miércoles, 30 de julio de 2014

Retorno al Prado (2) - Venus y Adonis

"Venus, Adonis y Cupido", de Annibale Carracci (Museo del Prado)

Venus y Adonis

La primera visita al Prado ha sido una mera toma de contacto. Ha sido como quien introduce un pie en la piscina para calibrar la temperatura del agua. Y estaba tibia, invitaba a tirarse de cabeza. Una explicación de Las Meninas en la sala XII, la dedicada a Velázquez, el auténtico corazón del museo, en la que quien explicaba, yo en este caso, ha aprendido casi tanto que quien escuchaba, por lo agudo de sus objeciones -no hay que aceptar nada que no nos convenza- y lo certero de sus preguntas, y después un brujulear sin rumbo cierto por las salas de la galería central de la primera planta. Así, calibrando en grupo: Ribera, Tiziano, Tintoreto, pintura italiana en definitiva con predominio de la veneciana. Mucha tarea por delante. Muchas obras maestras agolpadas en un mismo sitio. Tres horas fijaba Eugenio D'Ors como tiempo límite recomendable para una visita al Museo del Prado. Un lapso más prolongado impide asimilar lo visto con el debido orden y digerirlo con provecho, vuelve impermeable al ojo. La nuestra no ha llegado a las dos horas y ha finalizado a los primeros síntomas de empacho de pintura.

La disposición de las obras es radicalmente distinta a la que recordaba. Tras barajar los cuadros y volverlos a repartir sobre las paredes de la pinacoteca, imagino que de una forma no del todo aleatoria, han aparecido muy juntos, pero sin estar contiguos ya que pertenecen a autores y épocas distintas, cuatro relativos a la historia de los amores entre Venus y Adonis. Esta proximidad es con mucho la mayor que jamás recuerdo entre estas obras tras muchos años de visitar el Prado con relativa frecuencia y ver infinidad de disposiciones de su colección. Estas obras, dispuestas una junto a otra, serían como las viñetas de un comic de aventuras, una secuencia de acontecimientos, obra de mano de un dibujante distinto cada una de ellas. La que iniciaría el relato sería "Venus, Adonis y Cupido", de Annibale Carracci, que fue la primera del grupo que vimos tras salir de la sala XII. Fue pintada hacia 1590, cuando el Barroco ya empezaba a trasparentar su faz a través del denso cortinaje del manierismo. Quedaba poco para que Caravaggio irrumpiera como un trueno en el escenario del arte de la pintura.

Adonis está de caza, y al irrumpir en un claro del bosque encuentra a la diosa Venus, desnuda en todo su esplendor. El pintor boloñés nos la retrata como recién salida de la ducha, o presta a meterse en ella, que es cierto que sus cabellos parecen secos y luce sus caractrísticos rizos dorados que el agua habría alisado. El flechazo es mutuo. Inevitable. Ambos son extremadamente hermosos. Es pura lógica. Un silogismo de Platón. Química si se prefiere. A pesar de que Cupido quiera atribuirse el mérito, al menos en lo que respecta a los sentimientos recién nacidos de su madre, mirando a cámara, es decir, al espectador del cuadro, sonriéndole de forma pícara y señalando la herida que ha causado su flecha al impactar a la altura del esternón en el pecho de la diosa. Como la inyección de adrenalina de John Travolta a Uma Thurman en "Pulp Fiction", el dardo ha puesto en marcha de repente su corazón detenido.

Es el primer instante de la historia. Adonis acaba de apartar un ramaje que le ocultaba la divina visión del cuerpo de Venus. Ésta se vuelve para averiguar quien llega, herida de muerte por la flecha del amor desde el primer cruce de miradas. Los perros, totalmente desinteresados por los asuntos meramente humanos, más atentos a otro tipo de presas que las que codicia Adonis, tratan de inducirle a seguir en la actividad cinegética. Uno de ellos mira a su amo casi con expresión de súplica: "Venga, prosigamos, no te demores en cosas que no son importantes". El otro tiene los ojos perdidos en la lejanía, mira expectante lo que ocurre a su derecha con las orejas alzadas, como si hubiera visto corretear algo entre la maleza, en una clara muestra de que ansía continuar con la dulce actividad de la caza que el encuentro con la diosa ha interrumpido. Mi amigo me explica que en el lenguaje convenido de las representaciones artísticas mirar hacia la derecha denota progreso, mirar hacia el futuro, mientras que hacerlo hacia la izquierda representa lo contrario, un interés en lo que se deja atrás, es decir, retroceso. Tiene su lógica porque el sentido de avance del reloj también es dextrógiro, hacia derechas. ¿Hay melancolía en la mirada del perro cuando observa su futuro? Estoy por decir que sí, pero probablemente me estoy dejando influir por el desenlace de al historia, que yo conozco, pero espero que quien me lea aun no para poder mantener el suspense otro poco más.

"Hipomenes y Atalanta", de Guido Reni (Museo del Prado)

Adonis casi no cabe en el rectángulo del cuadro. Parece un gigante. Alicia en el País de las Maravillas tras morder la galleta que tiene escrito en su dorso "Eat me" y que la hace crecer hasta no caber en la estancia en la que se encuentra. gracias a Dios, a los dioses del Olimpo en este caso, las dimensiones de los amantes son parejas, aunque sean ciclópeas. Los personajes, humanos y animales, abarrotan el espacio disponible para que se desarrolle la escena. Es un canto a la anatomía humana, que en Venus alcanza el cénit expresivo, una diagonal plena de sensualidad que se nos ofrece para que gocemos de ella. ¿Quien no querría disfrutar entre esos muslos, que parecen frotarse entre sí anticipando el goce próximo?¿Quién no querría sostenerse sobre esas amplias caderas para reptar a empujones hasta el cielo? Comprendemos perfectamente a Adonis, que él no necesite flecha para justificar su deseo.

La obra fue adquirida en Italia para la corona española por encargo de Felipe IV en la almoneda de un noble italiano, maestre de campo de los tercios españoles, junto con otras varias obras maestras. Entre ellas el "Hipomenes y Atalanta" de Guido Renni, situado muy cerca de la obra de Carracci en la galería central, y ante la que nos hemos detenido un rato largo para que yo pudiera explicarle a mi amigo la historia de los leones que tiran del carro de la diosa Cibeles, que ningún madridista que se precie de serlo debería ignorar. Pero esa historia es materia para otro escrito si acaso, aunque Venus figure como actriz secundaria en ella. Si que es cierto que tras contemplar a la Venus de Carraci la Atalanta de Renni parece poca atractiva, demasiado corpulenta, con una barriguita cervecera incipiente incluso.

"Venus y Adonis", de Paolo Veronés (Museo del Prado)

Justo en la pared de enfrente y a muy pocos pasos de las dos obras que hemos citado hasta ahora, se situaba la segunda viñeta del comic, y estoy seguro de que no se trata de una casualidad. "Venus y Adonis" del pintor veneciano Veronés, pintado hacia 1580, una década antes que la de Carraci, puro manierismo como aquella, pero sin trazas de barroco en este caso, al menos que yo advierta con mi ojo poco entrenado. Adonis echa una cabezada. Es el reposo del guerrero, pero tras haber hecho el amor y no la guerra. Entre la primera secuencia y esta segunda se ha producido lo que en términos cinematográficos se denomina una elipsis, esto es, un tramo de historia que no se quiere narrar -pero que se sobreentiende-, bien porque no se quiere gastar el poco tiempo de metraje disponible en asuntos accesorios, bien porque resultan asuntos embarazosos de mostrar para el que refiere la historia. Si en una película vemos entrar a dos personajes en un dormitorio, desde el mismo umbral de la estancia pero desde fuera, y vemos cerrarse la puerta en nuestras narices excluyéndonos de la visión de lo que allí va a ocurrir, sobreentenderemos que ahí ocurrirán asuntos de adultos. A lo mejor se nos darán otros indicios como, por ejemplo, ver a los personajes en la siguiente escena desayunando, dándose tratamiento de tú cuando antes de entrar en la alcoba era un respetuoso de usted, etcétera. Claro está que estamos hablando del cine antiguo, del de los precursores que establecieron las bases de como se cuenta de forma elegante una historias con imágenes, de Lubitsch, Kucor o Capra y demás tropa. De esa bendita gente. Porque el cine posterior, no digamos ya el actual, no tiene ningún reparo en mostrarnos con todo lujo de detalles lo que viene siendo un coito. En definitiva, estamos ante el mismo tipo de elipsis, como si el cuadro de Carraci y el de Veronés fuesen el fotograma inmediatamente anterior y posterior, respectivamente, de lo que se prefiere no mostrarnos. Aunque el dormitorio en este caso sea la maleza del bosque.

Adonis duerme sobre el regazo de la diosa tras el esfuerzo realizado. Venus le abanica para enfriar sus ardores y para que su sueño pueda ser así más plácido. Uno de los perros dormita. Imaginamos que el encuentro amoroso ha debido ser largo, titánico, aburrido en definitiva para el can. El otro, impaciente, obsesionado por el futuro que ha podido atisbar momentos antes, en la primera viñeta, trata de despertar a su amo para que pueda reanudarse la caza. Pero es retenido por Cupido, que quiere que la felicidad de su madre se prolongue lo más posible. Mamá se ha sacado por fin un novio que la vuelve loca y no es cosa de estropear su dicha. Los cabellos dorados de la diosa, iluminados por la luz del sol en su parte izquierda, orlan su bello rostro. En este cuadro se nos hurta la visión de su cuerpo. Los pechos están tapados por uno de sus brazos y su piernas por una tela estampada. No digamos ya la incongruencia de ver a Adonis vestido, hasta con una cuerda enroscada enroscada alrededor de sus costillas. ¿Ni siquiera se ha remangado el faldón de la túnica para cumplir con su deber viril en el tálamo improvisado en el claro del bosque? Casi dan ganas de pensar que lo que  hemos sobreentendido ha sido de forma errónea, que somos unos mal pensados y que aquí no ha pasado nada que no se pudiera narrar en una película para todos los públicos... De los de antes, que los niños de ahora saben más que nosotros de informática, cinematografía y biología. Sí, es verdad, hay un niño presente en la escena que ha sido espectador de todo: Cupido. Pero, ¿hasta que punto se trata de un niño al ser un dios? Además, es lógico que sea testigo de lo que provoca por diversión y pro oficio, que atienda a lo que les ocurre a aquellos que son heridos por su flecha

"Céfalo y Procris", de Veronés (Museo de Bellas Artes de Estrasburgo)

El cuadro de Veronés fue comprado por Velázquez durante su segunda estancia en Italia. Ya sabemos que Felipe IV era reacio a dejarle marchar, que no quería verse privado de sus servicios. Pero el pintor debió de convencerle, entre otros ardides, prometiéndole que se encargaría de adquirir obras de grandes maestros para su colección en la civilizada Italia. Como así fue además. El rey era un ávido e insaciable coleccionista de arte, uno de los más célebres jamás habidos. La simple visión de su colección por Carlos I de Inglaterra durante su breve visita a Madrid -Entre el palacio del Buen Retiro, el Alcázar de Madrid, El Pardo y otras dependencias reales, se desparramaba una colección fabulosa de miles y miles de obra maestras- hizo prender en él monarca británico la misma pasión por el arte que ardía en el monarca español, y el mismo deseo imposible de saciar de poseerlo. Felipe IV, Carlos I y Rodolfo II, casi coetáneos entre sí, suponen el apoteósis del coleccionismo en la historia del arte.

La compra del "Venus y Adonis" iba acompañada de una segunda obra de Veronés, con la que hacía pareja: "Céfalo y Procris".  Siglo y medio después de su llegada a Madrid este segundo cuadro desapareció de España dentro del equipaje del rey José Bonaparte o en el de Murat. Tanto da. El caso es que ahora es un inquilino del Museo de Bellas Artes de Estrasburgo. Hay quien señala que ambos lienzos forman no solo pareja estilística sino también temática, que representan momentos de una misma historia, por lo que la obra del Prado no se trataría de un instante en el romance entre Venus y Adonis, sino de un pasaje de la historia de Céfalo y Procris, también narrada por Ovidio en "Las Matamorfosis", también con muchas infidelidades, pitillitos y siestas a pierna suelta tras lances amorosos y con desenlaces fatales plenos de fatum, de destino fatal ineludible. O sea, un cuentecito divertido, libertino y poco edificante también, casi intercambiable, pero vamos a obviar este dato para no interrumpir nuestro comic y poder acabarlo con una mínima coherencia.

"Venus y Adonis", de Tiziano Vecellio (Museo del Prado)

La tercera viñeta nos la proporciona Tiziano Vecelio, con un lienzo con idéntico título que la obra de Veronés: "Venus y Adonis". En realidad los asuntos entre estos dos es un tema muy trillado en la historia del arte, muy recurrente. El propio Tiziano tiene varias versiones del encontronazo forestal entre los dos seres más bellos de la literatura de ficción distribuidas por diversos museos del mundo. La del Prado se pinto unos 50 años antes que el cuadro de Veronés. Por lo que se ve, para avanzar en este relato hay que retroceder en la cronología de la historia de la pintura.

Nos cuentan los clásicos en sus obras que Venus abandonó el Olimpo para ir a vivir al bosque con Adonis. Su pisazo de soltero. Ya no era solo deseo de él, d su cuerpo, sino también de su circunstancia. Quería compartir su lecho, de hojas imagino, pero también sus vicisitudes diarias. Irse a vivir juntos. Amor y no solo frenesí. En nuestro comic, género en que la historias son más esquemáticas, todo sucede en un día, con su noche, claro está, y a la mañana siguiente, o después de la siesta reparadora, Adonis quiso proseguir con lo que se traía entre manos cuando Venus irrumpió en su vida: cazar algo grande y peligroso, que para eso servían los mancebos de entonces, para medir su hombría con su entorno constantemente -como los osos cuando se rascan la espalda con un tronco de árbol y de paso dejan constancia para quien venga después de cual es su envergadura-. Aparte de para ganarse el batir de un abanico por la mano de una mujer satisfecha. La literatura clásica nos dice que la pareja llevaba ya un tiempo juntos, que Adonis le pedía constantemente que le dejara salir de farra con sus amigotes, es decir, los perros, pero que ésta le suplicaba que no lo hiciera, porque temía por su vida si salía a practicar deportes de riesgo. La caza lo es en la mitología greco-romana. Un día que la diosa partió en su carro tirado por cisnes rumbo a Chipre, a atender determinados asuntos que no vienen al caso, él aprovechó para zafarse de su marcaje. En nuestra historieta ella aun está en casa cuando el sale dando un portazo. Tiziano nos muestra a Venus suplicante, agarrándole por la cintura para tratar de impedir su avance, hacia la derecha, hacia el futuro. Es curioso -se me ocurre justo ahora, mientras escribo- que ella esté sentada -lo está en los tres cuadros. Es curioso, no la hemos visto de pie en ningún instante- con el cuerpo orientado hacia la izquierda, hacia el pasado. Mira Venus hacia lo que han vivido, hacia lo que la colma, porque el futuro la aterra, no le interesa, y vuelve la cabeza en un escorzo un tanto forzado para no perder la cara a su mamado, para mirar su rostro, como si quisiera memorizarlo antes de que se marche. En el rostro de él no sé que sentimiento interpretar. Quizá haya ternura, cierta condescendencia, pero el gesto de su cuerpo nos dice que hay plena resolución en su deseo de marcharse. Los perros tiran de él anticipando el juego de la caza. Cupido dormita, casi parece un loro disecado de alas multicolores. Y, en lo alto, se adivina un rompimiento de gloria, un haz de luz del sol colándose por un agujero en el entramado de nubes que cubre el cielo. Es en realidad Apolo, que espía a los amantes. Ese dios chismoso que no sabía guardar un secreto. Cabe preguntarse si el brillo de luz en los cabellos de la Venus de Veronés no es un indicio también de su presencia también durante la coyunda.

Sabemos ahora que Venus tenía razones para estar temerosa. La jornada de caza de Adonis acabó de manera trágica, enfrentándose a un jabalí que se cobró su vida. Logró herirlo con su jabalina, pero el puerco salvaje se revolvió ensartándole con sus cuernos y dándole un bocado mortal en la ingle. Unos dicen que el jabalí había sido enviado por Artemisa para vengarse de Venus por no se que asunto -siempre había rencillas y deudas pendientes entre los dioses-, robándole lo que más preciaba, esto es, a su amante. Otros que era Ares transformado, uno de los amantes de la diosa, que transmutó en la fiera más peligrosa de los bosques para vengarse por su infidelidad con el bello Adonis. Siempre duele más cuando el desliz se comete con alguien que es más que uno, que es más amado pro al persona en disputa. Y es curioso porque Venus estaba casada, y su marido no era ninguno de los que hemos mencionado hasta ahora.


Anemona "de Caen" roja (Anemone coronaria)


Enterada de que su amante agonizaba Venus partió rauda a su encuentro, pero solo para verle morir en una terrible agonía. Por medio de su magia, y para poder perpetuar el recuerdo de Adonis, convirtió las gotas de su sangre que regaban el suelo en flores de anémona roja, una flor bellísima pero modesta de la misma familia que los ranúnculos, que tan habituales son en los prados húmedos. Aquí acabaría al historia en principio, pero en la misma sala que los tres cuadros hasta ahora analizados había un cuadro de Jacopo Bassano de grandes dimensiones, que si bien no forma parte de la historia que narramos si nos da una pista acerca de su epílogo, de su última viñeta. Es "La fragua de Vulcano", obra de hacia 1577, rescatada para el museo hace relativamente poco de una cesión absurda en una universidad catalana. Vemos al dios armero fabricando armas en su taller, no sabemos para quien exactamente. Tal vez para Venus, que bien podría ser la moza que se asoma por la puerta, y que le habría solicitado a su marido que fabricara un arco para uno de su protegidos: el príncipe Eneas. Pero tal vez la flechas sean para Cupido, que vemos en el suelo jugando con el perro. Se trata de una escena hasta cierto punto doméstica. La fragua de Vulcano que nos retrata Bassano con todo lujo de detalles, profusión de personajes y cacharros por doquier, parece ser al mismo tiempo hogar y lugar de trabajo, como si el dios fuera un simple trabajador autónomo. No, no es aquí donde hemos de buscar el desenlace del relato sino en la obra homónima de Velázquez. Como ya dijimos en el primer artículo de la serie, el pintor sevillano solo fue plenamente feliz en Roma. Y como le ocurre a la ciudad eterna, todos los caminos de la pintura conducen a Velázquez.

"La Fragua de Vulcano", de Jacopo Bassano (Museo del Prado)

Velázquez pinto "La Fragua de Vulcano" hacia 1630, durante su primera estancia en Italia. Apolo irrumpe por sorpresa -casi diríamos que lo ha teletransportado Scoty desde la Enterprise- en el taller de Vulcano e interrumpe el golpear de los martillos sobre los yunques para referir en el silencio espeso que se forma en la estancia, donde antes solo había ruido, lo que acaba de contemplar: la infidelidad de la esposa de Vulcano. El marido es el último en enterarse, sobre todo si no hay un dios Apolo de por medio para "largarlo" todo. El dedo índice del dios solar parece querer dar énfasis a lo que dice, como si el pobre Vulcano necesitase que le dramatizas la historia que está escuchando. Su rostro, al igual que el de los cíclopes que tiene contratados para que le ayuden en su taller, es de total incredulidad. O tal vez solo de cauta sorpresa, sin poner en duda la confidencia que escucha. Porque suponemos que algo debía conocer a su mujer. De hecho nos dicen los libros que no es de Adonis de quien le están hablando, sino de Ares, el jabalí rabioso. Se conoce que Apolo era un voyeur, pasatiempo en el que empleaba el don divino de la ubicuidad.

La obra, al igual que "La Túnica de José", con la que hace pareja, y que fue pintada al mismo tiempo por Velázquez, es un estudio sobre el poder de la palabra. Si en la obra inspirada en tema bíblico, una mentira asombrosa, la muerte del benjamín, es refrendada con falsas pruebas: una túnica ensangrentada del propio José, para que sea creída por el padre, en la obra de tema mitológico es una verdad inconcebible lo que se está revelando. Esta vez sin pruebas que puedan apoyarla, solo la persuasión de quien la narra. Quizá por eso la teatralidad en el gesto de Apolo, para darle a sus palabras una sonoridad, una amplitud con capacidad de penetración psicológica.

El gesto de vulcano es fiero. Hay que entenderle. Hijo de la diosa Hera, la compañera de Zeus, fue repudiado por ésta dada su fealdad, su carácter desabrido y su cómica cojera. Nada más duro que sentir que avergüenzas a tu propia madre. Desterrado del Olimpo buscó su hogar y lugar de trabajo en las entrañas de un volcán. El Etna según unas versiones. El Stromboli, aquel junto al que Rosellini filmara a su amante Ingrid Bergman en su mejor película, según otras. Obligado a ganarse el sustento con el sudor de su frente, en sentido figurado y también estricto, porque el calor en la fragua debía de ser insoportable, Vulcano representa al esforzado y honrado artesano con aspiraciones de ser considerado como artista. De ahí probablemente el interés de Velázquez por el personaje. Hay que recordar que el sevillano dedicó los últimos años de su vida a lograr que los pintores de la España del Siglo de Oro dejaran de ser considerados como meros trabajadores manuales y se admitiera su labor como una más de las bellas artes.

"La Fragua de Vulcano", de Diego Velázquez (Museo del Prado)

¿Cómo logró un tipo tan feo como él, cojo, hosco y siempre sudoroso y tiznado por las cenizas del fuego de la fragua casarse con la más hermosa y deliciosa de las criaturas femeninas? He ahí un misterio insondable. Lo que está claro es que Venus no estaba cómoda en ese matrimonio, por más que su marido fuera amable con ella, le concediera todos los caprichos que le pedía y se portara bien con su hijo, engendrado con Ares, no olvidemos ese espinoso detalle. También Vulcano era un hijo extramatrimonial. No corría por sus venas una sola gota de sangre de Zeus. Enterado de la infidelidad de su esposa, decidió vengarse de ella, como ya lo había hecho con su madre, a la que le regaló un trono de piedras preciosas que la tuvo atrapada hasta que aceptó su socorro a cambio de volver a ser reconocido como su hijo. Se trataba de un tipo esforzado, acostumbrado a guerrear con todo y con todos, incluso con quienes más cerca de su corazón debían estar. Venus y Ares fueron atrapados en el lecho, en plena efervescencia sexual, por una red concebida por Vulcano en su taller con la ayuda de los cíclopes. Desnudos y en posición desairada el marido burlado quiso mostrarlos al resto de dioses del Olimpo para convertirles en el hazmerreír del momento. La venganza de Venus al sufrir las burlas crueles de sus iguales -la vida en el Olimpo era una cadena infinita de afrentas y desquites-, quizá de para otro escrito de esta serie, si es que hay alguna obra en la colección del Museo del Prado que la relate.

"La túnica de José", de Diego Velázquez (Monasterio de San Lorenzo de El Escorial)

lunes, 28 de julio de 2014

No se cansaba de repetirte

No se cansaba de repetirte
tu imagen adormecida
desde tu ausencia tanta,
gota por gota, pausa por pausa,
el agua clara en la fuente verso.

No se cansaba de evocarte,
próxima y detenida,
elaborada certeza falsa,
frase a frase, palabra a palabra,
el pensamiento desde su sueño quimera.

Lo que de ti es real,
lo que de ti es pactado,
accidental, deliberada.

Ojos árticos,
manos y mimbres,
cuerpo y cañadas.

Cejas fruncidas,
labios y mínimos,
piel y palabras.

No se cansaba de buscarte,
bella imposible,
aun no desvelada,
segundo a  segundo, latido a latido
el corazón vivo en la jungla anhelo

8, 9 y 16 de junio de 1985

El que espera

El que espera

El que espera,
el que espera en vano
a este lado del umbral,
en la orilla incertidumbre.

El que espera,
lívida flor de asfalto
tras una sombra acusadora.
Inevitable la herida
que tal vez la noche
cicatrice en pensamiento.

El que espera en vano,
siempre calle abajo,
dirección no transitable.
Roja penumbra d metal
hierve en sus pasos
de un tiempo hecho cenizas.

Ninguna respuesta,
verja abierta, senda oscura
blanqueada de farolas.
Sería necia la pregunta
que crear quisiera
otra muerte alternativa.

Ningún mañana,
madrugada absurda
en boceto aproximado.
Y si aun lo niega,
el recurso de la duda
para borrar lo incuestionable.

El que espera,
raíz profunda en nombre propio.
Fingirá un recuerdo
de amor y de juego, mancha
indeleble de la vida.

El que espera,
el que espera en vano
a este lado del umbral,
en la orilla incertidumbre.

19 y 20 de agosto de 1984

Soneto Once

Soneto Once
Entre dos mares naufragando

A través del aire un presentimiento
de tu figura en salvaje desnudez,
inevitable la herida que tal vez
la noche cicatrice en pensamiento

Miro el vago mirar del firmamento
buscando algún vestigio de calidez
y me estalla entre las manos la aridez
de lo que antaño fuera un sentimiento.

No puedo retornarte hasta mi vida
ni borrarte del haz de mi memoria,
que me veo entre dos mares naufragando.

Quedó una débil hoguera encendida
tras tu paso por mi vida abaloria
que poco a poco el tiempo va avivando.

4 y 6 de octubre de 1984
Agradecimiento a "El que espera" (próxima entrada)

miércoles, 23 de julio de 2014

El Fútbol y sus aledaños (161) - ¡Hala Madrid, Hijos de puta!


¡Hala Madrid, Hijos de puta!

Este tema, tan incómodo, tan lleno de aristas y que ni sé siquiera sé si debería tratarse, no es de buen gusto ni suele concitar los mejores sentimientos en ninguna de las partes cuando sale a colación. Pero yo ya caí en desgracia en su día, quizá incluso lo he hecho más de una vez. He sufrido tantos descalabros que mi popularidad  ya tiene amortizados los latigazos que puedan darme. Es decir, no tengo ningún prestigio que perder. Y, desde luego, es un tema que convendría discutirlo de una vez por todas. Con calma, si se puede, que no lo tengo claro. Y con amplitud, que a pildorazos de 140 caracteres no hay modo de hacerlo con tino. Sobre todo si hay descalificaciones de por medio acaparando el poco espacio disponible.

Hace unos cuantos días me lleve una sorpresa en relación a todo esto. En mi TL hay una cuenta muy singular. Quien la maneja cada tanto tiempo cierra la cuenta en la que escribe y parte otra vez de cero en twitter con otra nueva, con nuevo avatar y nick, no siempre reconocibles al primer vistazo. Se trata de una persona con tanto que decir, tan interesante, tan inteligente y culta que vuelve a tener cientos de seguidores en unos pocos días. Muchos de ellos somos antiguos fans que advertimos su identidad en cada una de sus reencarnaciones virtuales, pero también se incorporan cada vez gente ajena a sus renaceres. ¿Por qué lo hace? Pues no lo sé, nunca se lo he preguntado. De hecho procuro interactuar con ella lo menos posible. Con esta persona he aprendido que en Twitter no es conveniente tratar de imponer tu presencia a todo el mundo. La falsa soledad en la que la gente se explica en porciones exactas de 140 caracteres es vital para que la sinceridad sea la máxima posible. Dentro del grupo nos desvirtuamos, entramos en escena, pisamos la tablas y montamos el teatrillo, a veces a pesar nuestro. Existen dos tipos de tuiteros con los que uno puede entablar relación: Los que te hablan a tí y los que lo hacen para que les escuchen en el patio de butacas. En las discusiones casi nadie le habla al otro mirándole a los ojos, centrándose solo en su persona. De ahí los puntitos al inicio de los mensajes, el citar al oponente en mitad de la frase, y otros ardides que todo el mundo considera muy ingeniosos y que a mí cada día me parecen más burdos y patéticos. Últimamente trato de recuperar el placer de contemplar a los otros desde una respetuosa distancia, sin invadir su espacio. A más intimidad más verdad en lo que hacemos, y eso es algo que conviene cuidar, potenciar, no convertirlo en un imposible, al menos en esos pocos que aun tienen cosas que decir sobre sí mismos que puedan interesarnos. Cada vez hay más ruido y menos palabras en Twitter.

El caso es que esta persona me habló de Juanan por DMs, y lo que me dijo me impresionó: "Era entrañable, divertido y lleno de carisma". Si no fueron esos exactamente los términos fueron otros muy parecidos y bastante equivalentes. Eso me hizo reflexionar, porque quien me dijo esto es persona que considero con bastante criterio e indudable buen gusto. No, no es Juanan el problema. Quien trate de ponerle en el centro del debate se equivoca. Los pecados los cometen otros. Y digo pecados porque son errores a sabiendas las más de las veces. No, por lo que a mí respecta. Espero sinceramente que Juanan se haya ganado el Cielo -A los ojos de mi amiga es cosa segura. Y tal vez nos dejara compartirlo con él por una tarde aquel día en Lisboa-, como yo trato de ganarme el mío. Ni siquiera es la primera persona que me habla bien de él en la estricta confidencialidad de los DMs. Otra persona con la que trate de discutir algunos aspectos que aquí abordo, que portaba en su cuenta el famoso avatar del "Life for ever" que ilustra el inicio del artículo, me confesó su cariño por Juanan y su hartazgo por la apropiación que de su recuerdo había hecho el mourinhismo. Ya era una decisión más o menos tomada, pero tras la conversación conmigo cambio su avatar.

A ver, vayamos poco a poco. Si yo ya no estuviera aquí -dígamoslo de forma eufemística, no la gafemos-, me gustaría que nadie tratase de prolongar mi recuerdo, que me hiciese homenaje, utilizando mis peores ocurrencias. Convendremos en que el tuit que da título a este escrito y, sobre todo, aquel otro de "Muérete Casillas" no pueden ser los mejores de la cosecha de Juanan. Yo jamás le seguí y no recuerdo ninguno de los RTs de sus tuits que llegaban a mi TL, así que no puedo ni defender ni rebatir esta afirmación, pero me resisto a creerlo. Y, sin embargo, los unos y los contrarios tratan de perpetuar su recuerdo, feliz o enojoso según cada bando, precisamente con estos dos exabuptos. E incluyo a Arbeloa en este fallo colectivo, que eso sí que empieza a ser relevante. Pero ya habrá tiempo un poco más adelante para pararse a contemplar con detenimiento el obrar del gran capitano en las redes sociales.

Es fácil de entender, de elaborar una teoría sobre al marcha: en la cuenta de Juanan se mezclaban la persona y el personaje. Seguramente exageraba sus defectos, lo que sabía que estaba mal en un alarde de personalidad, o como parte de una broma autoparódica, para insuflar humor, mal entendido en mi opinión, en un asunto que cada vez lo tiene menos: la continuidad de Casillas ¿Cuántos de quienes triunfan en Twitter son meros muñecos de teatrito de guiñol? A mi un conocido gurú con docenas de miles de followers a sus espaldas me explicaba en DMs tras discutir con él en público que me equivocaba con él, que era muy injusto al confundir a la persona con el personaje. Me reprochaba además el no darle las gracias por no echarme encima a todos sus followers. "Sé como se hace", me aclaró. Y no tuve más remedio que hacerlo: Agradecerme el que me perdonara la vida. "Tienes razón, podrías. Te lo he visto hacer muchas veces con amigos míos. Así que te quedo muy reconocido por ese detalle de piedad". Luego redondeó su alegato haciéndome saber que aquello que le había reprochado a la vista de todos había sido en realidad una fechoría de su hermano. ¿Te puede caer mal un personaje? A mi la mamá de Hamlet me toca mucho los cojones, en el mal sentido de la expresión, no en el erótico-festivo. Incluso el héroe de la obra durante unos cuantas escenas, hasta que me recupero del berrinche por la muerte de Ofelia. Yo no vine a Twitter para tener que ponerme a distinguir entre personas y personajes, para desenredar el dilema del "to be or not to be" que tienen algunos. Qué pereza. Si Doña Rogelia me insultara le volaría el melón de tela y el careto de plástico de un sopapo, y sin mucho remordimiento. Vale que José Luis Moreno tiene unas enganchadas con Macario que son épicas y gozosas. Pero si se mira el lado freudiano del asunto, cuánto paralelismo hay en esa función del ventrilocuo con la de algunos internautas cuando se pelean consigo mismos en las redes sociales echando mano de segundas cuentas.

A mi Juanan nunca me molestó, difícilmente podría haberlo hecho si nunca le traté. Tampoco el cariño que le muestran quienes le añoran sinceramente. Que no son ni mucho menos todos aquellos que ondeaban a todas horas con fervor la Unión Jack pasada por el tamiz psicodélico de los Who, tengámolso claro de una vez. Como tantas cosas en Twitter, añorar a Juanan es en muchos casos mero postureo. Me comentó alguien que el mouriñismo le organizo una especie de exequias de estado, en los tiempos en que yo aun militaba en el movimiento, aunque en facción disidente de la corriente principal, y que al funeral no asistió prácticamente nadie. Quien organizó la intendencia del evento y muy pocos más. Y eso que eran los momentos de duelo máximo. No digo quien me lo sopló que la liamos. Por cierto, es curioso como a veces te llegan datos muy sustanciosos por gente que parece haberlos entendido al revés por como se conduce en Twitter. A mi me chirrió bastante esa especie de competición que tuvo lugar en los días posteriores a su muerte en el parnaso de la letras mourinhista para ver quien le había conocido más a fondo o lo había sido su amigo episódico pero de forma más emotiva e impactante. Aunque reconozco que dio como rédito alguna columna notable en los diarios en papel y digitales y en los blogs madridistas. Este reproche que hago sé que dice más mal que bien de mí, porque está claro que Juanan dejó huella sincera al menos en unos pocos. En mi amiga en la distancia, por ejemplo, que estaba teniendo un mala tarde al recordarle y añorarle el día que hablamos por DMs. Cuando me dijo la causa de su tristeza me dieron ganas de desaparecer, porque pocas horas antes había tenido otra pelea más por este asunto en Twitter. Quizá por eso, quiero escribir esto, para que al menos ella me entienda. Los que usan a Juanan como arma arrojadiza contra quienes no comulgan con su credo me dan igual. Que piensen sobre mí lo que quieran. Ya lo hacen y me hacen saber sus conclusiones de tanto en tanto, generalmente proyectando la voz hacia el patio de butacas, como es menester .


No me gustó ni poco ni mucho, más bien nada, la leyenda que escogió Arbeloa para su camiseta de celebración de la Décima -¿O fue en un tuit y no en la camista?- y quiero explicarlo. "Estaba recordando a un amigo que se había ido". me dijeron algunos. Quiero pensar que era eso. ¿Pero lo creo? A estas alturas ya no. ¿De verdad no había ninguna otra frase con su copyright, o claramente alusiva a su persona para hacerle homenaje? Recuerdo una que me gustó mucho: "El Real Madrid seguirá siendo el mejor hasta que Juanan lo diga", o algo parecido. Pero es que hay más. Celebrar el legado de alguien que le ha deseado al muerte a quien ves todos los día, aunque haya sido de bromita, me parece o poco inteligente o justo lo contrario: demasiado sagaz y taimado. Aquí el problema es que Arbeloa parece haber premiado, como poco con su amistad, a esa parte de la afición que se divertía a diario usando a la mitad de sus compañeros de plantilla de diana de sus odios. Habría ejemplos para escribir un libro. Más bien un tomo de la Enciclopedia Británica. A mi lo que me molestó es que Arbeloa quisiera celebrar la Décima con un grupúsculo del madridismo únicamente. Actitud que pareció refrendar autoexcluyéndose del grupo durante la celebración en el Bernabéu la noche siguiente. Vale que ese grupo es el que más le apoya, y podríamos hablar entonces de sano agradecimiento. Pero también es el sector que menos se esfuerza con el resto de la plantilla. Que menos se esfuerza en potenciar lo positivo, se entiende, que en desenterrar lo negativo son realmente estajanovistas. Lo suyo, Arbeloa, hubiera sido celebrarlo con todo el madridismo, sin hacer distingos. ¿De verdad que Juanan es el único madridista que se murió este último año? Ramos tenía más motivos para mostrar resentimiento, para querer cobrarse la deuda moral contraída con su persona, artífice además como era de la victoria, "El puto amo de la Décima" al decir del espíritu andante. Pero optó por olvidarse de las guerras de guerrillas, al contrario de Arbeloa, que cada vez es más relevante fuera del terreno de juego y menos dentro de él. Detesto la complicidad que evidencias con la barra brava morriñista.

Sí, he dicho espíritu andante, porque no estoy del todo seguro que el deseo de Juanan no se haya cumplido, en un sentido figurado se entiende. Casillas me parece un espectro andante en lo estrictamente deportivo. Mis amigos Casillistas, que los tengo, me ven a brear por decir esto, pero he de reconocer que es algo que pienso. Este año hubo síntomas de resurrección, pero al final pudieron más los que se posicionaban sobre su lápida para aportar peso, pudo más el odio que le tienen que sus deseos de "volver". Si durante el año su labor fue buena, por días notable, muy superior en todo caso a la de Diego López , acabó en claro gatillazo. Ese mensaje de Juanan, que algunos sabíamos que otras lecturas tenía, justo tras el partido, justo tras las lágrimas de desesperación de Casillas, justo durante la exhibición de odio que una vez más tuvo lugar en Twitter de parte de la afición hacia su portero... No, Arbeloa, te equivocaste, y mucho, en mi opinión. Y solo me cabe la disculpa de que era algo claramante premeditado, es decir, planeado con calma antes de poder contar con el dato de cual iba a ser la actuación de Iker. Sus detractores dirán quizá que era algo fácil de anticipar y le harán un flaco favor a su "Cap17ano". Las amistades peligrosas, de las que hemos hablado tantas veces, que todos los jugadores tienen.

Alguien me recordaba justamente ayer que el aniversario de la muerte de Juanan es uno de estos días. Me lo hacía saber con disgusto. "Que pesados se van a poner otra vez". Es posible. Se le ha instrumentalizado de forma tan  torticera al querer convertirlo en el primer mártir del mourinhismo, que para algunos que se le recuerde nos resulta algo enojoso, sin tener en realidad memoria alguna de su persona. Sé que suena fuerte, pero así lo creo. Y como me parece repugnante esta utilización de su recuerdo, también por parte de Arbeloa, lo denuncio, a pesar del peaje que ello pueda suponerme. Aquello de que habían pegado a no se quien en no se que partido -creo recordar que el primero al que fueron los "primaveros" por la gorra, en Sevilla-, porque hacía ondear entre las manos una Unión Jack pasada por el Tamiz psicodélico de los Who, como se denunciaba con indignación en Twitter un lunes de resaca futbolera para tratar de desacreditar a los que preferimos el invierno por las mujeres con gorrito de lana o el otoño por la caída de las hojas, incluso lso veranos sin fútbol, habría sonado bien risible si no hubiera tenido ni puta gracia -permitidme que me exprese por una vez a lo Juanan-. Supongo que es inevitable entrar en fariseismos cuando se tratan estos temas que rodean al fútbol. Seguramente yo también caigo en eso aunque intente evitarlo. Estrictamente los mismos -y deberíamos pasar lista para comprobarlo- que se rasgaban las vestiduras y echaban espumarajos por la boca porque al hijo de Mou le habían filmado durante un entramiento escolar son los que ahora no entienden la indignación, incluida la del padre, por el debate sobre al flotabilidad de Martín Casillas. Mira tú por donde yo he estado ambas veces enrolado en el grupo de los indignados, como un perroflaura cualquiera. Más que nada por cuestiones circunstanciales, porque entonces aun surfeaba en la cresta de la ola -"Die Welle". Algunos tendrían que ver esta película alemana para abrir los ojos- y hoy reniego de ella. ¿Sabíais que "Surfin in the yuesei" de los Beach Boys era un plagio? No sé porque me ha venido a la cabeza de repente pero me parece un símil de putísima madre. Cuando te montas en la ola todo es ya solo imitar lo que hace el resto. En fin, por ir cerrando, dejad que quienes apreciaron a Juanan de verdad, sin postureos -como, por ejemplo, mi amiga de las muchas reencarnaciones-, lloren su ausencia con tranquilidad y tratad de estar a la altura de su recuerdo. Si no podéis mejorarlo al menos absteneros de intentar bajarlo al barro del debate. Vaya esto para unos y para otros. También para mí, que tras estas líneas ojalá no tenga que volver a referirme al tema. Y tú, Arbeloa, ten cabeza, que tienes un ejército de asesores para ayudarte a tenerla.

"Baba O'Riley" - The Who

Espera, no sé porque sospecho que a Juanan le gustaba más la versión del doctor House para percusión de mesa de despacho y teclados de PC:

"Baba O'Riley" - The Who - Versión de la serie House MD

lunes, 21 de julio de 2014

Retorno al Prado (1) - Cena en Emaús


"Cena en Emaús", de Michelangelo Merisi, el "Caravaggio"

Dedicatoria en Facebook: "Es la primera vez que cuelgo algo del blog en Facebook. Alguna vez tenía que ser la primera. Está escrito solo para tus ojos, aunque supongo que darás permiso a los demás para que lean también. Si quieren..."

Cena en Emaús

He de reconocer mi fascinación por los nombres bíblicos, sobre todo los de mujer -Sara, Miriam, Ruth, Bethsabé. Hay hasta ritmo lírico en esta secuencia nominal escogida al azar-, pero también los topónimos. Emaús es una palabra que me fascina. Comprendo que algo mágico o sobrenatural tuviera lugar allí. La sonoridad del nombre de la localidad parece un gran atractor para hechos trascendentes. En este lugar es donde tuvo lugar el hecho que narra en Evangelio de San Lucas, la aparición de Cristo a sus discípulos por primera vez tras su muerte. En la serie de televisión Anno Domini, basada en la novela "El reino de los réprobos" de Anthony Burgues, se narraba en forma visual ese momento de una forma muy bella y emocionante. Los discípulos habían echado pie al camino, seguramente huyendo de Jerusalém tras la muerte de su maestro. Cundía entre ellos el desánimo, y hasta el pánico. Todo era de repente incertidumbre tras años en que cundió el imperio de la fortaleza en la fe, de la confianza absoluta en el redentor. Habían visto martirizado y muerto a Cristo, el que decía verdades y obraba hechos que aspiraban a ser eternos, es comprensible su voluntad de querer desertar de la realidad y tratar de poner tierra de por medio con su inmediato pasado como discípulos del reo ajusticiado. En su camino se les hace de noche y tienen que pernoctar en Emaús.  Se sientan en el suelo de la habitación de la casa en la que encuentran cobijo formando un corro, dispuestos a compartir lo que cada uno lleva en una improvisada cena. En la pantalla del televisor primero los vemos a todos ellos en una plano de conjunto y luego uno por uno en un plano frontal individualizado. Uno de ellos saca una hogaza de pan de su zurrón, parte un trozo para sí y le tiende la hogaza al que tiene a su derecha. Éste repite el gesto, coge su parte y pasa la hogaza a su vecino. Los planos repiten la secuencia anterior de presentación de los comensales a la cena ahora repitiendo un gesto que alude a la eucaistía. Cuando llegamos al último de los discípulos advertimos que hay alguien más todavía a su derecha que no ha recibido pan. Ante el asombro de los reunidos, alguien nuevo ha aparecido entre ellos sin que se dieran cuenta, como materializado de la nada. Es Cristo resucitado, que coge su porción de hogaza y devuelve lo que queda a su dueño, aquel con quien se inicio el flujo circular de la cámara.

Mientras ojeo el ABC de esta mañana -primera lectura, esa en que se decide que se leerá con detenimiento en una segunda y, todo lo más, se atiende a un titular, un breve o un pie de foto-, veo en la sección de entretenimientos veraniegos un artículo con el siguiente sugerente título: "Caravaggio contra Antonio López". El corresponsal del diario en Roma informa en él de una exposición muy singular inaugurada en la Pinacoteca de Brera, museo que alberga una de las dos versiones del momento bíblico de mano de Caravaggio que se conservan en el mundo. Los gestores del museo han decidido enfrentar la obra del pintor milanés con otra del pintor de Tomelloso Antonio López, con una gran aceptación, al parecer, por parte del público, al que imaginamos muy entendido. La pieza de Antonio López se titula "La cena" y, aunque a primera vista no lo parezca, hay algunos nexos de unión entre ambas. La obra de Caravaggio, como casi todas las suyas, inserta en la cotidianidad un momento trascendente: una de las primeras apariciones de Cristo tras su resurrección. La del manchego, como tantas veces, parece querer recorrer justo el camino contrario: trascendentalizar un momento cotidiano, en este caso uno de los que ocurren a diario en su propia casa. Las dos mujeres retratadas ante la mesa son su mujer y su hija. Pero hay más. Se ha dicho a menudo que Antonio López es el más velazqueño de los pintores actuales, y no hay que olvidar que Velázquez fue en su juventud, en su primera etapa como artista, un decidido caravaggista. Luego, más adelante, encontraría su propio estilo y lenguaje.

"La cena", de Antonio López

Leo con estupor el dato: "López confesó que trabajó en este cuadro casi diez años, desde 1971 hasta 1980". Un poco más adelante, en el mismo párrafo, se redondea la idea: "Una pintura nunca se acaba, sino que se llega el límite de las propias posibilidades. A partir de los años sesenta no sé cuando termino un cuadro". Es la quintaesencia de lo velazqueño. Velázquez se retrata a sí mismo en "Las Meninas", ante el lienzo que nos da la espalda, meditando con el pincel en la mano, que está quieta, no traza pinceladas sobre el lienzo. Se tenía a sí mismo más como pensador, como creador, que como artesano, y lo quiso dejar muy claro en la obra que en buena medida se convirtió en su testamento artístico. Ya sabemos la leyenda de que a su muerte la obra aun estaba por terminar, y que quien la rematara fue uno de sus discípulos predilectos, el rey Felipe IV, que le pintó sobre el jubón negro la cruz roja de la Orden de los Caballeros de Santiago. La misma parsimonia, la misma lentitud en ejecutar una obra, en el sevillano que en el manchego. Bueno, la misma no, mucho más exagerada en este último. Le recordamos en "El sol del membrillo" recreándose durante horas en cada una de las hojas del arbolillo que dibuja mientras conversa con el director de la película, Víctor Erice.

"Santa Rufina", atribuida a Velázquez

Cada vez que en el mercado del arte aparece un nuevo Velázquez, acontecimiento muy raro, poco cotidiano y sí muy trascendente, surgen las dudas acerca de la autoría. Alguna vez la casa de subastas encargada de vender una obra, la ha expuesto en Madrid para que pudiera ser apreciada por los potenciales compradores y los expertos, que en nuestro país, por razones obvias, se suponen más numerosos. A estos plebiscitos no vinculantes siempre acude Antonio López, que da su parecer sobre el asunto. "No veo la mano de Velázquez en esta pintura", dijo una de las últimas veces, no recuerdo cual. Tal vez fuera cuando apareció en el mercado la santa Rufina, supuestamente del sevillano, que por tratarse la retratada de la patrona de su ciudad natal, andaba detrás de su compra el consistorio. Quería el ayuntamiento forzar incluso al Estado Central a invertir en la compra con argumentos sentimentales. Había que reforzar la sevillanidad del pintor, tan mal representado en su ciudad, adquirir una obra con destino a algún museo sevillano. Y no sé si fallaba ya de entrada, sin entrar en más disquisiciones, el argumento principal. Porque por poco sevillano tengo a Velázquez. Salióo de su tierra siendo muy joven camino de Madrid para medrar en su oficio y no volvió nunca, ni se sabe que sintiera nunca añoranza alguna por lo que dejó atrás. Pero puede que tampoco pudiera considerársele como madrileño, a pesar de que ser quien mejor retratara sus cielos, que con su mote se han quedado -cielos velazqueños-. Sí de algún lugar hubiera querido ser  fue de Roma, casi podemos asegurarlo. A Italia viajó dos veces, una primera para aprender, como discente, y una segunda, años después, como docente, para impartir magisterio a sus colegas de oficio. En este segundo viaje no hubiera habido vuelta si de el hubiera dependido. Pero tenía amo, el rey, y este le ordenó reiteradamente su vuelta para retomar sus tareas en el Alcázar de Madrid, entre las que estaban, entre otras igual de poco apasionantes, la de procurar la leña que se consumía en la chimeneas del gélido palacio. En Roma podía pintar, departir con otros pintores, atender a su elogios y a su homenaje permanente. En Roma era alguien, no un simple lacayo. También en el plano personal se había forjado una vida digna de respeto. Se ha descubierto recientemente que se dejó un hijo en Italia cuando partió para Madrid, habido con una amante secreta, una sirvienta según unas versiones, una colega pintora según otras. Normal que se hiciera el remolón cuando su patrón le dio recado para que volviera a sus asuntos de todos los días. Amor y fama quedaron atrás. En casa le esperaba todas esas mezquinas responsabilidades que le quitaban tiempo para pintar, es decir, para meditar con calma sobre las cosas importantes del mundo.

La hija de Antonio López, María, explica que "posaron durante horas y horas a lo largo de semanas en una mesa que no se tocó durante meses, en sesiones interminables". Sesiones en las que el pintor ponía música y le daba charla a ambas modelos para que no se durmieran sobre los platos de sopa, imagino que fría. ¿Podríamos decir que salen especialmente favorecidas? Casi que no, y es ese un rasgo también velazqueño. El amor de padre debería dar para más. Aunque el amor a la verdad estaba por encima de todo lo demás en Velázquez a la hora de ejecutar una obra. Lo negros bien negros, sin medias tintas, los enanos ridículos, y la infanta Margarita con signos evidentes de una madurez. sexual prematura. La queja de María sobre su padre me ha recordado la de Felipe IV sobre su pintor de cámara. También a él le mataban las sesiones maratonianas a las que le sometía Velázquez para obtener cada retrato. "Además me pinta viejo y defavorecido", le decía a sor Ágreda, su confidente secreta. Tantas horas para verse tal cual se veía en el espejo: como un anciano derrotado de mirada mortecina, con poca luz, atenuada por los años de reiterados fracasos. Hubiera preferido verse lleno de pompa y oropeles en los retratos, como los reyes de otras tierras, pero Velázquez le daba ración y media de realidad a cambio de aquellas tediosas tardes en que le servía como modelo.

De sor Ágreda de la Cruz tuve primera noticia, creo, sin caer en su momento mucho en la cuenta de quien era, en un viaje de trabajo a Almazán. Iban a crear un paseo fluvial junto al Duero y para allí que fui a documentarme, a fotografiar el lugar de la obra. Supongo que era un día radiante, con el aire trasparente y el cielo claro. Así es como imagino Soria cuando no está a merced de la tormenta y la nieve, con un cielo también velazqueño. Al acercarme a la ribera del río ví una bandada de gansos. Me acerqué demasiado a la tropa de andares cómicos y el más grande, evidentemente un macho, se me puso farruco. Aquello me hizo aun más gracia y opté por la peor de las opciones: no tomarle en serio. Se me enfrentó con el cuello estirado, tensado como la tira de un arco. El dardo era pro supuesto su pico, con el que me amenazaba con acertarme en cualquier parte el cuerpo y me reprochaba con torvas palabras mientras se me abalanzaba. Para evitar males mayores tuve que correr no menos de 50 metros de espaldas, hacia atrás, para no perderle la cara, sin mucho control de hacia donde iba, porque andaba bastante más preocupado de lo que dejaba atrás. Seguimos en ese improvisado ballet para dos danzarines un buen rato, al menos a mí se me hizo eterno -yo quería que acabase y él seguramente no-, hasta que el ganso pensó que me había hecho retroceder el trecho suficiente como para que su honor quedaba reparado. Las damas de su harén cloqueaban alborozadas por la exhibición de gallardía de su macho. No fue el mejor día para mi hombría. Aunque sí una fantástica jornada. De vuelta al coche tras haber realizado mi tarea me demoré por las calles y plazas de la, en general, tranquila villa, al menos en el ámbito de lo humano, no tanto en el animal por loq ue parece. Parece ser que Almazán fue en tiempos un lugar de destacados religiosos, propensos a la clausura, a la huída de este mundo en beneficio de otro más trascendente. Gansos belicosos y religiosos calmados y circunspectos, la población de Almazán ordenada por rangos. En una plazuela de mi recorrido aleatorio había dos estatuas. Una de ellas me llamó la atención porque estaba dedicada a una monja. No son habituales los homenajes en lugares públicos a religiosas, si a varones de la Iglesia. Santa Teresa parece desmentir la norma, pero le costará a quien me lea encontrar otro ejemplo. Se trataba de sor María de Jesús de Ágreda, la abadesa de un convento de clausura del entorno en tiempos de Felipe IV. 

Sor María de Jesús de Ágreda (1602 - 1665)

Felipe IV conoció a sor Ágreda en persona en su viaje hacia Cataluña, cuando iba de camino a aquellas tierras para socorrer la rebelión y para oponerse a la invasión francesa. Eran malos tiempos para la corona, en bancarrota en lo económica y muy quebrantada en lo político y lo moral. La mucha fama alcanzada por la religiosa, a la que se atribuía santidad o dotes proféticas, le hizo detenerse en la villa para conocerla. Debió haber buena química entre ambos en el encuentro cara a cara, porque aunque nunca más volvieron a verse en persona el nexo que se estableció entre ambos ya no se rompió nunca. Mantuvieron correspondencia muy seguida hasta la muerte de ella, acaecida unos 20 años después. Entraba la religiosa en sus cartas dirigidas al rey a opinar de lo personal y también de los asuntos de estado. Y no era nada renuente a la crítica. Es más, solía ser muy dura con su amigo en sus juicios. Me la imagino casi como un ganso macho haciendo retroceder al monarca con sus invectivas el trecho que estimaba suficiente para hacerle ceder en sus opiniones. Sor Ágreda fue la persona que finalmente le convenció de la necesidad de destituir al Conde Duque de Olivares como gestor del estado, quien le hizo ver que su deber era tomar él mismo las riendas del gobierno. Algo que empezó a hacer ya en edad madura y cuando ya nada podía hacerse para salvar a la patria. No había consuelo en las palabras de la abadesa para los fracasos que acontecían todos los días, solo reproches y llamadas al deber de hacer lo que se estimaba correcto, sobre todo en lo moral. Pero el rey Felipe era ya un anciano prematuro, aplastado por la culpa de su propio fracaso. Un imperio que daba la vuelta al globo es lo que le legó su padre, y por eso le llamaban rey planeta, y cuando le llegó el tiempo para reflexionar sobre lo logrado en su vida, para valuar su labor como monarca, ni heredero siquiera tenía y muy poca paz y prosperidad en sus menguantes reinos.

¿Si María López hubiera sabido lo que le esperaba al empezar a posar para su padre para el cuadro "La cena", lo hubiera hecho de buen gana?¿Hubiera podido negarse de haber querido? Felipe IV, que tenía bastante más gobierno de su propia vida, al menos en lo concerniente a los caprichos, había dejado de posar hacía tiempo para Velázquez. Le contaba en alguna carta a sor Ágreda el suplicio que suponía ser su modelo y lo enormemente insatisfactorio del resultado. Para diez años iban ya sin pintar a su rey cuando Velázquez acometió la realización de Las Meninas. Diez años en los que seguramente insistiría a menudo a su patrón para que le dejase ejercer su oficio. Sí, él era el que procuraba la leña en el alcázar y el que se ocupaba de innumerables tareas de escaso lustre, pero también el retratista del rey, y esa era su razón de ser en palacio, su patrimonio personal más preciado. Venir de Italia renunciando a tanto para no poder ejercer su labor principal, la que le daba lustre y honor, no tenía sentido para él. Si algo había de trascendente en su vida para Velázquez era el poder retratar a papas y reyes. Esa tarea en la corte era la única que le daba rango y le elevaba por encima de sus iguales. Eran diez años de frustración, pero sin la posibilidad de poder quejarse, menos aun a quien podía poner fin a su mal.

"Las Meninas", de Diego Velázquez

Las Meninas es al mismo tiempo la búsqueda de lo que trasciende en un suceso cotidiano y un intento de traducir a un lenguaje asequible un suceso de magnitud enorme. Las Meninas lo es todo a la vez y también cada uno de sus correspondientes contrarios, pero eso ya lo sabemos. Para unos es nada menos que la aceptación y presentación en sociedad de la infanta Margarita como heredera de la corona y para otros un simple retrato de familia. Así era precisamente el nombre por el que conocían el cuadro la gente que lo contemplaba en el tiempo en que fue pintado. "La familia". Con ese título aparece en diversos inventarios de palacio. Fue un regalo del sirviente a su patrón para que fuera colgado en su despacho personal, un lugar al que rara vez accedía nadie aparte del monarca. Era como la foto que el ejecutivo tiene sobre la mesa de su despacho, en el que están las gentes que le son más queridas, el núcleo familiar más estricto. Y al fondo, no se sabe si en un cuadro que adorna la pared posterior de la sala retratada o en el reflejo de un espejo, están el rey y loa reina. Para Fernando Marías, uno de los mayores expertos mundiales en asuntos velazqueños, el pintor se incorpora a ese núcleo familiar de Felipe IV haciendo lo que debe, como el resto de personajes. El perro guarda la compostura, el enano enreda y mortifica al mastín para divertir a los presentes, las doncellas atienden a la pequeña infanta, el aposentador de la reina abre un camino de salida para cuando la esposa del rey acabe con los asuntos que la han llevado a la estancia y el pintor del rey retrata a los monarcas.

En "Las Meninas", como en la "Cena de Emaús" de Caravaggio, parecen haber más personajes de los estrictamente necesarios. Como en el hecho bíblico que narra éste, en aquel el principal personaje aparece en la estancia como por arte de magia, como en un milagro, en este caso producto de un uso imaginativo y crtero, casi alquímico, de los recursos geométricos disponibles. En "La cena" de Antonio López, como en la obra cumbre de Velázquez, parece faltar asunto cuando se  mira la obra sin ojos avisados, sin la reflexión suficiente. El diálogo con el pintor, presente fuera de él en la obra del manchego y en ambos mundos, el real y el retratado, en el caso de la del andaluz, debería evitar que nos durmiéramos, como María, sin entender antes de qué estamos formando parte. Si que debió entenderlo el rey,  el mensaje que le enviaba su amigo a través del óleo, porque poco después accedió a ser retratado por última vez. Y el resultado, claro está, no le gustó en absoluto y se quejó de él amargamente a su otra amiga, la que retratada su alma por escrito, sor Ágreda.

"Felipe IV", de Diego Velázquez

viernes, 18 de julio de 2014

Fantasmas convocados (2)

Fantasmas convocados (2)

Robé tu imagen
una tarde larga
que el mar mordía
tu encogido gesto.

Absorta en tí
orilla de mi vida,
buscarte nunca
para perderte siempre.

Dulce te empapaba
la quietud del cielo
y el azul medía
tu perfil de nácar.

Tu pie removía
espuma y pensamiento
apenas traspasado
el umbral del agua.

una rosa d arena
floreciendo una y otra vez
en alguna cálida
estación del recuerdo.

Tu palidez me daba
la hora exacta,
era el sol en lo alto
al volver la una.

Tu pelo hendía
el líquido viento,
negro y acero
como un cuchillo de alga.

Más gigante aún,
coral y arrecife,
tu cuerpo ardía
donde el silencio rompe.

Nada de tí tenía,
siquiera tu nombre
para darte vida
bajo el arco tiempo.

Robé tu imagen
una tarde larga
cuando el mar mordía
tu encogido gesto.

11, 14 y 15 de julio de 1985
No tendría más de 15 años y era todo lo que de ella sabía.
Portugal, semana santa de 1980

Soneto Ocho

Soneto Ocho
Dolor me obliga a callarte, anhelo

Dolor me obliga a callarte, anhelo,
Dolor que en ella voluntad desgarra,
deber ingrato que a mi ser amarra, 
temor por ella que se vuelve celo.

Dolor me obliga a calarte, anhelo,
del amor probar su asesina garra, 
oír sin querer lo que doliente narra
corazón herido que erró su cielo.

Es innecesario renunciara vivir
para poder negar lo verdadero
y borrar de la mente verbo sentir.

Por eso he de callarte a pesar mío,
olvidar que un día fueses primero
y a prender a aceptar el desafío.

29 y 30 de septiembre de 1984

lunes, 14 de julio de 2014

Aunque fuese un error...

Aunque fuese un error,
casi una certeza,
tu amor y mi amor.

Aunque fuese mentira,
todo lo falso,
soñada o vivida.

Aún así,
no hasta alcanzarte,
límite cero,
corazón sin demora.

29 de marzo de 1985
4, 8 y 9 de abril de 1985

Soneto Siete

Soneto Siete
La soledad

la soledad. la que trafica con penas,
la de afanes rotos y camas desiertas,
la de anhelos dormidos y ojos alertas,
la que derrocha mi tiempo a  manos llenas.

recorro la noche pulsando en sus venas,
sembrando vacíos de estrellas inciertas,
cambiando suspiros por palabras muertas
que cubren mi mente de grises cadenas.

Soledad, la que tus manos sellarían
si tus dedos en mí al fin reviviesen,
más zafiro y diamante en mi alma cabrían.

Me hace sangrar la vida en torpes letargos,
roja penumbra que mis labios bebiesen
de labios heridos de beso amargos.

15 y 30 de septiembre de 1984
A un domingo polvoriento (30/1/84)

viernes, 11 de julio de 2014

Soneto Seis

Soneto Seis
Más lágrimas tuyas no caben

Será que tus ojos aun no lo saben
que me miras largo silencio profundo,
que olvidar pretendes pasado iracundo,
que en mi alma más lágrimas tuyas no caben.

Será que esperan que tus labios graben
memorias escritas de algún otro mundo,
que basta morirte un segundo,
vida, para que tus ofensas se laven.

llorabas pensando que eran tiempos cruentos,
que no hay más felicidad que al perdida,
que amores pasados son siempre sangrientos

y te escuchaba tras el hueco de tus manos,
sin saber que es imposible la huída,
que había otros llantos latiendo cercanos.

28 de septiembre de 1984
A Margarita


Soneto Cinco

Soneto Cinco
Siempre tras una insalvable lejanía

No sabría que definir lo que sentía
combatiendo con al noche en la espesura,
avanzando por tu cuerpo sin premura
siempre tras una insalvable lejanía.

Un estruendo de color me retenía
en el linde del temor y la amargura,
fascinado por la luz de tu figura
que entre negro y resplandor se debatía.

Se escuchaba el chorrear de la distancia
y un sonido entre mudo y desespero
adherido al decir grave de la Luna,

un sonido solo audible en la ignorancia
y un perfil de manos de rozar certero
deslizándose a ras de agua en piel ninguna.

11, 13, 15 y 16 de septiembre de 1984

domingo, 6 de julio de 2014

Soneto Cuatro

Soneto Cuatro
Nunca sabré

Nunca sabré si es un diamante sin vida
o una anémona dormida tras la roca
lo que en mi ánimo esta ausencia provoca
en la oceánica penumbra encogida.

Nunca sabré si es arena envilecida
o un caballito de mar que se desboca
esta ira infernal que todo lo trastoca,
como una árida calina sin salida.

Presiento que es imposible descubrirlo,
que es un estado sin lógica ninguna,
que no hay palabras que puedan definirlo.

Nunca sabré, todo me lleva a ignorarlo,
porque no es posible hallar respuesta alguna
si ni siquiera se ha llegado a desearlo.

3 y 31 de agosto de 1984
14 de septiembre de 1984

Soneto Dos

Soneto Dos
Al lanzar una mirada al firmamento

Espiando las parcelas restringidas
territorio de luceros descarnados,
mil hileras de encendidos plateados
flanqueando silenciosas avenidas.

Al igual que aquellas ánimas perdidas
que dormitan en lugares alejados,
las estrellas de metales sustentados
por fulgores de pasiones desmentidas.

Ellas serán la razón que yo presiento
que pudiera acabar en imposible
al lanzar una mirada al firmamento.

Una razón que abarcase todo cielo,
que fuese mar constelado y extensible
en que navegan tanta luna y tanto hielo.

1 de agosto de 1984
1, 2 y 5 de septiembre de 1984

miércoles, 2 de julio de 2014

Rescates de Twitter (24) - El Greco tridentino

El Greco tridentino

1.- Interesante dato que recabo en el artículo "El tiempo del Greco" de Alfredo Alvar en Nueva Revista:

2.- El Greco habría trabajado para la Iglesia como asesor, evaluando la adecuación de las obras de otros al nuevo canon del Concilo de Trento.

3.- Labor que quizás ejercía a cambio de que le dejaran más libertad a la hora de componer y ejecutar sus propias obras.

4.- Más libertad para uno a cambio de fiscalizar la de los demás. ¿Cuántas veces no se habrá aplicado esta estrategia?

5.- No pocas veces se ha dicho que El Greco fue uno de los que optó al trabajo de poner bragas a los personajes de La Capilla Sixtina.

6.- Sobre Miguel Ángel le dijo al suegro de Velázquez, Pacheco, esta descacharrante descripción: "Era un buen tipo pero que no sabía dibujar".

7.- A lo que añadió que el hubiera ejecutado el famoso techo con mucho mayor decoro y ajuste a los buenos modos que Bouanorroti.

8.- Siempre se le ha criticado a Felipe II que desechara el Martirio de San Mauricio para el altar mayor de la basílica de El Escorial.

9.- Pero posiblemente el Greco encontrara en el rey a un censor aun más versado en pintura que el mismo. La horma de su zapato, por así decir.

10.- Sé que queda muy mal decirlo en este siglo peo el Concilio de Trento marca el culmen de la Civilización Española.

11.- "España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma...", decía Menendez Pelayo.

12.- Durante los casi 20 años que duró el concilio se demostró la apabullante superioridad de los ponentes españoles sobre los demás.

13.- España no solo tenía los mejores soldados sino también los mejores científicos y pensadores. Ahora todo esto está perfectamente olvidado.

14.- El Greco tuvo la extravagante idea de venir a España porque entonces era la punta de lanza de la civilización europea.

15.- Esa imagen tópica de un cosmopolita El Greco enterrado en vida en una paleta y atrasada España toledana es más falsa que el cartón piedra.

16.- Pero fue un acierto, y para ambas partes. Una sola generación después de la visita de Pacheco para entrevistarle de anciano.

17.- y Madrid ya era la capital mundial de la pintura, donde el yerno del sevillano, Veláquez, era el indiscutible primus inter pares.

18.- El Greco, del que dicen que no tuvo ni maestros ni discípulos, fue uno de los más grades catalizadores de la escuela española.

19.- Dicho lo cual, y con vuestro permiso, me bajo al súper a hacer la compra.