamente ataviadas, se congregan en torno a un tapiz que ocupa una de los muros, suponemos que para valorarlo.

El foco de atención y de luz parecen haber sido fijados por el pintor en la figura central de la segunda estancia. Se trata de Aracne, cuyos rasgos están borrosos por la distancia que media entre ella y el espectador. Durante mucho tiempo se interpretó "Las Hilanderas" como un día de trabajo en el obrador, con las artesanas realizando su labor en un primer plano y unas señoras principales en un segundo término admirando el resultado final del proceso de creación de los tapices. Fue el historiador alemán Carl Justi, al parecer, quien reparó en el casco que portaba una de las mujeres de la habitación del fondo, también en que se trataba de una figura real, es decir, presente en el mismo plano de realidad que el resto de las mujeres, y no un personaje del tapiz, como se había creído durante siglos. Esa figura, que representa a la diosa Palas Atenea, de repente adquirió volumen, se hizo carne, dejó de ser un ser pintado en la superficie virtual de la lana para convertirse en un ser de carne y óleo en la tabla de Velázquez. Se deshizo el trampantojo y todo empezó a adquirir sentido.

"Las Hilanderas", de Diego Velázquez (Museo del Prado)

La fuente del relato vuelve a ser, como casi siempre, "Las metamorfosis" de Ovidio. Aracne era una joven lidia muy diestra en el tejido de tapices. Hasta tal punto era su destreza que sus paisanos decían que sus obras podían competir en belleza con las que urdían las diosas, en especial la diosa Atenea, inventora de la rueca. Parece ser que el halago se le subió a la cabeza a la muchachita, que acabó creyéndolo y retando a las diosas a competir con ella hilando historias, escribiendo narraciones con palabras hechas con lanas de colores. Debió formular la bravata en voz alta, olvidando lo cotillas que son lo dioses y su capacidad para estar en todas partes a la vez. El caso es que, enterada la protectora de Atenas del desafío, decidió aceptarlo para tratar de bajarle los humos a la engreída e insolente doncella. Cada una de ellas debía de tejer un tapiz y un jurado decidiría cual era mejor. Así de simple.

Algunos autores creen que la escena en primer término narraría un momento de la fábula anterior al del juicio del jurado, que sería lo que se representa en la estancia posterior. Ese momento sería aquel en el que Atenea visita el taller de Aracne para espiar su trabajo. La muchacha sería la mujer que nos da la espalda y devana la lana con tanta presteza que sus dedos parecen multiplicarse. La diosa sería la anciana que maneja la rueca y que tiene cubierta la cabeza con un paño, del que asoman algunos mechones canosos. Un ardiz, como las arrugas de su rostro y su gesto adusto, para sacar ventaja en la disputa. Es un disfraz para engañar a la mortal y poder conocer su trabajo de antemano -aunque, como ya veremos, no debió lograr su objetivo. Quizá llegó demasiado pronto, cuando aun se procesaba la lana para convertirla en hilo-. La lozanía de Atenea se delata en la tersura de la piel de la pierna que asoma del vestido negro, que se diría el de una viuda.

El concurso acabó en tablas, quizá porque el jurado no se atrevió a desairar a la diosa. Sin embargo, a pesar de lo que se adivina como un tongo, Atenea acabó llenándose de ira, pero dirigida contra Aracne, y no tanto por la envidia, que es probable que también. A la arrogante muchacha lidia no se le había ocurrido otra cosa que utilizar como motivo para su tapiz una de las aventuras sexuales del padre de su rival, el divino Zeus. Concretamente el rapto de la doncella Europa. Tema muy recurrente en la historia del arte pero que, en buena lógica, Atenea interpretó como un insulto premeditado y estemporáneo, como un bofetón con la finalidad de callar la boca de aquel a quien se propina, es decir,, lo que ahora se denomina como un "zasca". "Con que esas tenemos, bonita", le vino a decir la diosa, "pues si tan diestra eres tejiendo y tanto te gusta te vas a pasar la vida haciéndolo". Y la convirtió en araña.

Y si hay algunos detalles que llaman la atención en el cuadro, por ejemplo la viola de gamba que porta una de las mujeres de la estancia del fondo -¿Qué significará? Según leo en algún sitio es el símbolo del buen gobierno político-, o el gato -aquí son varias las interpretaciones que he recabado indagando: Que sí es el resultado de un consejo de Rubens, que le habría indicado a Velázquez que es elegante incluir alguno como personaje en un cuadro; que sí una alegoría del buen súbdito, ya que los gatos son independientes, saben arreglárselas solos, pero al mismo tiempo son sumisos con sus amos-, lo que de verdad llama la atención al visitante habitual del prado es el tapiz confeccionado por Aracne. Aunque solo podamos ver los dos cupidos es fácil identificar la obra que Velazquez copió en "Las Hilanderas". De hecho en la distribución actual del museo cuelga en la pared contigua. Es "El rapto de Europa", de Pedro Pablo Rubens. La tela de color carmesí que ondea en torno a Aracne, y que por un vistazo rápido a la obra puede parecer parte del ropaje de la muchacha lidia, pertenece en realidad a la ninfa Europa.

"El rapto de Europa", de Pedro Pablo Rubens (Museo del Prado)

Bueno, en realidad estoy mintiendo. No es la versión que Rubens realizó en su segunda visita a Madrid sino el original de Tiziano lo que Velázquez copió en "Las Hilanderas". En este caso la obra del pintor flamenco si que parece una copia stricto sensu y no tanto una versión, como ocurría con su "Adán y Eva". Por eso el trampantojo que propone el Prado en su sala dedicada a la fábula de Aracne es casi perfecto. Apenas hay diferencias esta vez entre el objeto y su reflejo en el espejo. Cupido cabalga un delfín -un cetáceo con aspecto de besugo en ambos cuadros-, detalle que simboliza la impaciencia del amor. Los dos amorcillos que vuelan por el aire portan arcos y flechas simbolizando el triunfo seguro del padre de los dioses en su empeño sexual. Zeus quedó prendado de la ninfa Europa al verla un día bañarse desnuda en un richuelo, algo que solía hacer, más por despreocupada inocencia que por pura desvergüenza. Una ninfa es un ser sexualmente inmaturo, pero en el último estadío antes de alcanzar lo que en entomología se denomina con cierta lógica como "estado perfecto", esto es, el momento evolutivo en el desarrollo del individuo en que éste adquiere capacidad reproductiva plena. Al contrario que las hembras, que sienten predilección por los individuos del otro sexo totalmente formados física e intelectualmente -no digamos ya económicamente-, los machos se ven irremisiblemente atraídos por la virginidad de las hembras que acaban de dejar de ser púberes. Hablamos de impulsos, de instintos, no de acciones meditadas, sujetas a lo que se considera correcto  o decoroso. Pero hay que recordar que Zeus no estaba sujeto a ninguna ley más que a la que el mismo se dictaba, era el rey de los dioses. Tomaba aquello que se le antojaba. Sí podía. Y si no estaba a su alcance hacía uso del engaño para salirse con la suya. Era una cuestión de capacidad, no ética. Vío a Europa y ya no pudo pensar en otra cosa que no fuera en tratar de hacerla suya. Para ello se transformó en toro. Pero no en uno cualquiera, en un ejemplar blanco de gran belleza y dulzura, para enternecer a la ninfa y para que ésta le dejara acercarse y no desconfiara de su proximidad. Y en cuanto la tuvo "a tiro" se la llevó en volandas por los aires haciendo uso de las alas de las que se había dotado. La chica en apuros agita un paño rojo, tal vez para llamar la atención a los dos putti armados que escoltan el vuelo, aunque los suponemos cómplices del raptor, y este gesto adquiere evidentes reminiscencias taurinas. Tal vez pide socorro a un matador para que lidie al toro y le de muerte.

"El rapto de Europa", de Tiziano Vecellio (Museo Isabella Stewart Gardner de Boston)

Si el Prado hubiera podido exhibir las tres obras juntas hubiera sido como la cuadratura del círculo, un auténtico espectáculo, pero por circunstancias que desconozco la obra de Tiziano salió de España hace muchos años y ahora es parte de la colección de un museo de EE.UU. Como compensación, la versión de Rubens pudo ser adquirida por Felipe IV, al igual que el "Adan y Eva", en la almoneda del pintor. Sin embargo, el recorrido que nos propone el Prado es casi completo, lo iniciamos con Tiziano y su reflejo en Rubens y lo acabamos con la imagen encerrada en el espejo enfrentado, como si estuviéramos en una barbería, con el eco lejano de Tiziano en el fondo de un cuadro de Velázquez, que a su vez refleja un cuadro de Rubens, Como si original y copia pudiesen intercambiar sus papeles, sus posiciones. Ya solo queda aprovechar la oportunidad para cortarse el pelo, que estamos en pleno verano y empiezo a tener greñas.

PD (26-9-2014): Ayer mismo, en un itinerario didáctico organizado por la Fundación de Amigos del Museo del Prado sobre obras maestras de la pinacoteca, la guía que nos explicaba "La Meninas" me recordó un dato de la obra que había olvidado y que es pertinente con el tema que tratamos en este escrito, que supone una vuelta más, otra voluta en la espiral infinita de copias y reflejos de la que estamos hablando. Una de las dos obras que Velázquez sitúa en la pared posterior de la estancia que retrata en el cuadro, el que había sido el cuarto del Príncipe Baltasar Carlos en el Alcázar Real, y que el pintor heredó para convertirlo en su taller tras morir el varón primogénito de Felipe IV, es la versión de Rubens sobre el mismo tema que aborda en "Las Hilanderas". No sé si es el que se sitúa a la derecha o a la izquierda, ya que el cuadro está muy oscurecido y apenas son otra cosa que dos manchas oscuras rectangulares -a la izquierda, me informo al investigar en Google- , pero el caso es que una de las dos obras que Velázquez sitúa al fondo es la "Minerva y Aracne" de Rubens, pero no el cuadro original sino la copia que realizó su yerno y también discípulo, Juan Bautista Martínez del Mazo. Velázquez versionando a Martínez del Mazo versionando a Rubens, sobre un tema de asunto mitológico que el mismo abordará años después y en el que volverá a situar una obra del pintor flamenco al fondo del espacio pictórico. Y en ninguno de los dos casos la obra será en realidad de mano de Rubens sino de otro autor, un copista en "Las Meninas" y el prededente en "La Hilanderas". Hablamos del universo de ficción, porque en nuestra realidad ambas obras serán lógicamente versiones de Velázquez-. Espejos enfrentados que se reflejan el uno al otro en una fuga que persigue a la imagen original hasta el borde del infinito, hasta el horizonte del campo visual y del entendimiento. Demasiado complicado para estar planeado, para ser un suceso deliberado y no meramente fortuito. La madeja de hilo que traza la espiral ha acabado por enredarse y convertirse en un nudo.

"Minerva y Aracne", de Pedro Pablo Rubens (Virginia Museum of Fine Arts)


domingo, 17 de agosto de 2014

El Fútbol y sus aledaños (162) - La Unión y el Fénix

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Casillas se gana otra vez el puesto
Vecchi, preparador de porteros del Real Madrid, cree que Íker «se merece jugar»
Tomás González-Martín
ABC - 15/08/2014

El Real Madrid ha recuperado a su portero ancestral. Casillas, como diría Cristiano, «ha vuelto». Ensalzado por unos, denostado por otros a lo largo de año y medio de disputas cainitas extradeportivas, el capitán ha comenzado la temporada como titular y ha vuelto a demostrar el nivel que definió su carrera. Tres buenas paradas salvaron al Real Madrid del peligro en la final de la Supercopa de Europa. Cristiano puso los goles. Bale puso el ritmo infernal. E Íker frenó los zarpazos del Sevilla.

Celebrado el título, en la madrugada galesa, William Vecchi, entrenador de porteros del equipo, hablaba de manera distendida ante ABC: «Casillas ha estado magnífico. Se merece jugar». Analizó de forma coloquial la calidad de Íker y de Keylor. «Será bonito el duelo entre Casillas y Keylor, pero ahora mismo Íker ha hecho méritos para seguir jugando». Las palabras del italiano tienen mucho significado. El veterano preparador de guardametas, hombre de confianza de Ancelotti, fue quien aconsejó la titularidad de Diego López hace un año. Y Carlo le hizo caso. Le otorgó la Liga. Luego, concedió la Champions y la Copa al cancerbero madrileño.

Buena Supercopa

Tras la tempestad viene la calma. Casillas denota mayor serenidad. Tranquilidad. Ya sonríe. Hace unos meses, su seriedad definía sus sentimientos. El jugador más internacional de la selección española está más concentrado. Quiere recuperar el puesto. Volver a ser el de antes. Ya lo es. La seguridad demostrada en el primer encuentro oficial ha callado a muchos críticos. «Ha jugado muy bien, como todo el equipo», señalan otros hombres del club.

Íker desea revivir el mismo ambiente que disfrutó durante trece años. Ya lo ha hecho. En Cardiff festejó el título con la alegría de tantos éxitos, emocionado. Ancelotti confía en él. Nunca había hablado del capitán con tanta claridad. Le ha defendido. El entrenador quiere romper con todas las tensiones de antaño. El míster piensa que eliminar ese foco atención es fundamental para consolidar la felicidad interna que vive la plantilla. Keylor Navas luchará con Íker por la titularidad, pero Carlo considera prioritario evitar el duelo mediático. Solo será futbolístico.

Diego López se despide

Ya desde Milán, el portero gallego que hasta hace unos días compartía equipo con Casillas y Navas, publicó una carta de agradecimiento. «Soñaba con ser futbolista, pero lo que nunca llegué a imaginar fue que llegaría a jugar en el club de mi corazón, el Real Madrid», escribió Diego López, el damnificado por la llegada de Keylor Navas.


La Unión y el Fénix

Es algo que nunca he entendido: La renuncia voluntaria de la afición atlética a celebrar sus títulos en la Plaza de La Cibeles, probablemente el rincón urbano más hermoso de España. Si el carro de la diosa pudiera rotar sobre sí mismo, como las sillas de oficina, y orientarse en torno suyo en cualquier dirección de los 360 grados que conforman la circunferencia, el punto de vista de La Cibeles de la ciudad sería cuasi perfecto, además de completo. Hacia el este, casi a espaldas de donde mira habitualmente, podría ver la Puerta de Alcalá y su joroba de la Torres blancas, un amanecer a diario tamizado por el monumento conmemorativo erigido para celebrara el amanecer de Madrid como gran ciudad europea. Hacia el norte y el sur la Avenida de La castellana, con sus bulevares arbolados con acacias y plátanos centenarios. Río de vegetación al que es asoman los edificios más solemnes de la urde, y aun de la nación, como acantilados rocosos encajonando el cauce fluvial que vertebra la capital y es su espinazo de adoquín y asfalto. Hacia el oeste el edificio Metrópolis, para mí el más hermoso de todos. Antaño las celebraciones eran totalmente improvisadas. Aprovechando el calor del verano, aunque si era invierno aun tenía más sentido, algunos se desafiaban entre sí a atreverse a chapotear en la cazoleta de la fuente para salpicar al mundo con la alegría por la victoria. Euforia a menudo incrementada en su intensidad por el consumo de alcohol. Bañarse en una fuente en una noche fresca solo está al alcance de borrachos d alcohol o de triunfo. Se trataba de hacer un poco el loco y desafiar a la guardia urbana. Un día era un día y ver ganar a tu equipo hacia que el reto mereciera la pena a pesar de su estupidez, que hasta tuviera sentido selemne. Y mientras algunos de bañaban en una lámina de agua que cubría poco más allá de las pantorrillas, otros se congregaban  para mirar a los bañistas, a  veces desde los coches que circulaban rotondeando la fuente, y se formaba un pequeño gentío de personas y de vehículos. El primer sarao importante de este tipo que recuerdo es el de aquella noche de Querétaro en la que Butragueño le marco cuatro tantos a Dinamarca. "Nos ha tangao el más enano", exclamó al parecer uno de los vikingos nórdicos. Luego, el más tocho, Zubizarreta, nos apeó del mundial al no saber parar un penalti a los belgas. Los atléticos renegaron de La Cibeles cuando las celebraciones madridistas en su entorno empezaron a hacerse habituales y la afición merengue tomó posesión del territorio abandonado por el enemigo sin siquiera tener que disputarlo. A caballo regalado... Con más razón si son dos leones.

Y es que tiene mucho sentido celebrar los triunfos en La Cibeles, y no solo por la belleza del lugar. Hacia oriente, coronando la cúpula de pizarra estilo bombier -con forma de casco de bombero francés, me informo "gugleando"- del edificio Metrópolis, la Victoria Alada despliega las alas y abre los brazos como si quisiera abrazar al vencedor, exhausto tras la batalla. El relato lo conocemos a través de Herodoto. Tras recorrer en tiempo record la distancia entre Atenas y la playa de Maratón, la infantería pesada ateniense pudo plantar cara a las tropas persas antes de que éstas lograsen desplegarse y hacerse fuertes en la costa. Los hoplitas griegos no tenían rival en el mundo conocido y más pronto que tarde empezaron a abrir brecha en el enemigo. Datis, el general persa, ensayó una medida desesperada, distrajo parte de sus tropas del campo de batalla de Maratón -a fin de cuntas contaba con superioridad numérica-, para atacar a la desguarnecida Atenas. Enterado Milciades, el general ateniense, del recurso de su homólogo en el campo contrario, ordenó a Fidípides dirigirse a la metrópoli para advertir a la población de que los griegos estaban ganando la batalla y que resistieran con fé cualquier embite que sufrieran porque pronto les llegaría el socorro.

Fidípides se despojó de sus armas y, aunque había luchado todo lo que iba de jornada, partió sin descansar siquiera un momento, se hecho al camino, que imaginamos complicado. La Península Ática era un pedazo de tierra pedregoso y desabrido, a menudo árido, de difícil arraigo para la vegetación y hasta para la cosecha, complicado incluso para trazar senderos o trochas. Pero el corredor no dejó de esprintar en todo el recorrido, aunque solo al caer la tarde pudo divisar Atenas, ya exhausto, muy falto de fuerzas, sin apenas resuello para poder hablar. Nos dice Herodoto que, al ver cumplida su misión, Fidípides cayó en tierra y que con última bocana de aire inspirada pudo articular dos veces el mismo nombre: "Niké, Niké". El inmenso esfuerzo realizado le había costado la vida, pero se la había dado a la ciudad, que advertida de la situación pudo cerrar las puertas de las murallas y organizar una defensa eficiente ante el ataque de las fuerzas de Datis. Ya solo restaba  esperar al socorro de Milciades.


Al igual que el propio Zeus, la diosa Niké, cuyo nombre es sinónimo de victoria, era hija de un titán, por lo que puede considerarse perteneciente a la primera estirpe de dioses griegos. Era capaz de correr y volar a gran velocidad, razon por la que se la solía representar alada y con las alas desplegadas, como si fuera a arrancara  volar en cualquier momento. La imagen más famosa de esta divinidad del panteón griego es la Victoria de Samotracia del Louvre, estatua a la que las vicisitudes del tiempo le han hurtado los brazos, pero en la que aun se aprecia toda la maestría de su autor, Fideas. La sutileza con la que está esculpida la tenue túnica que envuelve su cuerpo, que se pega a su pecho como si al tela estuviese húmeda y que se enreda entre sus muslos y ondea al viento, como si recibiera la brisa marina en ese mundo marítimo y portuario que era el de los griegos, ha servido como modelo para versiones de todas las épocas. La que corona el Edificio Metrópolis, menos lograda, aunque también muy hermosa, es obra del escultor Federico Coullaut Valera, y se muestra con menos recato que su hermana parisina. Tampoco se lo vamos a reprochar, en la distancia es difícil apreciar que muestra sus pechos desnudos. Si fuera posible tal vez la euforia durante las celebraciones fuera aun mayor.

Tal vez sea porque Adidas es la marca que ahora viste al Real Madrid o por cualquier otra razón, meramente el olvido y la falta de atención a los detalles, pero el caso es que jamás he oído mencionar a Niké en las crónicas sobre celebraciones madridistasas en La Cibeles, a las que casi todos los años dan pie los triunfos el equipo. La marca deportiva rival utilizó el de la diosa para darse un nombre y eso quizás explique el reiterado olvido. Pero lo cierto es que nunca falta en los reportajes gráficos de los festejos la imagen captada desde el Palacio de Correos, con la marea humana anegando la fuente y sus aledaños en primer término y el edificio Metrópolis al fondo con Niké completamente iluminada, ya sea por la luz color bronce del ocaso, si el partido ha sido en Madrid, o por la luz dorada de las luminarias, si el campo de batalla estaba lejos. El edificio y el club son casi coetáneos, ambos han cumplido su centenario hace relativamente poco. Con el paso de los años son cada vez más hermosos y aunque tienen trayectorias vitales paralelas, si los hados son benévolos -hay que recordar que Niké es la diosa de la fortuna-, coinciden al menos una noche al año, allá por primavera.

Fue mi amiga @Lalusquis quien en el transcurso de su reciente visita a Madrid, me recordó un dato que tenía olvidado y que resulta, además de curioso, muy pertinente en estos tiempos convulsos para la portería madridista. Antes que el actual, el edificio Metrópolis tuvo otro propietario, también una aseguradora, La Unión y El Fénix. El edificio se terminó de construir por encargo de esta empresa en 1911, utilizando un material muy novedoso entonces: hormigón armado. Eso motivó a los arquitectos que lo diseñaron a revestir los paramentos de esculturas y relieves, para poder enmascarar la aridez visual del material constructivo. ¿os imagináis un Santiago Bernabeu revestido de figuras esculpidas por Benlliure, como el edificio Metrópolis, o por los artistas del momento? Aquellos que sean figurativos, se entiende, que no tiendan a ensalzar la grandeza de la industria siderúrgica en sus obras. ¿Os lo imagináis? Yo tampoco. Pero un Bernie con una fachada principal corrida hacia La Castellana, hacia el río de vegetación arbolada y asfalto, sostenida por cariátides, como el Partenón, es una imagen que me convence, seducido como estoy mientras escribo esto por lo griego. A contemplar la belleza de la cúpula de San Antonio de los Alemanes, pintada por Juan Carreño de Miranda, cerca de la Plaza de la Luna, envié a @Lalusquis, para que fuera testigo no solo de lo parisino en Madrid, ella tan madridista, y que se enamoró al primer vistazo del edificio Metrópolis contemplado desde la terraza del Ateneo, como debe ser. Desde este edificio al caer la noche o en pleno ardor merengue de madrugada. Pero esa es otra historia, que tal vez narraré si soy capaz de mezclar fútbol con frescos barrocos de santos camino de los cielos. Bueno, la verdad es que algo se me ocurre, pero lo pospondré si caso al momento después de la jubilación de Casillas.


"El Real Madrid ha recuperado a su portero ancestral", es la frase que inicia el artículo de hoy en ABC de Tomás González-Martín. Casillas renaciendo de sus cenizas. Son muchos años con este mismo guardameta, y lo secular, lo ancestral, se asemeja a lo inmortal, aunque sean conceptos divergentes, que solo serían sinónimos si dejásemos transcurrir un lapso de tiempo infinito. El pasado glorioso de Iker casi nadie lo niega -algunos sí, que nos hablann de Niké en su  acepción como hacedora de la fortuna-, pero su futuro es realmente incierto. Cenizas de él fueron las que recogió Ramos con su cabezazo en la final de la Champions, como quien barre el serrín de los ancianos astros caídos desde el firmamento lisboeta. Era de noche ya cuando el Madrid renació de sus cenizas para que Bale, Marcelo y CR7 nos dieran un nuevo motivo para acudir a La Cibeles. A @Lalusquis le gustaría que Casillas fuera inmortal, que jamás abandonara el Real Madrid. Es un deseo irracional que nace del corazón no de la cabeza. Y no me parece mal, prefiero los sentimientos a los argumentos a la hora de crear grupos. Los motivos mutan, a veces se convierten en sus contrarios. Los sentimientos en cambio pueden durar perfectamente esa breve eternidad que es la vida profesional d un jugador de fútbol. Pueden y deben, porque otra cosa es traición. Sobre todo si procede esa frase que suele utilizarse de forma irónica: "Con todo lo que nos ha dado". Pues sí, el futuro es incierto y se reescribe a cada minuto, pero el pasado ya no nos lo puede hurtar nadie, salvo Terminator. A @Lalusquis no le gusta cuando se lo digo, pero está claro que la marcha de Casillas está próxima. Hace apenas una o dos semanas parecía inminente. Sin embargo, en esta situación tan complicada para ella le bastaría para estar contenta con que la salida del jugador fuese honrosa, digna, acorde con su pasado, con lo que nos ha dado, que es demasiado. Algo que también ha parecido un imposible estos últimos tiempos.

A nadie se le escapa, más que nada porque nos lo han hecho saber a través de sus terminales en los medios de comunicación y en Twitter, que el Real Madrid quería renovar completamente la portería, echar a los dos inquilinos de la temporada pasada y sustituirlos por Keylor Navas y por un segundo arquero de relumbrón. Se habló de Casilla primero, haciendo fácil los juegos de palabras. Después de Courtois y de De Gea. Y como se hacía difícil aplicar la máxima del Metro "antes de entrar dejen salir", se recurrió a la malas artes para hacer hueco en el atestado vagón. Así se nos anunció al llegada del costarricense mucho antes de resolver el problema, para dar que pensar a los que ya estaban. Hubo un momento incluso en que había cinco jugadores para el puesto, si se contaba también a los dos canteranos del filial, Jesús y Pacheco, situados en la pretemporada en ese limbo (in)existente entre el segundo y primer equipo. Se dejaron circular rumores sobre supuestas desaveniencias entre Casillas y el entrenador de porteros, Vecchi, que no se hablaban desde hacía un año, nos aseguraban en el Chiringuito pedrerólico. Se nos dijo incluso que el mostoleño había pedido su cabeza como requisito para continuar en el club en la radiada cena con el Presidente tras acabar la temporada pasada. Lo cual era incurrir en una contradicción, si al tiempo se nos quería convencer de que el club ansiaba su salida.



Quizás por eso ha de ser Vecchi quien nos anuncie, utilizando ABC como intermediario, que Casillas ha recuperado la credibilidad como titular de la portería: "Casillas ha estado magnífico. Se merece jugar". Porque ya que los gustos de Vecchi, supuestamente en las antípodas de lo que es Casillas, más afín al prototipo de Diego López -sea cual sea ese, que yo no lo tengo claro-, se han esgrimido a menudo como argumento de peso para desacreditar la capacidad del portero para el correcto desempeño de su profesión, procede usarlo ahora para revalorizarlo, para reconstruirlo desde sus cenizas. Y se necesita un intermediario porque era un secreto a  voces, nos decían hace bien poco con un año de retraso, que portero y técnico no se hablaban desde que éste mostró ante Ancelotti sus preferencias por el rival de áquel. Y que mejor mensajero que el diario madrileño, que tan bien informado de lo que ocurre en el interior de la Casa Blanca se muestra últimamente. "Será bonito el duelo entre Casillas y Keylor, pero ahora mismo Íker ha hecho méritos para seguir jugando", esa es la frase que redondea el argumento. Casillas coge la cuerda en la curva que precede a la recta final por la titularidad y relega a Navas a la calle dos, con más recorrido.

"Tras la tempestad viene la calma". Así empieza su análisis personal de la situación el redactor de ABC, una vez ha utilizado a Vecchi como testigo experto. Y la frase coincide punto por punto con la predicción que hacía el adivino que visitaba la aldea de Ásterix y ponía a todo el poblado a su favor tras escampar la tormenta. ¿Quien podría estar en contra de una afirmación así? Incluso los huracanes tienes ojos en su centro donde reina la calma. "Casillas denota mayor serenidad. Tranquilidad. Ya sonríe. Hace unos meses, su seriedad definía sus sentimientos". ¿Se puede considerar la final de la Supercopa de Europa como el renacer del Ave Fénix o solo como un breve intervalo de serenidad antes de precipitarnos hacia un dramático desenlace? El tiempo nos lo dirá o, como suele, nos dejará en la duda de lo que realmente ha ocurrido al usar su paleta de grises. Todo es susceptible de ser matizado. La primera intervención de Casillas, un rechace junto al palo sin excesivos problemas, le dió tranquilidad. La segunda, una parada a quemarropa salvando in extremis el empate, un disparar al muñeco que dirían sus detractores, le dio aplomo para el resto del partido. Está claro que hace tiempo que Casillas juega los partidos en su cabeza, razón de más para tratar de facilitarle un terreno de juego en buenas condiciones. Porque nos va mucho en ello. Concretamente los títulos. Así lo debió entender Coentrao, que tras su pequeño milagro fue a recompensárselo con un beso. Para mí al imagen del partido. Y que espero que no se convierta en el remake del "Beso de Judas", película dirigida por el mourinhismo hace ahora un año y protagonizada por Pepe con éxito de crítica y público.

"[Casillas] Quiere recuperar el puesto. Volver a ser el de antes. Ya lo es". El redactor de ABC ya ve al fénix renacido. Pero no solo él, nos asegura, es de esa opinión: "Ancelotti confía en él. Nunca había hablado del capitán con tanta claridad. Le ha defendido". Parece que al fin se hizo la luz en algunas cabezas: "Keylor Navas luchará con Íker por la titularidad, pero Carlo considera prioritario evitar el duelo mediático". En otras palabras: Ya que no podemos echarlo y nos lo tenemos que comer con patatas, ahora desandamos el camino recorrido para nada y tratamos de que recupere su prestigio. Y llamamos a esos chicos tan listos de ABC, que tan bien expresan todo lo que les topeamos. En el periódico de los Luca de Tena hay nivel. Me lo van a decir a mí, que soy lector a diario desde hace unas cuantas décadas.


¿Por qué Ganimedes sentado a horcajadas sobre un ave? La imagen, muy representada en pintura y escultura desde los tiempos de Fideas, alude al mito narrado por Ovidio en "Las Metamorfosis". Ganimedes era un bello pastor troyano del que se habría prendado Zeus, que consumía una dieta variada y equilibrada, es decir, que lo mismo le gustaba la carne que el pescado. El jefe de los dioses volvió una vez más a metamorfosearse -de ahí el título de la obra del poeta griego, que se centra sobre todo en las proezas sexuales de Zeus- para poder saciar sus apetitos, en este caso en un águila, raptando al muchacho y llevándole al Olimpo para convertirlo en su copero. Eufemismo supongo. El caso es que el muchacho era tan bello y dulce que a todos caía bien. Salvo a Hera, la esposa cornuda, que, dicen, se decantó por los aqueos en la Guerra de Troya porque no soportaba la causa del rey Príamo, que le recordara a su compatriota, esto es, al amante que su marido le había metido en casa. En ninguna otra indiscreción, y hubo muchas, Zeus había llegado tan lejos a la hora de ofender a su compañera. Lo cierto es que buena parte de los relatos de la mitología griega pueden entenderse en clave taurina, como los derrotes, embestidas e intentos de cornada de la astada Hera a los que corrían delante de ella y su marido, como en un encierro pamplonica. En toro, por cierto, se convirtió Zeus para poder raptar a Europa. Los astrónomos, que tienen mucho sentido del humor, y por lo visto estaban al tanto de los cotilleos que circulaban por el Olimpo, bautizaron los satélites de Júpiter -la acepción romana de Zeus- con los nombres de algunos de los desdichados que sufrieron la cólera de Hera por ser víctimas pasivas -en algunos casos en sentido también figurado- de su esposo: Io, Europa, Calixto y Ganimedes.

Los responsables de la aseguradora La Unión y El Fénix recurrieron al mito de Ganimedes a la hora de buscar un emblema para la empresa, lo que ahora denominamos como logo, pero lo cruzaron con el mito del Ave Fénix, ya que su campo de actividad principal eran los siniestros por incendios. La idea pudo serle sugerida o ocurrírsele al propio artista encargado de tallar el grupo escultórico con el que coronar la cúpula de la nueva sede de la compañía en la confluencia de Alcalá y Caballero de Gracia, el francés Charles René Saint-Marceaux. La escultura en bronce, de significado algo equívoco por lo que hemos visto, era bien visible para todos los transeúntes que discurrían por el arranque de la Gran Vía y Alcalá o por los aledaños de la Plaza de la Cibeles. El mito del Ave Fénix tiene una lectura concordante con la de Sísifo, y que ya abordé en otro artículo: "Sísifo en Metrópolis", que anticipaba este que ahora escribo, que lo tenía implícito sin yo saberlo. Cada título del equipo lo devuelve al inicio de la cuesta apenas coronada la cúspide. Cada consecución le hace renacer de sus cenizas, del desierto calcinado que supone la sequía de títulos, de extensión disparatada, inasumible, aunque solo abarque una temporada. A veces incluso media.

Durante unos pocos días del año 1972 ambas esculturas, la de Niké y la de Ganimedes sobre el lomo del fénix, convivieron la una junto a la otra, auqnue no en lo alto del edificio sino sobre la acera de la calle Alcalá. Fue mientras los nuevos dueños del edificio lo remodelan a su gusto y decidieron cambiar el remate. La unión del madridismo, que en Twitter parece una utopía. El querer ver renacer a Casillas, que es uno de los principales motivos de discordia, aunque no el único -la verguenza torera ha hecho recular a muchos en su aversión por Ramos, tras su testarazo en Lisboa-. La victoria que a menudo creo que no nos merecemos, aunque extienda sus alas con cierta regularidad y nos abarque a todos en su abrazo como si fuéramos iguales, piperos y mourinhistas. Sólo por la posibilidad de que @Lalusquis pueda cumplir su deseo de ver a Casillas alzando la Undécima estoy dispuesto a  cargar en la mochila una temporada más con el debate de la portería. Que no se resolverá en tanto Casillas no anuncie su marcha del club. Intuyo que será un calvario para él. Tampoco hay que ser muy avispado para llegar a esa conclusión. La vivirá con la espada de Damocles cerniéndose siempre sobre su pescuezo, con la posibilidad de experimentar en su carnes en cualquier momento un nuevo día de ira de esa parte de la afición que lo odia más por costumbre, incluso tras tener buenas actuaciones. El día posterior al de la Supercopa de Europa hubo una tensa tregua, pero al día siguiente ya volvió a pedirse su cabeza debido a la marcha de Diego López. Francamente, no sé si son condiciones, si tanta presión en contra se compensa con la defensa que recibe por parte de la prensa. Diría que no. Tampoco es tanta y no odia tan bien como lo hacen los tuiteros. En cualquier momento el águila puede arrojarse sobre él en pleno vuelo y raptarlo del equipo. Ya me parece un milagro que inicie esta temporada, que seguramente será la última en la que vista la equipación del Real Madrid. Ojalá Niké le reciba una última vez allá por mayo. Ojalá Zeus se entretenga con los traseros de otros. Ojalá Casillas sea más fénix que Ganimedes. Aunque hay que reconocer que en el oficio de copero tiene cierta experiencia. En solo tres meses ha alzado tres copas. Y podría brindar aun con una cuarta la próxima semana. Escancia, amigo Casillas, que lo mismo el alcohol me hace ver razonable eso de chapotear en un palmo de agua en una noche con fresco.


sábado, 16 de agosto de 2014

Soneto Trece

Soneto Trece
Un cielo ciegamente sugerido

Bien pudiera ser que el amor durmiera
dulcemente enredado entre tus brazos,
que se dibujase en lánguidos trazos
tras una mirada que azul ardiera.

Bien pudiera ser que mi ser quisiera
verse atado por tan deseables lazos,
rehacer mi corazón de sus pedazos
por un imposible que ser pudiera.

Un cielo ciegamente sugerido,
un absurdo que tus labios han creado,
un sueño que a tus ojos se ha prendido.

Un comienzo que impaciente espera,
un deseo de esperanza inflamado
o incluso algo más que ser bien pudiera.

13 de octubre de 1984
1 y 4 de noviembre de 1984

lunes, 11 de agosto de 2014

Soneto Doce

Soneto Doce
Tan cerca que la proximidad abrasa

Tan cerca que la proximidad abrasa
como abrasa el tacto del fuego;
vértigo mortal del círculo ciego,
la rueda infernal que todo lo arrasa.

Tan cerca de ti que el tiempo se atrasa
y cesa del día su árido riego;
espacio letal escena del juego,
el beso inmortal que en cielo se tasa.

Ni un segundo más de este tormento
de verme a tu vera marginado,
frontera de un quizás que ya presiento.

Ni un segundo más de esta agonía
de verme para siempre derrotado
por tan solo una corta lejanía.

8, 19, 20 y 24 de octubre de 1984
1 y 3 de noviembre de 1984

37



37

Que sorpresa descubrir
que tu cuerpo también gravita,
que no se acaba la luz
donde la materia comienza,
que desear es también una forma
de comprender tu venida.
Allí estaba yo,
una velada impaciencia
de carne manifiesta,
de sangre crucificada
Quererte era mirarte
entre la fronda de la noche,
unir los dos pedazos
de lo que fuera un origen,
ahora y siempre.
Y la marcha,
la marcha absurda
de lo que recién llega.
Lavar tu cabellera
con la espuma negra
de una penumbra cultivada
y mojar mis manos
en un solo recorrido;
solo uno.
No existen direcciones
donde todo es oscuridad
y ladran las formas
sus siluetas adormecidas.
Que sorpresa recibir
el don de la mañana
y recibirlo despierto,
asistir al comienzo
de lo que nunca se acaba
Tú cuerpo también gravita
sobre las sábanas selvas
 y, allí, donde habla
la voz de la corriente
es el agua más bicolor,
más para nunca y más durante
de esos dos milenios
que nos abrazan.
Para lograr la unidad
trazar la línea imaginaria
de un quebrado
si es que es lo de abajo
igual a lo de arriba,
porque siempre es primavera
en algún lugar de tu cuerpo
y todo lo que asciende,
cuando llega su otoño,
tendrá al fin su caída.
Qué sorpresa entender
el lenguaje de los signos,
que cada sí es una senda,
que cada beso es un cautivo,
que cada roce demora más la partida,
que pereceré víctima
del puñal de tu memoria
y ya para siempre seré
arena viva de tu recuerdo.
Maldigo la fuerza
mientras me siento arrastrar
por la furia del huracán,
y aun la noche,
y aun el vacío,
y aun el silencio,
me vuelvo a llenar de ti,
porque nuestros pensamientos son
como vasos comunicantes.
Que sorpresa verte
y oír como la luz
roza nuestros cuerpos
donde siempre es medianoche,
donde la noche verdea
como hojas de mediodía.
Que sorpresa descubrirte
y tenerte y amarte
y seguirte
y la realidad y tú
una misma cosa.

10 de noviembre de 1985